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Poemas
6. Sangre con perfume a clavo de olor
Sangre con perfume a clavo de olor.
Sábanas plateadas que nos cubren como puñados de tierra en día de sepultura.
A salvo estamos en la nasa de Dios, desportillados
ya no más, retorcidos nunca, sino atentos a los gestos de
crecer, muy pequeños aún, que nos murmuran los trigales
en la cosecha.
Ah, le triple velo. Tú también, gota
de mi vista en la vendimia de Dios, eres el arca de Noé entera,
la presencia en el lienzo de mi mano.
Me quitaste la mente, la gran ceguera.
7. Amor odio
Irascible albura lo que inculca la mano cuando propina navajazos después de tocar con dulzura.
No nos sustraemos a la ausencia. La osamenta misma
urde su muerte magna y va pesando la gravedad de los que quedan.
Oh vaina, oh flor efímera del amor,
¡cómo toqueteas, cómo rompes el hilván que
nos apartaba, oblicuamente tendido entre nos!
Se ofusca lo que estaba contenido. Nos convierte en
dos y nos apaña en sus cóncavas palmas. Almacén
que somos una vez tocados, tierra mollar donde el germen de lo vivo
brota por las hendiduras y comparece luminoso ante los jueces de los
últimos días.
Retorno al idilio, a la linde, a la antecámara, oh lago de agua espesa.
29. La luz corta los territorios del agua
La luz corta los territorios del agua. Le hace
cuatro costados, un zoocubo en su perfecta geometría de cuadro
relleno de gelatina.
A mí me tocó la rueda, la luna, el mirar de reojo, la ayuda que no llega.
Cuando el rocío describe el alba, soy intocable.
La negrura es del fondo; cerca de la superficie, veo tu rostro.
33. Quédate frente al cristal
Quédate frente al cristal del acuario.
Mira las medusas, su frágil mesoglea.
Toca el vidrio que las separa de ti: tú
también vienes de un acuario, aunque no lo recuerdes. No es un
espejo maquiavélico sino pared transparente. Ahí las
verás, en la pólvora líquida de la corajina,
emplumecerse y convertir su materia de ruiseñor en aves de
rapiña bajo el agua.
No necesitas binoculares: estás a un palmo,
con la nariz pegada al cristal, viendo el palomar de pájaros
subacuáticos picotear tu corazón.
Tu corazón pende de un anzuelo atrás de la cristalera.
24. Con nombres así
Con nombres así ¾ lucernario, aurelia,
hidrante, escifozoo, obelia, aguamar, hidromedusas, acalefo azul,
avispa de mar ¾ ¿quién para dotar a esas
castellanas del océano de tanto flagelo ponzoñoso?
Me dormí y caí abajo de una isla.
Mi trompa de Eustaquio se llenó de zoosporas,
anhelada bioluminiscencia que abre el azul del agua como fruta de luz,
pequeños veleros naufragados que zumbaron en la contrahuella del
oído, plúmulas del ruido que se morían al zozobrar
aquí donde no oigo, en el camerino del silencio.
El acalefo se hizo el muerto, y me vi, dormida aún, perforada por el sonido.
28. No hay arriba aquí
No hay arriba aquí.
Ni hay veloz, sólo hundirse.
650 millones de años para dividirnos en miles
de especies, pero las mismas ataduras vuelven a apretar los nudos:
duran lo que el alma.
100. Dios mío, ¿estoy en el mar o en tierra
firme?
Dios mío, ¿estoy en el mar o en tierra firme?
¿Cómo no reparar en las colas de
arácnido que parecen contradecir los dos pares de ojos
giratorios?
Me miran por doquier, todos los filos, aristas,
ángulos y visos de mi alma puestos bajo la lente de aumento de
una mirada cuádruple.
Y tú mudo, como un Dios de las profundidades cansado de peces y sirenas.
95. El injerto lanza pertinaz su tañido
El injerto lanza pertinaz su tañido dentro de
mi garganta, y pronto me llena el oído.
Recurro al sueño para callarlo, pero un extraño ronzal lo
ata al cuerpo. Y de noche es cuando más furioso redobla sus
esfuerzos por recobrar lo que me ha quitado. Un connubio donde
riñen los desposados antes de consumirse a besos (se encierran
mutuamente en la misma casa).
La llamarada empezó en el cuarto. ¿Te acuerdas de sus corolas naranjas?
Cuánto vuela hacia nosotros, ahora que el
injerto baja a las capas más internas, las que nunca se
habían tocado sin precauciones.
Qué exiguo y desconcertante fuego para los
dos. Lo apagó el mar, con sus amenazas de agua. Improbable que
vuelva a brotar en un medio tan lento, donde cardúmenes de
medusas me inoculan sus palabras.
Françoise Roy
Françoise
Roy nació en Québec, Canadá, en 1959.
Estudió Geografía con diplomado en Estudios
Hispánicos en la Universidad de Florida (B.Sc. 1980, M.A., 1983)
y un diplomado en traducción de la O.M.T (2000). Ha publicado
los siguientes poemarios: “A Flor de labios” (plaquette,
Universidad Michoacana, 2002), “Iridio” (El Cálamo,
Guadalajara, 2000), “Razones para la redención del
zafiro” (Filodecaballos, Guadalajara, 2003), “Si acaso
hubiera/Si par hasard il y avait), en coautoría con Karla
Sandomingo (El Cálamo, 2003), “El Velo Uno/Le Voile
Premier” (Mantis Editores/Ecrits des Forges, Guadalajara,
Trois-Rivières, 2003), “Atrás de la
máscara” (Instituto Mexiquense de Cultura, Toluca, 2004),
“Sueños en forma de laberinto/Rêveries en forme de
labyrinthe” (Ediciones Arlequín/Ecrits des Forges,
Guadalajara, Trois-Rivières, 2005), “El pañuelo de
Dios”, versión virtual (Editorial El Cálamo,
Guadalajara, 2006)) y “Todo lo que está aquí,
está en otra parte” (IMCA, Hermosillo, 2007).
También es autora de los libros de narrativa “Nieblas del
estío” (Conexión gráfica, Guadalajara,
1998), “Si tu traversais le seuil” (L’instant
même, Québec, 2005) y “Trastrueques”
(Instituto Mexiquense de Cultura, Toluca, 2007). Desde 2000, escribe en
el suplemento cultural Acento del periódico La Voz de
Michoacán. Es traductora certificada y miembro del taller de
traducción literaria de la Universidad de Guadalajara. En 2002,
fundó con otras poetas la revista mensual de arte y cultura
Tragaluz, de la cual fue editora hasta su cierre en 2007. Ha traducido
una treintena de libros, y una obra de teatro de Fernando Del Paso. En
1997, recibió el Premio Nacional de Traducción Literaria
de México, y en 2002, el Premio Nacional de Cuento Victoria de
las Mercedes (México D.F.), segundo lugar. Obtuvo el premio
Jacqueline Déry-Mochon 2006 por su novela en francés. En
2005, fue finalista del Premio Acento de Cuento Breve y en 2006 obtuvo
mención honorífica en el Séptimo Certamen
Literario de Cuento “Sobre rieles”, casa de la Cultura de
Nuevo León. Fue becaria 2004-2005 y 2006-2007del Programa de
Estímulos a la creación artística implementado por
la Secretaría de Cultura de Jalisco y el CONACULTA. En 2007,
ganó el Concurso Nacional de Poesía Alonso Vidal, y se
hizo acreedora de una residencia artística en el Centro de
Traducción Literaria del Banff Center for the Arts.
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