Anton PANNEKOEK
Sociedad y Mente en la filosofía marxiana
Índice
I
La teoría de Marx del desarrollo social es conocida como la
"concepción materialista de historia" o "materialismo
histórico". Antes de Marx, la palabra "materialismo"
había sido utilizada durante mucho tiempo en oposición
al idealismo, pues en tanto que los sistemas filosóficos idealistas
asumían algún principio espiritual, alguna "Idea
Absoluta", como la base primaria del mundo, las filosofías
materialistas procedían partiendo del mundo material real. A
mediados del siglo XIX, era corriente otro tipo de materialismo que
consideraba la materia física como la base primaria de la que
debe derivarse todo fenómeno espiritual y mental. La mayoría
de las objeciones que han sido alzadas contra el marxismo son debidas
al hecho de que no se ha distinguido suficientemente de este materialismo
mecánico.
La filosofía se condensa en la bien conocida cita: "no
es la conciencia de los hombres la que determina su existencia, sino,
al contrario, es su existencia social la que determina su conciencia".
El marxismo no se ocupa de la antítesis materia-mente; trata
del mundo real y las ideas derivadas a partir de él. Este mundo
real comprende todo lo observable --es decir, todo lo que por la observación
pueda declararse un hecho objetivo--. Las relaciones salariales entre
obrero y patrón, la constitución de los Estados Unidos,
la ciencia de la matemática, aunque no consistentes en materia
física, son efectivamente tan reales y objetivas como la máquina
de la fábrica, el Capitolio o el río Ohio. Incluso las
ideas mismas, a su vez, actúan como hechos reales, observables.
El materialismo mecánico asume que nuestros pensamientos están
determinados por los movimientos de los átomos en las células
de nuestros cerebros. El marxismo considera que nuestros pensamientos
están determinados por nuestra experiencia social observada a
través de los sentidos o sentida como necesidades corporales
directas.
El mundo, para el hombre, es la sociedad. Por supuesto, el mundo más
amplio es la naturaleza, y la sociedad es la naturaleza transformada
por el hombre. Pero en el curso de la historia esta transformación
fue tan completa que ahora la sociedad es la parte más importante
de nuestro mundo. La sociedad no es simplemente un agregado de hombres;
los hombres están conectados por relaciones determinadas, no
escogidas por su voluntad, sino impuestas a ellos por el sistema económico
bajo el que viven y en el que cada uno tiene su lugar.
Las relaciones que el sistema productivo establece entre los hombres
tienen la misma rigurosidad que los hechos biológicos; pero esto
no significa que los hombres piensen solamente en su comida. Significa
que la manera en que el hombre se gana la vida --es decir, la organización
económica de la producción-- sitúa a cada individuo
en determinadas relaciones con sus compañeros, determinando así
su pensamiento y su sensibilidad. Es cierto, claro, que incluso hasta
el presente casi todos los pensamientos de los hombres se han orientado
alrededor de conseguir comida, porque el sustento nunca ha estado asegurado
para todos. El miedo a la necesidad y al hambre ha pesado como una pesadilla
sobre las mentes de los hombres. Pero, en un sistema socialista, cuando
este miedo se haya disipado, cuando la humanidad sea la dueña
de los medios de subsistencia y el pensamiento sea libre y creativo,
el sistema de producción continuará también determinando
las ideas y las instituciones.
El modo de producción, que forma la mente del hombre, es, al
mismo tiempo, un producto del hombre. Ha sido edificado por la humanidad
durante el curso de siglos, participando todos en su desarrollo. En
cualquier momento dado, su estructura está determinada por las
condiciones dadas, las más importantes de las cuales son la técnica
y el derecho. El capitalismo moderno no es simplemente producción
mediante maquinaria de gran escala; es producción por tales máquinas
bajo la dominación de la propiedad privada. El crecimiento del
capitalismo no fue solamente un cambio de una economía que utilizaba
pequeñas herramientas a la industria a gran escala, sino, al
mismo tiempo, una transformación de los artesanos gremiales en
trabajadores asalariados y hombres de negocios. Un sistema de producción
es un sistema de técnica determinado, regulado para el beneficio
de sus poseedores por un sistema de normas jurídicas.
La tesis, citada a menudo, del jurista alemán Stammler, de
que el derecho determina el sistema económico ("das
Recht bestimmt die Wirtschaft" ["el Derecho determina
la Economía"]), está basada en esta circunstancia.
Stammler pensaba que mediante esta sentencia había refutado el
marxismo, que proclamaba la dominación de la economía
sobre las ideas jurídicas. Proclamando que el elemento material,
el aspecto técnico del proceso de trabajo, está gobernado
y dominado por elementos ideológicos, por las normas jurídicas
con las que los hombres regulan sus relaciones según su propia
voluntad, Stammler se sintió convencido de que había establecido
el predominio de la mente sobre la materia. Pero la antítesis
entre la técnica y el derecho no coincide en absoluto con la
antítesis materia-mente. El derecho no es sólo una norma
espiritual, sino también un duro constreñimiento; no sólo
un artículo en los libros estatutarios, sino también el
garrote del policía y los muros de la cárcel. Y la técnica
no son sólo las máquinas materiales, sino también
la capacidad de construirlas, incluyendo la ciencia de la física.
Las dos condiciones, la técnica y el derecho, juegan diferentes
papeles en la determinación del sistema de producción.
La voluntad de aquéllos que controlan las técnicas no
puede crear estas técnicas, pero puede --y lo hace-- elaborar
las leyes. Estas son voluntarias, pero no caprichosas. No determinan
las relaciones productivas, pero toman ventaja de estas relaciones para
el beneficio de los propietarios y son alteradas para hacer frente a
los adelantos en los modos de producción. La manufactura que
usa la técnica de pequeñas herramientas conduce a un sistema
de producción gremial, haciendo así necesaria la institución
jurídica de la propiedad privada. El desarrollo de la gran industria
hizo posible y necesario el crecimiento de la maquinaria a gran escala,
e indujo a la gente a remover los obstáculos jurídicos
a su desarrollo y a establecer la legislación de comercio del
laissez-faire. La técnica determina, de este modo, el
derecho; ella es la fuerza subyacente, mientras que la ley pertenece
a la superestructura que descansa sobre ella. Así Stammler, siendo
correcto en su tesis en un sentido restringido, está equivocado
en el sentido general. Precisamente porque el derecho gobierna la economía,
las personas buscan hacer que tales leyes sean tal y como se requiere
por parte de un equipamiento productivo dado; de este modo, la técnica
determina la ley. No hay ninguna dependencia rígida, mecánica,
entre ambas. El derecho no se ajusta automáticamente a cada nuevo
cambio de la técnica. La necesidad económica debe ser
sentida y, entonces, el hombre tiene que cambiar y ajustar sus leyes
de acuerdo con aquella. Lograr este ajuste es el difícil y doloroso
propósito de las luchas sociales. Esta es la quintaesencia y
el objetivo de toda disputa política y de todas las grandes revoluciones
de la historia. La lucha por nuevos principios jurídicos es necesaria
para formar un nuevo sistema de producción adaptado al enorme
desarrollo moderno de la técnica.
La técnica, como fuerza productiva, es la base de sociedad.
En la sociedad primitiva, las condiciones naturales juegan el papel
principal en la determinación del sistema de producción.
En el curso de la historia, los instrumentos técnicos son mejorados
gradualmente mediante pasos casi imperceptibles. La ciencia natural,
investigando las fuerzas de la naturaleza, se convierte en la fuerza
productiva más importante. Todos los tecnicismos en el desarrollo
y la aplicación de la ciencia, incluyendo la matemática
más abstracta, que es según todas las apariencias un ejercicio
de la pura razón, puede considerarse, por consiguiente, como
perteneciente a la base técnica del sistema de producción,
a lo que Marx llamó las "fuerzas productivas".
De este modo, los elementos materiales (en un sentido físico)
y mentales están combinados en lo que los marxistas
llamamos la base material de la sociedad.
La concepción marxiana de la historia pone al hombre viviente
en el centro de su esquema del desarrollo, con todas sus necesidades
y todas sus capacidades, tanto físicas como mentales. Sus necesidades
no son sólo las necesidades de su estómago (aunque éstas
sean las más imperativas), sino también las necesidades
de la cabeza y del corazón. En el trabajo humano, el lado material,
físico, y el lado mental son inseparables; incluso el trabajo
más primitivo del salvaje es trabajo cerebral tanto como trabajo
muscular. Sólo porque bajo capitalismo la división del
trabajo separó estas dos partes en funciones de clases diferentes,
mutilando en consecuencia las capacidades de ambas, los intelectuales
acaban pasando por alto su unidad orgánica y social. De este
modo, podemos entender su visión erronea del marxismo como una
teoría que trata exclusivamente del aspecto material de la vida.
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