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Ya ganó la presidencia... ¿escogió México el grial con sabiduría?
Se cumplió el adagio de que la tercera es la vencida y López Obrador gana con más del 50 por ciento de los votos. Es de esperarse que la mesura, el sentido común y el rodearse de asesores capaces en realidad lo hagan ser un buen presidente, como él dice. Tiene una oportunidad enorme de desmentir a quienes lo han acusado de ser un peligro para México
JULIO, 2018.
En una de las tantas películas de Indiana Jones, un
financiador de exploraciones y colaborador de los
nazis (el gran Julian Glover), a recomendación de la
doctora Schneider (Alison Doody) toma una copa que
se supone es el Santo Grial. ES un artefacto dorado,
con joyas incrustadas, del cual el colaborador nazi
da un trago de agua y a los pocos minutos queda
desintegrado. "Escogió mal", dice lacónicamente el
cruzado que ha resguardado el Grial por cientos de
años. Entonces Indiana Jones toma otra copa, mucho
más modesta y nada atractiva, que resulta ser en la
que Cristo sirvió el vino durante la última cena,
elección que resulta ser la correcta.
A veces las decisiones más apropiadas son como esa
copa fea, en apariencia ordinaria que, dijo indiana
Jones, "era la copa de un carpintero".
Desafortunadamente, los políticos que nos prometen
el oro inmediato son mucho más seductores que
aquellos que nos ofrecen primero trabajar duro para
después disfrutar de ese oro.
Desde anoche ya se perfilaba que Andrés López
Obrador había ganado las elecciones presidenciales
de México, hasta el momento con un altísimo 52 por
ciento que más que duplica al 22 por ciento que
alcanzó el candidato de la coalición PAN-PRD,
Ricardo Anaya Cortés y un lejanísimo 15 por ciento
de Antonio Meade en lo que viene ser una derrota
catastrófica, inusitada, para el Revolucionario
Institucional.
El discurso del presidente electo anoche fue
conciliador. Afirmó que se reconocerán los
compromisos con la Banca nacional e internacional,
que se mantendrá la disciplina financiera y fiscal
pero que habrá "cambios profundos" apegados al orden
legal establecido. También pidió la reconciliación
de todos los mexicanos y lo que llamó "la cuarta
transformación" de México.
Asimismo, los resultados también parecen perfilar
que el tabasqueño tendra la mayoría en ambas
Cámaras, con lo cual se le estaría dando tabla rasa
para realizar esos "cambios profundos", algo que, si
nos fiamos de sus antecedentes, pondría a temblar al
sentido común y el futuro de este país.
¿Qué camino tomará López obrador ya como presidente?
¿Decidirá apretar el acelerador del paradójicamente
llamado "nuevo socialismo" similar al de Hugo
Chávez? ¿O adquirirá un tono más conciliador, más
moderado, como ocurrió con Lula en Brasil? ¿Se irá
hacia el populismo del "te asfixio pero no te
ahorco" de Cristina Kirchner en Argentina o Rafael
Correa en Ecuador? ¿Mantendrá un "socialismo
vegetariano" como el de Chile o nos llevará de
regreso a la "rectoría económica del Estado" y la
"sustitución de importaciones" de Echeverría y López
Portillo?
Hay dos asuntos igualmente preocupantes: uno, la
promesa de que habrá educación gratuita para todos,
apoyos económicos a todos los adultos mayores y a
los ninis y creación de nuevas dependencias
oficiales. Segundo, la promesa del tabasqueño de que
ello no representará, bajo ninguna circunstancia, el
tener que subir los impuestos --además de la promesa
de que ya no habrá gasolinazos-- y con un "recortar
aquí para poner allá" se acabarán la corrupción y el
despilfarro.
¿Cómo le va a hacer si esa propuesta es un abierto
desafío a las leyes económicas? ¿Cómo será posible
aumentar el gasto público con más subsidios y al
mismo tiempo cerrar una de las principales fuentes
de financiamiento del gobierno federal, que es el
costo de los combustibles? López Obrador ha dicho
que "recortando" el gasto innecesario del gobierno
federal en algunas áreas se contará con los recursos
para que el dinero alcance para todos. Repetimos
¿cómo le va a hacer a algo que evidentemente
encierra una clara contradicción?
La respuesta inmediata es fácil de dilucidar, esto
es, sacar de su ataúd y traer de vuelta, entre
hombros, al señor Keynes, ya se sabe, el que propuso
echar a andar la maquinita de hacer billetes para
financiar el gasto público. Los mexicanos con
memoria ya sabemos hacia dónde lleva esa ruta
keynesiana, a la de espirales inflacionarias,
pérdida del poder adquisitivo y endeudamiento
interno que, a la postre, todos tendremos que
cubrir.
Sin embargo (y algo que Keynes estableció desde un
principio) su estrategia debe aplicarse en economías
que se encuentran en estado de emergencia, lo cual
no es el caso de México, aunque muchos piensen lo
contrario. Sí, hemos tenido un crecimiento mediocre;
sí, la corrupción y la inseguridad siguen siendo
problemas endémicos; sí, los precios siguen a la
alza y los salarios continúan estancados...
Sin embargo México se encuentra muy lejos de una situación de emergencia económica como la de 1976, 1982 o la de 1984. Aplicar remedios keynesianos en este momento en los que urgen mayor inversión extranjera y creación de empleo por parte del sector privado sería una medida suicida. Ojalá el señor no la tenga contemplada.
El principal problema de México no es que Carlos Slim tenga una de las fortunas más grandes del mundo, ni que decenas de grandes empresas hayan tenido exenciones fiscales, ni que los ex presidentes tengan pensiones de ensueño, ni que el avión del gobierno mexicano ni siquiera el de Obama. El principal problema de México es que tenemos un Estado obeso, descomunal, voraz, que consume mucho y aporta poco, que tenemos una burocracia desde la cual se cuece mucha de la corrupción que padecemos; una economía que crece poco debido a un muro de trámites peor al que quiere construir Trump en la frontera norte, un Estado que utiliza el petróleo para financiar su propia subsistencia...
Da la impresión que
López Obrador no tiene idea de cómo funciona un
gobierno, de sus pesos y sus contrapesos, de que a
los dogmas se les deben anteponer el diálogo y la
negociación. Es de esperarse que se rodee se
asesores que le instruyan, que lo convenzan, que lo
hagan entrar en razón. Si se alinea del lado de la
izquierda inteligente (hoy amenazada dentro de la
misma izquierda), si en realidad está convencido que
no logrará nada si se pelea con el sector privado,
si se niega a trabajar con los sectores productivos,
México entrará en serios problemas. Ya no nos queda
más que esperar que al meterse al ruedo le quede en
claro que las soluciones mágicas no existen y que
éstas suelen traer más prejuicios que beneficios.
Los populistas suelen ganar con altísima votación,
casi siempre porque su discurso logra convencer a
las clases medias, las cuales son las que realmente
dieron el triunfo al tabasqueño, es sector que vive
al día y que ya perdió toda su fe en los partidos
tradicionales. Es una jugada de mucho riesgo, por
supuesto: la imagen del hombre, del caudillo que nos
traerá a todos la felicidad, lo dicen innumerables
ejemplos de la historia, no terminan bien. Lo
deseable es que López Obrador se modere y sea, en
efecto, un buen presidente. Si lo logra, aun sus
críticos terminaremos por agradecérselo. Ansiamos
que nos desmienta en el sentido de que no es un
peligro para México.
En unos meses
sabremos si el Grial que la mayoría de los votantes
escogió fue una elección hecha con sabiduría.
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