Anton PANNEKOEK
Sociedad y Mente en la filosofía marxiana

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III

La mente humana está enteramente determinada por el mundo real circundante. Ya hemos dicho que este mundo no se restringe solamente a la materia física, sino que comprende todo lo que es objetivamente observable. Los pensamientos e ideas de nuestros prójimos, que observamos por medio de su conversación o mediante nuestra lectura, están incluidos en este mundo real. Aunque los objetos imaginativos de estos pensamientos, como ángeles, espíritus o una Idea Absoluta, no pertenecen a él, la creencia en tales ideas es un fenómeno real y puede tener una influencia notable en los acontecimientos históricos.

Las impresiones del mundo penetran la mente humana como un arroyo continuo. Todas nuestras observaciones del mundo circundante, todas las experiencias de nuestras vidas, están enriqueciendo continuamente los contenidos de nuestros recuerdos y nuestras mentes subconscientes.

La recurrencia de una situación casi igual y de la misma experiencia conduce a determinados hábitos de actuación; éstos están acompañados por determinados hábitos de pensamiento. La repetición frecuente de la misma secuencia de fenómenos observada se retiene en la mente y produce una expectativa de secuencia. La pauta de que estos fenómenos siempre están relacionados, actúa entonces de este modo. Pero esta pauta --a veces, elevada a ley de la naturaleza-- es una abstracción mental de una multitud de fenómenos análogos, en los que las diferencias son desdeñadas y se enfatiza la concordancia. Los nombres por los que designamos determinadas partes similares del mundo fenoménico indican concepciones que están formadas igualmente tomando sus rasgos comunes, el carácter general de la totalidad de estos fenómenos, y abstrayéndolos de sus diferencias. La diversidad interminable, la pluralidad infinita de todos los rasgos insignificantes, accidentales, es omitida, y se conservan las características importantes, esenciales. Por su origen como hábitos de pensamiento, estos conceptos se vuelven fijos, cristalizados, invariables; cada avance en la claridad del pensamiento consiste en definir más exactamente los conceptos en lo que se refiere a sus propiedades, y en formular más exactamente las pautas. El mundo de la experiencia, sin embargo, está expandiéndose continuamente y cambiando; nuestros hábitos son perturbados y deben ser modificados, y nuevos conceptos sustituir a los viejos. Los significados, las definiciones, el alcance de los conceptos, todo se trastoca y varía.

Cuando el mundo no cambia mucho, cuando los mismos fenómenos y las mismas experiencias retornan siempre, los hábitos de actuar y pensar llegan a fijarse con gran rigidez; las nuevas impresiones de la mente se encajan en la imagen formada por la experiencia anterior y la intensifican. Estos hábitos y estos conceptos no son ninguna propiedad personal, sino propiedad colectiva; no se pierden con la muerte del individuo. Se intensifican por la interrelación mutua de los miembros de la comunidad, que viven todos en el mismo mundo; son transferidos a la generación siguiente como un sistema de ideas y creencias, una ideología --la reserva mental de la comunidad--. Donde durante muchos siglos el sistema de producción no cambia perceptiblemente, como por ejemplo en las viejas sociedades agrarias, las relaciones entre los hombres, sus hábitos de vida, su experiencia del mundo, permanecen prácticamente idénticas. En cada nueva generación que vive bajo tal sistema productivo estático, las ideas, conceptos y hábitos de pensamiento existentes se petrificarán cada vez más en una ideología dogmática e inexpugnable de verdades eternas.

Cuando, sin embargo, a consecuencia del desarrollo de las fuerzas productivas, el mundo está cambiando, entran en la mente nuevas y diferentes impresiones que no encajan con la vieja imagen. Allí empieza, entonces, un proceso de reconstrucción, a partir de los fragmentos de las viejas ideas y de las nuevas experiencias. Los viejos conceptos son reemplazados por los nuevos, los papeles y juicios anteriores son trastocados y emergen nuevas ideas. Ahora todos los miembros de una clase o grupo son afectados de manera idéntica y simultánea. Surge la disputa ideológica en relación con las luchas de clases y es proseguida ansiosamente, porque todas las diferentes vidas individuales están enlazadas de diversas maneras con el problema de cómo modelar la sociedad y su sistema de producción. Bajo el capitalismo moderno, los cambios económicos y políticos tienen lugar tan rápidamente que la mente humana apenas puede seguirles el paso. En las feroces luchas internas, las ideas se revolucionan, algunas veces rápidamente, por acontecimientos espectaculares, otras veces lentamente, por la guerra continua contra el peso de la vieja ideología. En tal proceso de transformación incesante, la conciencia humana se adapta a la sociedad, al mundo real.

Por eso, la tesis de Marx de que el mundo real determina la conciencia no significa que las ideas contemporáneas estén solamente determinadas por la sociedad contemporánea. Nuestras ideas y conceptos son la cristalización, la esencia comprensiva de la totalidad de nuestra experiencia, presente y pasada. Lo que ya fue fijado en el pasado bajo formas mentales abstractas debe ser incluido con las adaptaciones del presente que sean necesarias. Las nuevas ideas parecen, así, surgir de dos fuentes: la realidad presente y el sistema de ideas transmitido desde el pasado. A partir de esta distinción surge una de las objeciones más comunes contra el marxismo. La objeción, a saber, es que no sólo el mundo material real, sino en no menor grado los elementos ideológicos --las ideas, creencias e ideales-- determinan la mente del hombre y así sus acciones, y por consiguiente el futuro del mundo. Ésta sería una crítica correcta si las ideas se originasen solas, sin causa, de la naturaleza innata del hombre o de alguna fuente espiritual sobrenatural. El marxismo, sin embargo, dice que estas ideas tienen que tener también su origen en el mundo real bajo condiciones sociales.

Como fuerzas en el desarrollo social moderno, estas ideas tradicionales estorban la propagación de las nuevas ideas que expresan las nuevas necesidades. Al tener en cuenta estas tradiciones no nos salimos del dominio del marxismo. Pues toda tradición es un pedazo de realidad, así como cada idea es ella misma una parte del mundo real, que vive en la mente de hombres; a menudo, es una realidad muy poderosa como determinante de las acciones de los hombres. Es una realidad de naturaleza ideológica, que ha perdido sus raíces materiales a causa de que las anteriores condiciones de vida que las produjeron han desaparecido ya. Que estas tradiciones pudieran persistir después de que sus raíces materiales hayan desaparecido no es simplemente una consecuencia de la naturaleza de la mente humana, que es capaz de conservar en la memoria o subconscientemente las impresiones del pasado. Mucho más importante es que la memoria social, la perpetuación de las ideas colectivas, puede ser conceptualizada y sistematizada en la forma de creencias e ideologías predominantes y transferida a las generaciones futuras en las comunicaciones orales, en los libros, en la literatura, en el arte y en la educación. El mundo circundante que determina la mente no consiste sólo en el mundo económico contemporáneo, sino también en todas las influencias ideológicas derivadas de la interrelación continua con nuestros prójimos. De aquí procede el poder de la tradición, que en una sociedad que se desarrolla rápidamente provoca que el desarrollo de las ideas vaya por detrás del desarrollo de la sociedad. Al final, la tradición tiene que rendirse a la fuerza del golpeo incesante de las nuevas realidades. Su efecto en el desarrollo social es que, en lugar de permitir un ajuste gradual y regular de las ideas y las instituciones, en correspondencia con las necesidades cambiantes, estas necesidades, cuando se ponen con demasiada fuerza en contradicción con las viejas instituciones, conducen a explosiones, a transformaciones revolucionarias, mediante las cuales las mentes retrasadas son arrastradas hacia delante y son ellas mismas revolucionadas.

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