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Cuentos y Poemas acerca de la Bicicleta

He aqu� algunos cuentos y poemas que he tomado de �sta p�gina de internet, Ciclofilia Ah� encontrar�s algunos otros cuentos y poemas sobre bicicletas aparte de los que ya est�n publicados aqu�.

S�lo tengo una Bicicleta Azul (Poema)

Si no tuviera lo que tengo
Te pasear�a en un Porche
Por Miami Beach
Te llevar�a a Hollywood
A grabar nuestras manos
En estrellas de cemento
Pero solo tengo una bicicleta azul
(Demasiado exagerado)

Si no tuviera lo que tengo
Tu s� que existir�as
Mi madre ya te hubiera aceptado
Ver�amos pel�culas por cable
Cenar�amos con velas y
Postres de frutas con helado
Pero solo tengo una bicicleta azul
(Bastante idealista)

Si no tuviera lo que tengo
No subir�a el santo cerro
Una vez por semana
Ni llegar�a a la cumbre
Desde donde me encanto de mi ciudad
Ni me tirar�a cerro abajo
Casi volando, casi sin frenos
Feliz con mi casco, feliz
Y solitario, feliz
Y solitario
Si no tuviera lo que tengo
Feliz, solitario
Feliz
Solo tengo una bicicleta azul

Negociando un Beso. (Poema) Subir

Unos cuantos a�os
y una vieja bicicleta,
en las calles de mi barrio
conoc� a esa belleza.

Estaba all� sentada
a la sombra e` un toborochi
su carita angustiada
hacia el frente observaba.

Yo pas� por su ladito
pira�eandola mir�
que muchacha tan bonita
el piropo que largu�.

Con dulces palabras
me pidi� que me acercara
sin dudarlo ni un segundo,
la bicicleta fren�.

Me ped�a un favor
explic�ndome el proceso
pa` llamar a el del frente
parec�a ser urgente.

Yo que nada tonto era
aprovech� aquel momento
por hacer aquel trabajo
le ped� a cambio un beso.

Al principio dijo no
y a la bici me trep�,
cuando vio que yo me iba
me trat� de convencer.

Que un beso en la mejilla
me podr�a conceder,
me detuve un momento
y de nuevo me acerqu�.

Por all� no hab�a nadie
quien pudiera ayudarla,
y sin dar brazo a torcer
con el negocio continu�.

El trato era en la boca
o me iba sin volver
como vio que no hab�a otra
la belleza acept�.

Me pidi� que me acercara
y violento me apegu�,
yo sent�a que su mano
mi mejilla acarici�.

Gir� un poco su carita
y su boca entre abri�,
estir� un poco el pico
y un tierno beso me dio.

Chispeando de alegr�a
al del frente fui y llam�,
y volv� para decirle
que con el trato cumpl�.

Sonri� y me agradeci�
despidi�ndose de mi
alej�ndome veloz
a ella nunca m�s la vi.

Y aun recuerdo la textura:
de sus suaves labios rojos
la dulzura de su rostro
y su tierna juventud.

Guardo siempre ese suceso,
cuando un peque�o travieso,
una noche se pas�
negociando un beso.

La Bicicleta con Alas. Subir

A los 50 a�os, hoy, s�lo tengo una bicicleta.
Muchos tienen un yate
y muchos m�s un autom�vil
y hay muchos que tambi�n tienen un avi�n.
Pero yo, a mis 50 a�os justos, tengo s�lo una bicicleta.

He escrito y publicado innumerables versos.
Casi todos hablan del mar
y tambi�n de los bosques, los �ngeles y las llanuras.
He cantado las guerras justificadas,
la paz y las revoluciones.

Ahora soy nada m�s que un desterrado.
Y a miles de kil�metros de mi hermoso pa�s,
con una pipa curva entre los labios,
un cuadernillo de hojas blancas y un l�piz
corro en mi bicicleta por los bosques urbanos,
por los caminos ruidosos y calles asfaltadas
y me detengo siempre junto a un r�o
a ver c�mo se acuesta la tarde y con la noche
se le pierden al agua las primeras estrellas.

2

Es morada mi bicicleta
y alegre y plateada como cualquier otra.
Mas cuando gira el sol en sus ruedas veloces,
de cada uno de sus radios llueven chispas
y entonces es como un ant�lope,
como un macho cabr�o, largo de llamas blancas,
o un novillo de fuego que embistiera los azules del d�a.

3

�Qu� nombre le pondr�a, hoy, en esta ma�ana,
despu�s que me ha tra�do,
que me ha dejado sin dec�rmelo apenas
al pie de estas orillas de bamb�es y sauces
y la miro dormida, abrazada de yerbas dulcemente,
sobre un tronco ca�do?

Carlanco de los bosques.
Estrella voladora de las hadas.
Telara�a encendida de los silfos.
Rosa doble del viento.
Margarita bicorne de los prados.
Cabra feliz de las pendientes.
Eral de las ca�adas.
Ni�a escapada de la aurora.
Luna perdida.
Gabriel arc�ngel.

La llamar� con ese fr�gil nombre.
Porque son sus dos alas blancas las que me llevan,
Anunci�ndome al aire de todos los caminos.

4

Yo s� que tiene alas.
Que por las noches sue�a
en alta voz la brisa
de plata de sus ruedas.

Yo s� que tiene alas.
Que canta cuando vuela
dormida, abriendo al sue�o
una celeste senda.

Yo s� que tiene alas.
Que volando me lleva
por prados que no acaban
y mares que no empiezan.

Yo s� que tiene alas.
Que el d�a que ella quiera,
los cielos de la ida
ya nunca tendr�n vuelta.

Rafael Alberti.

Gregario de Lujo (Cuento) Subir

Indalecio P�rez era un corredor ejemplar. Tenia el reconocimiento de todo el pelot�n internacional. Llevaba a gala, a sus ya 32 a�os, el haber dedicado todo su esfuerzo y su carrera profesional en ayudar al jefe de filas del equipo, y �l por experiencia, ya habia trabajado para muchos de ellos. Cumplia con disciplina su misi�n, fuera �sta ir a por el agua para el resto de compa�eros, prestarle su herramienta de trabajo (la entra�able bicicleta) a su lider en caso de caidas, o negociar quiz�s con corredores de otros equipos la estrat�gia de carrera, el trabajo sucio, por as� decirlo.

Indalecio, alejado siempre de los primeros puestos, de los podiums reservados a los grandes, no vistiendo jam�s un maillot de un color que no fuera el de el equipo que defendiera. Sus momentos de glor�a se reducian a tirar como un poseso durante algunos kms en los grandes puertos, hasta que se le acababa la cuerda. O bien alguna "escapadita" consentida cuando ya estaba a 3 horas en la general y no habia que trabajar para el lider. Quiz�s esperar que a su jefe de filas le fuera bien y tuviera la generosidad de repartir por igual el bot�n con el resto del equipo, lo cual era lo justo pero no a veces lo habitual. En fin, era un jornalero de la gloria, un cliente asiduo del "tio del mazo" por obligaci�n, aunque �l siempre manifestara que por devoci�n tambien. Indalecio era as�...

El hecho es que nos situamos en un momento concreto, tal que as�: etapa reina, �ltimo puerto del d�a, de categor�a especial para m�s inri. Y encontramos a Indalecio en un exiguo ya grupo de cabeza, de apenas 20 unidades, con los elegidos...m�s Indalecio, que bastante hace en ir por ah� (dir�a siempre, pero hoy es distinto. No obstante no adelantemos acontecimientos) a pesar de que su vocacion de gregario le haga tirar del grupo medio extenuado ya. El hecho es que hoy se encuentra como quiz�s jam�s hab�a estado, sub�a sin cadena, iba sobrado... Una voz apenas imperceptible para un espectador, pero facilmente audible para quien ya tiene tablas en esto de la bici le indica: "...inda, tranquilo, tranquilo...". Inconfundible, a su espalda, su lider y jefe, y tal Legstrom. Lo que no es tan com�n es la orden. �Qu� le ocurria hoy, quiz�s una pajara en ciernes? �Ser�a legstrom un nuevo cliente del "tio del mazo"?. El razonamiento obligaba a ejecutar el mandato, pero algo ha empezado ya a suceder en la mente de Indalecio...Obedeciendo a un arrebato de rebeld�a, lejos de aminorar el ritmo, el escudero mod�lico empieza a poner en fila de a uno en grupo. Posteriormente ya no existe grupo, el rosario de corredores descolgados es espectacular. Espectadores, periodistas, y directores de equipo no dan cr�dito a lo que est� ocurriendo. A Indalecio le dio la risa, y vaya si corri�, como jam�s lo habia hecho. A estas alturas de la pel�cula la voz del tal Legstrom ya no es un leve susurro, ya era un grito en toda regla, como pidiendo explicaciones por lo que suced�a. El director del equipo, frotandose los ojos, juraba en arameo, abroncando a su pupilo leal por su actitud, pero ni caso Indalecio. Solo le faltaba atropellarlo con el coche, aunque el atropellado entre tanto alboroto fue un pobre polaco que intentaba sacar una foto y guardar testimonio de la proeza...

El resultado de la locura-machada (no se como definirlo) de Indalecio: maillot amarillo y portada en los periodicos deportivos de media Europa. Las circunstancias colaterales, como que al dia siguiente tambien se corria una etapa brutal en los Alpes, la crisis interna originada en el equipo, o si Indalecio simplemente habia descubierto el dopaje a la "tierna" edad de 32 a�os son temas que no interesan ahora. Solo decir que por una vez, se sintio grande, desafio los c�nones y experimento lo que para otros es pura rutina, pero que para �l significaba la gloria en forma de azafatas con grandes ramos de flores y un maillot color amarillo que precisamente no era de mala suerte.

El �ltimo (Cuento) Subir

Marcel Aym� (Francia, 1902-1967)

El �ltimo (fragmento), de El hombre que atravesaba paredes y otros cuentos.

" Arrugas profundas surcaban su rostro descarnado, que ten�a el color de los caminos de oto�o. Ten�a el pelo ya completamente blanco, pero en la mirada de sus ojos gastados brillaba una llama de juventud. El maillot azul flotaba sobre su torso flaco y encorvado, pero ya no era azul y parec�a de bruma o polvo. No ten�a dinero para coger el tren, pero no se lamentaba. Cuando llegaba a Bayona, donde ya se hab�an olvidado de la carrera, que hab�a pasado hac�a tres d�as, volv�a a subir a la silla para tomar en Roubaix la salida de otra competici�n. Recorr�a toda Francia a pie en las subidas, pedaleando y durmiendo mientras hac�a rueda libre en las bajadas, sin detenerse ni de d�a ni de noche. - Me estoy entrenando -dec�a.

Pero se enteraba en Roubaix de que los corredores hab�an salido hac�a ya una semana. Mov�a la cabeza y murmuraba mientras montaba de nuevo en la m�quina: - �Qu� pena! ��sta s� que la ganaba! En fin, voy a correr la Grenoble-Marsella. Necesito ponerme a punto trepando por los Alpes. Pero llegaba demasiado tarde a Grenoble, y a Nantes, a Par�s, a Perpi��n, a Brest, a Cherburgo. Siempre demasiado tarde. - �Qu� l�stima! -dec�a con una vocecita temblona-. �Qu� l�stima! Pero, a ver si los cojo... Tranquilamente dejaba Provenza para ir a Breta�a, o Artois, para ir al Rosell�n, o el Jura, para ir a la Vend�e, y de vez en cuando, gui�ando un ojo, dec�a a los mojones de la carretera: - Me estoy entrenando.

Mart�n se hizo tan viejo que ya casi no ve�a. Pero sus amigos, los mojones kilom�tricos, e incluso los m�s peque�os, los hect�metros, le hac�an comprender que ten�a que girar a la derecha o a la izquierda. Tambi�n su bicicleta hab�a envejecido. Era de una marca desconocida, tan vieja que los historiadores jam�s hab�an o�do hablar de ella. La pintura hab�a desaparecido, incluso la herrumbre estaba oculta por el barro y por el polvo. Las ruedas hab�an perdido casi todos sus radios, pero Mart�n era tan ligero que los cinco o seis que quedaban bastaban para sostenerlo. - �Dios m�o! -dec�a-. Y no obstante, tengo una buena bici. De esto s� que no puedo quejarme.

Rodaba sobre las llantas, y como su m�quina avanzaba con fragor de chatarra, los chiquillos le tiraban piedras gritando: - �Al loco! �Al de la chatarra! �Al manicomio! - A ver si los alcanzo - se dec�a Mart�n, que no o�a muy bien. Llevaba muchos a�os intentando tomar parte en una carrera, pero siempre llegaba tarde. Una vez, sali� de Narbona para ir a Par�s, donde, al cabo de una semana, dar�an la salida para la Vuelta a Francia. Lleg� al a�o siguiente y tuvo la alegr�a de saber que los corredores hac�a s�lo un d�a que hab�an salido. - A ver si esta tarde los atrapo -dijo - y me llevo la segunda etapa.

Y cuando montaba en su m�quina, al salir por la puerta Maillot, un cami�n lo dej� tumbado en la calzada. Mart�n se levant� agarrando en sus manos el manillar de su bici hecha a�icos, y dijo antes de morir: - �Esta vez, los cojo! "

Con Dios en Bicicleta Subir

Al principio ve�a a Dios como el que me observaba, como un juez que llevaba cuenta de lo que hac�a mal, como para ver si merec�a el cielo o el infierno cuando muriera.

Pasaron los a�os, y me hablaron de que sin dejar de ser Dios, era tambi�n mi Padre, un Padre infinitamente misericordioso que me hab�a amado ya desde antes de la creaci�n del mundo y segu�a am�ndome, que en �l viv�a, me mov�a y exist�a y que siempre estaba a mi lado.

Y empec� a amarle. Y de repente, empec� a sentir mi vida como si fuera un viaje en bicicleta, pero �era una bici de dos!, y not� que Dios viajaba conmigo y me ayudaba a "pedalear".

No s� como, ni s� cuando sucedi� que �l me sugiri� que cambi�ramos los lugares, lo que s� s�, es que mi vida no ha sido la misma desde entonces.

No confi� mucho en �l al principio, me cost� mucho darle el control de mi vida. Pens� que la echar�a a perder, porqu� yo sab�a muy bien donde iba, ya ten�a el camino y la meta fijados, aunque todo fuera un tanto aburrido y predecible, incluso las ca�das. Sin embargo, cuando �l tom� el mando ; me olvid� de mi "aburrida" vida y mi vida se convirti� en una aventura. �Mi vida con Dios empez� a ser y sigue siendo muy asombrosa y emocionante!. Me di cuenta que �l conoc�a cosas que yo no sab�a acerca de andar en bici, �l conoc�a secretos... Sab�a como doblar para dar vueltas cerradas, brincar para evitar obst�culos llenos de piedras, buscar senderos abiertos en los que su compa��a se hac�a "luz" cuando en mi vida se hacia de noche y hab�an desaparecido la luna y las estrellas, incluso sab�a "volar" para no caer en precipicios. El conoc�a caminos diferentes con paisajes hermos�simos, a trav�s de monta�as y de valles, y borde�bamos r�os y atraves�bamos pueblos y con velocidades incre�bles. Lo �nico que yo pod�a hacer era sostenerme; aunque pareciera una locura.

Y cuando le dec�a "estoy asustado", �l se inclinaba un poco para atr�s y por unos segundos cog�a mi mano y mi temor desaparec�a.Y cuando le dec�a: "estoy cansado"; o me preocupaba y ansiosamente le preguntaba: "�a d�nde me llevas?..." �l giraba un poco la cabeza, y escuchaba su voz llena de ternura que me dec�a: "PEDALEA Y CONF�A EN MI...".

As� que comenc� a confiar en �l..

�l me llev� a conocer lugares desolados, donde reinaba el hambre, la pobreza, la enfermedad, la injusticia, y tambi�n me llev� a conocer gente con un coraz�n lleno de dones, lleno de amor, de generosidad, de justicia, de alegr�a y de paz. Ellos me dieron esos dones para llevarlos en mi viaje; nuestro viaje: de Dios y m�o. Y �l me dijo: "Comparte estos dones, dalos a la gente, son sobrepeso, mucho peso extra , as� te ir�s pareciendo a m�, que todo cuanto tengo os lo he dado y el viaje se nos har� m�s ' ligero' ". Y as� lo hice con la gente que �bamos conociendo. Y all� �bamos una y otra vez, �l y yo...

... ahora ya no le digo nada; estoy aprendiendo a "pedalear" con otro ritmo, por los m�s "extra�os lugares", estoy aprendiendo a callar y a disfrutar de la vista de este paisaje nuevo y de la suave brisa en mi cara. Y sobre todo estoy aprendiendo a gozar de la incre�ble y deliciosa compa��a de mi Dios.

Se que �l lleva la bici y conf�o del todo en �l.

S�lo le digo de vez en cuando que estoy "cansado", porque me gusta verle girar ligeramente la cabeza hacia mi y escuchar como me dice, con una ternura inefable:

"�NIMO, �PEDALEA! Y CONF�A EN MI, YO TE LLEVO"... Subir

Oda a la Bicicleta Subir

Iba por el camino crepitante: el sol se desgranaba como ma�z ardiendo y era la tierra calurosa un infinito c�rculo con cielo arriba azul, deshabitado.

Pasaron junto a m� las bicicletas, los �nicos insectos de aquel minuto seco del verano, sigilosas, veloces, transparentes: me parecieron s�lo movimientos del aire.

Obreros y muchachas a las f�bricas iban entregando los ojos al verano, las cabezas al cielo, sentados en los �litros de las vertiginosas bicicletas que silbaban cruzando puentes, rosales, zarza y mediod�a

Pens� en la tarde cuando los muchachos se laven, canten, coman, levanten una copa de vino en honor del amor y de la vida, y a la puerta esperando la bicicleta inm�vil porque s�lo de movimiento fue su alma y all� ca�da no es insecto transparente que recorre el verano, sino esqueleto fr�o que s�lo recupera un cuerpo errante con la urgencia y la luz, es decir, con la resurrecci�n de cada d�a.

(Pablo Neruda, 1956, Tercer libro de las odas) 1

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