Anton PANNEKOEK
Revolución mundial y Táctica comunista

Índice

VIII - [El ejemplo de la Rusia soviética]

En Europa occidental, el capitalismo está en un estado de derrumbe progresivo; aún en Rusia, a pesar de las terribles dificultades, la producción está siendo levantada bajo un nuevo orden. La hegemonía del comunismo no significa que la producción esté basada completamente en un orden comunista --esto último sólo es posible después de un proceso relativamente largo de desarrollo-- sino que la clase obrera está desarrollando conscientemente el sistema de producción hacia el comunismo. Este desarrollo no puede en ningún aspecto ir más allá de lo que permiten los fundamentos técnicos y sociales que prevalecen, y por consiguiente, manifiesta inevitablemente formas de transición en las que aparecen vestigios del viejo mundo burgués. De acuerdo con ello, hemos oído hablar de la situación en Rusia aquí en Europa occidental, y tales vestigios existen de hecho allí.

Rusia es una enorme tierra campesina; la industria no se ha desarrollado allí hasta la magnitud antinatural de un «taller» del mundo como lo ha hecho en Europa occidental, haciendo de exportar y expandirse una cuestión de vida o muerte, sino simplemente lo suficiente para la formación de una clase obrera capaz de asumir el gobierno de la sociedad como una clase desarrollada. La agricultura es la ocupación de las masas populares, y las granjas modernas, a gran escala, están en minoría, aunque jueguen un valioso papel en el desarrollo del comunismo. Son las unidades pequeñas las que constituyen la mayoría: no las miserables y explotadas pequeñas propiedades de Europa occidental, sino granjas que aseguran el bienestar de los campesinos y que el régimen soviético busca integrar cada vez más estrechamente en el conjunto del sistema por medio de la ayuda material en forma de equipamiento y herramientas extra, y mediante la educación intensiva cultural y especializada. No obstante, es natural que esta forma de empresa genere un cierto espíritu de individualismo extraño al comunismo que, entre los 'campesinos ricos', se ha convertido en una estructura mental hostil y resueltamente anticomunista. La Entente ha especulado sin duda sobre esto en sus propuestas para comerciar con las cooperativas, con la intención de iniciar un contramovimiento burgués atrayendo a estos estratos a la prosecución burguesa del beneficio. Pero a causa del miedo a la reacción feudal, que los liga al régimen presente como su mayor interés, tales esfuerzos deben venirse abajo, y cuando el imperialismo europeo occidental se derrumbe este peligro desaparecerá completamente.

La industria es predominantemente un sistema de producción organizado de modo centralizado y libre de explotación; es el corazón del nuevo orden, y la dirección del Estado está basada en el proletariado industrial. Pero incluso este sistema de producción está en una fase de transición; los cuadros técnicos y administrativos en las fábricas y en el aparato estatal ejercen mayor autoridad de la que se corresponde con el comunismo desarrollado. La necesidad de incrementar rápidamente la producción e incluso la más urgente necesidad de crear un ejército eficiente para protegerse de los ataques de la reacción hizo indispensable hacer buena la falta de dirigentes fiables en el tiempo más breve posible; la amenaza del hambre y los ataques del enemigo no permitieron dirigir todos los recursos hacia una elevación más gradual del nivel general de competencia y al desarrollo de conjunto como la base de un sistema comunista colectivo. Así surgió, inevitablemente, una nueva burocracia de los nuevos dirigentes y funcionarios, absorbiendo la vieja burocracia dentro de sí. Esto se considera a veces, con cierta ansiedad, como un peligro para el nuevo orden, y sólo puede eliminarse mediante un amplio desarrollo de las masas. Aunque éste último está siendo emprendido con suprema energía, sólo el excedente comunista por medio del cual el hombre deja de ser esclavo de su trabajo formará el fundamento último para ello. Sólo el excedente crea las condiciones materiales para la libertad y la igualdad; mientras tanto la lucha contra la naturaleza y contra las fuerzas del capital permanezca siendo intensa, seguirá siendo necesario un grado desproporcionado de especialización.

Merece la pena señalar que, aunque nuestro análisis predice que el desarrollo en Europa occidental tomará una dirección diferente del de Rusia, en la medida en que podemos prever el curso que seguirá en lo que se refiere a los progresos de la revolución, ambos manifiestan la misma estructura económico-política: la industria funciona según los principios comunistas con los consejos obreros formando el elemento de autogestión bajo la dirección técnica y la hegemonía política de una burocracia obrera, mientras la agricultura conserva un carácter individualista, pequeñoburgués, en los sectores dominantes de pequeña y mediana escala. Pero esta coincidencia no es tan extraordinaria por cuanto que, en tanto esta clase de estructura social no está determinada por la historia política anterior, sino por las condiciones tecnico-económicas básicas --el nivel de desarrollo conseguido por la tecnología industrial y agrícola y la formación de las masas proletarias-- que son en ambos casos las mismas. Pero a pesar de esta coincidencia, hay una gran diferencia de significado y finalidad. En Europa occidental esta estructura económico-política forma una fase de transición en la cual la burguesía es capaz, en último lugar, de frenar su declive, mientras que en Rusia el intento está realizándose conscientemente para proseguir el desarrollo ulterior en una dirección comunista. En Europa occidental forma una fase en la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado, en Rusia una fase en la nueva expansión económica. Con las mismas formas externas, Europa occidental está en la senda decadente de una cultura en declive, Rusia en el movimiento ascendente de una nueva cultura.

Mientras la revolución rusa era todavía joven y débil y estaba mirando hacia un inminente estallido de la revolución en Europa para salvarla, reinaba una concepción diferente de su importancia. Rusia, como se mantenía entonces, era sólo un puesto avanzado de la revolución donde las circunstancias favorables habían permitido al proletariado tomar el poder tan tempranamente; pero este proletariado era débil y embrionario y casi absorbido en las infinitas masas del campesinado. El proletariado de la Rusia económicamente atrasada podría realizar solamente avances temporales; en cuanto las grandes masas del totalmente maduro proletariado europeo occidental llegasen al poder en los países industriales más desarrollados, con toda su experiencia técnica y organizativa y su vieja riqueza cultural, entonces deberíamos ver al comunismo florecer en tal extensión que haría que la contribución rusa, bienvenida como era, pareciera débil e inadecuada en comparación. El corazón y la fuerza del nuevo mundo comunista se situaban donde el capitalismo había alcanzado la cúlmine de su poder, en Inglaterra, en Alemania, en América, y donde residía la base para el nuevo modo de producción.

Esta concepción no tiene en cuenta las dificultades que enfrenta la revolución en Europa occidental. Donde el proletariado gana dominio firme sólo lentamente y la burguesía es, en ocasiones, capaz de recuperar el poder parcial o totalmente, la reconstrucción económica no fructificará. La expansión capitalista es imposible; cada vez que la burguesía obtiene via libre, crea un nuevo caos y destruye las bases que podrían servir para la construcción de la producción comunista. Una y otra vez impide la consolidación del nuevo orden proletario mediante la reacción sangrienta y la destrucción. Esto ocurría aún en Rusia: la destrucción de instalaciones industriales y minas en los Urales y el valle de Donetz por Kolchak y Denikin, así como la necesidad de desplegar a los mejores obreros y la mayor parte de las fuerzas productivas contra ellos, era un serio golpe para la economía y dañó y retardó la expansión comunista --e incluso aunque el inicio de las relaciones comerciales con América y Occidente pueda favorecer considerablemente una nueva alza, será necesario el mayor esfuerzo de autosacrificio por parte de las masas en Rusia para lograr la recuperación completa de este daño--. Pero --y aquí reside la diferencia-- la república soviética ha permanecido intacta en Rusia como un centro organizado de poder comunista que ha desarrollado ya impresionante estabilidad interna. En Europa occidental habrá justamente la misma destrucción y muerte, y también aquí las mejores fuerzas del proletariado serán arrasadas en el curso de la lucha; pero aquí carecemos de un Estado soviético ya consolidado y organizado, que pudiera servir como una fuente de fuerza. Las clases estan desgastándose la una a la otra en una guerra civil devastadora, y mientras tanto la construcción se reduzca a nada, el caos y la miseria continuarán gobernando. Ésta será la suerte de los países donde el proletariado no reconoce inmediatamente su tarea con visión clara y propósito unitario, es decir, donde las tradiciones burguesas debilitan y dividen a los obreros, nublan sus ojos y someten sus corazones. Llevará décadas superar la influencia infecciosa y paralizante de la cultura burguesa sobre el proletariado en los viejos países capitalistas. Y, entretanto, la producción yace en ruinas y el país degenera en un desierto económico.

Al mismo tiempo que Europa occidental, estancándose económicamente, lucha dolorosamente con su pasado burgués, en el Este, en Rusia, la economía está floreciendo bajo un orden comunista. Lo que solía distinguir los países capitalistas desarrollados de los atrasados del Este era la tremenda sofisticación de sus medios de producción materiales y mentales --una densa red de vías férreas, fábricas, barcos, y una densa población técnicamente experimentada--. Pero durante el derrumbe del capitalismo, en la larga guerra civil, en el periodo de estancamiento cuando se produce demasiado poco, esta herencia está disipándose, consumida o destruida. Las indestructibles fuerzas de producción, la ciencia, las capacidades técnicas, no están atadas a estos países; sus portadores encontrarán una nueva patria en Rusia, donde el comercio también proveerá un santuario para parte de la riqueza material y técnica de Europa. El acuerdo de comercio de la Rusia soviética con Europa occidental y América tenderá, si se toma en serio y se pone en práctica con voluntad, a acentuar esta contradicción, porque lleva más allá la expansión económica de Rusia mientras retarda el derrumbe en Europa occidental, dando así al capitalismo una pausa para respirar y paralizando el potencial revolucionario de las masas --por cuanto tiempo y hasta qué punto está por verse--. Políticamente, esto se expresará en una aparente estabilización de un régimen burgués o de uno de los otros tipos discutidos anteriormente, y en una elevación simultánea al poder de tendencias oportunistas dentro del comunismo; reconociendo los viejos métodos de lucha y comprometiéndose en la actividad parlamentaria y la oposición leal dentro de los viejos sindicatos, los partidos comunistas en Europa occidental adquirirán un status legal, como la socialdemocracia antes que ellos, y frente a esto, la corriente radical y revolucionaria se verá reducida a una minoría. Sin embargo, es enteramente improbable que el capitalismo disfrute un auténtico nuevo florecimiento; los intereses privados de los capitalistas que comercian con Rusia no diferirán de la economía en su conjunto, y a causa del beneficio embarcarán elementos básicos esenciales de producción para Rusia; y tampoco el proletariado puede de nuevo ser atraído a un estado de dependencia. De este modo, la crisis se prolongará; el progreso duradero es imposible y será frenado continuamente; el proceso de la revolución y la guerra civil será retardado y dilatado, la dominación completa del comunismo y el inicio de un nuevo desarrollo se aplaza al futuro distante. Entretanto, en el Este, la economía se desarrollará sin lastres en una poderosa ola, y se descubirán nuevos caminos sobre la base de la ciencia natural más avanzada --que occidente es incapaz de aprovechar-- junto con la nueva ciencia social, el control recién conquistado de la humanidad sobre sus propias fuerzas sociales. Y estas fuerzas, incrementadas un ciento de veces más por las nuevas energías que fluyen de la libertad y la igualdad, hará de Rusia el centro del nuevo orden comunista mundial.

Esta no será la primera vez en la historia mundial que el centro del mundo civilizado se ha desplazado en la transición a un nuevo modo de producción o a una de sus fases. En la antigüedad, se desplazó de Oriente Medio al sur de Europa; en la edad media, del sur de Europa a Europa occidental; con el ascenso del capital colonial y mercantil, primero España, luego Holanda e Inglaterra, se convirtieron en la nación dominante, y con el ascenso de la industria, Inglaterra. La causa de estos desplazamientos puede resumirse de hecho en un principio histórico general: donde la forma económica más temprana alcanzó su desarrollo más elevado, las fuerzas materiales y mentales, las instituciones politico-jurídicas que afianzaron su existencia y que eran necesarias para su desarrollo pleno, fueron tan fuertemente construidas que ofrecieron una resistencia casi insuperable al desarrollo de nuevas formas. Así, la institución de la esclavitud inhibió el desarrollo del feudalismo en el crepúsculo de la antigüedad; así, las leyes gremiales que se aplicaban en las grandes ciudades opulentas de tiempos medievales significaron que la manufactura capitalista posterior sólo podría desarrollarse en otros centros hasta entonces insignificantes; así, a fines del siglo dieciocho, el orden político del absolutismo francés, que ya había adoptado la industria bajo Colbert, obstruyó la introducción de la industria a gran escala que hizo de Inglaterra una nación manufacturera.

Siguiente >>


Círculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques

[email protected]

Hosted by www.Geocities.ws

1