18. Eclesiología. La Iglesia es apostólica.
18. Eclesiología  

LA IGLESIA ES APOSTÓLICA.

Decimos que la Iglesia es apostólica, y con ello queremos señalar que se basa en la predicación de los apóstoles. En Ef 2, 20 dice "edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo". Es decir, la construcción de la comunidad cristiana se realiza sobre la interpretación que los primeros testigos hicieron de Cristo, nuestra fe se basa en la fe de los apóstoles.

Hoy confundimos e identificamos apóstoles con los Doce, y no es exactamente igual. Los Doce parece que fueron una institución simbólica creada por Jesús directamente en torno a doce personas, representantes de la restauración de las doce tribus de Israel. Apóstol significa enviado, es una institución pospascual con fuerte intención misionera, que aparece en las primeras décadas de expansión del cristianismo. Este ministerio consistía literalmente en predicar el evangelio itinerantemente, de dos en dos y con unas maneras concretas de hacerlo. Es una institución que se acaba identificando con los Doce, todos ellos apóstoles, pero no se agota aquí. San Pablo es considerado apóstol de los gentiles, dando la impresión que son apóstoles un nutrido grupo de predicadores en el Oriente Mediterráneo. Estos apóstoles son testigos de la resurrección y predican la fe en Cristo. La identificación de los Doce con los apóstoles la hace San Lucas, que con un deseo teológico de ratificar la unidad de la misión.

La apostolicidad de la Iglesia la asentamos en la fe de los apóstoles plasmada en el NT, que interpreta el camino de fe. Es un don que la Iglesia reconoce en los primeros discípulos de Jesús. Pero implica una tarea, un compromiso que consiste en ser fiel a la tradición recibida y a la fe originaria. Cuando mueren los apóstoles, la iglesia asume el deber de mantener la doctrina tal y como fue enseñada y predicada por el colegio apostólico, con Pedro a la cabeza.

A lo largo de la historia la idea de apostolicidad ha ido evolucionando, identificándose con lo ascético y monástico. En la Edad Media, algunos de los grupos heréticos se denominan a sí mismos como apostólicos, insistiendo en la idea de predicación. Hacer apostolado hoy lo identificamos con la predicación y con algo activo, más que contemplativo.

La reforma fue más tajante y limitadora, considerando que sólo estaba verdaderamente enraizado en los apóstoles unas pocas cosas, de ahí que la Iglesia Católica Romana, no fuera considerada apostólica para los luteranos. Es interesante señalar como en defensa de la tesis contraria, se esgrimen los argumentos de San Ireneo, que vincula la apostolicidad con la sucesión apostólica, y con la tradición. La continuidad apostólica está representada por los Obispos, que heredan el ministerio y la tarea apostólica, incluidas todas las funciones que les sean propias. Dice San Ireneo que la fidelidad se mantiene aceptando la autoridad que proviene de los apóstoles.

Por otra parte, la sucesión apostólica se hace en tres aspectos: la autoridad, la enseñanza y la dirección; pero atención: no se sucede en la inspiración, que finalizó con el último de los apóstoles. Los Obispos suceden a los apóstoles en lo que tienen de común, ser normas de fe, pero suceden en el colegio apostólico, no personalmente. El Obispo de la Diócesis de, por ejemplo, Antioquía, no es sucesor del apóstol Pedro o Pablo que estuvo allí, no es algo personal, sino que su sucesión procede de todo el colegio de los apóstoles. También hemos de afirmar que no hay apostolicidad si no hay sucesión apostólica. Hablar de apostolicidad es hablar de fe, mientras que hablar de sucesión es hablar de jerarquía y derecho, podría haber fe sin una auténtica sucesión apostólica. Por eso es necesaria la apostolicidad para que haya sucesión apostólica, sin fe no hay sucesión porque no se trasmite nada.

La excepción, la única sucesión apostólica que sí que se hace personalmente, es la heredada por el apóstol Pedro en la ciudad de Roma, que fue cabeza y piedra de la Iglesia. Por eso el patriarca, Obispo de Roma, es el Papa, que hereda su apostolicidad en la figura de ser cabeza de la Iglesia, para el servicio del amor y la unidad. Si lo hereda personalmente de Pedro y Pablo, los apóstoles que murieron en Roma.

La apostolicidad es de toda la Iglesia, es propiedad de toda la comunidad cristiana, es toda la comunidad la que debe ser fiel a la tradición heredada, no es sólo tarea de la jerarquía, sino que toda la Iglesia debe procurar la tarea de la fidelidad a lo entregado por el colegio apostólico. De una manera especial desarrolla este ejercicio el Magisterio de la Iglesia, que es garante de la fe recibida y trasmitida por la Iglesia.

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