Anton PANNEKOEK
Teoría marxista y táctica revolucionaria
Índice
1. Nuestras diferencias
Durante varios años atras, un profundo desacuerdo táctico
ha estado desarrollandose en una serie de cuestiones entre aquéllos
que habían compartido previamente un terreno común como
marxistas, y habían luchado juntos contra el revisionismo en
nombre de la táctica radical de la lucha de clases. Vio la luz
por primera vez en 1910, en el debate entre Kautsky y Luxembourg sobre
la huelga de masas; luego vino la disensión sobre el imperialismo
y la cuestión del desarme; y finalmente, con el conflicto sobre
el pacto electoral realizado por el ejecutivo del Partido y la actitud
a ser adoptada hacia los liberales, los problemas más importantes
de la política parlamentaria se convirtieron en el sujeto de
la disputa.
Uno puede lamentar este hecho, pero ninguna lealtad de partido puede
exorcizarlo; solamente podemos arrojar luz sobre él, y ésto
es lo que demanda el interés del partido. Por un lado, deben
identificarse las causas de la disensión, para mostrar que es
natural y necesaria; y, por el otro, el contenido de las dos perspectivas,
sus principios más básicos y sus implicaciones de mayor
alcance, deben extraerse de las formulaciones de las dos partes, de
modo que los camaradas del partido puedan orientarse y escoger entre
ellas; ésto sólo es posible a través de la discusión
teórica.
La fuente de los recientes desacuerdos tácticos se ve claramente:
bajo la influencia de las formas modernas del capitalismo, se han desarrollado
nuevas formas de acción en el movimiento obrero, o sea, la acción
de masas. Cuando inicialmente hicieron su aparición, fueron bienvenidas
por todos los marxistas y fueron aclamadas como un signo de desarrollo
revolucionario, un producto de nuestra táctica revolucionaria.
Pero, en la medida que el potencial práctico de la acción
de masas se desarrollaba, empezó a plantear nuevos problemas;
la cuestión de la revolución social, hasta ahora una meta
última distante e inalcanzable, se convertía ahora en
un problema vivo para el proletariado militante, y las tremendas dificultades
implícitas se hicieron claras para todos, casi como una materia
de experiencia personal. Esto dio lugar a dos tendencias de pensamiento:
una asumía el problema de la revolución, y analizando
la efectividad, importancia y potencial de las nuevas formas de acción,
buscaba asir cómo el proletariado sería capaz de cumplir
su misión; la otra, como encogiéndose ante la magnitud
de esta perspectiva, andaba a tientas entre las viejas formas de acción
parlamentarias, en busca de tendencias que harían posible posponer
por ahora el emprender la tarea. Los nuevos métodos del movimiento
obrero han dado lugar a una escisión ideológica entre
aquéllos que previamente defendían las tácticas
de partido marxistas radicales.
En estas circunstancias, es nuestro deber como marxistas clarificar
las diferencias hasta donde sea posible por medio de la discusión
teórica. Esto es por lo que, en nuestro artículo “Acción
de masas y Revolución”, perfilamos el proceso de desarrollo
revolucionario como una inversión de las relaciones de poder
de clase para proporcionar una exposición básica de nuestra
perspectiva, e intentamos clarificar las diferencias entre nuestras
visiones y aquéllas de Kautsky en una crítica de dos artículos
suyos. En su réplica, Kautsky desplazó el problema a un
terreno diferente: en lugar de disputar la validez de las formulaciones
teóricas, él nos acusó de querer imponer las nuevas
tácticas al Partido. En el Leipziger Volkszeitung [El Periódico
del Pueblo de Leipzig] del 9 septiembre, nosotros mostramos que esto
volvía del revés todo el propósito de nuestra argumentación.
Nosotros habíamos intentado, en la medida en que era posible,
clarificar las distinciones entre las tres tendencias, dos radicales
y una revisionista, que ahora se confrontan entre sí en el Partido.
El camarada Kautsky parece haber errado la clave de todo este análisis,
una vez que comenta irritadamente: “Pannekoek ve mi pensamiento
como puro revisionismo.”
Lo que nosotros estábamos argumentando era, por el contrario,
que la posición de Kautsky no es revisionista. Por la misma razón
de que muchos camaradas juzgaban mal a Kautsky porque estaban preocupados
con la dicotomía radical-revisionista de debates anteriores,
y se preguntaban si se estaba volviendo gradualmente revisionista --por
esta misma razón era necesario hablar claro y considerar la práctica
de Kautsky en términos de la naturaleza particular de su posición
radical--. Mientras que el revisionismo busca limitar nuestra actividad
a las campañas parlamentarias y sindicales, a la consecución
de reformas y mejoras que evolucionarán de modo natural hacia
el socialismo --una perspectiva que sirve de base para la táctica
reformista dirigida solamente a beneficios a corto plazo--, el radicalismo
enfatiza la inevitabilidad de la lucha revolucionaria por la conquista
del poder que está ante nosotros y, por consiguiente, dirige
su táctica hacia la elevación de la conciencia de clase
y la incrementación del poder del proletariado. Es acerca de
la naturaleza de esta revolución en lo que nuestras visiones
divergen. Por lo que respecta a Kautsky, ésta es un acontecimiento
del futuro, un apocalipsis político, y todo lo que tenemos que
hacer entretanto es prepararnos para la confrontación final juntando
nuestras fuerzas y agrupando e instruyendo a nuestras tropas. En nuestra
visión, la revolución es un proceso cuyas primeras fases
estamos experimentando ahora, pues es sólo mediante la lucha
por el poder mismo como las masas pueden agruparse, instruirse y constituirse
en una organización capaz de tomar el poder. Estas concepciones
diferentes conducen a evaluaciones completamente diferentes de la práctica
actual; y está claro que el rechazo de los revisionistas a cualquier
acción revolucionaria y el aplazamiento de Kautsky de la misma
a un futuro indedeterminado se enlazan para unirles en muchos de los
problemas actuales sobre los cuales ambos se nos oponen.
Esto, por supuesto, no quiere decir que estas corrientes formen grupos
distintos, conscientes, en el Partido: en cierta medida no son más
que tendencias de pensamiento contrapuestas. Tampoco significa oscurecer
la distinción entre el radicalismo kautskiano y el revisionismo,
sino meramente un acercamiento que, no obstante, se volverá cada
vez más pronunciado en tanto se afirme la lógica interna
del desarrollo, pues el radicalismo que es real pero aún pasivo
no puede más que perder su base de masas. Necesario como era
guardar los métodos tradicionales de lucha en el periodo en que
el movimiento estaba desarrollandose incipientemente, ha llegado el
momento obligado en el que el proletariado aspirará a transformar
su elevado conocimiento de su propio potencial en la conquista de nuevas
posiciones de poder decisivas. Las acciones de masas en la lucha por
el sufragio en Prusia testifican esta determinación. El revisionismo
era él mismo una expresión de esta aspiración por
lograr resultados positivos como fruto del creciente poder; y, a pesar
de las desilusiones y fracasos que ha traído, debe su influencia
principalmente a las nociones de que la táctica de partido radical
significa simplemente la espera pasiva sin conseguir beneficios definidos
y que el marxismo es una doctrina del fatalismo. El proletariado no
puede descansar de la lucha por nuevos avances; aquéllos que
no están preparados para dirigir esta lucha en un curso revolucionario
serán, cualesquiera que sean sus intenciones, empujados más
y más hacia el camino reformista de perseguir resultados positivos
por medio de la táctica parlamentaria particular y de las negociaciones
con otros partidos.
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