15. Teodicea. Noción y concepto de Dios en la teología y en la filosofía.
15. Teodicea  

NOCIÓN Y CONCEPTO DE DIOS EN LA TEOLOGÍA Y EN LA FILOSOFÍA.

El hombre es un ser religioso por naturaleza. Desde que hay hombre hay signos de religiosidad. En la evolución del hombre, para saber si estamos ante un hombre (homo) o un mono (pithecos), nos fijamos en los enterramientos. El hombre entierra a sus muertos, los "pithecos" no lo hacían. Por eso, el hombre, desde siempre, se ha ido formando una noción de Dios, que ha podido variar en función de la experiencia concreta de esa religión, y del lenguaje empleado para describirlo.

Hay algunos aspectos comunes a todas las religiones respecto de Dios. Todas entienden a Dios como trascendente, como algo inalcanzable, radicalmente diferente a nosotros, contrario a nuestra naturaleza. En palabras de Barth, lo "totalmente otro", "totaliter alter". Un segundo aspecto de la noción de Dios sería su fundamento, su origen, su potencia todopoderosa. Su capacidad para superar al hombre, llegar donde él no llega, su poder. Este aspecto, junto con el primero son comunes a casi todas las religiones. Pero en algunas de ellas, incluido la nuestra, hay un tercer aspecto, su carácter personal, su capacidad para intervenir y dialogar con los asuntos de los hombres.

En nuestra cultura empleamos dos grandes planteamientos de Dios. La primera de ellas pertenece a la categoría cultural griega, concibe a Dios como inmutable, trascendente, impasible, invariable, suprema bondad, eterno, omnisciente, omnipotente, suma perfección o motor inmóvil, como decía Aristóteles. Dios es así el origen de las cosas, pero de alguna forma ajeno a ellas. Es un Dios frío, un Dios supremo pero lejano. Es el Dios de la filosofía. El que concebimos como razón. La tentación del metafísico y teólogo es su cosificación, convertir a Dios en un objeto de estudio. Dios deja de ser Alguien, para pasar a ser Algo, un objeto superior, pero un objeto. Y al ser un objeto, por debajo de los hombres e intrascendente para sus vidas.

Por el contrario, la cultura semita, a la que pertenece también nuestra sociedad occidental y religión, entiende a Dios como un Dios personal, cercano, comprometido, celoso, misericordioso, amigo de sus amigos y con cambios de humor. Es decir, el Dios Biblico, acompaña al hombre y es personal, tiene carácter. Es Alguien que interpela, que ama, que llama, que avisa, que juzga, abandona o castiga. Este Dios cercano y amistoso, se nos puede antojar caprichoso, quizás imperfecto para la categoría cultural griega, pero es cercano. La tentación podría ser la de considerar a Dios como demasiado inmanente, como uno de nosotros, disolviendo su categoría trascendente.

Nuestra cultura occidental, y nosotros mismos, manejamos ambas concepciones sin ser conscientes de la diferencia. Cuándo un hombre se aleja de la experiencia con Dios, tiende a hacer de Dios una referencia filosófica y conceptual, se manipula a Dios, convirtiéndole en algo frío y racional, una referencia que más tarde se abandona, bajo fórmulas agnósticas o ateas. El cristianismo considera a Dios más un Alguien que un Algo. Dios dialoga con los hombres de igual a igual. Se abaja y encarna en su búsqueda del hombre.

Es curioso comprobar como la palabra "Dios", no tiene en ninguna religión un sentido demasiado trascendente. El término "dios", parece que procede del sanscrito "deiva", que significa algo así como "luminosidad", idéntico sentido tiene "Theos", en griego, significa "lo luminoso", o en latín, "deus", vinculado con el término "día". Parece que hay una raíz común, que parte en todos estos casos de la experiencia de Dios. La misma cultura griega es bastante más religiosa de lo que luego hemos interpretado de ella.

La filosofía posterior utilizó un lenguaje para referirse a Dios con un deseo de exactitud y precisión. Santo Tomás empleó términos como "ser supremo", "bien supremo". San Anselmo, consciente de la dificultad entendía que Dios era "aquello que ni siquiera puede ser pensado, que está más allá de nuestra pensamiento y nuestra capacidad". Este es nuestro problema, Dios es más grande que nuestra capacidad para pensarlo totalmente. Ante Él somos limitados e incapaces, Dios está por encima de nosotros, no podemos definirlo totalmente, siempre habrá una distancia insalvable, Dios siempre será un Misterio para el hombre, al menos parcialmente. Lo que conocemos de Dios es parcial e insuficiente, no podemos comprenderlo totalmente, sólo somos hombres.

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