Imágenes para celebrar a Olga Orozco
Dueña de las palabras que entretejen el
verbo
Hacia ti venimos encendiendo hachones en la
noche,
Hacia gritamos contra el viento pampero, robador
De secretos, creador de los grandes enigmas en
la arena.
Cantando, bailando venimos, haciendo flotar
luces sobre el agua,
Grabando signos en los farellones, esculpiendo
en el viento
Las imágenes que te son destinadas,
¡Poesía!
No tenemos ya piel sobre los huesos, la pulieron los años
Cuando aprendimos a escuchar al búho, a
descifrar
La ruta de aquel carbón errante que
marcó tu destino
Cuando ondeaba tu voz en la llanura,
–verde como la hiel-
Y ha de crecer, descender por la soga al
laberinto de las quimeras
Enfrentarte a los monstruos que poblaron tu
infancia,
Escondida en roperos cerrados para siempre, en
las hojas
Marchitas de ese libro olvidado y pálido
del amor.
Ahora el tiempo es otro, y alguien que divisamos en el espejo
Va hojeando aquellas páginas marchitas
del desconsuelo,
Sin llanto ya, sin lágrimas, ese regusto
a sal que hay en el viento
Cuando un año tras otro ves que todas
las puertas
Están tapiadas, y sólo escuchas
ecos de los seres lejanos
Y en el parque encantado se petrifican nuestros
sueños.
Porque el ladrón viene de noche con el bolso cargado
De pergaminos santos, metáforas de otro
sol puesto al revés
Donde se cuelga al ahorcado boca abajo, con la
pierna cruzada
Sobre la rodilla como en los naipes con los que
has jugado;
Tus muertos invocados sobre el muro de nieblas
y sollozos,
Fantasmas más reales que el embrujo que
empuja a la serpiente.
Pero es tu voz la que escuchamos y el huracán deja caer escamas
Sobre ese tiempo turbio, porque desde las
llagas viene el sonido
De las aguas, lágrimas acumuladas bajo
el corazón, -reloj
De la nostalgia-, cuando todos los espejos se
cubren de humo
Y volvemos la cabeza en busca del que llama
allá en el fondo
De aquel azogue amargo, ya que todas las
imágenes se disuelven
Y estamos solos en la barca, sabedores de que
lo que amamos
No retornará jamás, y cada gesto,
cada risa escuchada en la oscuridad
Será nube que arrastra a los desvalidos
viajeros, esclavos hechizados
Del desconsuelo.
Y esto es lo que vimos: los rostros que amamos
Son llagas que nos cubren. Cae la tinta amarga,
no la sangre.
Pero tú, mujer frágil, atenta a la sabiduría de
las palabras
Enredada en esa madeja de los hilos de fiebre
de la almohada,
Cuéntanos si alguna vez se alcanza la
dicha,
Porque pesa la nieve sobre los hombros, y
venimos cantando,
Raspando piedras insomnes, para celebrarte.
Tú, Olga Orozco, en cuyo nombre se aposentan los círculos
Como en un mándala, irradiando esa
música, la ilusión
De existir en el ahora,
Mientras el tiempo fluye en el misterio.
Ahora, ahora repetimos descorriendo los velos
Que dan hacia el desierto en donde moran las
imágenes
Coloreadas del verbo, ese sorbo otorgado a la
gracia
De los elegidos a quienes les está
concedido, por un instante, ver
El otro lado de la medalla, cuando nos
encorvamos como Edipo
Al paso del tiempo, al atravesar aquel
túnel de las apariencias,
Repetición de las visiones, escritura
quemándose en el muro.
Estás en la balanza, sabemos del dolor y de las lágrimas
Convertidas en verbos en ese pergamino de los
días.
Siempre fuiste veraz,
Vuelo de mariposas en el enjambre, alumbrando
los mapas
Del tiempo, esa medida que desconocemos.
¡Dinos la Palabra!
Enciende los hachones que nos muestren el fin
del laberinto,
Maga-poeta. Hermana de la antigua Circe: te
escuchamos:
El destino es la lava que recorre las
líneas de tu mano.
Ludwig Zeller
Nació en Chile en 1927 y radica en la
ciudad de Oaxaca. Ha publicado, entre una multiplicidadde
títulos: Éxodo y otras soledades, del manantial, Los
placeres de Edipo, Mujer en sueño, Salvar la poesía
quemar las naves, Plumaje de la esfinge, Tatuajes del fantasma, El
embrujo de México.
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