ENCUENTRO CON EL MONTERO MAYOR
La Cacer�a Fantasmal o La Leyenda del Montero Mayor

Estamos en el mes de agosto del a�o 1598. Un grupo de cazadores cabalga en el bosque del Real Sitio de Fontainebleau, al sur de la capital francesa. En cabeza se encuentra un jinete que habla con voz sonora y acento bearn�s. Su aspecto es desali�ado, su gran nariz enrojecida, su barba y bigote mal recortados, las u�as negras, su olor fuerte. Es Enrique IV, rey de Francia y de Navarra.

Desde la ma�ana, la cacer�a real recorre los soto-bosques persiguiendo un ciervo. La comitiva har� un alto para desayunar pat�s y varias botellas de vino de Juran�on, que el monarca hace llevar en todos sus desplazamientos por los oficiales de Boca. Pero de momento todo el mundo est� en ayunas, y ese detalle es importante para nuestro relato.
De repente, el rey tira de las riendas de su montura y se para en seco:
-�Escuchad! grita a los dem�s.
Todos los jinetes se paran y ponen la mano en la oreja para escuchar. Oyen entonces, procedente de la lejan�a que sit�an a media legua de su posici�n, a casi 2 km., los ladridos de una jaur�a, gritos y cuernos sonando...

-�No es una ilusi�n? pregunta el rey. �Lo o�s bien, como yo, trompas de caza y perros ladrando?
El Conde de Soissons, primo del rey, que ha puesto su enorme mano tras el pabell�n auricular, responde afirmativamente:

-Si, Majestad, �es incre�ble!
-Incre�ble, pod�is decirlo, prosigue Enrique IV. Y me gustar�a saber quien se atreve a cazar al mismo tiempo que yo...
-�Puede, dice uno de los jinetes, que se trate de un eco que nos vuelva, con un largo intervalo de tiempo, nuestros propios gritos y el sonido de nuestras trompas? Ya se han rese�ado este tipo de fen�menos...
-No es posible, dice el rey. Nuestras trompas no han emitido ninguno de los sonidos que estamos oyendo ahora...�Escuchad!

En efecto, los sonidos que llegan a los o�dos del grupo -sin duda ahogados en la distancia y la espesura del bosque- no corresponden a ninguno de los que han acompa�ado, desde la ma�ana, la cabalgata del rey y de sus compa�eros.

-Hay que ir a ver quienes son esas gentes, dice el rey. Esto me intriga.

En ese momento est� a punto de dar un golpe de tal�n en el flanco de su montura cuando, bruscamente, los mismos sonidos, los mismos gritos, los mismos ladridos estallan a veinte pasos del monarca y de su comitiva, como si, por arte de magia, la misteriosa cacer�a hubiese hecho un prodigioso salto bosque a trav�s.
Sorprendidos, el rey y sus amigos se vuelven hacia el camino cercano de d�nde parece proceder el ruido de cuernos y de jaur�a. Se les hiela la sangre: �el camino est� vac�o!
-�Los v�is? pregunta el rey.
Pero nadie ve nada. Detr�s de los �rboles tan solo penetran los rayos del sol, iluminando los hierbajos. Y sin embargo, ese invisible grupo de cazadores, la m�sica de los cuernos, la ruidosa jaur�a est�n all� cerca, muy cerca. Se oyen gritos, estallidos de voz, caballos relinchando, metales chocando entre s�.
De repente, aquellos ruidos ensordecedores se desplazan. Ven�an de la derecha, ahora vienen de en frente, luego de la izquierda, finalmente de detr�s de ellos y, nuevamente a la derecha. Invisible, la cacer�a fantasma gira lentamente entorno al rey y de sus compa�eros. Enrique IV se inquieta:
-�Soissons, dice el rey, avanzad e id a ver lo que est� pasando!
Algo atemorizado, el Conde de Soissons, a lomos de su corcel, va lentamente hacia el sitio de donde proviene el ruido y vuelve enseguida:
-Sire, no veo nada. Sin embargo, oigo como Vos las voces de los perros y las trompas...
-�Pues si que es extra�o! dice el rey desconcertado.

En aquel preciso instante, un gran hombre vestido de negro, barbudo e hirsuto, de larga y espesa cabellera, con ojos llameantes, surge de entre los matojos y chilla con voz atronadora:

-�Quer�is verme?�Pues heme aqu�!

Se vuelve hacia el rey y le suelta:
-�Enmendaros!

Y, acto seguido, desaparece ante los at�nitos ojos del monarca y de sus compa�eros.
De pronto, se hace el silencio en todo el bosque. Ya no se oye siquiera un grito, un ladrido, ni una sola trompa, ni pisadas de caballos. La cacer�a fantasmal parece haberse volatilizado.

-�Buscad a ese hombre! grita el rey.

Todo el mundo se pone a rebuscar entre los matojos, detr�s de los �rboles, de los hierbajos, de las rocas,...�nada! El extra�o personaje tambi�n se ha desvanecido.

-�March�monos, dice el rey, y vayamos a interrogar a alg�n campesino!

Y sin mediar palabra, casi en silencio, todo el mundo se pone en marcha y regresa a Fontainebleau. Hasta los m�s gallardos jinetes van cabizbajos. Cada uno de ellos parece estar preso de un temor supersticioso, hasta tal punto que nadie osa interrumpir el sepulcral silencio. Ni siquiera el rey, normalmente tan dicharachero, tan alegre, siempre dispuesto a soltar alg�n chiste.

Al cabo de media hora de marcha por los caminos de musgo y de hierbajos, la peque�a tropa llega a una clariana. All� se encuentran carboneros y le�adores. Enrique IV los manda acercarse y les cuenta que ha visto surgir ante sus ojos, como un diablo, un misterioso personaje con los ojos llameantes.
Los le�adores asientan con la cabeza:
-Es el Montero Mayor, dice uno de ellos. Caza a menudo por aqu�...
-�El Montero Mayor? pregunta el rey, �qui�n es �se?
-Es un fantasma que se pasea por este bosque... �Oh! Parece ser que no es malvado. Nosotros, le vemos de vez en cuando. Pero para decir bien las cosas, no es que nos guste mucho eso... Una vez, el Montero Mayor, yo lo he visto cerca de Franchard. Sali� de tierra, aqui, delante m�o... a dos pasos. Me ha mirado un buen rato sin decirme nada. Yo no me atrev�a a moverme. Entonces estall� en una carcajada y desapareci� lentamente cual humareda...
-�Y dec�s que este Montero Mayor es un fantasma? pregunta el Conde de Soissons.
-�Por Dios! Seguro que no es humano como nosotros. �Es el Montero Mayor! Tambi�n le llaman el "Cazador Negro". A veces est� acompa�ado por todo un grupo invisible. Una cacer�a que hace un ruido del demonio, con jaur�a de perros, gritos, voces, trompas...
-Es lo que hemos escuchado, a�ade el rey.
-Pues eso es la Caza de San Huberto, concluye el le�ador.

Y le explica al monarca que es una misteriosa cacer�a compuesta de fantasmas de hombres, de caballos y de perros que vagan, desde hace mucho tiempo, por el bosque de Fontainebleau.

Tremendamente impresionados, Enrique IV y sus compa�eros regresaron sin tardanza al castillo real de Fontainebleau, d�nde les falt� tiempo para contar a las damas y dem�s cortesanos su extraordinaria aventura.
En pocas semanas, todo el reino se enter�, maravillado, que el rey de Francia se hab�a topado con un fantasma.

En consecuencia, mucha gente empez� a especular sobre aquel extraordinario hecho. Unos hablaban de una tentativa de atentado, otros de una aparici�n diab�lica... Finalmente, la gente de miras estrechas, concluyeron que el rey hab�a sido v�ctima del abuso de cazadores furtivos, algo bromistas, que se habr�an divertido haciendo ruidos de trompas, imitando a una jaur�a, y dando voces.

Pero no cuadraba en esa explicaci�n razonada, el por qu� ese supuesto cazador furtivo grit� al rey "�Enmendaros!".
�Acaso guarda relaci�n con la conducta disipada del rey? Estaba a punto de divorciarse de Margarita de Francia, esposa est�ril, y planeaba casarse con su amante y favorita oficial Gabrielle d'Estr�es, madre ya de uno de sus bastardos. Dieciocho meses despu�s de aquel extra�o encuentro del rey con el Montero Mayor, falleci� envenenada Gabrielle d'Estr�es, y Enrique IV acab� por tomar por esposa, como se sabe, a Mar�a de M�dicis, Princesa de Toscana.
Algunos rumores aparecieron entonces. Se murmuraba en Fontainebleau que el rey no hab�a sido v�ctima de una broma pesada, sino de una maquinaci�n urdida por un gran personaje. �Cual? Pues el Legado del Papa, ni m�s ni menos.
�Cual era su objetivo, urdiendo semejante montaje? Pues se puede decir que el entonces legado del Papa, que ya se encontraba por entonces en Par�s, era Alejandro de M�dicis, y que pretend�a que el rey de Francia se decidiese a casarse con su rolliza prima. Se contaba entonces que, para impactar al rey y llevarle a repudiar a Gabrielle d'Estr�es, el legado habr�a contratado el servicio de los supuestos cazadores furtivos para montar todo aquel tinglado.

La explicaci�n se mantendr�a en pie si no fuera que, a�os despu�s, las apariciones del Montero Mayor se reproducen en 1630, en 1647, en 1672... persiguiendo y atemorizando a los cazadores de ciervos que se aventuran a perseguir sus presas en el bosque de Fontainebleau. Incluso en 1698, el propio Luis XIV, nieto de Enrique IV, revive la misma escena que aconteci� a su abuelo 100 a�os atr�s!

"Un personaje de aspecto sobrenatural surgi� de pronto ante m�, asustando a mi montura, y dici�ndome unas palabras." Cuenta en sus Memorias el mism�simo Luis XIV.
Palabras que el gran monarca no quiso jam�s repetir ni revelar a nadie.

Pero las apariciones no acaban all�. Una turista inglesa que se paseaba en el bosque de Fontainebleau, en el a�o 1897, cont� que tuvo un encuentro con un gigantesco hombre con ojos que parec�an dos brasas llameantes, mientras que a su alrededor, pasaba cerca de ella una cacer�a invisible de la cual tan solo o�a los ruidos de ladridos, caballos y trompas...

�Qu� se puede entonces pensar acerca del legendario "Montero Mayor"?
Unos dir�an que se tratar�a de simples vagabundos, hirsutos y amenazantes que la imaginaci�n, el recuerdo de leyendas populares transforman en seres sobrenaturales. Otros dir�an que se podr�a tratar de alucinaciones, o sea, de personajes irreales, enteramente creados por el inconsciente, de "fantasmas concretizados", como suelen precisar los psicoanalistas. Y en este caso, Freud, cuya l�bido siempre se halla despierta, explicar�a que ese cazador es, claro est�, un s�mbolo sexual ya que es velludo!
Aparte de esas interpretaciones, la hip�tesis de una alucinaci�n individual o colectiva no puede ser totalmente rechazada, ya que el "Montero Mayor" es un personaje que reencontramos en la mayor�a de los folklores occidentales. En el Norte de Europa se le conoce como "el Cazador Negro".
�Y la caza fantasmal? Tambi�n se puede tratar de un mito europeo. En algunas provincias francesas recibe distintos nombres, como en el Bl�sois, donde se le llama "la Cacer�a voladora de Teobaldo el Tramposo, en Touraine se le llama "la Cacer�a Briquette", "la Cacer�a de Arquin" o "la Jaur�a de Helquin". La lista es larga, pues casi todas las provincias tienen su cacer�a legendaria... En Suecia se la conoce como "la Cacer�a de Od�n", y en Alemania como "la Wooden Heer".

La c�lebre escritora George Sand, se interes� mucho por esos fen�menos extra�os e inexplicables. Lleg� incluso a recopilar algunas de esas leyendas y hechos sobrenaturales. Otra escritora, Madeleine Bosquet, en su obra "La Normand�a novelesca y maravillosa", public� numerosos informes policiales y judiciales sobre hechos inexplicables.

Un testigo digno de confianza fue el poeta Ronsard...
Una noche que volv�a a su casa, en las cercan�as de Vend�me, el poeta que, sin embargo, estaba aquejado de una leve sordera, oy� el ruido de una cacer�a y vi� aparecer de la nada un jinete que intent� agarrarle y subirle a su montura. Otro habr�a hecho la se�al de la cruz para desvanecer esa visi�n, pero Ronsard, que hab�a sido soldado, prefiri� desenvainar su espada, y tanto el jinete negro como la siniestra cacer�a se desvanecieron de pronto.

Impresionado por semejante encuentro, dej� su historia escrita en uno de sus poemas.
En �l, explicaba que se encontraba en un cruce de caminos dominado por un pilar coronado por una crucifixi�n, a eso de las doce de la noche, cuando oy� a toda una jaur�a seguirle el paso; se le apareci� un jinete montado en un caballo negro, totalmente descarnado y con los huesos a la vista, haci�ndole adem�n de cogerle la mano para que subiera a su montura. En ese mismo momento, vi� a su alrededor a una horrenda tropa de picadores que persegu�an una sombra, que le recordaba a un reci�n fallecido y odiado usurero de la villa de Vend�me, que en vida se mereci� el desprecio de la gente por sus maldades. De no ser por su reacci�n, ante el miedo, desenvainando la espada y repartiendo golpes a diestro y sienestro, provocando la s�bita desaparici�n de aquellos demonios, bien pudiera ser que aquel jinete acabase por raptarle.


Fuentes publicadas:

-"Diario", de Pierre de L'Estoile, s.XVI-XVII.

-"Creencias y Leyendas del centro de Francia", de Laisnel de La Salle, 1875.

-"Curiosidades de las tradiciones, de las costumbres y de las leyendas", de Ludovic Lalanne, 1847.

-"Historia de Francia y de los acontecimientos memorables durante el reinado de Enrique IV", de Pierre Mathieu, 1605.

-"Himno de los Demonios", de Pierre Ronsard.

-"Memorias", de Maximilien de B�thune, 1er Duque de Sully, 1625.

in "HISTORIAS M�GICAS DE LA HISTORIA", de Louis Pauwels & Guy Breton, 1977.



"Cacer�a", tapiz franc�s del siglo XVI
Luis XIV, Rey de Francia y de Navarra (1638-1715)
Castillo Real de Fontainebleau, al sur de Par�s.
Enrique IV de Borb�n, Rey de Francia y de Navarra (1553-1610)
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