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En
el medio de una colina del bosque vivía el viejo roble Roblón.
El topo Morrete y sus amigos le llamaban así por su enorme tamaño.
Era, sin duda, el árbol más viejo y grande de todo el bosque.
Cualquiera que se pusiese a su lado parecía un enano. Y, por
supuesto, los enanos también parecían enanos junto a su
gigantesco tronco.
Esta
es la historia del enano Bellotín, que una vez le salvó la
vida al viejo roble Roblón.
Todo
empezó una mañana en la que la ardilla, que vivía en lo alto
del viejo roble, bajó a decirle al pájaro carpintero, que tenía
un acogedor agujero en la mitad del árbol, que a Roblón le
faltaban las hojas.
-
Es cierto -dijo el pájaro carpintero sacando el pico del
agujero-. Hace días que llegó la primavera y a Roblón no le
ha salido ni una sola hoja. ¿Qué le pasará?
Con esta pregunta se acercaron hasta la casa de Bellotín,
justo en la planta baja de aquel arbolón. Al enano Bellotín le
llamaban así porque cuando nació era tan pequeño que le
confundían con las bellotas que caían del roble.
-
Ya
me he dado cuenta- comentó Bellotín cuando habló con la
ardilla y el pájaro carpintero -. Y creo que sé lo que le
pasa.
- ¿De verdad? Y, ¿qué es?- le preguntó la ardilla con
los ojos llenos de curiosidad.
- Que tiene sed.
-
¿Sed- estiró su cuello el pájaro carpintero.
-
Sí. Tiene mucha sed- volvió a decir Bellotín-. Este invierno
apenas a llovido y Roblón es tan grande y necesita tanta agua
que, como no llueva pronto, se secará.
-
Pero... ¡eso sería horrible!- se asustó la ardilla-. ¿Qué
podemos hacer?
- Hay que darle de beber.
- Sí, pero... ¿cómo?
- Nosotros, cuando tenemos sed, nos acercamos al río-
dijo Bellotín-. Como Roblón no puede ir hasta el río, le
traeremos el agua hasta aquí.
Y eso fue lo que hicieron. Avisaron a todos los animales
del bosque y organizaron una fila para llevar el agua desde el río
hasta el roble. El topo Morrete excavó un agujero bajo el árbol,
hasta las raíces y el enano Bellotín le daba de beber a Roblón.
Pero eso no era suficiente. Necesitaban que lloviese cuando
antes.
- Necesitamos más agua- le dijo Bellotín a Morrete-.
Tenemos que conseguir que llueva. ¿Qué podríamos hacer?
Entonces, Morrete se acordó de su amigo el rayo azul,
que había dormido con él en la cueva del oso Goloso durante
una tormenta.
-Yo tengo un amigo que podría ayudarnos- dijo Morrete-.
Es un rayo azul y vive en una nube. Si alguien pudiese llegar
hasta allí...
-¡Quizá yo pueda!- se ofreció Bellotín-. Como soy tan
pequeñito, y peso tan poco, intentaré caminar por las nubes y
encontrar a ese amigo tuyo.
Así
fue como el oso Goloso cogió a Bellotín y lo lanzó con todas
sus fuerzas hacia arriba, hasta las nubes donde vivía el rayo
azul. Cuando Bellotín se encontró con él, le contó lo que
pasaba con Roblón y le pidió un poco de lluvia.
Inmediatamente,
el rayo azul se puso a hacer cosquillas a las nubes y consiguió
que lloviese sobre el bosque durante un día entero. ¡Roblón
estaba salvado!
Cuando cesó la lluvia salió el sol y el arco iris
desplegó sus colores más contento que nunca. Bellotín se montó
en el lila, que era el que más le gustaba, y se deslizó como
un tobogán hasta la colina del viejo roble. Allí le esperaban
Morrete y el resto de los animales del bosque, que aplaudieron
entusiasmados al enanito cuando llegó al suelo.
-
¡Bravo, Bellotín! ¡Hurra, hurra!-. gritaban todos.
Roblón no
dijo nada, pero de sus ramas empezaron a brotar las verdes hojas
una primavera más. Esa era su manera de decir que estaba vivo.
Y era también su forma silenciosa de dar las gracias.
José
Luis de Román González
Seguro
que conocer más cuentos igual de "primaverales", dalos
a conocer aquí.
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