S�ntesis hist�rica

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�poca precolombina

El territorio que hoy forma parte de la Rep�blica Argentina estuvo habitado por gran cantidad de tribus abor�genes que no alcanzaron, sin embargo, un desarrollo importante en relaci�n a otras civilizaciones prehisp�nicas.

Entre las de mayor consideraci�n encontramos a las tribus del noroeste argentino: diaguitas y calchaqu�es, pueblos agricultores con una interesante desarrollo artesanal en torno a la cer�mica. Estos grupos fueron influenciados por la presencia al norte de la civilizaci�n incaica cuya frontera sur lindaba con parte de su territorio.

Otros grupos abor�genes de importancia lo formaron los guaran�es (al noreste), tobas (Chaco), huarpes (Cuyo), comechingones, pampas (en el centro), puelches, tehuelches, patagones, araucanos, onas (al sur), etc.

Conquista y virreynato

La corte espa�ola envi� sus primeras expediciones al sur del continente al mando de Juan D�az de Solis en el a�o 1517, el cual despu�s de recorrer la costa de Am�rica del Sur ingres� en el R�o de la Plata en 1516. Esta debi�, sin embargo, ser abortada a causa de los ataques de los habitantes de la regi�n que dieron muerte entre otros al propio D�az de Solis.

En 1520 Magallanes explora la costa sur buscando un camino hacia oriente, descubriendo el estrecho que lleva su nombre y que sirvi� de paso en la primera circunvalaci�n del globo.
Reci�n en 1527 y al mando de Sebasti�n Caboto una segunda expedici�n retoma el camino abierto por la de Sol�s a trav�s del R�o de la Plata y remontando los r�os Uruguay y Paran�, fundan a la vera de este el fuerte de Sancti Sp�ritu, que se convertir�a en el primer asentamiento en la regi�n del Plata.

En 1536 Pedro de Mendoza, primer adelantado en la regi�n funda el puerto de Santa Mar�a del Buen Aire, futura Buenos Aires, que sin embargo debi� abandonar cinco a�os m�s tarde debido a la carencia de alimentos y a la hostilidad de los nativos. En la expedici�n de Mendoza se encontraban Juan de Ayolas y Juan Salazar de Espinosa importantes art�fices de la conquista. El segundo funda en 1537 la ciudad de Asunci�n (actual capital del Paraguay) que sirvi� como base a la futura expansi�n en la regi�n del Plata.

A partir de ese momento se producen las fundaciones de importantes ciudades argentinas entre las que cabe destacar a Santiago del Estero (la m�s antigua del actual territorio), en 1553; Tucum�n, 1565; C�rdoba, 1573; Santa Fe, 1573 por Juan de Garay, quien en 1580 llevar�a a cabo la segunda y definitiva fundaci�n de Buenos Aires.

Los actuales territorios colonizados en la regi�n del Plata fueron divididos en dos regiones por Hernandarias, en 1617 una correspondiente al Paraguay y otra al R�o de la Plata, ambas integrando el Virreynato del Per�. Durante este tiempo se evidencia el crecimiento de la ciudad de Buenos Aires, puerto activo en el tr�fico de productos importados.

En 1776 se crea el Virreinato del R�o de la Plata, que inclu�a a los actuales territorios de Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia y cuya capital se estableci� en la ciudad puerto de Buenos Aires teniendo a Pedro de Cevallos como primer virrey.

Proceso de Independencia

La alejada posici�n del virreinato del contexto de los dominios espa�oles hizo despertar las sospechas por parte de una corona brit�nica en pleno proceso de expansi�n colonial. Imaginando a los territorios mal defendidos y enemistados con el poder real inici� confiada una invasi�n en el a�o 1806.
Desde la Banda Oriental (actual Uruguay), atac� el puerto de Buenos Aires al mando del brigadier William Carr Beresford, haciendo huir al virrey Cisneros hacia el interior del pa�s. Organizada la resistencia al mando de Santiago Liniers, se logr� derrotar y expulsar a las fuerzas invasoras. Estas reagrup�ndose con refuerzos provenientes de Ciudad del Cabo retomaron la invasi�n en 1807, siendo repelidas nuevamente por fuerzas locales.

La poca ingerencia de las fuerzas reales en la defensa de la ciudad hizo despertar las sospechas de desprotecci�n por parte de los criollos que hab�an podido medir sus fuerzas ante un enemigo de val�a. Este hecho constituy� uno de los g�rmenes de un movimiento revolucionario que ya se ven�a gestando a lo largo del continente y que encuentra sus causas sobre todo en el choque de intereses econ�micos entre los criollos y la corona, la cual gravaba con fuertes impuestos a los territorios bajo su dominio.

El momento desencadenante se dio en el per�odo siguiente al destronamiento del rey espa�ol Fernando VII por parte de Napole�n I Bonaparte en 1808, y la asunci�n de su hermano Jos� I Bonaparte como nuevo monarca espa�ol. La Junta de Regencia, instalada en Espa�a para sustituir al cautivo Fernando VII, y que resist�a a la autoridad francesa, nombr� como virrey para la regi�n del Plata a Baltasar Hidalgo de Cisneros. Pero tras la disoluci�n de la Junta por parte del invasor franc�s, se debi� decidir la suerte de la colonia y del virrey.

El Cabildo Abierto constitu�do desde el 22 de mayo de 1810 y hasta el d�a 25, decidi� deponer al virrey (al que se lo consider� sin autoridad ya para gobernar), y constituir una Primera Junta de Gobierno que sustituir�a al rey. Este gobierno provisional desconocer�a casi inmediatamente el poder real y el de sus delegados abriendo el proceso independentista.

Tras la Revoluci�n de Mayo se hac�a necesario la expansi�n y defensa del proceso revolucionario hacia todos los puntos del territorio, el cual encontr� focos de resistencia sobre todo en C�rdoba, Paraguay y el Alto Per� (actual Bolivia).
Las expediciones armadas hacia estos territorios cori� una suerte dispar. Algunas victorias como, las del general Balcarce en Suipacha (1810) permitieron llevar la idea independentista hasta el Alto Per�, pero la derrota en Huaqui marc� la contraofensiva espa�ola y la ca�da de la Junta en favor de un Primer Triunvirato.

La derrota en Tacuar� (1811) por parte del General Belgrano supuso la p�rdida definitiva del territorio de Paraguay que de all� en m�s inici� su propio proceso de emancipaci�n. A partir de aqu� las victorias alcanzadas por el propio Belgrano en Salta y Tucum�n (1813), lograron frenar al elemento realista proveniente del Per� y marcar los l�mites al norte del futuro territorio argentino

En 1812 hab�an desembarcado en el pa�s, provenientes de Londres, Alvear y San Mart�n, que tras fundar la logia Lautaro, se propusieron dar nuevo impulso a la tarea independentista. San Mart�n tras crear el Regimiento de Granaderos a Caballo pas� a Cuyo en 1814 para organizar el ej�rcito independentista de Chile.

El Segundo Triunvirato constituido para presidir el gobierno en 1812, dio paso al Directorio (seg�n lo dispuesto en la Asamblea Constituyente del a�o 1813) al mando de un Director Supremo. Esta Constituci�n de car�cter unitario propuls� el uso de la bandera y el himno nacionales, la libertad de prensa, la supresi�n de la inquisici�n, la libertad de los hijos de los esclavos, etc.

El 9 de julio de 1816 en el Congreso reunido en la ciudad de Tucum�n, los delegados de la mayor�a de las provincias que all� se dieron cita declararon la independencia de las Provincias Unidas del R�o de la Plata, ratific�ndose en el cargo de director supremo a Juan Mart�n de Pueyrred�n.

Las ideas nacionales

Tras la declaraci�n de la independencia se impon�a la organizaci�n del Estado nacional all� constitu�do. El proceso independentista llevado a cabo desde Buenos Aires pretendi� erigir a esta en cabeza de un gobierno centralizado en su autoridad y asi lo declar� en la constituci�n de 1819, inmediatamente rechazada por las provincias que pretend�an una forma confederada de organizaci�n interna.
Las principales oponentes de Buenos Aires en esta puja fueron sobre todo las provincias del litoral (Santa Fe, Entre R�os y Corrientes sobre todo) y la Banda Oriental con Artigas a la cabeza.

Unitarios y federales tal los dos bandos constitu�dos chocaron por primera vez en la batalla de Cepeda (1820) que vieron enfrentarse a Buenos Aires contra los ej�rcitos del General L�pez (Santa Fe) y Ram�rez (Entre R�os), con la victoria de estos �ltimos. Este hecho marc� el fin del Directorio y la constituci�n de un pa�s integrado por 13 provincias federadas a trav�s del Tratado de Pilar.
A partir de aqu� Buenos Aires fue una provincia federada m�s pero que ten�a a cargo el manejo de los asuntos externos del pa�s. Su gobernador fue el general Dorrego, seguido por Mart�n Rodr�guez y luego por Las Heras.

Si bien las hostilidades nunca fueron del todo resueltas, estas debieron interrumpirse por el conflicto armado que se sucit� con Brasil en 1825. La causa de este se debi� a la progresiva invasi�n por parte de las fuerzas brasile�as sobre la Banda Oriental a partir de 1820, que la declararon provincia del Imperio del Brasil.
La Banda Oriental, si bien estaba bajo el control del caudillo federal Artigas, continuaba perteneciendo a las Provincias Unidas. Por tanto tras el pedido de ayuda por parte del elemento resistente oriental Argentina declara la guerra al Brasil.
Tras tres a�os de lucha el conflicto trajo como consecuencia la independencia definitiva de la Banda Oriental de las Provincias Unidas, declarada formalmente en 1830.

En 1826 se hab�a llevado a cabo una Asamblea Constituyente que otorgaba al pa�s una forma de gobierno representativa, republicana y unitaria, instalando en la presidencia a Bernardino Rivadavia.
Nuevamente rechazada por las provincias, Rivadavia fue obligado a dimitir, y tras un breve gobierno interino de L�pez y Planes, el federal Dorrego se hace cargo de la gobernaci�n de la provincia de Buenos Aires.


Tras la finalizaci�n de la guerra con el Brasil, un grupo de generales unitarios intervinientes en la misma, con Juan Lavalle a la cabeza derroc� al gobierno de Dorrego y se instal� en el poder, el 1 de diciembre de 1828. El fusilamiento del �ltimo por parte de Lavalle encendi� la cruda guerra civil entre unitarios y federales, con Juan Manuel de Rosas, caudillo de Buenos Aires, a la cabeza de la causa federal.
Un fuerte foco unitario instalado en C�rdoba al mando del general Paz, form� la liga del interior, que derrot� al caudillo federal Juan Facundo Quiroga.
Despu�s de algunas batallas y encuentros m�s o menos confusos, Rosas derroc� a Lavalle como gobernador de Buenos Aires, restituy�ndose la legislatura que hab�a gobernado con Dorrego y restableciendo la paz en esa provincia.


En 1831 Rosas convoca a un Pacto federal, junto a las provincias de Santa Fe y Entre R�os, que terminan por derrotar al general Paz.
Desde este momento el pa�s qued� bajo el poder de la figura emblem�tica del Brigadier General Juan Manuel de Rosas, que hasta su derrocamiento en l852 dirigi� los destinos del pa�s.
Rosas, proveniente de la acaudalada clase de terratenientes de la provincia de Buenos Aires, prorrog� su mandato con la excusa de que el pa�s no estaba preparado a�n para la sanci�n de una constituci�n nacional, poni�ndose a la cabeza de la de hecho Confederaci�n Argentina.


Centralizando su gobierno en Buenos Aires pudo perpetuarse en el poder a instancias de alianzas con los caudillos federales de las distintas provincias (si bien alguno de los principales, como Quiroga y L�pez hab�an muerto) y a trav�s de un r�gimen de represi�n hacia sus oponentes pol�ticos. Mediante el grupo "La Mazorca" ejerci� el terror entre los principales exponentes del pensamiento liberal unitario, quienes en su mayor�a fueron exiliados fuera del pa�s.
Su postura nacional en t�rminos de econom�a externa llev� a que el pa�s soportara el bloqueo del puerto de Buenos Aires por parte de los intereses anglo-franceses en 1838 y 1845.

Cansados del monopolio comercial ejercido por parte de Buenos Aires y estando la mayor�a de sus oponentes unitarios desterrados del pa�s, Rosas encontr� la principal resistencia a su gobierno dentro de las filas del federalismo.
El 3 de febrero de 1852, el caudillo entrerriano Justo Jos� de Urquiza al mando del llamado Ej�rcito Grande, derrot� a las tropas de Rosas en la Batalla de Caseros dando fin con esto al r�gimen rosista.

El estado moderno

Como primera medida, Urquiza llam� a la celebraci�n de una asamblea constituyente en 1852 en la ciudad de Santa Fe. Esto dar�a como resultado la promulgaci�n al a�o siguiente de la Constituci�n Argentina que sentaba las bases de un gobierno republicano, representativo y federal sobre las bases de las doctrinas de Alberdi y con una fuerte influencia de la constituci�n de Estados Unidos. A trav�s de esta constituci�n, que fue rechazada por Buenos Aires, se proclam� presidente a Urquiza.

La uni�n de Buenos Aires a la Confederaci�n Argentina se dar�a en 1859, tras ser vencido Mitre, al fernte de Buenos Aires, por el ej�rcito de Urquiza en la batalla de Cepeda. Sin embargo al a�o siguiente y tras vencer el general Mitre en la batalla de Pav�n, Buenos Aires se asegurar�a el liderazgo en la nueva Rep�blica Argentina, pasando a ser su capital.

Mitre electo presidente de la unificada Naci�n en 1861, llev� adelante con Brasil y Uruguay la guerra de la Triple Alianza contra Paraguay (1865). Este �ltimo estado hab�a violado la neutralidad territorial argentina en el conflicto que en un principio libraba con Brasil, tras ingresar por las provincias de Misiones y Corrientes, haciendo que el pa�s ingrese en favor del Imperio brasile�o.

Domingo Sarmiento sucedi� en la presidencia a Mitre en 1868, adoptando una pol�tica de corte liberal, cuyos puntos fuertes fueron la instrucci�n p�blica, el fomento de la inmigraci�n, y el desarrollo del tendido ferroviario.

En 1874, Nicol�s Avellaneda asume la presidencia, llevando a cabo la "Campa�a del Desierto" contra los restos de pueblos abor�genes de la Patagonia, produciendo su casi virtual aniquilaci�n y extendiendo hacia all� el territorio nacional.
Entre otras obras continu� con el fomento inmigratorio y declar� a la ciudad de Buenos Aires, capital federal, con car�cter independiente.

En 1880 Roca, general de la "Campa�a del desierto", sucede en la presidencia a Avellaneda resolviendo los conflictos fronterizos con Brasil y Chile.
La siguiente presidencia de Miguel Ju�rez Celman, sufre la Revoluci�n encabezada por Leandro Alem, que crea a partir de all� la Uni�n C�vica (luego tras distintas escisiones Uni�n C�vica Radical), uno de los principales partidos pol�ticos de la actualidad.
La revoluci�n, derrotada en definitiva, ten�a como principal motivo, la oposici�n a los gobiernos conservadores que se perpetuaban a trav�s del fraude electoral y la apertura pol�tica hacia otros espectros sociales.

La renuncia de Ju�rez Celman tras la revoluci�n de 1890 dej� en la presidencia a Carlos Pellegrini, al que le sucedieron: Luis S�enz Pe�a (1892), quien sufri� una nueva revoluci�n fallida de la Uni�n C�vica; Jos� E. Uriburu (1895); nuevamente el general Roca (1898); Manuel Quintana (1904); Figueroa Alcorta (1906) y Roque S�enz Pe�a (1910).

A partir de la ley S�enz Pe�a

La situaci�n pol�tico-social durante la primera d�cada del siglo se caracterizaba por:
1. La perpetuaci�n en el poder de una clase dirigente de corte conservador que respond�a a los intereses de los grupos tradicionales agr�colo-exportadores a trav�s del fraude electoral.
2. La exclusi�n de las desiciones pol�ticas del nuevo elemento inmigratorio que llegado en grandes oleadas desde finales del siglo pasado constitu�a un estrato considerable de la clase media urbana y rural.
3. Las rebeliones de ciertos sectores tanto de la clase trabajadora (sobre todo anarquistas), como de la clase media identificados en torno a los reclamos de apertura pol�tica de la Uni�n C�vica Radical. Esta �ltima capitaneada desde 1896 por Hip�lito Yrigoyen hab�a boicoteado las �ltimas elecciones reclamando por una renovaci�n constitucional que permitiera el voto universal, secreto y obligatorio y as� terminar con el fraude y las presiones electorales existentes hasta ese momento.

En 1912 el presidente Roque S�enz Pe�a sanciona una ley que inclu�a esta modalidad electoral que posibilit� el triunfo en las elecciones siguientes al propio Yrigoyen con el apoyo de las clases medias.

Yrigoyen inici� una direcci�n personalista tanto del gobierno como de la conducci�n de su partido, lo que hizo que la UCR durante el gobierno siguiente del tambi�n radical Marcelo T. de Alvear (1922 -1928) se dividiese en una rama personalista o yrigoyenista y otra antipersonalista, alejada del culto de la figura de Yrigoyen.
La neutralidad de Argentina durante la Primera Guerra Mundial posibilit� un crecimiento de la balanza comercial debido a los altos precios adquiridos por los productos agropecuarios durante la guerra.

Yrigoyen volvi� a ganar en las elecciones de 1928 en un momento de la econom�a mundial alejado de lo ocurrido en su anterior gesti�n.
En 1930 imposibilitado de manejar la econom�a del pa�s tras la crisis marcada por la Gran Depresi�n y en medio de la crecida de un fuerte sentimiento militarista dentro de las c�pulas de poder, es derrocado por un golpe castrense encabezado por el general Uriburu.

El golpe del '30 restaur� en el poder a la oligarqu�a conservadora, que dirigi� los destinos del pa�s en los a�os siguientes, conocidos como la "D�cada infame", por las sucesiones en el fraude electoral y los numerosos actos de corrupci�n en favor de los intereses de las clases terratenientes.
Este per�odo abarc� hasta el golpe de 1943 e incluy� las presidencias de Agust�n P. Justo (1932-1938); Roberto Ortiz (l938- 1942) y Ram�n Castillo (1942-1943).

De Per�n al golpe del �76

La crisis econ�mica que estall� a nivel mundial tras la Gran depresi�n de 1929 trajo, como consecuencia, pol�ticas restrictivas en la econom�a externa de la mayor�a de los pa�ses centrales. Estas medidas tuvieron impacto directo en la econom�a argentina, que al no poder colocar sus productos tradicionales y no poder importar las manufacturas que necesitaba, llev� a cabo un proceso de industrializaci�n que sustituyera a esas importaciones.
Este proceso acarre� la migraci�n de grandes masas sociales hacia los centros en donde se desarrollaba la expansi�n industrial, en especial Buenos Aires. Estos hombres y mujeres provenientes del �mbito rural y provinciano (los "cabecitas negras" como peyorativamente se los llamaba) constituyeron una nueva clase de exclu�dos en donde encontr� el peronismo (nombre con que se conoci� al movimiento liderado por Juan Domingo Per�n) su matriz.

El golpe de 1943, enacabezado por los generales Rawson y Ram�rez vino aponer fin a la hegemon�a conservadora que manejaba los designios del pa�s, siguiendo con la neutralidad argentina con respecto a la Segunda Guerra que ven�an llevando los gobiernos anteriores. Esto se deb�a sobre todo a una divergencia de opiniones entre grupos german�filos y aliad�filos dentro del seno del nuevo gobierno militar (esta actitud se revertir�a luego en 1945, cuando Argentina declara la guerra a las potencias del Eje).
Dentro del gobierno muy pronto se destac� la figura del entonces coronel Per�n, quien ocup� las carteras de Trabajo y Previsi�n, logrando un gran ascendente entre los trabajadores a trav�s de sus medidas.
Cuando el general Farrell asumi� la presidencia, en 1944, Per�n se encarg� de la vicepresidencia, ocupando adem�s el Ministerio de Guerra. Su creciente poder provoc� la suspicacia de los miembros de las Fuerzas Armadas, que lo destituyeron y encarcelaron, debiendo revertir tal proceso al ser aclamado por las fuerzas trabajadoras que marcharon exigiendo su liberaci�n el 17 de octubre de 1945.

La crisis provocada dentro de las FFAA y el consiguiente llamado a elecciones, llevaron a Per�n a la presidencia con el 56% de los votos.
Su gobierno de corte populista abarc� dos per�odos (luego de una reforma electoral que asi lo permiti�) 1946-52 y 1952-55 y estuvo caracterizado por un fuerte sentido nacionalista, que llev� a la estatizaci�n de los principales recursos productivos y de servicios del pa�s. Junto a su esposa Mar�a Eva Duarte (Evita) al frente de la Secretar�a de Trabajo y Previsi�n, busc� congraciarse con los sectores m�s humildes de la poblaci�n, que desde ese momento constituyeron, junto al sector sindical, la base social de su movimiento.
Su gobierno de fuerte tono personal lo llev�, sin embargo, a adoptar medidas restrictivas contra la oposici�n y en especial hacia la prensa. Sin embargo, y gracias a la imagen carism�tica de Evita y del propio Per�n por quienes los sectores menos favorecidos econ�micamente profesaban casi una adoraci�n, las clases populares se mantuvieron fieles a su mandato.

Los grandes recursos monetarios con que contaba el pa�s debido a los balances positivos que hab�a arrojado el comercio durante la guerra, le permitieron a Per�n impulsar medidas econ�micas sintetizadas en los planes quinquenales con una fuerte presencia del gasto p�blico, vi�ndose obligado a recortarlo cuando las arcas nacionales comenzaron a vaciarse.

El segundo gobierno peronista (ya sin Evita, fallecida en 1952), estuvo caracterizado por constantes enfrentamientos con distintos grupos opositores, tanto desde las Fuerzas Armadas como, y sobre todo, desde la Iglesia. Las nuevas medidas restrictivas llevadas a cabo en el �mbito econ�mico, sumado a lo anterior brindaron la posibilidad a que un grupo disidente dentro de las Fuerzas Armadas derrocaran a Per�n tras un golpe en 1955.

La nueva junta de gobierno presidida primeramente por Lonardi y al a�o siguiente por Aramburu, proscribi� de la escena pol�tica al Partido Justicialista (tal el nombre adoptado por el movimiento encabezado por Per�n) y llam� a una nueva asamblea constituyente para que reformara la constituci�n dictada durante el gobierno de peronista. En la enmienda se ratificaron las leyes relacionadas a los derechos del trabajador volvi�ndose en casi todo lo dem�s a la Constituci�n de 1853.
Tras esto se convoc� a elecciones para 1958 en donde los principales aspirantes a la presidencia eran los dos sectores escindidos de la Uni�n C�vica Radical: la Uni�n C�vica Radical del Pueblo con Balb�n a la cabeza, sector m�s moderado, y la Uni�n C�vica Radical Intransigente, que candidateaba a Arturo Frondizi, de posiciones m�s progresistas.

Con el apoyo de los votos del peronismo proscripto, y tras un pacto entre Per�n y Frondizi, este gan� las elecciones presidenciales.
El gobierno de Frondizi estuvo caracterizado por los continuos enfrentamientos con los sectores trabajadores debido a los incrementos en el costo de vida y a una pol�tica de austeridad fiscal. Fueron una constante los pr�stamos econ�micos de organismos internacionales, sobre todo de Estados Unidos que en plena guerra fr�a y tras la Revoluci�n cubana del '59 intentaba afianzar su influencia sobre Latinoam�rica. El punto culminante de esta pol�tica fue la "Alianza para el Progreso" impulsada por el presidente Kennedy, tratado firmado por los gobiernos latinoamericanos que preve�a pol�ticas de ayuda econ�mica por parte de EEUU para la regi�n.
La entrevista secreta entre Frondizi y el Che Guevara en 1961 despert� las sospechas de los grupos militares y de derecha. Esto sumado a que Per�n en el exilio le hab�a retirado su apoyo, hizo que amplios sectores sociales se volvieran en contra de Frondizi, el cual fue obligado a dimitir de su cargo en 1962.

Tras el breve interregno de Guido, presidente del Senado, en el gobierno, en donde se puso de manifiesto el malestar de los grupos militares divididos en dos bandos (azules y colorados) que los llev� a un enfrentamiento, en 1962 se convoca nuevamente a elecciones.
El resultado de esta lleva a Illia a la presidencia con un alt�simo porcentaje de votos en blanco que superaban a los del propio ganador fruto de la proscripci�n peronista de las elecciones generales (aunque no de las parciales).
Su gobierno intent� llevar a cabo reformas de orden econ�mico (regulaci�n de las inversiones extranjeras,entre otras) y social que tuvieron una fuerte oposici�n en el parlamento, as� como desde los sectores castrenses.

Las victorias del peronismo en las elecciones legislativas, as� como en varias gobernaciones, impuls� a un nuevo golpe de Estado en 1966 a cargo del general Ongan�a. La dictadura instalada llev� a cabo un gobierno represivo y antipopular que gener� revueltas, la m�s popular de las cuales, llevada a cabo en la ciudad de C�rdoba y conocida como "Cordobazo", hizo tambalear al gobierno.
Los generales Levingston y m�s tarde Lanusse se sucedieron en el gobierno, en medio de la agitaci�n social y la inestabilidad econ�mica que favoreci� la apertura democr�tica.

En 1973 restablecidas las garant�as constitucionales, se llama a elecciones en donde el peronismo (agrupado en el Frente Justicialista de Liberaci�n, FREJULI) se alza con una abultada victoria y su candidato C�mpora asume la presidencia para luego retirarse y, tras un breve comicio, proclamar en su lugar nuevamente a Per�n, quien regresa as� de su largo exilio.
Instalado nuevamente el peronismo en el poder, asiste sin embargo al enfrentamiento entre sus sectores de derecha e izquierda, choque que se agudiza tras la muerte de Per�n un a�o despu�s de haber asumido la presidencia.
En 1974 Mar�a Estela Mart�nez de Per�n (Isabelita), esposa del caudillo fallecido, y vicepresidente de este, asume la presidencia de la naci�n amparada por la derecha peronista.

Actos de terrorismo y guerrilla urbana, que se ven�an dando desde la presidencia de Ongan�a, asumen dimensiones desproporcionadas hasta el momento. Tanto desde la izquierda peronista (Montoneros), como marxista (Ej�rcito Revolucionario del Pueblo, ERP), o desde la derecha (Alianza Argentina Anticomunista o Triple A), por nombrar solo a los m�s destacados, se elige la v�a de la violencia como pr�ctica pol�tica.
El recrudecimiento de las acciones de guerrilla dieron la excusa a los militares para derrocar nuevamente al gobierno e instalarse en el poder.

Dictadura y Democracia

En 1976 una junta militar encabezada por el teniente general Videla instala lo que se dio en llamar el Proceso de Reorganizaci�n Nacional. A trav�s de este se instal� la ley marcial con el objetivo de combatir a los grupos insurrectos que se transform� en seguida en una feroz represi�n a trav�s de la aplicaci�n de un terrorismo de estado sin prescedentes en el pa�s. Lesionando los derechos humanos se secuestraron y asesinaron a varios millares de personas, sumando una lista de 30000 los desaparecidos de los cuales no se conoce paradero.

La econom�a mientras tanto continu� siendo inestable, engros�ndose considerablemente la deuda externa.
A Videla lo sucedi� el teniente general Viola y a este el tambi�n teniente general Galtieri, que sum� a las ya desgraciadas acciones de gobierno, un �ltimo desacierto: el 2 de abril de 1982 se ordena el desembarco e invasi�n de las Islas Malvinas, cuya soberan�a el gobierno argentino viene reclamando a Gran Breta�a desde que esta la ocup� en 1833.

La reacci�n del Reino Unido desencaden� un corta guerra en la que los ingleses derrotaron a las tropas argentinas.
El descr�dito tras la guerra y los abusos del r�gimen militar, promovieron la apertura democr�tica, que fue concertada por el general Vignone, sucesor de Galtieri para 1983.

En las elecciones de diciembre del '83 sale victorioso el candidato de la Uni�n C�vica Radical, Ra�l Alfons�n, a quien correspondi� la dura tarea de la restauraci�n democr�tica. Se llev� a cabo el enjuiciamiento a las juntas militares por violaci�n a los derechos humanos, pero paralelamente se instauraron las leyes de Obediencia debida y Punto Final que imped�a el juicio a militares subalternos.
La econom�a sigui� por el camino de la inestabilidad, agravada por una crisis hiperinflacionaria que provoc� malestar general en la poblaci�n, con algunos focos de agitaci�n. Durante el gobierno de Alfons�n se cambia la denominaci�n de la moneda, pas�ndose a llamar Austral, y se refinancia la abultad�sima deuda externa heredada del gobierno militar.

Para la renovaci�n presidencial de 1989 sali� victorioso el candidato justicialista Carlos Sa�l Menem, quien adopt� medidas antiinflacionarias tendientes a estabilizar la econom�a, lo que se logr� a partir del '90.
Su gobierno lejos de la tradici�n peronista, adopt� una pol�tica neoliberal que favoreci� sobre todo a las clases m�s pudientes. Privatiz� la mayor�a de las empresas p�blicas, que pasaron en su mayor�a a manos extranjeras. Por decreto presidencial fueron indultados los militares condenados por el gobierno anterior.
En el '93, Menem gestion� para que se llevara adelante una reforma constitucional que le permitiera permanecer en el mandato un per�odo m�s. En la Asamblea Constituyente celebrada al a�o siguiente se logr� dicha reforma permiti�ndole presentarse nuevamente en el '95 para la presidencia.

Nuevamente ganancioso en los comisios electorales, Menem continu� con la pol�tica que ven�a desempe�ando, pero los repetidos actos de corrupci�n en el entorno del gobierno y los altos �ndices de desocupaci�n y delincuencia se constituyeron en problemas sin resolver.

Para las eleciones del 24 de octubre de 1999 se enfrentaron como fuerzas mayoritarias el Justicialismo y una Alianza entre la UCR y el FREPASO (frente de centro izquierda), que result� en definitiva ganador proclamando presidente a Fernando De la R�a.

Lo que sigue, lo estamos padeciendo.


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