Anton PANNEKOEK
Teoría marxista y táctica revolucionaria
Índice
5. Actividad parlamentaria y acción de las masas
La acción de masas no es nada nuevo: es tan vieja como la actividad
parlamentaria misma. Toda clase que ha hecho uso del parlamento también
ha acudido en ocasiones a la acción de masas; pues constituye
un complemento necesario o --mejor aún-- un correctivo
a la acción parlamentaria. Dado que, en los sistemas parlamentarios
desarrollados, el parlamento mismo promulga la legislación, incluyendo
la legislación electoral, una clase o camarilla que ha ganado
una vez la superioridad está en posición de afianzar su
dominación para siempre, independientemente de todo el desarrollo
social. Pero si su hegemonía se vuelve incompatible con una nueva
fase de desarrollo, la acción de masas, a menudo en la forma
de una revolución o de un levantamiento popular, interviene como
una influencia correctiva, barre a la camarilla gobernante, impone una
nueva ley electoral en el parlamento, y así reconcilia el parlamento
y la sociedad una vez más. La acción de masas también
puede ocurrir cuando las masas están en apuros particularmente
horribles, para impeler al parlamento a aliviar su miseria. El miedo
a las consecuencias de la indignación de las masas induce frecuentemente
a la clase que sostiene el poder parlamentario a hacer concesiones que
las masas no habrían obtenido de otro modo. Si las masas tienen
o no portavoces en el parlamento en tales ocasiones está lejos
de carecer de importancia, pero es no obstante de importancia secundaria;
la fuerza determinante crucial descansa fuera.
Hemos entrado ahora, nuevamente, en un periodo en el que esta influencia
correctiva en el funcionamiento del parlamento es más necesaria
que nunca; la lucha por el sufragio democrático por un lado,
y el coste creciente de la vida y el peligro de la guerra por el otro,
están inflamando la acción de masas. A Kautsky le gusta
señalar que no hay nada nuevo en estas formas de lucha; acentúa
la similitud con las más tempranas. Nosotros, sin embargo, enfatizamos
los nuevos elementos que las distinguen de todas las que se
han producido antes. El hecho de que el proletariado socialista de Alemania
haya empezado a usar estos métodos los dota de una importancia
e implicaciones enteramente nuevas, y fue precisamente a su clarificación
a lo que se dedicaba mi artículo. En primer lugar, porque el
proletariado altamente organizado, consciente como clase, del que el
proletariado alemán es el ejemplo más desarrollado, tiene
un carácter de clase completamente diferente del de las masas
populares hasta ahora, y sus acciones son, por consiguiente, cualitativamente
diferentes. En segundo lugar, porque este proletariado está destinado
a promulgar una revolución de largo alcance, y la acción
que tome tendrá, por consiguiente, un efecto profundamente subversivo
sobre el conjunto de la sociedad, sobre el poder del Estado y sobre
las masas, aun cuando no sirva directamente a una campaña electoral.
Kautsky no está justificado, por lo tanto, a apelar a Inglaterra
como un modelo “en el que podemos estudiar mejor la naturaleza
de la acción de masas moderna”. Lo que a nosotros
nos preocupa es la acción política de masas orientada
a afianzar nuevos derechos y a dar así expresión parlamentaria
al poder del proletariado: en Inglaterra se trataba de un caso de acción
de masas por parte de los sindicatos, una huelga de masas en apoyo de
las reivindicaciones sindicales que expresaba la debilidad de los viejos
métodos sindicales conservadores de buscar auxilio del gobierno.
Lo que a nosotros nos concierne es un proletariado tan políticamente
maduro, tan profundamente instilado con el socialismo como lo está
aquí, en Alemania; el conocimiento socialista y la claridad política
necesarias para tales acciones estaba completamente ausente entre las
masas en la huelga en Inglaterra. Por supuesto, los últimos acontecimientos
también demuestran que el movimiento obrero no puede arreglarselas
sin las acciones de masas; ellas son también una consecuencia
del imperialismo. Pero, a pesar de las admirables solidaridad y determinación
manifestadas en ellas, tenían más bien el carácter
de arranques desesperados que el de acciones deliberadas conduciendo
a la conquista del poder, que sólo un proletariado profundamente
imbuido en el socialismo puede emprender.
Como señalamos en el Leipziger Volkszeitung, la actividad parlamentaria
y la acción de las masas no son incompatibles entre sí;
la acción de masas en la lucha por el sufragio dota a la actividad
parlamentaria de una base nueva, más amplia. Y en nuestro primer
artículo defendimos que el creciente coste de la vida y el peligro
de guerra bajo el imperialismo, la forma moderna del capitalismo, están
en la raíz de la acción de masas moderna.
El camarada Kautsky “falla a ver” cómo esto resulta
en “la necesidad de nuevas tácticas” --la necesidad
de la acción de masas, en otras palabras--; pues la acción
de masas orientada a “alterar o exigir decisiones del parlamento”
no puede suprimir en mayor medida los efectos básicos del capitalismo
--las causas de la elevación del coste de la vida, por ejemplo,
que descansa en las malas cosechas, la producción de oro y el
sistema de cárteles-- contra los cuales son impotentes los parlamentos,
que cualquier otra forma de acción política. Es una pena
que los parisienses impulsados a la revuelta en 1848 por la crisis y
el coste creciente de la vida no supiesen eso; no habrían hecho
ciertamente la Revolución de Febrero.
Quizás el camarada Kautsky vería esto como otra demostración
aun de la incomprensión de las masas, cuyo instinto es sordo
a las alegaciones de la razón. Pero si, estimuladas por el hambre
y la miseria, las masas se alzan juntas y demandan alivio a pesar de
los argumentos del teórico de que ninguna forma de acción
política puede lograr algo frente a los males fundamentales del
capitalismo, entonces es que son los instintos de las masas los que
están lo correcto y la ciencia del teórico la que está
equivocada. Primero, porque la acción puede fijarse metas inmediatas
que no son un sin sentido; cuando están sometidos a una presión
poderosa, los gobiernos y aquéllos con autoridad pueden hacer
un gran pacto para aliviar la miseria, incluso cuando esta tiene causas
más profundas y no puede ser alterada meramente mediante la decisión
parlamentaria --como pudieron los impuestos y aranceles en Alemania--.
Segundo, porque el efecto duradero de la acción de masas a gran
escala es un golpe que quiebra más o menos la hegemonía
del capital, y por eso ataca la raíz del mal.
Kautsky procede constantemente a partir de la asunción de que,
mientras tanto el capitalismo no haya sido transformado en socialismo,
debe aceptarse como un hecho fijo, invariable, contra cuyos efectos
es vano luchar. Durante el periodo en el que el proletariado es todavía
débil, es cierto que una manifestación particular del
capitalismo --como la guerra, el coste creciente de la vida, el desempleo--
no puede ser suprimida mientras el resto del sistema continue funcionando
en todo su poderio. Pero esto no es cierto para el periodo del declive
capitalista, en el que ahora el proletariado poderoso, él mismo
una fuerza elemental del capitalismo, arroja su propia voluntad y poder
a la balanza de las fuerzas elementales. Si esta visión de la
transición del capitalismo al socialismo le parece “muy
oscura y misteriosa” al camarada Kautsky --lo que sólo
significa que es nueva para a él--, entonces es sólo porque
él considera el capitalismo y el socialismo como entidades fijas,
elaboradas de antemano, y falla a captar la transición del uno
al otro como un proceso dialéctico. Cada asalto del
proletariado a los efectos peculiares del capitalismo significa un debilitamiento
del poder del capital, un fortalecimiento de nuestro propio poder y
un paso adelante en el proceso de la revolución.
Siguiente >>
|