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La mayoría estorba, nos salen bastante caros y son causantes en gran parte de la mediocridad en que se encuentra atascado el país. Si no hay disposición para eliminar a los diputados plurinominales, en el futuro extrañaremos el presente que hoy tenemos

Plurinominales, la tiranía de los inútiles

La mayoría estorba, nos salen bastante caros y son causantes en gran parte de la mediocridad en que se encuentra atascado el país. Si no hay disposición para eliminar a los diputados plurinominales, en el futuro extrañaremos el presente que hoy tenemos

Por Roberto Rojas M.
Colaborador invitado*

MARZO, 2012. Fue durante el primer año del sexenio de José López Portillo cuando a instancias de Gobernación fue aprobada la Ley de Organización y Procesos Electorales, más conocida como LOPPE y que en primera instancia aumentaba a 500 el número de legisladores en la Cámara de Diputados y a 260 la de Senadores. Fue así como de sopetón ingresaron a la nómina oficial 160 individuos de los cuales 100 contaban con una característica muy particular, que era llegar al recinto sin haber recibido un solo voto ciudadano a su favor pues, se alegó, eran de "representación proporcional".

La LOPPE había sido obra, claramente bienintencionada, del secretario de Gobernación José Reyes Heroles. Dado que la misma ley legalizaba a organizaciones otrora clandestinas como el Partido Comunista, se buscaba con esta legislación que estos "minipartidos" fueran representados en la Cámara frente a los dos más grandes que en ese momento eran el PRI y el PAN. Una nota de El Universal aquel año (1977) reportaba que la medida sería "temporal" hasta que los "nuevos" lograran cimentarse entre el electorado. Nunca lo lograron, por cierto: el PC pasó a ser PSUM y luego cedió su registro al actual PRD. Otras organizaciones beneficiadas con la LOPPE, como el PARM, PFCRN, PSD y un desfile de siglas desaparecieron sin que jamás lograran tener una base fuerte de electores. Pero eso sí, se convirtieron en excelentes negocios políticos.

Cuando Reyes Heroles fue destituido por López Portillo --a exigencia de su hermana Margarita, quien no podía ver al secretario ni en estampillas-- la LOPPE siguió vigente, cual fatwa versión mexicana, y nadie se ocupó, o más directamente quiso, ocuparse de ella y menos desactivarla. Ese sexenio perdió no solo a uno de sus mejores hombres sino la oportunidad de ahorrarse millones de millones de pesos que desde entonces se han ido directamente a la basura.

Ciertamente la LOPPE representaba un dedo atolero para aquellos que cuestionaban el autoritarismo priísta dado que los 100 nuevos diputados no podrían retar la supremacía de los otros 300 que pertenecían al PRI y ostentaban una mayoría aplastante; más aún, en el caso que esa mayoría pudiera perderse inesperadamente a manos de sus rivales más cercanos, los plurinominales constituían un "Plan B" para retomar el control mediante otro flanco. Era como, si por un lado, se diera espacio a los más pequeños pero que al mismo tiempo se mantuviera la supremacía del partido más grande. Maquiavelismo puro.

Los diputados plurinominales son el máximo sueño al que puede aspirar un político haragán: mientras los otros candidatos visitan colonias, realizan decenas de entrevistas en radio y TV y tienen gran desgaste físico, los candidatos a plurinominales se la pasan en casita descansando (o grillando) en espera que los llame su partido para llenar la "cuota" de probables. De ahí en adelante el interfecto --diría Cantinflas-- esperará el día de las elecciones y los resultados, una maraña de promedios, sumas y estadísticas que no incluiremos aquí para evitar que se nos aburra el lector. El asunto difícilmente termina ahí: el diputado plurinominal tendrá los mismos derechos y beneficios que los legisladores que sí fueron votados, y no tendrá que rendirle cuentas a nadie excepto al partido que lo puso ahí. Si los diputados "votados" jamás vuelven a pararse en el distrito que supuestamente representan, ¿qué puede esperarse de un plurinominal o, mejor dicho, 200 plurinominales?

Desde hace rato entran a la lista de plurnominales políticos altamente cuestionados y cuyo filón de salvación de algún posible proceso penal es el fuero que les brinda estar en la Cámara. En otras ocasiones son ex funcionarios en decadencia para los que ya no hubo "hueso" en una dependencia y el resto es un cobro de favores políticos. Invariablemente, el desempeño de los plurinominales no ha servido absolutamente para nada. Los registros son hojas de papel incapaces de mentir.

Una muestra de la aberración a la que ha llegado el asunto fue la llegada a la Cámara como plurinominal de Gerardo Fernández Noroña, cuyas mayores credenciales son el ser ex barzonista, agitador, autor de decenas de plantones y bloqueos en el D.F. Nadie habría votado en su sano juicio por tal legislador de modo que logró colarse como plurinominal donde se le recordará por sus ridículas mantas y el acusar de alcohólico, sin una sola prueba, al presidente de la República. ¿A quien extraña que la labor legislativa, empeorada por los plurinominales, se encuentre hoy en un sitio ominoso?

La labor legislativa no podrá avanzar con la presencia de los plurinominales, auténticos estorbos que muchas veces han reventado iniciativas que bien pudieron haber sido aprobadas con un recinto de 300 diputados. Paradójicamente y de acuerdo a las leyes que suplieron a la antigua LOPPE, son los mismos diputados los únicos que podrían reducir su número al aprobar una posible iniciativa del Ejecutivo. De hecho el presidente Calderón la envió en el 2007 y ni siquiera se molestaron en revisarla.

Hay quienes dicen que los plurinominales "representan a las minorías", una falsedad que solo puede ser expresada por quienes nos consideran niños de teta y chupón. Si usted no se siente representado por un Fernández Noroña, entonces los plurinominales le están perjudicando. Y de qué manera: de acuerdo a un reciente artículo de El Financiero, estos 100 individuos le cuestan al país 2. 800 millones de pesos anuales tan solo en sueldos y prestaciones. En América latina solamente Brasil cuenta con más legisladores que el Congreso mexicano, pero cotejemos la extensión de ambos países. Si la LOPPE se hubiera aplicado en Brasil, en lugar de 500 diputados tendrían allá 750.

Su inutilidad es, pues, manifiesta. Mientras no se reduzca su número y un ejecutivo decidido a ello logre también la mayoría en la Cámara --algo complicadísimo con la actual legislación, pero no imposible-- el país podrá volver a avanzar. De lo contrario seguiremos hundidos en la mediocridad. Y una mediocridad bastante onerosa, lo que es peor.

 

*Abogado y analista apasionado de la política

 

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