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Repetido crepúsculo
Carlos María Gómez
De
pie en la mañana contemplaba una vez más el sórdido
espectáculo de la ciudad absolutamente despierta y en pleno
proceso de contaminación expulsando gases y venenos diversos
bajo un cielo que ni siquiera me tomé el trabajo de analizar
en el sentido de levantar la mirada y demás demasiado esfuerzo
en todo caso y aunque deba confesar que algo percibía
referente al tenor de humedad en el ambiente y la temperatura
sintiendo resbalar un sudor agrio sobre mi piel envejecida a causa de
reiterar tareas que no me llevaban a ninguna parte como no fuese al
borde mismo de la vereda donde me encuentro enfrentado a la confusa
disyuntiva de cruzar la calle con el riesgo de desaparecer de
inmediato volatilizado por así decirlo tratándose de
una idea que no carecía totalmente de atractivos considerando
la eventualidad de ser aplastado por algún pesado y
rudimentario camión o colectivo que pudiesen dejarme tan chato
como un vulgar papel de diario o de envolver o lo que resultaría
peor y desde luego ya absolutamente bochornoso pisoteado
reiteradamente por los patéticos caballitos encargados de
trasladar por esas calles de dios a los carricoches de la basura o de
algún verdulero extraviado en el tiempo pero luego comencé
a darme cuenta de que existían otras posibilidades a las
cuales acudir para destrabar la inercia del momento poniendo en
funcionamiento diversas expectativas de proyección y aventura
absurdamente abortadas como consecuencia de una conducta sino cobarde
al menos vacilante y enfermiza siendo que como nos lo han enseñado
hasta el hartazgo desde el instante mismo de nuestra llegada al
barrio todos y cada uno de los problemas e inconvenientes que puedan
presentarse a lo largo de este tedioso camino tienen de alguna manera
su correspondiente solución sabio razonamiento que me llevó
de inmediato a movilizarme en la medida que me lo permitían
las piernas torpes y delgaduchas además de propensas a
dolorosos calambres en un primer intento con rumbo sur luego en
dirección oeste luego norte luego este hasta retornar a la
situación inicial habiendo observado en todo momento la
tranquilizadora presencia de puertas y ventanas hogareñas
horadando los sólidos muros como señales inequívocas
de que la vida aún continuaba curiosa sensación que me
llevó a recorrer como cien veces y con más
empecinamiento que ganas el ridículo circuito hasta darme
cuenta de que asimismo podía con absoluto derecho y hasta
cierta libertad abandonar tal instancia mediante el simple y efectivo
recurso de levantar con la suficiente energía y determinación
un brazo por ejemplo con el objeto de llamar la atención de
algún conductor de vehículo público o privado o
de quien fuera que se dignase recogerme lo cual en efecto llegó
a acontecer y minutos después quizás meses o aún
años o siglos me encontré estacionado en otra esquina
probablemente de la misma ciudad tratando de dilucidar distintas
cuestiones relativas mayoritariamente a la observación de
comportamientos humanos para expresarlo de alguna forma y en tanto
recordaba una oportunidad bastante anterior cuando alguien me detuvo
mientras transitaba por los pasillos perimetrales del mercado de
flores atestado por una multitud impaciente y asimismo ruidosa
obligándome a interrumpir brevemente la marcha ya que creí
entender que era interrogado acerca de mi familia vaya sorpresa
siendo que venía desempeñándome en solitario
desde la edad de setenta y siete años sin tener noticias de
nadie vivo que se pareciese a un pariente hijo madre inclusive primo
o hermano o tía ni siquiera putativos aunque siempre con la
compañía de mi fiel perrito Pucky simpatiquísimo
aunque ya viejo y achacoso en forma tal que le cuesta desplazarse de
uno a otro lugar de la casa por las habitaciones prácticamente
despojadas más allá de la cama de dos plazas la mesa
en la cocina y las sillas que utilizamos para acceder a la comida día
tras día desde la mañana a la noche y en ocasiones por
la tarde dejándonos llevar y transcurrir de acuerdo a las
oscilaciones de la luz que alcanza a filtrarse a través del
alto ventanuco orientado hacia el poniente o quizás no con
tanta precisión bien podría tratarse de una dirección
noroeste o de otra cualquiera pero lo concreto es que todo viene a
centrarse en la situación aludida un tanto insólita o
al menos poco común teniendo en cuenta el lugar y la fecha y
la hora aparte de que mi aspecto personal un tanto descuidado en el
sentido de que no debía oler a jazmín o a lavanda
precisamente considerando la falta de apego a la higiene que
observaba en los últimos tiempos debido a múltiples
ocupaciones y demás no diría que contribuyera a
fomentar en principio este tipo de contactos no obstante lo cual y en
definitiva debo aceptar que tal individuo logró su evidente
propósito de abordarme llamándome incluso por un nombre
que quizás fuese el que me correspondía de nacimiento
aunque no podría asegurarlo por la simple razón de
haberlo olvidado así que no me sentí en absoluto en la
obligación de responder ni siquiera considerando su
insistencia en cierto modo abusiva y no descartando inclusive que se
haya tratado de un femenino detalle desde todo punto de vista
insignificante atendiendo a que el tema o meollo de la cosa
seguramente necesitaba de una lectura más atenta y profunda
luego de lo cual y estimando haber superado el trance me encaramé
en una especie de tranvía que atravesando morosamente el
infecto arrabal hubo de depositarme junto a la orilla de un río
rodeado de pastizales y arbustos con islotes que se sucedían
hasta el infinito en la contemplación meramente frontal desde
la alta barranca algo desolada rescatando del olvido diversos objetos
abandonados quizás en un lejanísimo y brumoso pasado
flotando como trastos en el agua marrón tales como una naranja
y botellas y pescados muertos y envases de plástico alrededor
de varias canoas destartaladas todo el conjunto en movimiento a causa
de un oleaje no demasiado importante ya que la brisa no parecía
dispuesta a intensificarse ni nada que se le pareciese de manera que
he detenido mi aguda vista procurando obtener mínimos detalles
de ese ilusorio presente donde vuelan pájaros apenas manchas
esbozadas en el paisaje apagado y por así decirlo silencioso
si no fuese porque una música cumbiambera comenzó a
sobrevolar la estúpida llanura en la agonía de la tarde
instándome a mover piernas y brazos y hasta el culito
rítmicamente hacia arriba y hacia abajo y hacia los costados
aunque sin conseguir para nada borrarme de la mente aquellas imágenes
refiriéndome especialmente a la naranja podrida flotando junto
a los camalotes y demás bajo nubes grises y blancas
contabilizando asimismo tres arbustos y matas de pastos descoloridos
además de las canoas una de ellas es verde y se bambolea como
consecuencia de la acción del agua que se arrima a la orilla
en forma de pequeñas olas y luego se diluye derramándose
en la tierra gredosa agujereada por las cuevas de los cangrejos
dejándome en definitiva una curiosa sensación de
futilidad y de vértigo en partes iguales desflecadas imágenes
de un antes que nunca sucedió o que resultó finalmente
olvidado más aún teniendo en cuenta esta actualidad que
podría catalogar como positiva y hasta esperanzadora donde
creo divisar calle de por medio a una persona bastante peculiar y
digna de la mayor atención sugiriéndome en una primera
visualización que ha salido a la calle indudablemente a vender
ya que toda su actitud así pareciera demostrarlo en la mañana
esplendorosa y bajo la cruda luz que el sol derrama sobre la vereda
de sucias baldosas donde algunos insectos se arrastran además
de papeles y hojas y otros desperdicios habiéndoseme ocurrido
tal idea ante la circunstancia de que el sujeto aludido lleva una
valija o maletín o portafolios en su mano derecha colgando en
el extremo de la agarradera de la manga cuya tela en un tono gris
terroso pareciera exactamente igual a la otra manga ubicada en el
lugar opuesto y oculta desde cierto ángulo por el resto de la
tela del abrigo aunque en este caso no exista objeto alguno visible
adherido a esa extremidad o prolongación de quién se
encuentra situado en expectante actitud al borde de la calzada por
donde un incesante desfile de vehículos circula a velocidades
en algunos casos similares pero en otros absolutamente diferentes
hecho que registro con relativa facilidad dado que se acercan ora del
este ora del oeste y hasta desaparecer en el extremo de la recta que
se inicia y finaliza en puntos ciertamente opuestos del horizonte
aunque sin embargo es también probable que su mirada apunte
hacia otros objetivos como podría deducirse de la disposición
general de su cuerpo y en particular debido a la inclinación
del rostro donde la abertura angular desde la cual acaso miran sus
ojos es la que se necesita para fijar detalles de la línea de
edificación ubicada junto a la vereda de enfrente llevándome
a suponer que todo el conjunto de manchas en movimiento que
constituyen el principal elemento de la calle debe escapársele
por completo absorto como se encuentra en la contemplación de
muros y ventanales iluminados éstos últimos por
destellos que le permitirían avizorar quizás
habitaciones y recovecos ocultos rostros captados en la intimidad de
un gesto miradas extraviadas demasiado expresivas o audaces para
exponer en público aunque finalmente debo llegar a la
conclusión de que tales acontecimientos no habrán de
repetirse que inclusive son visiones que se precipitan hacia un
inmediato olvido alejándose en la misma medida que el
inexorable paso del tiempo me abisma en una ominosa sensación
de angustia al no conseguir desentrañar los misterios o lo que
sea de la jornada con el agravante de haberme dejado ilusionar con la
idea decididamente absurda de que el susodicho aguardaba la llegada
de un coche o calesa o algo que lo traslade hacia alguna parte a fin
de concretar el intercambio de los artículos que llevaría
en el interior de su maletín o cofre o como sea por lo que a
partir de tales conclusiones decidí lanzarme nuevamente al
camino sostenido empeñosamente por mis pobres piernas que en
rigor apenas lograban mantenerme en una incierta vertical haciendo
que me estremeciese como una miserable vara de bambú en el
viento y en tanto atravesaba calles desiertas o de pronto atestadas
de formas presuntamente humanas según lo comprueban con no
poca dificultad mis ojos humedecidos por la llovizna o la niebla o
por cualquier otro elemento acuoso incluso la misma brisa y hasta por
la fugaz trayectoria de alguna lejanísima estrella derrumbada
al otro lado del universo no obstante lo cual alcanzo finalmente el
modesto objetivo trazado y ya en el interior del establecimiento que
ostenta la denominación de “Bar
y Copetín al Paso La Gaviota”
atrapo con firmeza no exenta de vehemencia el vaso que me aguarda
sobre el mostrador procediendo a trasladar la razonable y hasta
moderada porción de bebida ambarina hasta mi garganta reseca y
sedienta que la recibe con el agradecimiento silencioso y sereno de
los seres simples en cuerpo y en alma reconociendo asimismo ciertos
movimientos realizados por otras manos manipulando la botella madre
en distintas direcciones repartiendo más o menos
equitativamente el dulce néctar que no solamente era motivo de
mi búsqueda ya que otras bocas pretendían participar de
la ceremonia cuyo significado más profundo supuse que debería
buscarlo en mí mismo o quizás en algún otro
paraje del territorio lo suficientemente alejado de la mano
temblorosa que procura llevar el borde del vaso demasiado cargado
hasta sus labios de ceniza provocando pérdidas de líquido
en proporciones inquietantes y de los rostros blancos como cera dando
vueltas alrededor de un palo o mástil o lámpara como
mariposas nocturnas achicharrándose incesantemente bajo las
luces más allá de las calles y las veredas y de los
edificios dormidos cuando logre una vez más ponerme en
movimiento con la determinación y el anhelo de quién no
va a ninguna parte con el rostro vuelto hacia el repetido
crepúsculo.-
Nació
en la ciudad de Santa Fe, Argentina, el 18 de abril de 1938.
Escritor, productor, guionista y realizador de cine y video. Ha
publicado las novelas El
desarrollo,
Colmegna, Santa Fe, 1963; Veneno
de cachiporra,
Ficción, buenos aires, 1965; El
enmascarado solitario cabalga hacia la muerte,
Pequén, Buenos Aires, 1983, Premio Provincial de Novela
Alcides Greca; En
el laberinto de espejos,
Ediciones de la Pluma, Buenos aires, 1985; Los
chacales del arroyo,
El Francotirador Ediciones – Universidad Nacional del Litoral,
Montevideo, Uruguay, 2007; Gerente
en dos ciudades,
Alianza Editorial, Buenos Aires, 1995 (1er. Premio Concurso de Novela
Leoncio Gianello, de la Asociación Santafesina de Escritores y
Premio Regional de Narrativa, Secretaría de Cultura de la
Nación); Highsmith,
Sigmur Ediciones, 2005 (Faja de Honor de la Asociación
Santafesina de Escritores); y los libros de relatos: Solamente
con mirar,
Editorial Ficción, buenos Aires, 1965; Cuentos
negros,
UNL, Santa Fe, 1992; Regreso
al sur,
Centro de Publicaciones de la Universidad Nacional del Litoral, 2007.
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