Comienza la Prédica

El Seminario de los Frailes

FLAVIO COCHO GIL y GERMINAL COCHO GIL

(Primera de Siete Partes)

26 de octubre de 1999, Excélsior

 

 

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AY en la Universidad un “Seminario de los Frailes”, a él pertenecen los autores del presente artículo y otros seguirán con otros frailes nuestros. Lo llamamos así no porque poseamos una conciencia religiosa o trascendentalista sino por la disciplina casi monacal que nos hemos impuesto en la tarea de encontrar alternativas a la crisis universitaria que hoy se vive, en mayor o menor medida por doquier y no sólo en tierra nuestra. Las crisis universitarias son una parte de la civilización que hoy acogota a la especie humana. ¿Por qué decimos esto?, es un interrogante cuya respuesta amerita antes responder otras dos: ¿qué es civilización?, ¿qué es crisis? Empecemos el intento de respuestas:

 

A la suma de estructuras económicas y políticas dominantes más los valores culturales que las justifican –ideología- es un valor convencional llamarla sociedad, pero una civilización es algo más que eso, es considerar aún al ser humano como individuo con todas esas vivencias que forman la conciencia interna de cada uno de nosotros y, en fin, la relación con la naturaleza, “el nosotros, el soy y todo en el marco del medio ambiente”, en relación íntima. ¿Y crisis?, la supuesta armonía –que nunca existió a parte entera en la historia- entre “el yo, el nosotros y la naturaleza” se quiebra radicalmente, ¡cri-sis!, todos los valores éticos y existenciales justificantes de una civilización se desploman, lo que antes era “bueno” ahora es “malo”, lo que era un “mundo feliz” resulta ya un infierno, “¿quién soy?, ¿a dónde voy?, ¿qué quiero?, ¿por qué debo quererlo?”, son interrogantes que atormentan a la especie humana provocando mil distorsiones y cambios en el ser, hacer y pensar de todos y cada uno de nosotros.

 

¿Ejemplos?, históricamente hay muchos pero algunos son paradigmáticos:

Hará más de 10 mil años la rala especie humana, nómada, era presionada por la naturaleza obligándola para sobrevivir a vivir comunitariamente en donde el “yo” y el “nosotros” no tenían fronteras. Pero acontecen las llamadas revoluciones agrícola y entonces urbana asentándose la especie humana, empieza a haber excedentes de alimentos y, en general, de riqueza de lo que emergerán las diferencias sociales, el Estado, las clases sociales, la “religión institucional” y las instituciones armadas garantes de lo anterior. La crisis del llamado “comunismo primitivo” terminó en eso.

 

Los tiempos avanzan... el Imperio Romano está en la decadencia, la retrató Petronio y después Séneca en días de Nerón, pero quizá nadie la pintó de cuerpo entero como el emperador Marco Aurelio Antonino en su escrito en griego “Soliloquios” allá a fines del siglo II de nuestra era cuando en su fatalismo estoico recomendaba al ser humano temperancia y control de la conciencia interna, casi ascetismo, pues “allá fuera en lo social” no había nada que hacer, todo era decadencia y corrupción. Crisis de civilización que al trascender a aquel mundo esclavista, desemboca en el feudalismo, en su santificación que habiendo partido de un cristianismo primitivo igualitario transforma todo en religión y después en iglesia dogmática y jerárquica que santifica el que existan siervos como avatares de los antiguos esclavos pues “en el reino celeste serán los (mansos) bienaventurados”, un recompensar ideológicamente a la humillación social con los beneficios místicos “del más allá”. En fin, una crisis que se resuelve no en lo social concreto, sino en las promesas trascendentes para los humildes “en ese reino celeste que no es de este mundo”. Duró aquella solución a la crisis, en el viejo continente, 10 siglos...

 

...Pero, entornos del siglo XV, días del Renacimiento, el mundo feudal se desploma, es caduco ante el surgimiento de una nueva ciencia sin telarañas metafísicas, la Reforma también contribuye a la crisis, pues –a pesar del dogmatismo y destemplanzas de Lutero éste proclama “el principio de libre examen” como albedrío racional del ser humano, días del Humanismo que estatuye como valor existencial prioritario al ser humano y, como proclamara Moro en su “Utopía”, no alcanzará su excelsitud en tanto exista la egoísta propiedad privada. Tiempos también de quien, a la postre, se aprovecha de esa crisis en beneficio propio, la emergente y emprendedora burguesía que amanece como clase social dominante... aparece así el “hombre libre”, siempre y cuando posea riquezas pues en caso contrario, en la práctica, no tendrá derecho social alguno, “tengo luego soy” va a ser y será el escudo de armas de esa clase social.

 

A consignar también la tremenda crisis histórica implicada por la Revolución Francesa a fines del siglo XVIII. Rechaza los “derechos de la sangre” de los “anciens régimes” monárquicos europeos, como los etiquetó Mirabeau, proclamando en sus inicios la “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano” que si bien consagraron los derechos civiles a todo ser humano también santificaron el derecho de la propiedad privada. Esta declaración, sobre la que en mucho reposan hoy los derechos humanos que se proclaman formalmente pero poco se respetan en lo concreto actualmente, en suma es una especie de acta ideológica de nacimiento del llamado “liberalismo histórico” con sabor de siglo XIX. Pero la verdadera crisis representada por la Revolución Francesa está en su desarrollo ulterior a medida que se fue radicalizando... pues si bien implicó una revolución política a favor de la burguesía que triunfó también fue acompañada por el doble intento, aún pendiente de cristalización, de una revolución cultural y otra revolución social igualitaria, la primera como culto a la naturaleza y como concepción ética del “ciudadano” en tanto que ser honrado e íntegro tanto en su vida privada como pública como pretendía Rousseau y, la segunda, pretendiendo abolir todos los derechos de propiedad privada y a la misma burguesía... ni aun en la Rusia de octubre de 1917 pensaron ir tan lejos. En el último tercio del siglo XIX habrá otro intento, efímero, de realizar esa revolución social con la Comuna de París de 1871 ya en días en que han surgido las concepciones marxistas.

 

“De esos polvos vinieron otros lodos”, a consignar pues también la crisis representada por una Revolución de octubre en 1917 que intentó ser avatar de los ideales de la Comuna de París de 1871, intento que durará hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX y que se derrumbará con el llamado “socialismo real”. Por dos causas básicas: la hostilidad continua y apremiante del sistema capitalista que obligó a Rusia a defenderse, en un mimetizar al adversario, estableciendo estructuras sociales jerárquicas y autoritarias que así se fueron desconectando de la base popular y, además, el excesivo culto al “ser colectivo” en un soslayar desmesuradamente la importancia del “ser individual”... Fue un olvidar que el humanismo, surgido en el Renacimiento, si bien habló siempre –Moro, Campanella, Bacon, varios más- de utópicas sociedades igualitarias también defendió que no se podían dar sin estatuir al ser humano como individuo como primer valor existencial. Tanto fue así que, antes de la caída del “socialismo real”, vino ese fogonazo histórico que fue 1968 a escala mundial: recorrió bastantes universidades del planeta con expansiones sociales para diversos lados. Quizá lo más representativo de aquello son 3 nombres: París, Berlín y Praga. El mayo 68 galo más que en las paredes de París esculpió en la historia ideales tales como “prohibido prohibir”, “seamos realistas, la utopía como programa mínimo”, “lo difícil es lo se puede lograr inmediatamente, lo imposible lo que lleva un poco más de tiempo”.

 

En Berlín, dos años antes, en 1966, los estudiantes levantan la “Universidad Libre de Berlín” en la que pretenden cambiar todo académicamente e incluso hasta la noción de cultura para que, antijerárquica e igualitariamente, fuera coherente con la utopía social que soñaban para la especie humana; hay un “Libro Rojo” famoso sobre ese intento. Praga, fines de 1968, “¡la Primavera de Praga!”, las universidades checoslovacas y los medios intelectuales insurgen contra el despotismo estalinista imperante, ¿una rebelión “contra el socialismo”?, no, valga la anécdota: el último acto de la primavera de Praga es una reunión clandestina del Partido Comunista Checoslovaco en la fábrica Skoda y apoyado por sus obreros... acabaron con esto tanques rusos, no sin que un tanquista se pegara un tiro antes que entrar en una sede obrera, en la fábrica Skoda. ¿Qué fue, en resumen, 1968?, un relámpago que anunció –al contraponerse y hacer tabla rasa de toda noción de “autoridad y jerarquía”- la crisis de civilización que hoy vivimos, en tela de juicio está ya toda la marcha de la especie humana desde que, asentándose y abandonando el llamado comunismo primitivo, creó Estados con clases sociales diferenciadas, iglesias, instituciones armadas, y así, de lo que, a trompicones, el esclavismo, el feudalismo y el capitalismo sólo han sido avatares. Todo eso impugnó 1968..., en querer “asaltar el cielo”.

 

Queda bien claro en lo anterior que el concepto de ser humano cambió constantemente, y, ¿cuál es hoy?, es un relato “gótico”, de tinieblas... vencido hoy el “socialismo real” la civilización capitalista se quita la máscara y no desea permitir más, ¡ya cree que no le hace falta!, “Estados del Bienestar! –sindicatos, servicios sociales gratuitos, escalas móviles de salarios, educación gratuita para el pueblín, cosas así- que antaño eran válvulas de escape para evitar inestabilidades sociales que aprovechar pudiera el “ogro comunista”. Ya no es así, por ahora la civilización capitalista se sueña “el fin de la historia” ...y es cuando las historias más desagradables comienzan:

 

1.                    La actividad humana debe tener como objetivo prioritario producir mercancías pues éstas se compran y venden y dan dinerito, acumulación capitalista.

2.                    Al ser humano –estimulándole su deseo de “éxito” medido por su capacidad de consumo- hay que transformarlo en mercancía.

3.                    Todas las instituciones sociales deben “adecuarse” para asegurar se cumplan los objetivos anteriores: “no pienses, ¡haz lo que te toca!, consume, sé mercancía.

4.                    Es claro que lo anterior amerita una “reorientación” de todo lo que llamamos cultura. En ese contexto el estudio de las humanidades y las letras pasa a segundo término con rala estimación social pues sus productos no son cotizables en el mercado y, en cambio, pueden contener nocivos pronunciamientos contra la civilización capitalista. El arte –que debería ser creatividad como realización del libre albedrío, maestro de la sensibilidad humana y práctica de la libertad por el artista- se vuelve mercancía de lujo y de ostentación social o bien satisfactor del snobismo de “élites”, con lo que se margina y frustra a jóvenes artistas llenos de creatividad. Se desarrolla la ciencia, sí, pero cada vez se la orienta más, y a la gran mayoría de científicos pues no hay ciencia sin sus actores, a “fines productivos” de provecho capitalista. En general, se preconiza que toda actividad humana se desprenda de toda ética que hable del libre albedrío y solidaridad, lo que importa es el “éxito social” medido por la fortuna personal que logran pocos en tanto que muchos sobreviven malamente. Lo que se justifica diciendo que son “los vagos”, los tontos y los ignorantes.

5.                    Hay incluso, para ciertos numeroso estratos de las clases medias a mediatizar, ¡mediatizadas!, la concesión de “parcelas de felicidad artificial” que enajenan y aíslan al ser humano vía las innumerables aplicaciones técnicas de todo lo que llamamos hoy informática y comunicación.

 

En fin, civilización egoísta partera de marginaciones y abismales desniveles sociales, le llaman a eso “el fin de la historia” que sólo es una boda incestuosa entre un “Mundo Feliz” de Huxley, la obra cinematográfica “Metrópolis” de Fritz Lang y la más reciente “Matrix”. Arrancado su artificial ropaje lo anterior tiene nombre propio: neoliberalismo.

 

Por supuesto, imposible es lograr lo anterior sin “reciclar” todos los centros académicos y universitarios –su estructura y funciones- pues en ellos se forman cuadros para la sociedad y se genera y distribuyen valores culturales ...el actual avatar de la civilización capitalista quiere, el neoliberalismo, que todo ello se realice estrictamente de acuerdo a sus postulados e intereses.

 

Y como todo esto los pueblos ya lo rechazan crecientemente hay crisis de civilización ...las universidades, por ejemplo, son paradigma de tal fenómeno. En este contexto de “lo universitario” hay quienes suelen ser “autoridades”, aunque cada vez más “funcionales” a los intereses del neoliberalismo. Hay también los que rechazan la civilización actual pero que en su pesimismo -¿será porque les va muy bien socialmente en lo individual?- piensan que “el capitalismo llegó para quedarse y lo único que se puede hacer es darle cierto rostro humano” y, entonces, proponen para la universidad “reformas superficiales y decorativas que nada cambian”. Hay, finalmente, aquellos que creen que hay que transformar en profundidad la universidad para que sea generadora de una civilización que empiece ya a configurarse, que no sólo proporcione el bienestar material a todos los seres humanos sino que al unísono impulse sus capacidades creativas y felicidad. Que conjugue el solidario “nosotros” con el respeto a las vivencias e ilusiones del “yo” de cada uno, una tarea fundamental para el siglo XXI.

 

Los que pertenecemos al “Seminario de los Frailes” estamos en el último caso anterior... por hoy termina nuestra prédica inicial, seguirán otras en artículos siguientes.

 

 

Segundo Sermón

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