Ciencia Ficción Perú

Editorial

Internet y la utopía cultural





En nuestro editorial de julio de 2005 tocamos el –entonces- apasionante debate entre escritores peruanos “andinos” y “criollos”. Huelga decir que dicho debate acabó sin resultados visibles, al menos en apariencia.

Sin embargo, no todo fue pérdida de tiempo. Parece ser que nuestros escritores – y otros intelectuales – tomaron en cuenta la recomendación final dada por este escriba, que al no ser un escritor consagrado o un profesional de la cultura, está exonerado del pecado nefando de la falsa modestia. “Pongan su página web”, les dije. Y por suerte (sobre todo la de los lectores), hicieron caso. O ya lo tenían pensado, pero para efectos prácticos, da igual.

Vayamos al grano. Si bien es cierto que hacia julio del presente año ya había una cantidad significativa de páginas web y blogs sobre literatura en la red, es en los últimos meses que la actividad de estos se ha vuelto frenética. Y es que, dadas las características de la internet, el efecto de un artículo o comentario colgado en el blog o página web respectivos adquiere una potencia y una sinergia inusitadas. Vale decir, no hay comentario u opinión que, a la larga, no genere otro comentario u opinión. Incluso, se han dado casos de páginas webs (o blogs, que son páginas web de formato simplificado) nacidas como reacción a comentarios puestos en otras.

Es algo que tenía que pasar, simplemente. Estamos ante un medio cuyo crecimiento exponencial es imprevisible. Si a esto sumamos el continuo abaratamiento de los costos de acceso al servicio y a los equipos informáticos que se necesitan para navegar en la red, ¿qué mejor lugar para que el intelectual exponga su trabajo? ¿Qué mejor lugar para discutirlo?

Quien se beneficia de todo esto es el lector (todavía no me atrevo a llamarlo el internauta), como ya dijimos, pues la información que en otro tiempo se ofrecía de manera mas bien morosa y cara (me refiero, obviamente, al Perú), ahora tiene una inmediatez y abundancia (unida muchas veces a la calidad) que asusta. Lejos estamos ya de las épocas de los intelectuales subidos en sus nubes (que no en las nubes, ojo): hoy podemos, literalmente, ponernos al día con lo que piensan, escriben, leen o planean nuestros escritores prácticamente al mismo tiempo en que realizan dicha función.

Más aún, el lector tiene además la facultad de intervenir (casi escribo “contestar”, pero sería algo inexacto) en este proceso de creación de información. Así, la opinión de Fulano puede ser aprobada, rebatida, comentada o rechazada en tiempo real, motivando a veces al mismo Fulano a rectificar contenidos o ampliarlos. El lector cuenta además con la facultad del anonimato, que si bien a veces permite la artera costumbre de tirar la piedra y esconder la mano, facilita también la revelación de verdades que no por incómodas o groseras dejan de serlo. Y ha ocurrido que la exposición de algunas de estas verdades ha generado polémica. Esta facilidad de expresarse sin compromiso y sin reservas, de la cual muchas veces se abusa (Sturgeon diría que el 90% de lo que dicen los anónimos o quienes ostentan identidades alternativas en la red es basura), es uno de los pocos argumentos en los que se escudan quienes quieren minimizar el impacto del uso de la internet como medio de expresión cultural. Dicha minimización o menosprecio procede, paradójicamente, de algunos ilustres desconocidos que precisamente han dejado de serlo gracias a la internet (!). Ya sea en los medios tradicionales o en la misma red, estos apocalípticos evidencian el temor que les causa un medio en el cual la información fluye de manera indiscriminada, sin control y (esperemos) sin posibilidad de censura.

En realidad, este temor es el temor a lo nuevo y sus efectos, como puede ser un mundo en el cual ya no se puede soñar con ser el escritor encerrado en una torre de marfil, dando a conocer el fruto de sus cogitaciones cada cierto tiempo a través de medios de difusión y alcance relativos. El ideal del escritor o intelectual comprometido o participante de su realidad ya no es un sueño (o una pose), sino una especie de exigencia de nuestros tiempos. Ya que todos estamos (o vamos a estar) en la red, era solo cuestión de tiempo que los propios creadores e investigadores (literarios, económicos, culturales en suma) hicieran acto de presencia. Y dudo que puedan salir de la red, so pena de acabar en el olvido o la obsolescencia. Y, quieran que no, ahora están a merced no solo de directores, editores, censores y otros personajes típicos de la industria cultural , sino del mismo público al cual se dirigen. Las expresiones “no lo sabía” o “no me enteré”, convertidas ahora en “no entro a blogs (o páginas web)”, no podrán, de aquí en adelante, ser tomadas en serio.

¿Se viene un duelo entre el papel y las publicaciones virtuales? Aún es demasiado pronto para decirlo, prefiero soñar con una eclosión de publicaciones en ambos formatos, cuya abundancia puede dar lugar a una sinergia que permita, sobre todo en nuestra triste república, resucitar el sueño de una población ilustrada y dotada de pensamiento crítico.

Vaya un saludo para los pioneros (la gente que creyó desde un principio en la internet e instituyó las primeras “revistas electrónicas”, como Axxón o Ciberayllu, presentes en la red desde 1996) y para los “nuevos”,webmasters o bloggers, que poco a poco están creando lo que podría ser el siempre ansiado proyecto de la Ciudad (virtual) Letrada (real).

Daniel Salvo

noviembre  2005




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