Ya de pequeño
escuchaba aquello de "el viejito del quinto se ha ido al cielo",
es decir más allá de la azotea, que venía a ser una
decimoprimera planta y uno de esos clandestinos lugares donde nuestro
compacto grupo, rebozante de energía vital, jugaba a todo lo que
nuestra imaginación alcanzaba hasta la extenuación, sin
pensar en ningún momento que el viejito del quinto que ya no estaba
en el quinto, cuando tenía nuestra edad también sudaba jugando
con los ahora viejitos del sexto, del cuarto, del bajo y muchos otros
que inexplicablemente se mudaron al cielo.
Hoy tengo 32 años y acabo de matar una cucaracha a zapatillazos
mientras se resbalaba por las paredes de la bañera en su despavorido
intento de huida (hace unos días una amiga me dijo convencida que
creía en la reencarnación). Tras la ejecución del
ortóptero nocturno he depositado sus mutilados restos en el cubo
de la basura (quizás he asesinado a mi tata tatarabuelo) y tranquilamente
me he fumado un cigarro pensando en los tres años y medio que he
estado jugando en Edimburgo. ¡Joder, cómo pasa el tiempo!,
ya hace más de cuatro meses que he vuelto a España y parece
que fue ayer cuando aterricé en Glasgow, también despavorido
pero con la suerte de que allí nadie me aplastó a zapatillazos
por muy cucaracha que me sintiese. Al día siguiente ya estaba jugando
a fregar platos en un restaurante donde pagaban tres libras a la hora,
se sudaba mucho más que en la azotea de mi infancia y el grupo
con el que estaba no hablaba mi lengua aunque por las exigencias de espacio
y tiempo si que era compacto. Too much, como posteriormente pude llegar
a decir.
El otro día me llamó por teléfono desde Edimburgo
Francisco Bastida, "Fran", para confirmarme lo que ya sabía
desde hacía un tiempo, que su revista, magazine o como queramos
llamarla ,Clan Destino, se nos iba al "cielo". Y digo "su"
porque él fue quien la soñó, la trabajó y
la hizo realidad. Él fue el más niño de todos y con
su energía vital nos puso a jugar a unos pocos: Clovis, Juanmal,
Ángel, Mª Ángeles, Diego, Silvia y Mercedes, al que
para mí fue uno de los juegos más divertidos a pesar de
mi pereza existencial. Mi amiga, la que cree en la reencarnación,
la argumentaba diciendo lo que ya en el colegio se nos enseñó:
que la energía ni se crea ni se destruye, únicamente se
transforma. La verdad es que no sé de donde procede la energía
de Fran, me es indiferente (aunque puede que haya matado a mi tata tatarabuelo)
también me es indiferente si el "viejo" del quinto se
mudó realmente al cielo.
En lo que sí creo es en los juegos vitales de la azotea del undécimo
piso, en los que también tuvo el "viejo" del quinto piso
y en todos aquellos que como Fran con su Clan Destino siguen siendo niños.
Ahí queda esa energía puesta en bandeja para que sea transformada
por otros constructores de sueños.
Bueno me
voy a fumar otro cigarro y a echar un vistazo en la bañera que
es por donde me entran las cucarachas con las que todavía no he
podido formar un grupo compacto.
Besos para Edimburgo y para mis amigos de tres años y medio de
juegos.
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