Creo que fue ayer, cuando andando por Princes Street, me pareció ver entre la multitud una cara que me era familiar.
- ¡No puede ser! -exclamé-.
- ¿Por qué no? -la razón del no puede ser me respondió-. A mí también me gusta la ciudad de Robert Burns, y como he discutido con mi hija, he decidido venir aquí. ¿Tienes fuego?.
- Sí, claro. ¿Desde cuándo fumas?
- Desde ahora, este va a ser mi primer cigarro. Más vale tarde que nunca.
- ¿Y qué pasa con el cine, la música...? ¿Lo has dejado todo?
- Sí, para siempre. Lo único que echo de menos es correr de vez en cuando; pero con este trabajo...
- Ya, me imagino. Bueno me tengo que ir, ha sido todo un placer conocerte.
- Igualmente. ¡Ah! y muchas gracias por el fuego, Juhk, juhk,-tosiendo-.
- No hay de que.
Me di la vuelta y continué a paso lento mi camino hacia Carlton Hill. No podía dar crédito a lo que me había pasado. Cuando llegué a la cima de la colina le pedí a un turista japonés que me prestara su cámara fotográfica (Era una Kotoshi con un teleobjetivo propio de un reportero de National Geographic). A cambio le dejé mi mechero. No podéis imaginar lo contento que se puso. Tras varias reverencias se fue corriendo colina abajo.

La imagen era perfecta, nítida; no había duda, era él: Woodie Allen en medio de Princes Street sosteniendo la pancarta de "Golf Sale". ¿Cómo lo habría conseguido, con la competencia que hay para ese trabajo?
El japonés no volvió a dar señales de vida, así que me quedé la cámara con la que pude hacer unas espectaculares fotos del palacio de Hollyrood House en llamas.


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