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ANÁLISIS, COMENTARIO Y DEMÁS

 

Y demás/Pifias históricas

                                El error de Diciembre

ENERO, 2006. En América Latina se le conoce como "efecto Tequila", un tremendo remesón que agitó las finanzas de los llamados "países emergentes" del área. En México popularmente recibe el nombre de "Error de Diciembre", es decir, la peor crisis económica que el país experimentó durante el siglo XX. Varios analistas suelen definirla como "una consecuencia directa del neoliberalismo" aunque sus razones son aún más profundas y nos hablan mucho de un sistema político que durante 72 años monopolizó el poder y a su paso sedujo a grupos tan divergentes como intelectuales y empresarios, obreros y economistas. 

También nos dice enormidades sobre las graves repercusiones que suelen tener las decisiones hechas por un solo hombre, símbolo claro en la concentración excesiva del poder de los regímenes totalitarios. 

Lo más increíble es que "el error" le fue luego achacado a un presidente que había encantado al sector empresarial, a los partidos de oposición generalmente reacios al PRI, como Acción Nacional, a Wall Street y a sus vecinos norteños. En sus Memorias, Carlos Salinas de Gortari ataca con desdén y rencor a estos grupos, más que nada por un intento, estéril, por limpiar su imagen. Pero queda claro que por seis años la admiración fue recíproca.

En contraste con la inmovilidad de los gobiernos que le siguieron (incluido el de Vicente Fox, primer presidente no priísta desde 1929) el de Carlos Salinas de Gortari tuvo etapas de dinamismo. Para ello contaba con la sumisión absoluta de tanto la Cámara de Diputados como la de Senadores, con mayoría del PRI, y del Supremo Tribunal de Justicia, también bajo su control. 

A poco menos de un mes de asumir el poder Salinas ordenó allanar la residencia del líder petrolero Joaquín Hernández Galicia "La Quina", cuyo sindicato había acumulado riquezas inmensas vía contratos, subcontratos y con PEMEX, la paraestatal más grande de México. Durante años se supo de las prácticas corruptas del sindicato: un líder había muerto en un misterioso accidente automovilístico, otro huyó a Chile --país que durante el régimen de Pinochet no tenía relaciones diplomáticas con México, factor que dificultaba la extradición- mientras que Manuel Barragán Camacho, mano derecha de "La Quina" con frecuencia era visto en los casinos de Las Vegas dilapidando fortunas.

Ciertamente, la detención del líder llevaba un tufillo de venganza política pues durante la campaña electoral "La Quina" nunca ocultó su desagrado por el candidato y quien como secretario de Programación y Presupuesto había "recortado" algunas partidas para el sindicato petrolero. Cuando su designación o "destape" fue un hecho luego del "arranque el falso" de Alfredo del Mazo, el candidato de "La Quina", el líder insinuó un posible "aguacero de votos" de los trabajadores petroleros hacia Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del presidente que había decretado la expropiación petrolera. 

Finalmente Hernández Galicia tuvo que someterse ante la "recomendación" de Fidel Velásquez, por entonces dirigente de la central obrera más fuerte de México. "La Quina" obedeció y a regañadientes ofreció su respaldo al candidato oficial.

Aunque la captura del líder petrolero provocó críticas por parte de los grupos de derechos humanos --ni hablar de la legalidad del proceso pues la orden de allanamiento fue redactada y girada al vapor-- el acusado carecía de elementos para defenderse y, aparte de todo, la opinión pública vio con agrado este hecho, con lo cual también se esfumó entre ésta cualquier duda de su "ilegitimidad" para llegar a la presidencia.,

Los primeros tres años de Salinas de Gortari fueron de gran optimismo. Comenzó lo que los críticos llamaron "indefensión deliberada" con la venta de Teléfonos de México al sector privado, la desaparición de decenas de empresas públicas inútiles pero costosas, la reprivatización de la televisión estatal, la apertura de fronteras y, como figura central, la firma de un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá cuyas negociaciones se prolongaron por casi año y medio.

Carlos Salinas de Gortari reconocía estar "entusiasmado" por la perestroika de Mijail Gorbachov (se le conocía como salinastroika) aunque cuando cayó el Muro de Berlín y despareció la URSS el presidente ya no volvió a tocar el tema. Pero las reformas siguieron: con ambas Cámaras dominadas por el PRI, y un apoyo del PAN a muchas iniciativas, y pese a que dentro de su mismo partido había tibios desacuerdos, todas las iniciativas recibieron apoyo unánime.

Por fin en noviembre de 1993 el entonces secretario de Programación Jaime Serra Puche anunció a la prensa que el Tratado de Libre Comercio entre los tres países entraría en vigor el primero de enero; para ese momento se consideraba a Salinas un líder del cambio y la modernización latinoamericanas.

El primero de enero de 1994, como se sabe, estalló el conflicto zapatista y con él acabó la buena suerte de un gobierno que, hasta entonces, había sido muy afortunado. Aquel hecho terminó por empañar y atascar la campaña presidencial de Luis Donaldo Colosio, el elegido por Salinas para ser su sucesor. El 23 de marzo de ese año el candidato fue asesinado en Tijuana tras lo cual más de 7 mil millones de dólares se fueron al extranjero. 

En septiembre fue acribillado José Francisco Ruiz Massieu, considerado pieza clave del candidato sustituto --ya electo-- Ernesto Zedillo. Con esto tanto la economía como la confianza empezaron a tambalearse; el gobierno de Carlos Salinas comenzaba a anegarse.

Carlos Salinas de Gortari reconocía estar "entusiasmado" por la perestroika de Mijail Gorbachov (se le conocía como salinastroika) aunque cuando cayó el Muro de Berlín y desapareció la URSS el presidente ya no volvió a tocar el tema

Para noviembre de 1994 los rumores de devaluación eran muy fuertes pero el gobierno negó esa posibilidad: "Las finanzas gozan de una fuerte coraza", afirmó el secretario de Hacienda Pedro Aspe. Pero también hubo economistas, como Rodgiger Hornbusch quienes aducían del "sobrecalentamiento" de la economía mexicana: "se tiene que devaluar si desea evitarse el desastre", escribió el hoy fallecido economista.

El 20 de noviembre el secretario de Economía Jaime Serra y el de Hacienda Pedro Aspe se reunieron con Salinas y Zedillo, el presidente saliente y el entrante, para analizar las posibilidades y movimientos. El principal acuerdo era claro: había que devaluar, el problema era cuándo y cómo. 

Serra Puche sugirió hacerlo paulatinamente pero Aspe se opuso y arguyó "una fuga incontrolable" de divisas y sugirió ampliar la "banda de flotación" --cotización fija del peso frente al dólar-- lo cual se pensaba era la mejor alternativa en ese momento. Además, y esta era la razón política más importante, había que cerrar el sexenio de Salinas sin una devaluación brusca la cual rompería la maldición presidencial ocurrida desde 1976.

En efecto, el primero de diciembre Salinas transmitió el poder a Ernesto Zedillo; la transición ocurrió sin mayores problemas y en Chiapas, foco de la mayor preocupación hubo breves comunicados que sólo fueron publicados por la prensa simpatizante con Marcos y el EZLN. Serra Puche pasó de la cartera de Economía a la de Hacienda, mucho más poderosa. 

Parecía que el gobierno había pasado relativamente indemne la muerte de dos figuras importantísimas, las presiones inflacionarias y las amenazas zapatistas; inclusive Serra Puche anunciaba que "el crecimiento económico es una realidad... esperamos muchas cosas buenas para el 95". Por su parte Salinas, en la cumbre de popularidad, abiertamente perseguía la dirección de la Organización Internacional de Comercio, con el apoyo de diarios como el Wall Street Journal, del cual incluso llegó a ser consejero.

Las cosas empezaron a cambiar el 20 de diciembre cuando miembros del EZLN ocuparon varias comunidades de la selva lacandona sin que hubiera enfrentamientos con el ejército. Este hecho coincidió con el peligroso tambaleo de las finanzas que ante los ojos alarmados de los economistas, estaban muy sujetas con débiles clips. 

Dos días después se derrumbó todo; las reservas, el célebre "chaleco" se redujo a unos esqueléticos 9 mil millones de dólares; las tasas de interés se dispararon con lo cual miles de mexicanos que se habían endeudado más allá de sus límites pero hipnotizados por las promesas del salinismo quedaron en la ruina. Los bancos asumieron el papel de embargadores de bienes no pagados pero sus ganancias eran cero pues no había quien comprara en remate los artículos requisados.

Serra Puche viajó urgentemente a Nueva York para "aclarar" el descontento de los inversionistas pero sólo sirvió de pararrayos. Al regresar presentó su renuncia con lo cual también terminarían sus aspiraciones presidenciales (hasta hace poco, y como hijo de españoles, Serra Puche tenía cerrada esa posibilidad pero luego hubo una enmienda que después permitiría a Vicente Fox postular su candidatura) y su carrera política.

Las bolsas del mundo sufrieron el "efecto tequila" mientras que en México los precios se disparaban en plena temporada navideña de modo que el comercio que había apostado a las altas ventas quedó en la ruina en cuestión de días.

Pronto quedó claro que el sexenio de Carlos Salinas de Gortari había sido un espejismo. El exmandatario, muy discretamente, retiró su candidatura a la OMC (se encontraba en Marruecos cuando ocurrió la debacle) e inició una vida de nómada por Cuba, Canadá e Irlanda. En menos de un mes pasó de paladín de la libre empresa al hombre más odiado en México "por haber arruinado al país" cuando en realidad Salinas fue otra tuerca de un sistema político al que interesaba más mantener privilegios que buscar el avance de la sociedad.

La pifia, por tanto, fue aplazar hasta lo posible el derrumbe económico con tal de proteger a la figura presidencial. Desde 1976 todos los presidentes se habían despedido con una brusca devaluación, asunto que, por lo menos en tiempo, no afectó a Carlos Salinas. De hecho la prensa destacó aquello como un logro máximo --sobraría decir que las albanzas de esos medios cesaron súbitamente tras la devaluación-- propio no de seres humanos sino de superdotados.

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Octubre, 2005