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Sin tristezas ni nada, el PT sale de escena

A punto de cumplir un cuarto de siglo, este partido fundado por el clan Salinas perdió su registro que, quizá infructuosamente, trata de recuperar ante el INE. Lo recomendable ahora es darle despedida apropiada a este residuo salinista

OCTUBRE, 2015. A diferencia de otros partidos "de los trabajadores", como el de Brasil, el Partido del Trabajo en México jamás representó una fuerza capaz de conquistar la presidencia de la república, si bien estuvo a punto de lograrlo en coalición en las elecciones del 2006 en apoyo a López Obrador. Ya para los comicios del pasado junio, el PT se asemejaba a un equipo de futbol aspirante a dejar la Primera División. La diferencia es que aquí al perder su registro también se le fueron las prerrogativas y las millonada de pesos en subvenciones a estos entes políticos que carecen de apoyo popular y solo sirven de parapetos o meras fichas de soporte para los partidos más grandes.

Los spots del PT acusan "chapuza" por parte del INE y han puesto a circular la frase, comparándose con Ayotzinapa, de que "nos faltan 2,500 votos" para conservar el registro. Lo dicho: cuando me conviene, el INE es el organismo más respetable del planeta, y cuando no, es un títere de oscuros intereses.

Lo importante no es tanto que el PT haya perdido el registro, sino el que haya durado tanto. Partidos como el Humanista se evaporaron a las primeras de cambio; en cambio, el PT se remonta a los tiempos de Carlos Salinas, un cuarto de siglo, para ser exactos.

Corrían los primeros años del salinismo cuando, quizá por neutralizar al entonces flamante PRD, el presidente autorizó una partida para crear el Partido de los Trabajadores, un membrete que desde el principio quedó a cargo de su hermano Raúl quien además manejó fuentes enormes de enriquecimiento para él mismo y sus amigos como lo fueron la Conasupo y la "cooperación" para obtener concesiones de radio y TV. El PT cubría perfectamente el flanco político del salinismo; en determinado momento ese partido consiguió la alcaldía de Durango capital y otros municipios más pequeños.

Se fueron los Salinas pero el PT siguió con vida, siempre pasando de panzaso el 3 por ciento mínimo de votos para mantener su registro. Al bajarse un punto el porcentaje se confirmó lo que debió haber ocurrido hace tiempo: el PT nos estaba saliendo carísimo a los contribuyentes en contraste con lo poco que estaba aportando a la vida política nacional.

El PT era, pues, un "grandecito" entre la chiquillada, lo cual no fue suficiente para continuar con vida electoral.

Pero no debemos confiarnos mucho en que los hoy expetistas decidirán reintegrarse a la vida productiva como el resto de nosotros. La pregunta es si seguirán luchando para recuperar su registro, si se integrarán a Morena, el partido de López Obrador o si se pondrán a bloquear calles en protesta? (Esto último es poco probable: ya sin dinero que repartir para paleros y con poca gente que votó por convicción a su favor ¿cómo podrían lograrlo?)

El sitio que dejó hueco el PT, por otro lado, pronto será tomado en nombre de otra organización política. Lo deseable sería que no se repitiera la historia de mantener artificialmente con vida a partidos políticos que chupan el presupuesto sin ofrecer nada útil a cambio pero ya sabemos que en este país las cosas no funcionan de ese modo.

Serían noticias maravillosas que en vez de poner más trabas a los candidatos independientes --que más que infantiles son idiotas; los niños sí piensan inteligentemente-- los partidos deberían complicar la aparición de más partidos morralla; su existencia ya no puede darse por decreto, como ocurría en tiempos de Salinas. Que le pusieran más trabas a los aspirantes a crear nuevos partidos, que les exijan no haber militado en otras organizaciones en los cinco años anteriores, que presenten medio millón de firmas, así como tratan de asfixiar, en algunos estados, a las candidaturas independientes.

Por lo pronto, manifestamos nuestra despedida al PT. Que le sea de provecho ya no tener que mantener a sus dirigentes con nuestros impuestos.

 

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