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Puede fijarse en el año 1480, aproximadamente, el
momento de llegada de los incas al Noroeste argentino.
Sabemos que los motivos básicos de la conquista incaica
fueron de dominio y explotación económica, de acuerdo
con determinadas especializaciones por las que tenían
particular interés, como por ejemplo, el trabajo de los
metales útiles y preciosos (oro, plata, cobre, bronce,
etc.). El dominio de la región, que trajo aparejado la
sujeción sociopolítica y religiosa de los pueblos,
dejó sus huellas en los caminos y centros de
aprovisionamiento, llamados tambos, que
sirvieron para la penetración militar, la cual se
efectivizó por dos o tres rutas que bajan a lo largo de
la Puna, atraviesan los valles y continúan su recorrido
hacia Chile.
Habría sido el décimo monarca inca, Tupac Inca, hijo
de Pachacutec Yupanqui "El Conquistador", el
que anexó el Noroeste argentino al Tahuantinsuyo. Las
primeras campañas de Tupac Inca se dirigieron hacia el
norte, donde conquistó el reino Chimú; luego orientó
sus fuerzas hacia el sur, llegando hasta el lago Titicaca
y posteriormente al norte de Chile, pasando por Atacama.
En el sur, sus tropas alcanzaron el río Maule en el
Chile actual, donde colocó el límite meridional de su
imperio.
Indudablemente, los incas fueron buenos conocedores de
los caminos y sitios importantes de sus dominios, en los
que establecieron sus tambos, los que conocemos por las
investigaciones arqueológicas y por las referencias de
viajeros y cronistas españoles. En el territorio
argentino la influencia incaica fue variable:
particularmente marcada en la porción central del área
de Valles y Quebradas; menor en la Quebrada de Humahuaca
y a lo largo de los caminos de la Puna.
En su marcha, los soberanos incas persiguieron una
política de invasión o de sujeción perfectamente
definida, ya que los límites siempre estaban dados por
la selva, zona que no ocupaban y por la cual parecen
haber tenido poco interés. Vemos que en las provincias
de Córdoba y Santiago del Estero no se hizo sentir la
influencia del Cuzco, pero sí es evidente en Mendoza,
hasta la entrada del paso de Uspallata, corredor que sin
duda utilizaron como pasaje cordillerano hacia Chile.
Tenemos así la certeza de que la conquista incaica del
Noroeste argentino se debió principalmente a la
necesidad de dominar los caminos hacia Chile y Bolivia y
por ello integraron esta región a la zona sur del
Tahuantinsuyo, el Collasuyo, formado por las actuales
Bolivia, Chile y Argentina. Esto lo demuestran los restos
de cerámicas de Chile y del sur de Bolivia hallados en
los yacimientos arqueológicos de la región. La
integración sólo pudo hacerse por el dominio absoluto y
la fácil comunicación a través de las vías naturales,
que los incas sistematizaron y organizaron perfectamente.
En función de esto se explicaría la ubicación a
determinadas distancias de los tambos. Como unidades
administrativas mayores que los tambos, establecieron
pequeños centros militares de apoyo, uno de los cuales
fue el de Londres de Catamarca. Una región más amplia
era vigilada por fortalezas mayores, conocidas como pucarás.
En el Noroeste, uno de ellos fue el de Andalgalá, que
podía albergar una tropa numerosa en ese sitio
estratégico para el control de la comarca. Otra
fortaleza era el Pucará de Tilcara (Jujuy), donde no
sólo existió un acantonamiento militar, sino que
también se radicaron allí los artesanos que abastecían
el mercado circunvecino. Esto da la pauta de cuál era la
estrategia incaica de dominio regional, que se orientaba
en función de la explotación local y de las comarcas
vecinas. Los restos arqueológicos evidencian asientos
militares y también poblados -en estrecha relación con
los yacimientos minerales- en la zona del cerro
Aconquija, en Tucumán, y del cerro Famatina en La Rioja
o al pie de los mismos como en el caso del ingenio del
Arenal en Catamarca. Los incas también tuvieron cuidado
en mantener los cultos religiosos locales y los
importados del Cuzco. Entre los últimos podemos contar
los altos ceremoniales, preparados para recibir
ofrendas y sacrificios humanos, como los de Cerro del
Toro en San Juan y Llullaiyaco, en Jujuy, en el
territorio argentino, y el Cerro del Plomo en Chile. Los
incas aprovecharon los centros poblados preexistentes,
algunos de los cuales debieron remodelar según sus
necesidades particulares, introduciendo modalidades
totalmente nuevas: es común encontrar en el centro de un
poblado un gran espacio abierto en torno del cual se
ubican los edificios levantados con piedras elegidas y
una pared baja que separa el espacio libre del de las
construcciones. Por lo general uno de los caminos del
imperio terminaba o pasaba por el costado de este gran
canchón. Ejemplo de esta disposición urbanística es el
lugar denominado "La Iglesia"en el Pucará de
Tilcara.
La presencia incaica se distingue, fundamentalmente, por
la alfarería, que en algunos casos pudo ser importada
del Cuzco -como lo reflejan los hallazgos del Pucará de
Tilcara-, o local, que refleja motivos o formas incaicas
típicas como los recipientes con asas en forma de cabeza
y cola de patos; también por la existencia de hachas de
guerra metálicas, que si bien son similares a las de
épocas anteriores, poseen un mejor filo y una mayor
efectividad. En plata y oro se confeccionaron objetos
destinados a ofrendas: llamitas y figuras antropomorfas
huecas y adornos, que eran otorgados a jefes y súbditos
principales por el propio inca. El dominio incaico se
manifestó también en otros aspectos, como la
utilización de quipus, costumbre que perduró
hasta la época de la conquista europea y que los
indígenas convertidos al catolicismo usaban para
confesarse; y la difusión del idioma quechua en épocas
anteriores a la llegada de los hispánicos y que sirvió
a éstos corno lengua franca.
De gran importancia en el sistema sociopolítico de
dominio incaico fue el sometimiento por el sistema de la mita,
por el cual pueblos enteros eran sacados de su lugar de
origen y trasladados a otras zonas del Tahuantinsuyo. En
Ranchillos, al sur de la provincia de Mendoza, a la
entrada de la quebrada de Uspallata se encontró restos
de cerámica chilena que debió ser importada o fabricada
por los indígenas que habitaban el lugar y que con toda
probabilidad eran mitayos provenientes de los valles
chilenos. Este movimiento de grupos humanos dinamizó los
aspectos lingüísticos y culturales, provocando una
amalgama de costumbres desconocidas hasta el momento: nos
encontramos así ante un cambio cultural provocado,
desconocido en esta área de América y cuya extensión e
importancia sobrepasa los límites de las culturas
anteriores.
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Máxima extensión del dominio incaico
en Sudamérica (fines del siglo XV)
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En el año 1480 el
monarca Tupac Inca sometió todo el Noroeste
argentino, llegando hasta Mendoza
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Urna
funeraria de estilo Santamaría |
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Cerámicas
norteñas de indudable influencia incaica
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Las conquistas incaicas y los caminos
estaban constantemente vigilados por un eficiente
ejército, dada la resistencia local
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