DOCTRINA CATÓLICA
CATECISMO SOBRE EL MODERNISMO

PREÁMBULO

DE LA GRAVEDAD DE LOS
  ERRORES MODERNISTAS

   Pregunta 1. ¿Cuál es el deber primario asignado por Nuestro Señor al Soberano Pontífice? 

   Respuesta. —S.S. Pío X nos responde: "Jesucristo señaló —al Soberano Pontífice— como deber primario el de guardar con suma vigilancia el depósito tradicional de la santa Fe, tanto contra las novedades profanas de lenguaje como contra la oposición de una falsa ciencia".

   Preg. 2. — ¿Esta vigilancia fue necesaria en todas las épocas?

   Resp. — "Seguramente que no ha existido época en la que no haya sido necesaria a la grey cristiana esa vigilancia de su Pastor supremo, porque jamás han faltado, suscitados por el enemigo del género humano, hombres de lenguaje pervertido[1] de vanos discursos y seductores[2], que yerran y que inducen al error"[3].

   Preg. 3. — ¿Estos hombres que yerran e inducen al error son más numerosos hoy en día y qué fin se proponen?

   Resp. "Pero es preciso reconocerlo: en estos últimos tiempos ha crecido extrañamente el número de los enemigos de la cruz de Cristo, los cuales, con artes enteramente nuevas y llenas de perfidia se esfuerzan por aniquilar las energías vitales de la Iglesia, y hasta por destruir de arriba abajo, si les fuera posible, el reino de Jesucristo".

   Preg. 4. ¿Por qué el Soberano Pontífice no puede guardar silencio?

   Resp. — "Guardar silencio no es ya decoroso, si no queremos aparecer infieles al más sacrosanto de nuestros deberes y si la bondad de que hasta aquí hemos usado, con esperanza de enmienda, no ha de ser censurada como un olvido de Nuestro ministerio".

   Preg. 5. ¿Dónde están hoy los fautores del error? ¿Son enemigos declarados?

   Resp. — "Lo que sobre todo exige de Nos que rompamos sin dilaciones el silencio, es la circunstancia de que al presente no es menester ir a buscar a los fabricadores de errores entre los enemigos declarados; se ocultan y esto es precisamente objeto de grandísima ansiedad y angustia, en el seno mismo y dentro del corazón de la Iglesia. Enemigos a la verdad tanto más perjudiciales cuanto no se declaran como tales".

   Preg. 6. — Santísimo Padre, esos enemigos ocultos que causan angustia a vuestro paternal corazón ¿se cuentan entre los católicos? ¿se los descubre entre los sacerdotes?

   Resp. — "Sí. Hablamos, Venerables Hermanos, de un gran número de católicos seglares y, lo que es aún más deplorable, hasta sacerdotes, los cuales, so pretexto de amor a la Iglesia, faltos en absoluto de conocimientos serios en Filosofía y Teología, e impregnados por el contrario, hasta la médula de los huesos de venenosos errores bebidos en los escritos de los adversarios del Catolicismo, se jactan, a despecho de todo sentimiento de modestia, de restauradores de la Iglesia".

   Preg. 7. — Esos seglares católicos, esos sacerdotes, que se jactan de restauradores de la Iglesia ¿se atreven a atacar la obra de Jesucristo y hasta la propia persona de Nuestro Señor Jesucristo?

   Resp. — "En apretada falange asaltan con audacia todo cuanto hay de más sagrado en la obra de Jesucristo, sin respetar la propia persona del Divino Reparador, que rebajan, con sacrílega temeridad, a la categoría de puro y simple hombre".

   Preg. 8. — Pero, ¿tales hombres se extrañarán de verse colocados por Vuestra Santidad entre los enemigos de la Santa Iglesia?

   Resp. — "Tales hombres podrán extrañarse de verse colocados por Nos entre los enemigos de la Iglesia, pero no habrá fundamento para tal extrañeza en ninguno de aquéllos que, prescindiendo de las intenciones, reservadas al juicio de Dios, conozcan sus doctrinas y su manera de hablar y obrar. Son seguramente enemigos de la Iglesia, y no se apartará de la verdadera doctrina quien dijera que ésta no ha tenido peores".

   Preg. 9. — ¿Por qué decís que son los peores enemigos de la Iglesia?

   Resp. — "Porque, en efecto, como ya se notó, ellos traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera sino desde dentro; en nuestros días el peligro está casi en las entrañas mismas de la Iglesia y en sus mismas venas, y el daño producido por tales enemigos es tanto más inevitable cuanto más a fondo conocen a la Iglesia".

   Preg. 10. — ¿Por qué decís también que son los peores enemigos de la Iglesia?

   Resp. — "Añádase que han aplicado la segur, no a las ramas, ni tampoco a débiles renuevos sino a la raíz misma, esto es, a la fe y a sus fibras más profundas".

   Preg. 11. — ¿Se contentan con arrancar la raíz de la vida?

Resp. — "Mas una vez herida esa raíz de vida inmortal pasan a hacer circular el virus por todo el árbol, y en tales proporciones, que no hay parte alguna de la verdad católica donde no pongan su mano, ninguna que no se esfuercen por corromper".

   Preg. 12. — ¿Por qué medios persiguen su objetivo? ¿Cuál es su táctica?

   Resp. — "Y mientras persiguen por mil caminos su nefasto designio, su táctica es la más insidiosa y pérfida: amalgamando en sus personas al racionalista y al católico lo hacen con una habilidad tan refinada que engañan fácilmente a los incautos".

   Preg. 13. — Pero ¿las consecuencias de su doctrina deben espantar y hacer retroceder a esos católicos y a esos sacerdotes?

   Resp. — "Consumados en temeridad, no hay clase de consecuencias que los haga retroceder, o, más bien, que no sostengan con obstinación y firmeza".

   Preg. 14. — ¿Por qué esos enemigos de la Iglesia son particularmente peligrosos y tienen más poder para seducir las inteligencias?

   Resp. — "Juntan con esto y es lo más a propósito para engañar, una vida llena de actividad, asiduidad y ardor singulares hacia todo género de estudios, aspirando a granjearse la estimación pública por sus costumbres con frecuencia intachables".

   Preg. 15. — ¿Puede haber alguna esperanza de remedio?

   Resp. — "Esto parece quitar toda esperanza de remedio; sus doctrinas les han pervertido el alma de tal suerte, que han venido a ser despreciadores de toda autoridad, impacientes de todo freno, y, atrincherándose en una conciencia mentirosa, nada omiten para que se atribuya a celo sincero de la verdad lo que sólo es obra de la obcecación y del orgullo".

   Preg. 16. — Santísimo Padre ¿no habíais esperado hacer volver a esos extraviados?

   Resp. — "A la verdad, Nos habíamos esperado que algún día volvieran sobre sí, y por esa razón habíamos empleado con ellos primero la dulzura como con hijos, luego la severidad, y, por último, aunque muy en contra do Nuestra voluntad, las reprensiones públicas. Pero no ignoráis, Venerables Hermanos, la esterilidad de Nuestros esfuerzos; esos hombres han inclinado un momento la cabeza para erguirla enseguida con mayor orgullo".

   Prog. 17. — Puesto que se ha perdido toda esperanza de convertir a esos enemigos ¿por qué pues, Santísimo Padre, eleváis la voz?

   Resp. - "Ahora bien, si sólo se tratase de ellos,. Nos podríamos tal vez disimular, pero se trata de la Religión católica y de su seguridad. Basta, pues, de silencio, prolongarlo sería un crimen".

   Preg. 18. — ¿Es pues tiempo de hablar?

   Resp.— "Tiempo es de arrancar la máscara a esos hombres y mostrarlos a la Iglesia entera tales cuales son en realidad".

   Preg. 19. — ¿Qué nombre hay que dar a estos nuevos enemigos de Cristo y de la Santa Iglesia?

   Resp. — "Modernistas: así se los llama vulgarmente y con mucha razón".

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OBJETO Y DIVISIÓN

   Preg. 20. ¿Cuál es el objeto de la encíclica y cuál es su división?    

   Resp. — "Como una táctica de los modernistas, táctica en verdad insidiosísima, consiste en no exponer jamás sus doctrinas de un modo metódico y en su conjunto, sino dándolas en cierto modo por fragmentos y esparcidas acá y allá, lo cual contribuye se los juzgue fluctuantes e indecisos, cuando en realidad sus ideas son perfectamente fijas y consistentes; por ello, ante todo importa presentar en este lugar esas mismas doctrinas desde un punto de vista único y hacer ver el enlace lógico que las une entre sí, reservándonos indicar a continuación las causas de los errores y prescribir los remedios adecuados para cortar el mal".

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PRIMERA PARTE
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Índice general


NOTAS
  • [1] Hech., 20, 30.

  • [2] Tit, 1, 10.

  • [3]  Tim., 3, 13.

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