Anton PANNEKOEK
Revolución mundial y Táctica comunista

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«La teoría misma deviene una fuerza material una vez que toma arraigo en las masas.
La teoría es capaz de tomar arraigo en las masas... una vez se vuelve radical.»

Karl Marx

I - [La revolución rusa y sus consecuencias en la situación europea]

La transformación del capitalismo en comunismo se produce por dos fuerzas, una material y la otra espiritual, teniendo sus orígenes ésta última en la anterior. El desarrollo material de la economía genera la conciencia, y ésta activa la voluntad para la revolución. La ciencia marxista, que surge como una función de las tendencias generales del desarrollo capitalista, forma en primer lugar la teoría del partido socialista y subsiguientemente la del partido comunista, y dota al movimiento revolucionario de una profunda y vigorosa unidad intelectual. Mientras esta teoría está penetrando gradualmente a una sección del proletariado, las propias experiencias de las masas se coaligan para fomentar el reconocimiento práctico de que el capitalismo ya no es viable en medida creciente. La guerra mundial y el rápido derrumbe económico hacen ahora la revolución objetivamente necesaria antes de que las masas hayan alcanzado el comunismo intelectualmente: y esta contradicción está en la raíz de las contradicciones, vacilaciones y retrocesos que hacen de la revolución un largo y doloroso proceso. No obstante, la teoría misma gana ahora nuevo ímpetu y toma rápidamente arraigo en las masas; pero ambos procesos son retrasados de modo inevitable por los problemas prácticos que repentinamente han surgido de forma tan masiva.

Hasta donde concierne a Europa occidental, el desarrollo de la revolución está determinado principalmente por dos fuerzas: el derrumbe de la economía capitalista y el ejemplo de la Rusia soviética. No necesitamos extendernos aquí en las razones por las que el proletariado pudo lograr la victoria tan rápidamente y con relativa facilidad en Rusia --la debilidad de la burguesía, la alianza con el campesinado, el hecho de que la revolución tuvo lugar durante la guerra--. El ejemplo de un Estado en el que la población trabajadora es la que domina, donde han abolido el capitalismo y están comprometidos en la construcción del comunismo, no podría sino causar una gran impresión en el proletariado del mundo entero. Por supuesto, este ejemplo no habría sido en sí mismo suficiente para incitar a los obreros de otros países a la revolución proletaria. La mente humana está más fuertemente influenciada por los efectos de su propio ambiente material; así que si el capitalismo autóctono hubiese retenido toda su vieja fuerza, las noticias de la lejana Rusia hubieran causado escasa impresión. «Llenas de respetuosa admiración, pero de un modo tímido, pequeñoburgués, sin el coraje para salvarse a sí mismas, Rusia y la humanidad como un todo poniendose en acción», así era cómo las masas sorprendieron a Rutgers [1] a su retorno desde Rusia a Europa occidental. Cuando la guerra acabó, todos esperabamos aquí un rápido giro de la economía, y una prensa mentirosa retrataba a Rusia como un lugar de caos y barbarismo; y, de este modo, las masas esperaban su momento. Pero desde entonces, ha acontecido lo opuesto: el caos se ha extendido en la patria tradicional de la civilización, mientras el nuevo orden en Rusia está mostrando una fortaleza creciente. Ahora las masas también están en revuelta aquí.

El derrumbe económico es el acicate más poderoso para la revolución. Alemania y Austria están ya completamente arruinadas y económicamente pauperizadas, Italia y Francia están en declive inexorable. Inglaterra ha sufrido tanto que es dudoso que los vigorosos esfuerzos de su gobierno en la reconstrucción puedan impedir el colapso, y en América están apareciendo los primeros signos amenazantes de crisis. Y en cada país, más o menos en este mismo orden, el desasosiego está creciendo entre las masas; están luchando contra el empobrecimiento en grandes movimientos huelguísticos que golpean la economía aun más duramente; estas luchas están transformandose gradualmente en una lucha revolucionaria consciente, y, sin ser comunistas por convicción, las masas están siguiendo cada vez más el camino que el comunismo les muestra, puesto que la necesidad práctica está conduciendolas en esa dirección.

Con el crecimiento de esta necesidad y este ánimo, llevada por ellos por así decir, la vanguardia comunista se ha desarrollado en estos países; esta vanguardia reconoce claramente las metas y se reagrupa en la Tercera Internacional. El rasgo distintivo de este proceso de revolución en desarrollo es una aguda separación del comunismo del socialismo, en términos tanto ideológicos como organizativos. Esta separación es más marcada en los países de Europa Central, precipitados a la crisis económica por el Tratado de Versalles, donde era necesario un régimen socialdemócrata para salvar al Estado burgués. La crisis es allí tan profunda e irremediable que la masa de obreros socialdemócratas radicales, el USP, está presionando por la afiliación a Moscú, aunque todavía conservan en gran parte los viejos métodos, tradiciones, consignas y dirigentes socialdemócratas. En Italia, el partido socialdemócrata entero se ha asociado a la Tercera Internacional; un ánimo revolucionario militante entre las masas, que están comprometidas en una constante guerra a pequeña escala contra el gobierno y la burguesía, nos permite pasar por alto la mezcla teórica de perspectivas socialistas, sindicalistas y comunistas. En Francia, los grupos comunistas sólo recientemente se han separado del partido socialdemócrata y del movimiento sindical, y están ahora moviéndose hacia la formación de un partido comunista. En Inglaterra, el profundo efecto de la guerra sobre las viejas y familiares condiciones ha generado un movimiento comunista, consistente todavía en varios grupos y partidos de orígenes diferentes y en nuevas formaciones organizativas. En América dos partidos comunistas se han separado del Partido Socialdemócrata, mientras éste último también se ha alineado con Moscú.

La inesperada resiliencia de la Rusia soviética a los asaltos de la reacción ha compelido a la Entente a negociar, y también ha causado una nueva y poderosa impresión en los partidos obreros occidentales. La Segunda Internacional está desintegrándose; se ha iniciado un movimiento general de los grupos de centro hacia Moscú bajo el impulso del creciente ánimo revolucionario de las masas. Estos grupos han adoptado el nuevo nombre de comunistas sin que sus perspectivas anteriores se hayan alterado demasiado, y están transfiriendo las concepciones y los métodos de los viejos socialdemócratas a la nueva internacional. Como señal de que estos países se han vuelto ahora más maduros para la revolución, está apareciendo un fenómeno precisamente opuesto al primero: con su entrada en la Tercera Internacional o declaración en favor de sus principios, como en el caso del USP antes mencionado, la marcada distinción entre comunistas y socialdemócratas está palideciendo una vez más. A pesar de cualesquiera intentos que se hagan para mantener tales partidos formalmente fuera de la Tercera Internacional, en un esfuerzo por conservar un poco de firmeza de principios; a pesar de eso se insinuan en la dirección del movimiento revolucionario de cada país, manteniendo su influencia sobre las masas militantes mediante el cumplimiento de boquilla (slip-service) con las nuevas consignas. Así es como se comporta todo estrato dominante: en lugar de consentir en ser separado de las masas, él mismo se vuelve «revolucionario» con el propósito de desinflar la revolución hasta donde sea posible mediante su influencia. Y muchos comunistas tienden a ver sólo la fuerza incrementada que se nos acumula, y no también el incremento en la vulnerabilidad.

Con la aparición del comunismo y el ejemplo ruso, la revolución proletaria parecía haber ganado de una forma simple y franca. En realidad, sin embargo, las distintas dificultades con que ahora se encuentra están revelando las fuerzas que la convierten en un proceso sumamente complejo y arduo.

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[1] El tribunista S. J. Rutgers asistió al Ier Congreso del Comintern y retornó a Amsterdam a fines de 1919 para establecer allí el Buró Auxiliar de Europa Occidental de la Tercera Internacional. Él bien pudo haber sido el autor del artículo de orientación de izquierda acerca de las tácticas parlamentarias y sindicales en el único número del boletín del Buró, cuyos fondos resultaron ser abruptamente congelados por Moscú. [Nota de los traductores al inglés]


Círculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques

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