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La inaudita hipocresía y egocentrismo de la parejita real
Como ocurrió hace casi 80 años, una pareja real se sale del guión. La diferencia es que, en esta ocasión, lo protagonistas son todavía más inmaduros y se asumen como víctimas de mala leche e intrigas palaciegas, algo totalmente normal en una monarquía como la británica. Veremos hasta dónde llega esta payasada
MARZO, 2021.
La actual Reina Isabel, sin duda una
de las más influyentes e importantes de toda la historia, le debe su
trono a un capricho dentro de la familia real: éste realmente
correspondía a Eduardo VIII, durante varios años un solterón,
parrandero y al que le habían puesto enfrente a varias damas
pertenecientes a lo que entonces llamaban ser de sangre azul, pero
ninguna la causó mayor interés, excepto una socialité de nombre
Wallis Simpson.
El príncipe, que ya estaba a las puertas de convertirse en el nuevo
soberano de las islas británicas y todos sus territorios, perdió la
cabeza por una mujer que, en principio, era divorciada, no poseía
mayor atractivo físico y tenía poco o nada qué ver con el mundo de
los Windsor. La oposición de esa familia para que una plebeya, que
además era norteamericana, llevó a un insólito punto del
rompimiento cuando Eduardo anunció que renunciaba al trono;
prefería permanecer al lado de Wallis Simpson.
(Por supuesto que el asunto se manejó como una ejemplar historia de
amor, pero la periodista española Rosa Montero apunta en su libro
Pasiones que, en realidad, la parejita mantenía sospechosas ligas
con algunos capitostes nazis, al punto que información confidencial
falsa que se proporcionó al príncipe, "curiosamente" había
terminado en
manos de los servicios de inteligencia alemanes).
Queda claro que el príncipe Harry y Meghan Merkle son lo más cercano a una copia al carbón, la versión siglo XXI de la dupla Eduardo-Wallis Simpson, esto es, una pareja que súbitamente se voltea contra la familia real británica y empieza a echarle pestes de todo lo malo que habido y habrá en la humanidad. Y para ello la parejita acudió, faltaba más, a una entrevista con Oprah Winfrey, cómplice, como se ve, de ese hipócrita victimismo, lo que el periodista español Luis Herrero ha dado en llamar atinadamente "la miseria envuelta en clase alta".
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