14. Teo. Revelación. La revelación en la teología tridentina y postridentina.
14. Teología de la Revelación  

LA REVELACIÓN EN LA TEOLOGÍA TRIDENTINA Y POSTRIDENTINA.

El Concilio se Trento (1545-1563) se desarrolló en función de la controversia protestante, con una búsqueda de la unidad que no se logró, posiblemente por causas más políticas que religiosas. El Concilio fue una reacción tardía a un búsqueda de la unidad ya irrecuperable. Sus decisiones quizás fueron poco sosegadas, pero determinante para siglos posteriores.

Lutero había planteado la fe sólo vinculada a la Escritura, por encima de la Tradición y del Magisterio, que eran rechazados de plano. La Escritura quedaba bajo la libre interpretación del individuo y por encima de lo que dijera la Iglesia. Trento no entró en la cuestión de la revelación en sí, sino que matizó todo lo que pudo los instrumentos de la revelación, centrando la temática en la Tradición y la Escritura.

El protestantismo incidió algo contra la idea de revelación natural, propia de la creación, Calvino insistió en la idea de pecado original como decisiva para destruir totalmente la imagen de Dios en el hombre, de ahí que la revelación natural, cuyo punto de partida era la creación y la visión del hombre, fuera imposible en este pensamiento. El mundo católico afirmará lo contrario, sí es posible la revelación natural. La redención protestante se realizaba más en la teología de la cruz, punto central y único de la redención del hombre. El Catolicismo incorporaba la teología de la cruz junto con la teología de la Gloria. Para los Reformados no importaba la creación para la revelación de Dios, sino la redención en la cruz.

Los Católicos reaccionaron contra esto, subrayando la revelación como algo profético y apostólico. Tratando de evitar la interpretación privada del protestantismo, se puso el acento en el sentir de la Iglesia, en el Magisterio y en la Tradición apostólica. No se puede interpretar la Biblia privadamente, dirimiendo y fijando los libros pertenecientes al canon de las Escrituras Sagradas contenidas en la Biblia, dado que Lutero rechazaba algunas de ellas. Por supuesto el peso y el papel de la Tradición no estaba por debajo de la Escritura, y la intérprete de la misma era el Magisterio.

Así, en la sesión del 8 abril de 1546, la cuarta, se da la lista de los libros sagrados de la Biblia, habla de la igualdad entre las Tradiciones no escritas y las escritas, y pide que se guarden como inspiradas por el Espíritu Santo. En cuento a la interpretación dice que corresponde a la Santa Madre Iglesia la interpretación de las Escrituras, que es la que juzga el verdadero sentido e interpretación de las mismas. En la bula de Pío IV "Iniunctium nobis" de 18 noviembre de 1564, se hizo una profesión (tridentina) de la fe y de nuevo se ratifica el abrazo a las Tradiciones de los apóstoles y de la Iglesia, así como que la competencia de juicio de las Escrituras corresponde a la Iglesia.

La teología aprobada en Trento enseñó a lo largo de los siglos, que el hombre podía conocer ciertas verdades sobrenaturales, verdades que estaban vedadas al hombre y que son comunicadas por Dios al hombre por su deseo. No iba en contra del hombre que Dios comunicara ciertas verdades a los hombres, a través de los profetas, los apóstoles y Cristo. Esta revelación quedaba confirmada y ratificada por los milagros y las profecías.

Esta forma de presentar la teología se alejaba de la Escritura y de la revelación en sí, pertenece a formas poco críticas con la lectura de la Biblia, saca de contexto a Cristo y es algo huidiza de la tradición histórica y de la revelación, entendida como historia de salvación, progresiva y creciente. Mantuvo, no obstante la idea firme de una serie de verdades de fe, a la que se tiene acceso incompleto por la razón, y completo por la revelación. En el fondo es dueña de su tiempo, si bien fue completada y superada por los Concilios posteriores.

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