LA MARQUESA DU CHÂTELET-LOMONT
GABRIELLE ÉMILIE LE TONNELIER DE BRETEUIL

MARQUESA DU CHÂTELET-LOMONT

1706 - 1749

Gabrielle Émilie Le Tonnelier De Breteuil, nació en París (Hôtel de Breteuil) el 17 de diciembre de 1706, en el seno de una ilustre, noble y rica familia francesa. Su padre, el Barón de Breteuil, era entonces Introductor de Embajadores de la corte del rey Luis XIV de Francia, en Versailles. Con semejante puesto, el padre se encontraba en el corazón mismo de todas las actividades oficiales de la brillante corte gala, otorgando a su hija una posición y un estatus social muy importante cuando, por fin adulta, hizo su entrada en sociedad. Como todos los postulantes a figurar en la corte, Gabrielle Emilie Le Tonnelier De Breteuil, entonces llamada "Mademoiselle de Breteuil", fue presentada a "los honores" de la corte ante los reyes, Luis XV y María Leszczýnska de Polonia.

INFANCIA & EDUCACIÓN

Gabrielle Émilie no estaba dotada de una belleza extraordinaria, pero tenía una gran y expresiva mirada que llamaba la atención, y muy vivaz. Siendo niña, practicó la equitación y la gimnasia, y demostró tempranamente estar dotada de una gran inteligencia. Tan solo dormía de tres a cuatro horas diarias y siempre mostraba una vitalidad extraordinaria. Recibió una excelente educación por parte de sus preceptores y tutores que acudían al castillo de Breteuil, para impartirle clases particulares en época estival, o al palacete parisino en época invernal. Su padre se encargaba particularmente de enseñarle el latín.
En las lenguas, la joven demostró tener gran facilidad, así como en las ciencias y las matemáticas. A sus doce años, leía, hablaba y escribía sin falta alguna el alemán, el latín y el griego antiguo. Pasaba la mayor parte de sus jornadas encerrada en su habitación para estudiar. Adoraba también la danza, sabía tocar decentemente el clavicordio, cantaba arias de ópera, hacía teatro de aficionados y poseía un talento artístico sensiblemente superior a la media general de sus congéneres.

INTRODUCCIÓN A LA CORTE

Su padre la presentó a "los Honores" de la Corte en Versailles, cuando cumplió los 16 años de edad. Inmediatamente, Gabrielle Émilie encontró a su gusto el ambiente cortesano, la esplendidez y la extravagancia de esa vida. Dada que la vida cortesana tenía sus exigencias tiránicas, la joven se constituyó una nada desdeñable colección de vestidos para su guardarropa, trajes de gala y zapatos. Adoraba particularmente las joyas, y sobre todo los diamantes...
Años más tarde, Voltaire escribiría de ella:

"Los gustos de Emilie son impecables... desea todo lo que ve y cuando echa el ojo, lo hace de una manera vivaz y segura."

UN GENIO

La inteligencia de nuestra joven protagonista era tan grande que la mayoría de las mujeres y caballeros, preferían evitarla para no dejar patente su ignorancia ante los demás. Gabrielle Emilie no tenía interés alguno por los chismes, rumores, dires y diretes de los salones, como tampoco gustaba de las conversaciones futiles. Manifestaba, por contra, interés por las cosas espirituales e ingeniosas, y tan solo aceptaba entablar diálogos con gente que compartiese sus mismas inquietudes, además de un coeficiente que pudiese equipararse al suyo, aunque desgraciadamente solo los encontraba entre un reducido número de caballeros que gustaban disertar sobre cualquier tema de su interés.

MATRIMONIO

A la edad de 19 años, se la casó con el Marqués Florent-Claude Du Châtelet-Lomont, un noble caballero que pertenecía al Ejército de Su Cristianísima Majestad en calidad de oficial de alta graduación. Como era normal en aquella época y en esa sociedad, se trataba de un matrimonio de conveniencia y en él, los esposos no tenían nada de común aparte el abolengo, la sangre noble y el rango. Ella apreciaba la sociedad de los salones parisinos y la vida en la corte de Versailles; él era militar, apasionado de caza. Tras tener a sus tres hijos, consideró su deber de esposa y madre cumplido y cayeron en el común acuerdo de llevar vidas separadas de forma amistosa.
En la alta sociedad de entonces, estaba bien visto que maridos y mujeres pudiesen tener amantes, matizando que los hombres podían tener varias a la vez mientras que las mujeres solo podían tener uno a la vez, ya que tener más no era conveniente y ofendía el buen gusto.

HISTORIAS DE AMOR ANTES DE VOLTAIRE

Gabrielle Émilie tuvo tres amantes sucesivos antes de encontrarse en el camino con Voltaire. A sus 24 años, tuvo por amante al Duque de Richelieu (Louis François Armand de Vignerot Du Plessis, 3er duque de Richelieu, 1696-1788); la historia sentimental duró año y medio con ese fascinante personaje que representa él solo todo el "encanto" del siglo XVIII. El duque se interesaba a la literatura y a la filosofía, y Émilie era una de esas escasas personas que él juzgaba a su altura y con la cual podía entretenerse de todo. Emilie leía todo los libros importantes y recientemente publicados, iba al Teatro y acudía a los debates culturales. Mostró particular interés por el trabajo de Sir Isaac Newton, y Richelieu fue quien la empujó a tomar clases de matemáticas para comprender mejor las teorías del inglés.
Moreau de Maupertuis, miembro de la Academia de Ciencias, se encargó de enseñar geometría a Emilie. Era matemático, astrónomo y físico. Era, además, un ardiente defensor de las teorías de Newton, siendo éste objeto de grandes y candentes debates en el seno de la Academia.

EL CAFÉ GRADOT

Émilie deseaba asistir a las reuniones regulares del miércoles en la Academia de Ciencias, en el Palacio del Louvre. Desgraciadamente, las mujeres no eran admitidas en aquellas reuniones académicas donde eran debatidas las últimas novedades científicas.
Ya que estaba en óptima relación con los amigos de Maupertuis, que se reunían en el Café Gradot, frecuentado por los científicos, filósofos y matemáticos. Pero la pega persistía: el Café Gradot no admitía al sexo femenino entre su clientela exclusivamente masculina, como en casi todos los cafés de la capital gala...
Cuando se vió prohibida la entrada en el susodicho café, Émilie optó por disfrazarse de hombre y, así ataviada, consiguió ser admitida en el Café Gradot, uniéndose a la mesa de Maupertuis. Aclamada y aplaudida por Maupertuis y los amigos de éste, le pidieron una taza de café. Los propietarios del establecimiento, fingiendo no caer en la cuenta del engaño, mandaron servirla con tal de no perder a su ilustre clientela. Así fue como Émilie se convirtió en una asidua cliente del Café Gradot, siempre ataviada con traje masculino.

LA ENSEÑANZA SUPERIOR PROHIBIDA A LAS MUJERES

En el siglo XVIII, las mujeres no tenían acceso a la enseñanza superior. Para evitar el problema, Émilie alquilaba los servicios de profesores que venían a su casa para darle lecciones de geometría, algebra, cálculo y física. El resto del tiempo, lo pasaba a solas estudiando, invirtiendo entre ocho y doce horas diarias en su despacho a leer y a escribir.
A lo largo de su vida, las disciplinas que le gustaban estudiar eran, inevitablemente, las ciencias, las matemáticas, la filosofía y la metafísica.

No fue hasta la primavera de 1733, que Émilie conoció al célebre Voltaire. Ambos, desde el primer encuentro, tuvieron la certeza de que se trataba de un flechazo...

UNA HISTORIA DE AMOR

En 1733, Voltaire tenía 39 años y una carrera hecha como autor de prestigio, siendo un reconocido poeta y un hombre de negocios con buen olfato para las gangas. La Marquesa Du Châtelet-Lomont tenía entonces 29 años, adepta de los salones y cafés, de los cenáculos científicos, brillante por su inteligencia y llevando una vida propia de cualquier gran dama de la alta sociedad parisiense.
Ciertamente, cada uno por su lado, oyeron hablar el uno del otro antes de encontrarse cara a cara; de hecho, tenían amigos comunes. La marquesa había leído la obra de Voltaire, e iba a ver sus obras de teatro que apreciaba mucho. El duque de Richelieu y Voltaire, eran amigos íntimos y, hasta cierto punto, compartían un físico similar como si fuesen dos hermanos, lo que sorprende mucho aún hoy día. Parece pues evidente que Richelieu fue el nexo entre esas dos importantes figuras...
Voltaire acabaría por dejar escritas en una carta a un amigo, las primeras impresiones recogidas tras su primer encuentro con la marquesa du Châtelet-Lomont:

"Todo en ella rezuma nobleza, su actitud, sus gustos, el estilo de sus cartas, su manera de hablar, su educación, sus buenas maneras,... Su conversación es agradable e interesante..."

Tenían, a todas luces, mucho que contarse el uno al otro, asi que no es de extrañar que asistamos al encuentro de dos grandes genios...

Voltaire y la marquesa iban juntos a la Opera, cenaban en los mejores restaurantes y se presentaban juntos en las audiencias reales en Versailles. Dar publicidad a una relación extra-matrimonial era normalmente considerado de mal gusto, y la sociedad parisina se ofuscaba a veces cuando veían que éstos olvidaban las reglas del buen gusto. En realidad, Voltaire y Émilie se reían de las conveniencias sociales: las reglas eran para los demás, no para ellos. Ellos se amaban, lo demás importaba bien poco.

En mayo de 1734, Voltaire y Émilie eran invitados a la boda del duque de Richelieu. Días después de la ceremonia, Voltaire recibió una misiva del despacho de uno de los ministros del Rey, que le sugería al autor de "Las Cartas Inglesas" que se ausentara de Francia durante un tiempo. Se trataba, obviamente, de un aviso de uno de sus amigos, advirtiéndole que la policía andaba buscandolo. Sin saber por qué, Voltaire tuvo que hacer sus baúles y abandonó el país de manera precipitada antes de caer preso.
Más tarde, Voltaire se enteró que un impresor, deseoso de ganar dinero, publicó y puso en venta, sin advertirle, sus trabajos. "Las Cartas Inglesas" (o Cartas Filosóficas), abogaban por las libertades religiosas y políticas en Gran-Bretaña. Los señores de la Censura gubernamental, siempre paranoicos, vieron en sus escritos una crítica contra el rey Luis XV y la Iglesia de Francia. El impresor fue apresado y encerrado en La Bastilla, y una carta sellada del rey autorizó a la policía para buscar y apresar a Voltaire.
Durante dos meses, Voltaire tuvo que esconderse en casa de amigos, cerca de la frontera. En el curso de su huída, hizo escala en el castillo de Cirey, propiedad del Marqués Du Châtelet-Lomont, marido de Émilie. Constató que la residencia campestre necesitaba de remodelaciones para obtener un hogar decente y confortable, acorde con los gustos del siglo.

Puede parecer extraño que Voltaire y la marquesa hayan decidido vivir en el castillo de Cirey, y que el marido de ésta se mostrase favorable ante tal proyecto. Lo cierto es que Voltaire había hecho un préstamo de 40.000 Francos al marqués, con un interés muy bajo, con tal de cubrir los gastos de la remodelación de la residencia señorial. El marqués obtuvo, además, una casa campestre cercana para utilizarla en sus jornadas de cacería, y Voltaire se hacía cargo de los gastos suntuarios de Emilie. Ese arreglo beneficiaba a todo el mundo, sobre todo al marqués, que andaba escaso de dinero para mantener su tren de vida.
Voltaire siempre había deseado poseer una casa en el campo, en la cual pudiese retirarse del mundanal ruido y escribir sus obras con toda tranquilidad... Asi pues, la remodelación del castillo empezó en agosto y Voltaire y Émilie transformaron la vetusta residencia en una gran y confortable casa rural. Voltaire era un hombre rico, vivía en el lujo y no le faltaban medios para ello.

LA RELACIÓN AMOROSA

Aquellos que conocían a Voltaire y a la Marquesa du Châtelet-Lomont, se interesaban por su relación sentimental. Madame de Graffigny, que fue huesped de la pareja en el castillo de Cirey a lo largo de 3 meses, escribía a sus amigos que Émilie tenía una enorme y variopinta colección de magníficas joyas, sin duda regaladas por Voltaire. Anotaba también que, cuando éstos se peleaban, lo hacían en inglés. La gente de entonces era particularmente golosa de esos detalles domésticos...
Madame de Graffigny indicaba que la pareja tan solo se ocupaba de sus invitados al atardecer. Durante el día, Voltaire y la marquesa trabajaban, se enviaban mensajes escritos de una estancia a otra y, en ocasiones, se encontraban para hablar de sus respectivos trabajos. Los invitados se veían entonces obligados a quedarse en sus alcobas para leer, descansar, o reunirse entre ellos para encontrar alguna que otra ocupación, desde juegos de mesa hasta paseos por los jardines o por el campo. Pocas gentes llegaban entonces a comprender el mundo intelectual en el cual vivía esa peculiar pareja.

LAS RELACIONES INTELECTUALES

Voltaire y la Marquesa du Châtelet deseaban descubrir "la Verdad" y escribir sobre sus descubrimientos. Ambos querían tener influencia sobre el mundo. Los lazos que unían a la pareja descansaban sobre sus connivencias intelectuales y sobre la manera con la cual se daban mutuo apoyo en esa búsqueda. Constituyeron una biblioteca nada despreciable: más de 21.000 libros la forman desde entonces, lo que equivalía a una excelente biblioteca universitaria del 1700's. La biblioteca en cuestión reunía obras de autores antiguos y contemporáneos, y entre ellos pasaban la mayoría de su tiempo en leerlos, en analizarlos y en discutirlos con el fin de establecer lo que ellos pensaban ser la verdad sobre tal o cual tema.

En metafísica se plantearon preguntas que aún hoy, en la actualidad, no están exentos de polémica y debates, tratando de encontrar una respuesta a preguntas del tipo ¿podemos establecer pruebas de la existencia de Dios?¿qué es el alma, es realmente inmortal?¿el hombre goza realmente del libre albedrío?¿cual es el origen del Infierno?¿de dónde proceden nuestros pensamientos?

En filosofía moral, tenían particular interés por cuestiones como éstas: ¿qué es la felicidad?¿cual es la naturaleza del placer?¿qué es el bien y el mal desde el punto de vista de la sociedad?¿cómo funciona el principio de las recompensas y de los castigos?¿qué es la igualdad social?¿cómo cohabitan razón y pasión?

Por lo que toca a la física, ambos tienen gran interés en los trabajos de Sir Isaac Newton, y a las ciencias en general. En cuanto al apartado de la Historia, la marquesa mostraba cierto desinterés en la medida en que, para ella, todo se basaba en una sucesión de guerras y conquistas. Dicha consideración mereció entonces el interés de Voltaire en la materia, introduciendo en sus escritos históricos la vida y obra de los grandes personajes de las ciencias y de las artes.
Finalmente se llega a la crítica teológica: Voltaire y Émilie hicieron un análisis detallado de la Bíblia con el propósito de formarse una opinión personal sobre el estatuto de este texto como pilar esencial de la religión cristiana.

COLABORACIÓN Y CRÍTICA

En su introducción a "Los Elementos de la Filosofía Natural de Newton", publicado en 1737, Voltaire indicaba que Émilie y él mismo habían colaborado en el escrito de esa obra. Ambos estaban convencidos que el hecho de traducir al francés ese texto en el cual Newton explicaba los principios de la gravedad, de la óptica y de la luz, era muy importante. Tras ese proyecto en común, Émilie prosiguió con sus estudios sobre las matemáticas y acabó la traducción de "Principia", que Voltaire mandó publicar a la muerte de ésta.

Los manuscritos originales de Voltaire llevaban anotaciones de la mismísima Émilie, hechas en los márgenes de las páginas. De igual modo encontramos en los manuscritos de Émilie, anotaciones de la mano de Voltaire. Se criticaban mutuamente por escrito con el fin de mejorar la calidad de sus trabajos y de sus publicaciones. Voltaire alababa a menudo la inteligencia de Émilie, subrayando que ella era "genial", y le dedicó la mayoría de sus obras a lo largo de los quince años en que duró su relación sentimental. Quizás veamos en esas dedicatorias, el reconocimiento de Voltaire hacia su amante y compañera que tanto le había aportado...

Voltaire y ella compartían los mismos valores y perseguían los mismos objetivos. Esa parte de su relación no era facilmente perceptible para los demás, pero era fundamentalmente basada en la comprensión de lo que les unía.

Poco después de la muerte de Émilie, en 1749, Voltaire escribía a uno de sus amigos:

"No he perdido a una amante, sino a la mitad de mi mismo. Un espíritu por el cual el mío parecía haber sido creado..."

En el curso de los quince años de su relación, la Marquesa du Châtelet-Lomont conservó toda la correspondencia que mantuvo con Voltaire. Esas cartas habían sido encuadernadas en nada menos que ocho volúmenes, con sus cubiertas de cuero rojo repujado en oro...  Desgraciadamente, esa famosa correspondencia nunca fue encontrada y jamás ha aparecido desde entonces.

NOTAS:

Florent-Claude, Marqués du Châtelet-Lomont, marido de Gabrielle-Émilie Le Tonnelier de Breteuil, procedía de una noble y distinguida familia del ducado de Lorena, siendo coronel cuando casó con ella en 1725 y, desde 1744, había sido ascendido a teniente general de Francia. El marqués se distinguía por su potente voz, sus maneras marciales, su pronunciado gusto por la buena mesa y la bebida, además de su afición por la cacería. Su pasión era la guerra y conquistar mujeres, a las que llevaba consigo durante sus campañas militares. Inútil sería añadir que tenía algo en común con su esposa, al tener intereses tan dispares. Puesto que el marqués pasaba la mayor parte de su tiempo en los cuarteles o en campañas militares, él y su mujer llevaban, de común acuerdo y tras obtener descendencia, vidas separadas basadas en una buena y amigable relación. De hecho, se acomodaba perfectamente de la relación existente entre Voltaire y la marquesa, dado que el filósofo y escritor corría con todos los gastos para cubrir el tren de vida de su esposa.

Louis-François Armand de Vignerot du Plessis, 3er Duque de Richelieu (1696-1788), mantuvo una relación amorosa con la Marquesa du Châtelet-Lomont durante año y medio, poco antes de que ésta conociera a Voltaire. Ella tenía entonces 24 años y el duque 34. Éste era el sobrino-nieto del Cardenal de Richelieu (1585-1642), 1er duque de Richelieu y de Fronsac, que siendo Primer Ministro de Luis XIII, había empujado a Francia a convertirse en la primera potencia europea del siglo XVII, sentando las bases de su hegemonía reinando Luis XIV. Fue a su regreso de una misión diplomática en Viena, en 1729, cuando Richelieu conoció a la marquesa du Châtelet, aunque sin duda ya se debían de conocer de mucho antes puesto que un hermano del marido de Émilie, se había casado con la hermana del duque. Richelieu era famoso por ser considerado como el campeón del adulterio del siglo XVIII francés. Una docena de damas de sucedían vertiginosamente en su cama, atraídas por su título, su fortuna, su reputación y su encanto personal. El éxito de Richelieu consistía en su capacidad por comprender a sus amantes y en ayudarles a realizar sus ideales. Cuando iba más allá de una simple atracción física, como fue en el caso de Émilie, mostraba sincero interés por la personalidad y los problemas de su compañera; resumiendo: era el amante ideal de cualquier mujer...
Se puede afirmar que Richelieu influyó muy positivamente en Émilie: la ayudó a poner orden en su vida, en sus prioridades e intereses intelectuales, orientándola de manera acertada. La relación entre ambos duró exactamente 18 meses, hecho que merece ser mencionado ya que era sumamente raro en el duque que mostrase tanta fidelidad a una sola mujer en tanto tiempo. Cuando la relación amorosa llegó a su término, se dió paso a una cordial y amigable correspondencia entre ellos que duró hasta la muerte de Émilie, en 1749.

Jean-François, Marqués de Saint-Lambert (1716-1803), ostentaba el rango de capitán en la corte del ducado de Lorena. Este hermoso y gran oficial, algo distante, enamoró a la Marquesa de Boufflers, amante oficial del rey Estanislao I Leszczynski, Duque de Lorena (y ex-rey de Polonia, suegro del rey Luis XV de Francia), y se convirtieron, por algún tiempo, en amantes. El marqués de Saint-Lambert era entonces miembro de la Academia y publicaba poemas bastante aceptables sobre la naturaleza. No tenía lo que se puede llamar una actitud muy alegre, tan apreciada y requerida en un cortesano; nunca se reía, jamás adulaba a nadie y, sin embargo, las mujeres le encontraban trementamente seductor... En 1747, Saint-Lambert marchó a la guerra, que ese era su oficio y, cuando regresó, descubrió que Madame de Boufflers le había reemplazado por otro. Para vengarse de la marquesa, Saint-Lambert echó el ojo sobre la Marquesa du Châtelet-Lomont, que se encontraba de visita en la corte ducal de Lunéville (Lorena), planeando poner celosa a su antigua amante. Lejos de sentirse celosa, Madame de Boufflers alentó la aventura y Émilie cayó prendada del capitán como una colegiala. Voltaire desconoció la aventura durante varios meses, o al menos fingió desconocerla. En consecuencia, la Marquesa du Châtelet cayó embarazada de Saint-Lambert... En el siglo XVIII, pocas mujeres sobrevivían a un parto después de cumplir los cuarenta años de edad, y Émilie era consciente de que ella no sería la excepción de la regla. Puso en orden sus asuntos, terminó (trabajando 17 horas diarias) su traducción de los Principios de Newton y, en junio de 1749, Voltaire y ella regresaban desde París al castillo de Cirey para pasar allí quince días arreglando sus papeles. Estaba previsto que los médicos de la corte ducal de Lorena la atendiesen en el momento del parto... En septiembre, Émilie dió a luz a una niña en el Palacio Ducal de Lunéville, falleciendo pocos días después el 10 de septiembre de 1749. La niña le sobrevivió de pocos días. Estanislao I ordenó que se hicieran funerales nacionales en su honor, dándole sepulcro en la catedral de Lunéville. El juego amoroso entre Émilie y Saint-Lambert acabó de manera trágica. Poco después, Voltaire volvió a Cirey para llevarse sus papeles y bienes, regresando a París junto a su sobrina, Madame Denis.

Françoise d'Issembourg d'Happoncourt, Dama  de Graffigny (1695-1758); a lo largo de 9 semanas, Madame de Graffigny fue la invitada de Voltaire y de la Marquesa du Châtelet-Lomont en el castillo de Cirey. Lo que sabemos hoy de Voltaire y Émilie se debe a las cartas de esta dama que enviaba a sus amigos en la corte de Lunéville. Escribía varias cartas a lo largo del día, contando con pelos y señales todo lo que acontecía en la vida diaria del castillo de Cirey, describiendo en ellas la habitación de Voltaire, de Émilie, los vestidos y las joyas que llevaban, sus muebles, sus conversaciones, sus costumbres, sus discusiones, sus virtudes, sus vicios y sus papeles privados. En el siglo XVIII era normal, para la gente de entonces, corresponder con sus amigos mediante cartas muy detalladas. Si una de éstas era particularmente jugosa o interesante, pasaba de mano en mano y hacían las delicias de las veladas...  A veces llegaban hasta las manos de un publicista y de allí, al público. Huelga decir que Madame de Graffigny era todo un personaje parlanchín y divertido, que hablaba y escribía hasta por los codos, lo que llamaríamos hoy "una portera" o "una chismosa", acaso un poco "bruja" y "metomentodo", sin duda curiosa e indiscreta. No sería pues de extrañar que, de haber vivido en nuestra época, esta mujer hubiese sido una periodista estrella del magazine "People" o del "Hola", de la prensa rosa o sensacionalista, en todo caso muy especializada en las crónicas de sociedad. Todo cuanto ella escribió sobre lo que pasaba en Cirey fue rápidamente transmitido a los demás de modo que, cuando dejó el castillo, Émilie estuvo encantada de verla marchar...

Marie-Françoise Catherine de Beauvau-Craon, Marquesa de Boufflers (1711-1787); era la amiga personal de Gabrielle Émilie Le Tonnelier de Breteuil, Marquesa du Châtelet-Lomont y se conocieron años atrás en la corte de Versailles. Hija del Marqués de Beauvau-Craon, jefe de una linajuda familia de Lorena, era bella, encantadora, bien educada y escribía poemas ligeros; su pasatiempo favorito era pintar cuadros al pastel y, por lo visto, tenía todas las virtudes de una gran artista, dada la gran calidad de sus obras, aunque en el tema de la castidad su ignorancia fuera notable. Además de ser la amante oficial del entonces Duque de Lorena, Estanislao I Leszczynski, ex-rey de Polonia, hombre sexagenario y suegro del rey Luis XV de Francia, la marquesa de Boufflers tenía toda una corte de suspirantes y amantes solícitos, como el Marqués de Saint-Lambert o el Conde d'Adhémar. El Padre Menou intentó utilizar a Émilie para desbancarla, pero su plan fracasó estrepitosamente: Émilie cayó enamorada de Saint-Lambert en vez de convertirse en la rival de la marquesa de Boufflers en el favor de Estanislao I, y la amistad entre ambas salió doblemente fortalecida...

Marie-Louise Mignot, Madame Denis (1712-1790); era la hija de la hermana de Voltaire. En 1737, Voltaire ayudó financieramente a su sobrina para casarse con el Señor Denis, asumiendo su responsabilidad económica cuando ésta enviudó prematuramente en 1744. Tras la muerte de Émilie en 1749, Voltaire abandonó el Castillo de Cirey para instalarse a París con su sobrina y, poco tiempo después, aceptó la invitación del rey Federico II de Prusia para trasladarse en la corte prusiana. Madame Denis rehusó acompañarle. A su regreso de Prusia, terminada su relación con Federico "el Grande", Voltaire compró una propiedad en Ginebra, Suiza, donde su sobrina acudió para instalarse con él. Permanecieron juntos hasta la muerte de éste en 1778, en París.

Luis XV "el Bien Amado", Rey de Francia y de Navarra (1710-1774); el monarca no apreciaba mucho a los intelectuales y sentía cierta aversión por Voltaire. En el período de 1744 a 1750, cuando Francia estuvo en guerra, se dió lugar a una situación nada habitual en la cual Voltaire se ganó los favores de la corte de Versailles. Voltaire se había entonces propuesto para obtener informaciones sobre las intenciones militares del rey Federico II de Prusia, en una época en que esas informaciones eran preciosas para Francia. El juego de espionaje, aunque fuera del gusto de Voltaire, se tradujo en fracaso pero no le impidió obtener el favor real. Al fallido intento le sucedió una petición de escribir una obra de teatro, "La Princesa de Navarra", que debía formar parte de un espectáculo de la corte para celebrar el matrimonio del Delfín. El éxito de su obra y sus intentos de convertirse en diplomático le valieron su nominación de historiógrafo real y de gentilhombre ordinario de la Cámara, de manos del rey Luis XV. Poco después fue elegido para sentarse en la Academia Francesa.

Pierre-Louis Moreau de Maupertuis (1698-1759); nació en Saint-Malo, Bretaña, Francia, y falleció en Basilea, Suiza. Maupertuis era un matemático, astrónomo y físico francés de gran reputación que entró a formar parte de la Academia de Ciencias de París en 1731, convirtiéndose en el más ferviente defensor de las teorías del británico Sir Isaac Newton. Entre 1730 y 1734, fue el profesor particular de matemáticas de la Marquesa du Châtelet-Lomont, y la presentó a Clairaut, Koenig y Bernoulli, que se convirtieron también en sus profesores de matemáticas superiores. Voltaire, que deseaba entender las leyes físicas de Newton, alquiló también los servicios de Maupertuis. El matemático ganó cierta notoriedad cuando participó en la verificación de la teoría de Newton, diciendo que la Tierra estaba aplastada en ambos polos. Con el fin de determinar la forma real de la Tierra, la Academia de Ciencias decidió medir un arco meridiano del ecuador al círculo polar y comparar los resultados. Fue Maupertuis quien solicitó a Luis XV el permiso para efectuar una expedición a las regiones polares.
François-Marie Arouet de Voltaire
Louis François Armand de Vignerot du Plessis, 3er Duque de Richelieu (1696-1788)
Jean-François, Marqués de Saint-Lambert (1716-1803)
Gabrielle Émilie Le Tonnelier de Breteuil, Marquesa du Châtelet-Lomont (1706-1749), según Marianne Loir.
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