Anton PANNEKOEK
Teoría marxista y táctica revolucionaria
Índice
2. Clase y masas
Nosotros argumentábamos que el camarada Kautsky se había
dejado en casa sus herramientas analíticas marxistas en su análisis
de la acción de las masas, y que la insuficiencia de su método
se hacía presente desde el momento en que fallaba a llegar a
una conclusión definida. Kautsky contesta: “En absoluto.
Yo llegué a la conclusión muy definida de que las masas
desorganizadas en cuestión eran altamente imprevisibles en carácter.”
Y se refiere a las arenas movedizas del desierto como similarmente imprevisibles.
Con todo el debido respeto a esta ilustración, nosotros debemos
no obstante defender nuestro argumento. Si, en el análisis de
un fenómeno, encuentras que asume varias formas y es completamente
imprevisible, eso meramente demuestra que no has encontrado la base
real que lo determina. Si, después de estudiar la posición
de la luna, por ejemplo, alguien “llegó a la conclusión
muy definida" de que a veces aparece en el noroeste, a veces en
el sur y a veces en el oeste, de un modo completamente arbitrario e
imprevisible, entonces todos diríamos correctamente que ese estudio
fue infructuoso --aunque pueda ser, por supuesto, que la fuerza en funcionamiento
no pueda ser identificada todavía--. El investigador habría
merecido solamente la crítica si hubiese ignorado completamente
el método de análisis que, como sabía perfectamente
bien, era el único que podría producir resultados en ese
campo.
Así es como Kautsky trata la acción de masas. Él
observa que las masas han actuado de diferentes maneras históricamente,
a veces en un sentido reaccionario, a veces en un sentido revolucionario,
a veces permaneciendo pasivas, y llega a la conclusión de que
uno no puede construir sobre este cimiento cambiante e imprevisible.
¿Pero qué nos dice la teoría marxista? Que, más
allá de los límites de la variación individual
--o sea, en lo que atañe a las masas--, las acciones de los hombres
están determinadas por su situación material, sus intereses
y las perspectivas que surgen de los últimos y que éstos,
haciendo concesiones por el peso de la tradición, son diferentes
para las diferentes clases. Si vamos a comprender el comportamiento
de las masas, entonces debemos hacer distinciones claras entre las diversas
clases: las acciones de una masa lumpenproletaria, una masa campesina
y una masa proletaria moderna serán completamente diferentes.
Por supuesto, Kautsky no podría llegar a ninguna conclusión
disponiéndolas todas juntas indiscriminadamente; la causa de
su fracaso para encontrar una base para la predicción, sin embargo,
no descansa en el objeto de su análisis histórico, sino
en la inadecuación de los métodos que ha usado.
Kautsky da otra razón por despreciar el carácter de
clase de las masas actuales: como combinación de varias clases,
no tienen ningún carácter de clase:
“En la pág. 45 de mi artículo, examiné qué
elementos podrían estar potencialmente involucrados en la acción
de este tipo en la Alemania actual. Mi hallazgo fue que, despreciando
a los niños y a la población agrícola, uno tendría
que contar con unos treinta millones de personas, de las cuales sólo
en torno a un décimo serían obreros organizados. El resto
estaría compuesto por obreros desorganizados, en su mayor parte
infectados todavía por el pensamiento del campesinado, la pequeño-burguesía
y el lumpenproletariado, junto con una buena porción de miembros
de los dos últimos estratos mismos.
Aun tras los reproches de Pannekoek, yo todavía no veo cómo
se puede atribuir un carácter de clase unificado a tales masas
abigarradas. No es que yo ‘dejase mi marxismo en casa', yo nunca
poseí tales 'herramientas analíticas'. El camarada Pannekoek
piensa claramente que la esencia del marxismo consiste en ver una clase
particular, a saber, al proletariado asalariado industrial, con conciencia
de clase, dondequiera que las masas estén involucradas.”
Kautsky no se hace justicia aquí. Para legitimar un lapsus momentáneo,
lo generaliza, y sin justificación. Afirma que nunca ha poseído
las “herramientas analíticas” marxistas capaces de
identificar el carácter de clase de estas “masas abigarradas”
--el dice “unificadas”-- pero lo que está en cuestión
es obviamente el carácter de clase predominante, el carácter
de la clase que constituye la mayoría y cuyas perspectivas e
intereses son decisivos, como es el caso hoy del proletariado industrial.
Pero se está equivocando; pues esta misma masa, hecha aún
más abigarrada por la adición de la población rural,
surge en el contexto de la política parlamentaria. Y todos los
escritores del Partido Social-Demócrata partían del principio
de que la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado
constituía el contenido básico de su política parlamentaria,
que las perspectivas e intereses del trabajo asalariado gobiernan todas
sus políticas y representan las perspectivas e intereses de la
gente en su conjunto. ¿Hace eso que lo que sigue siendo bueno
para las masas en el campo de la política parlamentaria de repente
deje de aplicarse tan pronto éstas se vuelven hacia la acción
de masas?
Al contrario, el carácter de clase proletario se expresa con
la mayor claridad en la acción de masas. En lo que concierne
a la política parlamentaria, el país entero está
involucrado, incluso los pueblos y aldeas más aislados; no tiene
relación con cómo de densamente se concentra la población.
Pero son principalmente las masas apiñadas juntas en las grandes
ciudades las que se comprometen en la acción de masas; y, de
acuerdo con las estadísticas oficiales más recientes,
la población de las 42 mayores ciudades de Alemania está
compuesta de un 15.8 por ciento de empleados por cuenta propia, un 9.1
por ciento por empleados clericales y un 75.0 por ciento de obreros,
sin tener en cuenta el 25 por ciento al que no puede atribuirse ninguna
ocupación precisa. Si también tomamos nota de que en 1907
el 15 por ciento de la fuerza de trabajo alemana trabajaba en empresas
pequeñas, el 29 por ciento en empresas de escala media y el 56
por ciento en las empresas de gran escala y gigantescas, vemos cómo
de firmemente se estampa sobre las masas idóneas para participar
en la acción de masas el carácter del trabajador asalariado
empleado en la industria a gran escala. Si Kautsky sólo puede
ver masas abigarradas, es en primer lugar porque cuenta a las esposas
de los obreros organizados como pertenecientes a los veintisiete millones
no organizados, y en segundo lugar porque niega el carácter de
clase proletario de aquellos obreros que no están organizados
o que todavía no han desechado las tradiciones burguesas. Nosotros,
por consiguiente, volvemos a enfatizar que lo que cuenta en el desarrollo
de estas acciones, en las que los intereses y pasiones más profundos
de las masas salen a la superficie, no es el número de miembros
de la organización ni la ideología tradicional, sino en
una magnitud siempre creciente el carácter de clase real de las
masas.
Ahora se vuelve clara qué relación guardan nuestros
métodos entre sí. Kautsky denuncia mi método como
“marxismo supersimplificado"; yo estoy afirmando,
una vez más, que el suyo no es ni supersimplificado ni supersofisticado,
sino no marxista en absoluto. Cualquier ciencia que busque investigar
un área de la realidad debe empezar por la identificación
de los factores principales y de las fuerzas subyacentes básicas
en su forma más simple; esta primera imagen simple es entonces
rellenada, mejorada y hecha más compleja en cuanto se proporcionan
para corregirla los detalles adicionales, las causas secundarias y las
influencias menos directas, de modo que se aproxime cada vez más
estrechamente a la realidad. Permítasenos tomar como ilustración
el análisis de Kautsky de la gran revolución francesa.
Aquí encontramos como una primera aproximación la lucha
de clases entre la burguesía y las clases feudales; un contorno
de estos factores principales, cuya validez general no puede cuestionarse,
podría describirse como “marxismo supersimplificado".
En su folleto de 1889, Kautsky analizaba las subdivisiones dentro de
esas clases, y pudo así mejorar y ahondar significativamente
este primer esbozo simple. El Kautsky de 1912, sin embargo, mantendría
que no había ningún tipo de unidad a respecto del carácter
de las masas abigarradas que componían el Tercer Estado contemporáneo;
y que sería vano esperar de él acciones y resultados definidos.
Así es cómo está el asunto en este caso --excepto
que la situación es más complicada porque involucra el
futuro, y las clases de hoy tienen que ensayar y localizar las fuerzas
que lo determinan--. Como primera aproximación orientada a conseguir
una perspectiva general inicial, debemos volver al rasgo básico
del mundo capitalista, la lucha entre la burguesía y proletariado,
las dos clases principales; intentamos perfilar el proceso de revolución
como un desarrollo de las relaciones de poder entre ellas. Somos, por
supuesto, perfectamente bien conscientes de que la realidad es mucho
más compleja, y que quedan muchos problemas por ser resueltos
antes de que la comprendamos: debemos en cierta medida esperar las lecciones
de la práctica para hacerlo. La burguesía no es una clase
más unificada que el proletariado; la tradición todavía
influye en ambos; y entre la masa del pueblo están también
los lumpenproletarios, los pequeños burgueses y los empleados
clericales cuyas acciones están inevitablemente determinadas
por sus situaciones de clase particulares. Pero una vez que sólo
forman mezclas insuficientemente importantes para oscurecer el carácter
básico proletario-asalariado de las masas, lo anterior es meramente
un calificativo que no refuta el contorno inicial, sino que lo elabora.
La colaboración de las diversas tendencias en la forma de un
debate es necesaria para dominar y clarificar estos problemas. ¿Necesitamos
decir que contamos con el autor de los Conflictos de Clase de 1789 para
indicar los problemas y dificultades por ser resueltos todavía
en sus críticas de nuestro esbozo inicial? Pero el Kautsky de
1912 declara que excede su competencia ayudar en esto, la cuestión
más importante que enfrenta el proletariado militante, la de
la identificación de las fuerzas que darán forma a su
lucha revolucionaria venidera, sobre el fundamento de que él
no sabe cómo puede atribuirse un "carácter de clase
unificado" a "tales masas abigarradas" como las masas
proletarias actuales.
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