LA MUJER-LOBO DE APCHON
Un Caso de Licantrop�a en Francia, 1588.

Estamos en Francia, en el a�o 1588 y la primavera es soleada y suave aquella ma�ana, en las monta�as del Cantal. En un peque�o castillo erigido sobre una peque�a colina, a dos leguas de la localidad de Apchon, cerca de Mauriac, un gentilhombre de Auvernia, el Bar�n Nicolas de Barioux, que se ha propuesto la enorme tarea de escribir la historia de su familia, rasca su pluma de oca sobre el pergamino. La genealog�a se alarga, llena de antiguos difuntos: "Robert de Barioux, nacido en 1412, muerto en 1464, hijo de Adh�mar de Barioux, nacido en 1348 en Aurillac, esposo de H�lo�se de Signac..." . A veces interrumpe su ardua tarea y se pone a so�ar un instante. Ese d�a, deja de lado a sus ancestros para observar la primavera floreciente desde la ventana de su estudio. No cae en la cuenta, evidentemente, que ese gesto le va a hacer vivir una de las m�s extra�as aventuras de todos los tiempos.

En el momento en que se pone a contemplar los �rboles en flor, un hombre de la regi�n llamado Roger Griffoul, pasa por el camino colindante al castillo, su arcabuz bajo el brazo. El bar�n le llama:

-�Buenos d�as Roger!�Vas de cacer�a?
-�Pues si!- le contesta.
-Pues mira, si no vuelves con las manos vac�as, piensa en mi!
-�Qu� prefer�s?�Conejo o perdiz?
-Tanto me da, no tengo preferencias, tr�eme lo que encuentres.
-�De acuerdo!
-�Hasta la noche!

Y mientras el cazador desciende hacia la llanura, el gentilhombre vuelve a su trabajo.

A las diez y media, hora del almuerzo por aqu�l entonces, abandona su estudio y se va al comedor donde le espera su esposa, la encantadora Arline, una morena de destellantes ojos verdes, a la que ama por su natural dulzura y generosidad.
Justo despu�s de los postres, la baronesa le habla de sus pobres.

-Como todos los viernes, dice ella, les voy a llevar alguna limosna. Estar� pues ausente toda la tarde...
-Sois realmente la mejor mujer que hay en el mundo, le dice el bar�n. No conozco a ninguna m�s caritativa y hermosa que vos...

Despu�s del almuerzo, los dos esposos se abrazan, se despiden y se separan. Ella se va a visitar a sus pobres, y �l, vuelve a sus escritos de familia.

Y la tarde pasa...
Hacia las 6 de la tarde, mientras el bar�n de Barioux se embrolla con las ramas de su �rbol geneal�gico, Roger Griffoul, el cazador, se encuentra en los albores de un bosque. Est� de bastante mal humor ya que, desde esta ma�ana que lleva recorriendo los campos, no ha cazado nada de nada. Ni un conejo, ni una perdiz,...�nada de nada! Ya se ve regresando a casa con las manos vac�as.
De repente, en un rinc�n del bosque, ve surgir un enorme lobo que viene a su encuentro. R�pido, carga su arcabuz y dispara. Pero la emoci�n le hace errar y el animal se abalanza sobre �l. Entonces Griffoul agarra su cuchillo de caza y se defiende con todas sus fuerzas. El cuerpo a cuerpo es tremendo. Diez veces, veinte veces, cree darle una cuchillada certera pero la hoja resbala sobre el pelaje de la bestia, roza una oreja, dando en el vac�o y aquellos ojos amarillos parecen burlarse de sus infructuosas intentonas. Y he aqui que, en un gesto desesperado, consigue cortar la pata derecha del lobo. Malherido y amputado, el animal abandona el combate y huye gimiendo en la espesura del bosque, desapareciendo.
Como ya anochece, el cazador prefiere volver al pueblo. Naturalmente, se acuerda de pasar antes por el castillo de Barioux.

-�Y pues?�la caza ha sido buena?, inquiere el bar�n.
Griffoul suspira:
-He aqui todo lo que traigo: la pata de un lobo...
Y se pone a remover en su saco, pero se queda estupefacto: en lugar de la pata que hab�a metido en su bolsa, se encuentra la mano de una mujer!
-�Qu� es esto?, pregunta el bar�n.
-No tengo ni idea. He sido atacado por un lobo, le he cortado una pata, y he aqui que traigo una mano de mujer...Tiene incluso un anillo en uno de sus dedos.�Mirad!
Nicolas de Barioux se inclina para observar el extra�o trofeo y se le hiela repentinamente la sangre, pues reconoce ese anillo como siendo de su propia mujer.

-D�jame esta mano, le dice a Griffoul, yo la guardar�...Y ahora, vete a tu casa...

En el momento en que el cazador abandona el castillo, el bar�n se va en busca de su esposa. La encuentra en el comedor, junto al fuego, escondiendo su brazo derecho bajo un mantel.

-�D�nde est�bais esta tarde?
-Con mis pobres, bien lo sab�is...
-Dadme vuestra mano para que la bese...
Arline le tiende su mano izquierda.
-No, Se�ora, la otra...
-Me he hecho una herida con un cuchillo...
-Oh, Se�ora, Se�ora..., le dice el bar�n; cuanto da�o me hac�is!...S� la verdad... No pod�is darme vuestra mano derecha porque os la han cortado esta tarde...he aqui vuestra mano!
Al ver su mano cortada, Arline se derrumba.
-Es cierto, admite ella, soy un monstruo. Me han hechizado...Una vez por semana, me transformo en lobo...Y �sta tarde, fui yo, lo confieso, quien atac� a Roger Griffoul...Si, es a m� a quien cort� la pata, y he aqui por qu� ya no tengo mano en este brazo...
Y muestra su brazo mutilado que un anciano del pueblo le ha curado, atajando la hemorragia con unas cuerdas de cuero y cubriendo el mu��n sangriento con unas tiras de ropa.
-Pero,�no me denunciar�is, verdad?...Fuera de esos momentos en los que soy un lobo, no soy mala, vos lo sab�is muy bien...
Y hace el gesto de acercarse a su marido. Pero el bar�n la rechaza.
-Os quiero, y no dejar� de quereros, Arline; pero, por el bien de vuestra alma, no puedo dejaros vivir con esta maldici�n...Pensad en los ni�os que hab�is devorado, destrozado y desmembrado... Siento por vos una mezcla de ternura y de horror...

Y la entreg� a la Justicia.

Despu�s de un juicio que apasion� el p�blico, la baronesa Arline de Barioux fue quemada el 12 de Julio de 1588, en la gran plaza de la ciudad de Riom, ante un rugiente gent�o y un marido derrumbado...

El incre�ble proceso judicial de la Baronesa de Barioux fue recogido a principios del siglo XVII en una obra escrita por un juez llamado Henri Boguet. Ese juez hab�a ejercido en la localidad de Saint-Claude, a finales del siglo XVI, en la misma �poca en que se desarroll� el juicio contra Arline de Barioux, en Riom en 1588. Boguet, que era un apasionado de los casos de brujer�a, public� los textos de los procesos judiciales m�s importantes de su �poca, entre los cuales el que hemos relatado aqui. Y la historia no se acaba aqui, ya que, cuando Nicolas de Barioux entrega a su esposa a la Justicia, el caso toma otra dimensi�n. �Qu� pas� cuando interrogaron a la baronesa? Pues que confes�. Confes� entre l�grimas que se transformaba en lobo, que hab�a devorado ni�os, relata con exactitud en qu� circunstancia atac� a Roger Griffoul, y ense�a como prueba su brazo derecho mutilado... Y cuando los jueces le preguntan con gravedad sobre su licantrop�a, responde y da detalles. Va hasta a admitir que mantuvo relaciones sexuales con otro lobo. Finalmente, Arline de Barioux es condenada a morir quemada viva en la hoguera.

�Que cu�ntos casos similares hubieron? Muchos. En 1521, tres hombres acusados de licantrop�a fueron quemados vivos en Besan�on. Hab�an confesado que, despu�s de haberse frotado el cuerpo desnudo con grasa, se transformaban en lobos, se acoplaban con lobas y hab�an devorado varios ni�os...

En 1573, es en la ciudad de Dole, siempre en Francia, que un tal Gilles Garnier es juzgado, confesando el haberse transformado en lobo y haber matado a varios cr�os. Le queman vivo a �l tambi�n. En 1578, es el Parlamento de Par�s el que condena a la hoguera un tal Jacques Rollet, acusado de ser un hombre-lobo y el haber devorado a un ni�o... En 1804, en la �poca de Napole�n I, en Longueville, cerca de M�ry-sur-Seine, un tal Mar�chal, acusado de ser un hombre-lobo, es condenado a galeras, pues en aquella �poca del Primer Imperio, ya no se quema a los reos en la hoguera, pero se sigue creyendo en la licantrop�a.

Si la licantrop�a es, hoy d�a, seriamente puesta en duda o tomada por un desarreglo mental por otros, cabe preguntarse que, sabiendo los acusados cual era el final que les esperaba al t�rmino de sus confesiones con todo lujo de detalles en el juicio, �por qu� confesaban y admit�an lo que supuestamente cre�an ser?


in HISTORIAS M�GICAS DE LA HISTORIA, de Louis Pauwels & Guy Breton, 1977. 
Retrato de una pareja noble francesa, Escuela Francesa del s. XVI
Pedro Gonzalvo (1556-1580), el hombre-lobo de Canarias, Museo del Castillo de Ambras, Innsbr�ck, Austria.
Retrato de Dama, s. XVI
Castillo de Fayrac, P�rigord, Francia
Hosted by www.Geocities.ws

Contador
P�gina siguiente
1