Anton PANNEKOEK
Sociedad y Mente en la filosofía marxiana
Índice
II
El materialismo histórico de Marx es un método de interpretación
de la historia. La historia consiste en los hechos, en las acciones
de los hombres. ¿Qué induce estas acciones? ¿Qué
determina la actividad del hombre?
El hombre, como un organismo con ciertas necesidades que deben satisfacerse
como condición de su existencia, está dentro de una naturaleza
circundante, que ofrece los medios para satisfacerlas. Sus necesidades
y las impresiones del mundo circundante son los impulsos, los estímulos
a los que sus acciones responden, justo como con todos los seres vivos.
En el caso del hombre, la conciencia se interpone entre el estímulo
y la acción. La necesidad, tal como se siente directamente, y
el mundo circundante tal como es observado a través de los sentidos,
trabajan en la mente, producen pensamientos, ideas y miras, estimulan
la voluntad y ponen al cuerpo en acción.
Los pensamientos y objetivos de un hombre activo son considerados
por él como la causa de sus acciones; no se pregunta de donde
vienen estos pensamientos. Esto es especialmente cierto porque
los pensamientos, ideas y objetivos, no son como una norma derivada
de las impresiones por el razonamiento consciente, sino que son el producto
de procesos espontáneos subconscientes en nuestras mentes. Para
los miembros de una clase social, las experiencias diarias de la vida
condicionan, y las necesidades de clase moldean, la mente según
una determinada línea de sentimiento y de pensamiento, para producir
determinadas ideas sobre lo que es útil y lo que es bueno o malo.
Las condiciones de una clase son necesidades de vida para sus miembros,
y ellos consideran lo que es bueno o malo para ellos como lo bueno o
malo en general. Cuando las condiciones están maduras, los hombres
entran en acción y dan forma a la sociedad de acuerdo con sus
ideas. La burguesía francesa ascendente en el siglo XVIII, sintiendo
la necesidad de las leyes del laissez-faire, de la libertad personal
para los ciudadanos, proclamó la libertad como consigna, y en
la Revolución francesa conquistó el poder y transformó
la sociedad.
La concepción idealista de la historia explica los acontecimientos
históricos como causados por las ideas de los hombres. Esto es
equivocado, en tanto que confunde la fórmula abstracta con una
acepción concreta especial, pasando por alto el hecho de que,
por ejemplo, la burguesía francesa quería sólo
aquella libertad que fuera buena para sí misma. Es más,
omite el problema real, el origen de estas ideas. La concepción
materialista de la historia explica estas ideas como causadas por las
necesidades sociales que surgen de las condiciones del sistema de producción
existente. De acuerdo con este punto de vista, los acontecimientos de
la historia están determinados por fuerzas que provienen del
sistema económico existente. La interpretación histórico-materialista
de la Revolución francesa en términos de un capitalismo
ascendente que requería un Estado moderno con legislación
adaptada a sus necesidades, no contradice la concepción de que
la Revolución fue provocada por el deseo del ciudadano de liberarse
de las restricciones; simplemente, va más allá, a la raíz
del problema. Pues el materialismo histórico sostiene que el
capitalismo ascendente produjo en la burguesía la convicción
de que la libertad económica y política era necesaria,
y así despertó la pasión y el entusiasmo que permitieron
a la burguesía conquistar el poder político y transformar
el Estado.
De este modo, Marx estableció la causalidad en el
desarrollo de sociedad humana. No es una causalidad externa al hombre,
pues la historia es al mismo tiempo el producto de la acción
humana. El hombre es un eslabón en la cadena de causa y efecto;
la necesidad en el desarrollo social es una necesidad lograda por medio
de la acción humana. El mundo material actúa sobre el
hombre, determina su conciencia, sus ideas, su voluntad, sus acciones,
y así él reacciona sobre el mundo y lo cambia. Para el
modo de pensar de la clase media tradicional, esto es una contradicción
--la fuente de interminables tergiversaciones del marxismo--: o las
acciones del hombre determinan la historia, como ellos dicen, y no hay
ninguna causalidad necesaria porque el hombre es libre; o si, como el
marxismo sostiene, hay necesidad causal, ésta sólo puede
funcionar como una fatalidad a la que el hombre tiene que someterse
sin poder cambiarla. Para el modo de pensar materialista, al contrario,
la mente humana está circunscrita por una estricta dependencia
causal al conjunto del mundo circundante.
Los pensamientos, las teorías, las ideas, que los anteriores
sistemas de sociedad han forjado así en la mente humana, han
sido preservados para la posteridad, en primer lugar en la forma material
de la actividad histórica subsiguiente. Pero también han
sido preservados en una forma espiritual. Las ideas, sentimientos, pasiones
e ideales que incitaron a las generaciones anteriores a la acción
se asentaron en la literatura, en la ciencia, en el arte, en la religión
y en la filosofía. Entramos en contacto directo con ellas en
el estudio de las humanidades. Estas ciencias pertenecen a los campos
de investigación más importantes para los estudiosos marxianos;
las diferencias entre las filosofías, las literaturas, las religiones
de pueblos diferentes en el curso de siglos sólo pueden entenderse
en términos de moldeamiento de las mentes de los hombres por
medio de sus sociedades, es decir, por medio de sus sistemas de producción.
Se ha dicho más arriba que los efectos de la sociedad sobre
la mente humana han sido depositados bajo una forma material en los
acontecimientos históricos subsiguientes. La cadena de causa
y efecto de los acontecimientos pasados, que procede de las necesidades
económicas a las nuevas ideas, de las nuevas ideas a la acción
social, de la acción social a las nuevas instituciones y de las
nuevas instituciones a nuevos sistemas económicos, se reproduce
siempre de modo completo. Tanto la causa original como el efecto final
son económicos y podemos reducir el proceso a una breve fórmula
omitiendo los términos intermedios que involucra la actividad
de la mente humana. Podemos ilustrar, entonces, la verdad de los principios
marxianos mostrando cómo, en la historia actual, el efecto sigue
a la causa. Analizando el presente, no obstante, vemos numerosas cadenas
causales que están inacabadas. Cuando la sociedad actúa
sobre las mentes de los hombres, produce a menudo ideas, ideales y teorías
que no tienen éxito en despertar a los hombres a la acción
social o por motivos de clase, o que fracasan en provocar los cambios
políticos, jurídicos y económicos necesarios. Frecuentemente,
también encontramos que las nuevas condiciones no se imprimen
al momento en la mente. Detrás de las simplicidades aparentes
se esconden complejidades tan inesperadas que sólo un instrumento
especial de interpretación puede descubrirlas en ese momento.
El análisis marxiano nos permite ver las cosas más nitidamente.
Empezamos a ver que estamos dentro de un proceso cargado de influencias
convergentes, en medio de la lenta maduración de nuevas ideas
y tendencias que constituyen la preparación gradual de la revolución.
Esta es la razón de que sea importante para la generación
presente, que hoy tiene que planear la sociedad del mañana, saber
como pueden ellos utilizar la teoría marxiana en la comprensión
de los acontecimientos y en la determinación de su propia conducta.
Por eso será necesaria aquí una consideración más
completa de cómo la sociedad actúa sobre la mente.
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