CARTA “A DIOTIMA”

Homburg, 1799


 

¡Aquí está nuestro Hyperión, amada! Este fruto de nuestros días felices te dará, a pesar de todo, un poco de alegría. Perdóname que haga morir a Diotima. Recordarás que sobre eso no estábamos plenamente de acuerdo; pero he pensado que el plan general imponía esta solución. Bienamada, te agradezco todo lo que allí se dice de ella y de nosotros, de la vida, de nuestra vida; y más sinceramente aun si considero que a veces soy tan torpe. Si yo hubiera podido, tranquilo, libre, y a tus pies, llegar a ser un artista; entonces sí, creo que rápidamente habría logrado ese verso que imagino en sueños, con gran sufrimiento de mi alma; y que a menudo me invade en pleno día con su muda desesperación.Vernos privados de la dicha que podríamos proporcionarnos, justifica todas las lágrimas que hemos llorado durante años; pero saber que además podríamos perecer, con lo mejor de nosotros, sólo porque estamos separados, ya es intolerable. Te diré que esto me torna tan silencioso a veces, porque quisiera huir de tales pensamientos. Desearía ser insensible, y olvidar todo; pero tu enfermedad, tu carta me han demostrado nuevamente que todavía sufres. Yo, mientras tanto, sólo sé llorar, como una criatura. Dime qué es preferible: ¿callar lo que está en nuestro corazón, o confesarlo? Siempre he parecido cobarde, por consideración hacia ti; siempre simulé que podía soportar todo, como si fuera realmente mi destino depender de los hombres y de las circunstancias; como si no latiera en mí un corazón firme, libre y fiel, con su derecho al más precioso don, ¡oh mi vida adorada! A menudo me privé, renuncié al amor más necesario,y aun a tu recuerdo, solamente para vivir este destino, para ti, lo más suavemente posible. Y tú, tú tan apacible, te debatías para lograr la paz; oponías una fuerza heroica al sufrimiento, callando lo que no se podía modificar; escondías, sepultabas en ti la eterna elección de tu corazón. Por eso, todo se torna a veces en tinieblas ante mis ojos, y no sabemos más lo que somos o lo que poseemos, no nos reconocemos casi. Esa lucha sempiterna, esas contradicciones del íntimo espíritu te consumirán lentamente, si ningún Dios acude a atenuarlas; sólo me resta entonces perecer, ante tu destino y el mío; o consagrarme exclusivamente a ti; y buscar contigo la solución que ponga un límite a nuestro combate.
Ya he pensado que si pudiéramos vivir de renunciamientos, quizás lográramos encontrar fuerzas en ese adiós a la esperanza...

(La carta se interrumpe en la mitad de la página).
(Traducción de J.R.Wilcock)

 



MITAD DE LA VIDA

Con amarillas peras
Y llena de silvestres rosas.
Cuelga la tierra sobre el lago. 
Oh vosotros, dulces cisnes,
Ebrios de besos
Hundís la cabeza.
En frescas aguas consagradas. 


Ay de mí, ¿dónde hallaré  
cuando el invierno, flores, 
Y dónde la luz del sol
Y la sombra de la tierra?
Los muros se yerguen
Mudos y fríos, al viento
Rechinan las veletas.

(versión de Rodolfo Modern)

LAS LÍNEAS DE LA VIDA

Las líneas de la vida son diversas;
cual rutas son, cual bordes de montañas.
Lo que acá somos, puede
completar allá un dios con armonías
y gracia y paz eternas.

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