Nuestras creencias.
Lo que creemos es de singular importancia.
Lo desconocido nos produce miedo.
Para sentirnos seguros, nos rodeamos de
conceptos, teorías y aseveraciones, que nos den una explicación a todo: La vida,
la muerte, Dios, etc.
Entonces, como el niño que abraza su osito, dormimos tranquilos abrazando
conceptos que explican hasta lo inexplicable.
Así, nuestras creencias tejen nuestra enredada sociedad, nuestra vida,
actitudes y limitaciones.
La estructura de creencias es tan rígida y tan encarnada en nosotros,
que terminamos siendo ellas mismas.
Durante muchos años, para protegerlas, instrumentamos el régimen de la
inquisición. Así, a las personas que descubrían o proponían algo diferente
haciendo peligrar nuestros mitos, los encerrábamos, los torturábamos y los
quemábamos en la hoguera. Era un modo muy fácil de evitarnos replantear
creencias, y de proteger la tranquilidad interior.
Lo rechazado y abominado por las leyes sociales, es “expulsado” de
nosotros.
Si un hombre casado se excitaba con alguna atractiva señorita (algo
inaceptable en un hombre de "bien"), no se trataba de su propio deseo; sin duda eran
hechizos lanzados por ella, en confabulación con el demonio. Por lo tanto la
quemábamos en la hoguera, como se merecía.
Cualquier idea nueva, diferente a nuestras creencias, resulta un ataque a
nuestra seguridad interior.
¿Cómo puede existir de otro modo el odio entre religiones, razas,
creencias, y líneas de pensamientos?
Si alguien cree en otro Dios, entonces pone en peligro nuestro Dios.
Si una estatua, por mas que tenga 2000 años de antigüedad, no está de
acuerdo con nuestras creencias, hay que destruirla.
Necesitamos creer para sentir que somos. No importa que creamos en estupideces. Si son reconocidas y aceptadas por alguna
mayoría; sirven.
Así tenemos todo bajo control: libros que nos dicen como es Dios, como
comportarnos, lo que está bien, y lo que está mal.
Las dificultades aparecen cuando ampliamos un poco nuestra percepción, y nos
damos cuenta que algunas de nuestras creencias comienzan a hacer agua.
Surgen problemas de identidad, cuestionamientos en la autoestima, inseguridad,
angustias, depresiones, y paranoias de todo tipo.
Entonces iniciamos la búsqueda de nuevas creencias, más sólidas y modernas,
que suplanten las que se van deteriorando por inevitables evidencias.
Acudimos a las ciencias alternativas, terapias alternativas, cursos, foros,
grupos de autoayuda, ashram, etc.
Todo sirve, en la medida que esté bien presentado, y aceptado por cierto
grupo social, afín a nuestros nuevos horizontes.
Al iniciarnos, evidentemente nos sentimos bien. Estamos rodeados por personas que creen como nosotros, donde nos fortificamos y estimulamos mutuamente. Se convierte en una logia que nos provee de nuevas creencias y explicaciones. Pensamos que nuestros conocimientos nos hacen superiores al resto de la sociedad.
De
todos modos, el problema no reside en discutir si existen extraterrestres, vidas pasadas o
futuras, karma, etc. Lo importante es reconocer la necesidad que tenemos de rodearnos de creencias.
La inseguridad, el miedo a esta efímera vida nos impulsan a buscar seguridad y perpetuidad. Entonces la otra parte de la mente (la súper mente) nos provee de las creencias
necesarias. Y pobre del que intente desvirtuarlas...
Pero este problema es de tremenda importancia porque produce la escisión de nuestra mente. Separa el consciente del inconsciente, creando una zona (la mas grande e importante) ignorada por nosotros.
Porque si utilizamos sus invenciones y creencias (dioses, vidas, karmas, culpables, malos y buenos, etc.), creamos indefectiblemente una barrera entre ella y el consciente. A la fuerza debemos negarla para poder aceptar tales creaciones como cosas reales o externas. Cuanto mas creemos, mas rechazamos esa parte de la mente.
Nuestra mente es inmensa y poderosa; es capaz de percibir, de producir acontecimientos, telepatía, telequinesia y otros prodigios. Pero solo tenemos conciencia de una fracción de
nuestra mente, y es de la menos poderosa, la mas débil, la que se cansa y necesita dormir, mientras la otra continúa en plena actividad, creando los sueños, controlando los desdoblamientos, y generando las creencias que necesita nuestra personalidad para sentirse mas segura y tranquila.
No creer no significa negar. No creer significa aceptar las cosas como son, sin condicionamientos.
Al dejar de creer comenzamos a descubrir la totalidad de nuestra mente.
Edgardo Tousón
-----------------------------------------------
Copyright © 2000 Comunidad Hermética.
Revisado: 30 de Junio de 2002