18. Eclesiología. El ministerio ordenado en la Iglesia.
18. Eclesiología  

EL MINISTERIO ORDENADO EN LA IGLESIA.

El ministerio ordenado, o jerarquía en la Iglesia, se deriva sin duda de la necesidad de dotar a la comunidad humana que compone la Iglesia de una estructura y de unas normas comunes que ayuden a vertebrar y a organizar el grupo. La autoridad y las normas forman parte del componente social, que sin menoscabo del hecho de fe que supone la Iglesia, ni del elemento carismático originario de la misma, son imprescindibles para la pervivencia y la difusión del mensaje cristiano. En la Iglesia lo institucional está al servicio del Evangelio, no es lo más importante, pero tampoco es superfluo, y la autoridad hay que comprenderla como un servicio, un carisma del Espíritu para la comunidad.

La autoridad elabora una serie de normas para el gobierno de la comunidad: estas normas serían según el Derecho Canónico de dos tipos. Por un lado estarían las normas eclesiásticas, las de la comunidad que las crea para organizarse y que provienen de las autoridades eclesiales, su sometimiento es: que no sean contrarias a la fe. En segundo lugar encontramos las normas de derecho divino, que provienen de Jesús o de los apóstoles, de alguna manera son inmutables y permanentes a lo largo de los siglos, aunque su adaptación concreta a la realidad humana de que se trate hará que se perciba su valor de una u otra forma. Propio de lo primero sería la norma de celebrar la liturgia en latín o en lenguas vernáculas, o el precepto del celibato obligatorio para el clero, que pertenece al derecho eclesiástico. Dentro de lo segundo estarían la obligatoriedad de bautizar a los que entran en la comunidad cristiana, o la existencia de una autoridad ministerial conferida desde la imposición de las manos. Lo primero puede cambiar con el tiempo, incluso desaparecer, lo segundo no, podrá modificarse levemente, pero esencialmente permanecerá inmutable.

La autoridad en la Iglesia está desde el inicio. Pertenece al derecho divino la existencia de una autoridad entendida como servicio. Los Doce discípulos elegidos por el Señor son el nuevo Israel que iba a ser renovado por la autoridad de Cristo. En el NT, especialmente en el libro de los Hechos aparecen vinculados con esa autoridad, reconocida y que es máxima para las comunidades cristianas recién surgidas. Los apóstoles son la norma de fe y la norma ética para los cristianos, son la guía y la dirección para las comunidades. Los apóstoles sin embargo, van muriendo uno tras otro, es decir, hay un momento de crisis, de cambio entre la primera generación cristiana y la segunda, como perfectamente se va comprobando en los escritos del NT. La sucesión será el vínculo, el traspaso de autoridad, la continuidad de la comunidad. Lo que han recibido de los apóstoles es ahora trasmitido y mantenido en la Iglesia. La función de los sucesores de los apóstoles, que son los vigilantes, supervisores de la comunidad, en una palabra los "epíscopos u obispos", es la de servir a la unidad de la Iglesia, y para ello requieren autoridad. Es autoridad se radica en el servicio a la Iglesia.

Por tanto todos los carismas están limitados de una u otra forma en función de la unidad y la comunión de la Iglesia. Así aparece en San Pablo, en donde la autoridad es un carisma que construye y realiza la unidad de la Iglesia. No es un poder, sino una dedicación y un servicio a la unidad. La autoridad es la garantía para la unidad de la comunidad, que debe establecerse en el respeto a la fidelidad del evangelio.

El carisma de autoridad está al servicio de la construcción de la Iglesia. Habría dos formas de realizarlo: a través de la predicación y por medio de la presidencia o gobierno. La primera tiene que ver con el carisma de enseñanza trasmitida por los apóstoles y actualizada en la predicación, buscadora de la unidad. De ahí que una de las funciones de la jerarquía sea la predicación, la palabra, la enseñanza que denominamos magisterio, al servicio de orientar y guiar al pueblo de Dios hacia la santidad y la vida evangélica.

El carisma de presidencia, de gobierno se concibe como el pastoreo, la representación de la comunidad y a su servicio, supone la decisión pastoral, que ejercida en corresponsabilidad con toda la comunidad cristiana puede ser un buen modelo de comunión en la Iglesia. El gobierno necesario de la Iglesia lo comprendemos como "diakonia", al igual que Cristo sirve y atiende a los hombres, así el ministerio ordenado es responsable por la comunidad. Es verdad que en ocasiones se ha visto como una prerrogativa, un privilegio, entrando en los juegos de poder. La "sacerdotalización" de la jerarquía hizo que en la Edad Media la función ministerial se volviera distante del pueblo fiel, incluso como la única posibilidad de la santidad y con un grado superior respecto a la vida cristiana. Hoy volvemos a recuperar más una noción de funciones sacramentales, pastorales, al servicio de la unidad y de los creyentes.

El ministerio ordenado en la Iglesia se inicia con la llamada específica, con la vocación recibida y la invitación, en esta línea son elegidos por el Señor para un servicio especial en la Iglesia. Podemos declarar que ese servicio es para la fe de la comunidad cristiana, es garantía de unidad y de comunión. Son esperanza en la presidencia sacramental, que ejercen en nombre del mismo Jesús, aún siendo indignos para tal ejercicio, son convocados por el Señor para hacer sus funciones sacerdotales específicas. Son mediadores entre Dios y la comunidad cristiana, representando la santidad del Señor en sus pobres vidas. Finalmente el ejercicio de gobierno se ejerce en lo que llamamos la caridad pastoral, es la donación y el encuentro de amor con los hombres, a los que se intenta servir en medio de las dificultades y dolores de nuestro tiempo. Son por eso reconciliadores, algo que expresan en el sacramento de la Penitencia, y son signo de comunión, poniendo la mesa y partiendo el pan para los cristianos. Esta labor la ejercen desde el Señor, por eso es imprescindible para el sacerdote, el estudio, la oración y la labor pastoral. El estudio necesario para la predicación y el conocimiento de los problemas y dificultades del hombre de hoy. La oración para mantenerse firme en la atención pastoral, que sería la fuente de su espiritualidad. La misión del sacerdote no es específicamente la oración, que será importante, sino la pastoral, la atención a los creyentes. Su inspiración está en Cristo, en tener los mismos sentimientos que El, en entregarse dando la vida por la comunidad cristiana y por el Reino.

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