18. Eclesiología. La Iglesia como misterio.
18. Eclesiología  

LA IGLESIA COMO MISTERIO.

En este bloque nos interesa conocer que es la Iglesia, su naturaleza y su sentido. Para hacer este estudio partimos de la fe, no sería suficiente la mera información sociológica, cultural o histórica, sino que buscamos más y nos acercamos a las imágenes, ideas que se han ido formando sobre la Iglesia, algunas de ellas pertenecen a nuestra Tradición, incluso apostólica. En otros casos, si bien la naturaleza concreta está destacada, no lo es la elaboración del lenguaje teológico correspondiente que nos pueda ilustrar, que pertenece a la historia de la teología.

La primera de las imágenes es la de "la iglesia como misterio". Desde la fe, cuando nos acercamos a la naturaleza de Iglesia, descubrimos que hay algo que se nos escapa, que no es tangible o fácil de ver, sino que pertenece a los contenidos de la fe. La Iglesia, es una institución visible, pero también invisible, trascendente, más allá de lo humano. Su existencia es un misterio para la fe, no podemos decir todo sobre ella. La Iglesia tiene una realidad sociológica, visible y real que percibimos, es una comunidad humana, aunque no sólo. La iglesia siempre ha afirmado la existencia de una acción divina y trascendente en ella. Como estructura formada por hombres es necesario que tenga unas normas, derecho canónico, una organización con unos reconocimientos jurídicos y morales, unas propiedades e instrumentos para desarrollar su ejercicio de evangelización. También tenemos que añadir en ella la acción del Espíritu Santo, que perdura en el tiempo asistiendo y guiando a la comunidad humana. La presencia de Cristo mismo, "yo estaré con vosotros hasta el final de los tiempos", "donde dos o más se reunieren en mi nombre en medio de vosotros estoy..." es una referencia constante de que la Iglesia forma parte de la acción de Dios en la historia de salvación. Es una comunidad de santos, tal y como lo llamaba San Pablo.

Si exageramos el aspecto trascendente se podría llegar a confundir la voz de Dios con las manifestaciones particulares de la iglesia en un momento concreto de la historia. Si nos vamos al otro extremo, también podemos llegar al convencimiento de estar ante un grupo meramente humano y someterlo a reglas comunes de cualquier asociación temporal. La Iglesia debe mantenerse en esa dialéctica, santa y pecadora, santa por la acción y presencia de Dios, y pecadora por los hombres.

La iglesia es no sólo sujeto de la fe, los que creen en Cristo; sino que es también objeto de fe, y así lo recogemos en el credo: "creo en la iglesia, una, santa, católica y apostólica". Es decir, la Iglesia manifiesta también por sí misma la salvación de Dios, podríamos ir más lejos: es el sacramento de Cristo en medio de la humanidad. Fruto de este rasgo trascendente podemos afirmar a la Iglesia como depositaria de la verdad, indefectible, infalible, santa...

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