18. Eclesiología. La figura del papa en la Iglesia Católica.
18. Eclesiología  

LA FIGURA DEL PAPA EN LA IGLESIA CATÓLICA.

Destacamos a continuación la institución del Papado por una razón evidente, dentro de la eclesiología ocupa un lugar especial. Sacramentalmente el Papa es un obispo, por tanto su categoría sacramental es semejante a sus hermanos en el episcopado; pero jurídicamente, por ser Obispo de Roma es la autoridad mayor de la Iglesia. Su sentido y función ha sido discutida ampliamente por los hermanos separados, por lo que es necesaria una reconsideración de su papel y función, dato incluso señalado por el Pontífice en "Ut unum sint". El Papa, signo de unidad y comunión en la Iglesia, no debería ser la piedra de tropiezo para los creyentes en Jesucristo. Fundamentamos su razón de ser en el Evangelio.

En el NT aparece significativamente la figura de Pedro, como alguien especial dentro del grupo de los Doce. Si nos vamos a la época prepascual descubrimos a Pedro como el primer llamado dentro del grupo, Mc 1, 16, es portavoz de los apóstoles, Mc 8, 29. En el interrogante que les hace Jesús, "¿Quién decís que soy yo?" es el primero en responder. Suele estar en primer lugar en las listas de los Doce, incluso fórmulas tradicionales mencionan como a "Pedro y los suyos", queriendo hablar de todo el grupo. Pedro pertenece al grupo íntimo de Jesús, junto con Santiago y Juan, lo cual ya nos indica un cierto liderazgo reconocido por todos.

Es importante el papel que tiene en la Pasión, precisamente por su condición de negador de Cristo, incluso el primer apóstol le abandona, pero además negándole "ex profeso", quizás a diferencia de los otros. En la fe pospascual de nuevo ocupará un papel principal, incluso más significativo que antes. En Mateo 16, 18-19, "yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no podrán contra ella. A ti te daré las llaves del reino de los cielos, y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos". Este pasaje hoy se considera pospascual porque es único dentro de otros escritos del NT, pero es importante porque recoge con claridad una preferencia de Jesús por Pedro. Es interesante el cambio de nombre, seguramente histórico. También llama la atención el texto Emaús, en Lc 24, 34 al final del relato menciona que lo cuentan a los Once, y dice el relato que es verdad que ha resucitado y se ha aparecido a Simón. Esto nos confirma el papel de Pedro en la resurrección, y el lugar especial en la Iglesia de Cristo.

El texto más antiguo sobre la resurrección que conservamos está en 1Cor 15, 5 en boca de San Pablo en el que dice que hablando del kerigma, que Cristo murió por nuestros pecados, y que se apareció a Cefas, luego a los Doce y a otros cuantos, incluso a más de quinientos hermanos a la vez, luego a Santiago y a los apóstoles y al final se le apareció a él. De nuevo Pedro es la piedra para el nacimiento de la Iglesia, tiene una papel destacado en la fe pospascual.

El matiz de las llaves, el recibir las llaves del reino, supone además la plenitud de autoridad. Lucas menciona en 22, 1-31 la obligación de confirmar la fe a tus hermanos. Jesús ha rogado para que no desfallezca Pedro, y luego pueda confirmar en la fe a los hermanos. Parece incluso que estamos ante un papel especial y una prueba significativa, aunque lo evidente es la principalidad de Pedro respecto a los demás. El mismo Evangelio de Juan, en el último capítulo, es mencionado Pedro con la función de apacentar la comunidad, Pedro está ejerciendo ante la comunidad joánica el ejercicio de regentar la unidad y la confirmación de la comunidad, con una autoridad conferida por Cristo mismo. Autoridad que es servicio.

En San Pablo hay una cierta contraposición entre Pedro y Pablo, con la crítica de Pablo a Pedro por comer con gentiles, y luego exigir las normas judaicas sobre la comida de manera exigente. Pablo está reconociendo la autoridad de Pedro, de hecho salió de la comunidad Antioquena por causa de éste conflicto. Lo importante para nosotros es ahora el reconocimiento de Pedro con una función especial dentro de la comunidad cristiana. La historia y la tradición cristiana hace converger de nuevo a Pablo con Pedro, así está ya teologizado en Hechos de los Apóstoles, y un mismo destino les conducirá de la mano del Señor a la ciudad de Roma, donde morirán en la misma persecución. Pablo recoge la colecta con la intención de afianzar la unidad en la comunidad cristiana entre gentiles y judíos, Pedro es cabeza en esa autoridad.

No podemos afirmar, no obstante, que la sucesión de Pedro sea voluntad directa de Cristo, lo encontramos más bien en la teología y en las necesidades de un primado para la supervivencia. Los apóstoles tenían la función de mantener la comunidad, cuando van desapareciendo, van a ir nombrando unos sucesores, los Obispos, con la idea de mantener la tradición recibida y la unidad. Esa continuidad se va repitiendo para el mantenimiento de la Iglesia. Si antes el ministerio apostólico es continuado por el colegio apostólico, formado por los obispos, la continuidad sucesoria del apóstol de Roma (Pedro y Pablo), la va a seguir ejerciendo el Obispo de Roma, también sucesor de una autoridad especial para la unidad de los hermanos.

El ministerio de Pedro fue reconocido por toda la Iglesia primitiva, el problema con el tiempo ha sido el papel que se le ha ido dando. La sucesión apostólica, especial en la sede de Roma, no presenta tampoco ningún problema para, por ejemplo, los anglicanos. La dificultad estará en el valor, en la función jurídica y sacramental para el ejercicio de esa unidad.

La teología de la sucesión en Pedro está en los Padres de la Iglesia. La autoridad y el reconocimiento con el tiempo es mayor, constatando ya San Ireneo una sucesión en la cátedra de Roma, puesto que nos da la lista de los Obispos de Roma. Todas las iglesias reconocían esa autoridad sucesoria, no en Pedro nombrando un heredero, sino en la comunidad de Roma, cuya elección de Obispo hacía que fuera considerado el sucesor de Pedro, al menos en continuidad con su labor y como cabeza del episcopado de todas las iglesias.

Esa preeminencia de Pedro, la alabanza que se le hace, dice San Ignacio de Antioquía, es presidencia en la caridad, tiene una superioridad moral, más que preeminencia jurídica, lo es moral. Sin embargo, algunos papas, de finales del siglo II y III, ya determinan con su criterio algunas cosas, la fecha de Pascua o el problema del Norte de África, usando una autoridad jurídica sobre todos los cristianos, que fue reconocida. En los siglos IV y V se fue formando una teoría sobre la mayor potestad jurídica del Obispo de Roma. San Agustín pide confirmación a la Iglesia de Roma para que algunas cuestiones se hagan universales, igual es el papel de San Jerónimo, en comunión con Roma y con la Iglesia. Esta autoridad se va convirtiendo en una potestad cada vez más jurídica, muy vinculada al Imperio Occidental y con el tiempo a la Iglesia latina, antes que a la oriental.

En la Reforma Protestante se podrán en duda la autoridad del papado, que sin embargo es ratificada y llevada a sus últimas consecuencias en las definiciones ya estudiadas sobre el primado jurídico del mismo. A nivel jurídico y teológico, la infalibilidad del Papa aparece en el Vaticano I como una autoridad suprema y plena, por encima de cualquier otro en la Iglesia, además de universal y ordinaria. Esto supone comprender el principio de subsidiariedad y de corresponsabilidad, lo que puede hacer una autoridad menor que no lo haga la mayor, para permitir que no sea la autoridad papal limitativa de la episcopal.

Hoy el primado de Pedro es aceptado por los Ortodoxos como un primado en caridad, pero no con funciones jurídicas. Siendo rechazado por protestantes y anglicanos con matices muy variados. En el Vaticano II la autoridad episcopal se ejerce colegialmente, incluyendo necesariamente al Papa, es decir, los problemas de conciliarismo o papado, la infalibilidad, cuestiones tratadas anteriormente son ahora recogidas y equilibradas al servicio de la unidad que preside, y como ejercicio de corresponsabilidad.

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