Anton PANNEKOEK
Para luchar contra el capital hay que luchar también contra el sindicato

Índice

I - [La organización y sus primeras formas]

La organización es el principio fundamental de la lucha de la clase obrera por su emancipación. De ello se deriva que, desde el punto de vista del movimento práctico, el problema más importante es el de las formas que debe asumir tal organización. Estas formas están naturalmente determinadas tanto por las condiciones sociales como por los objectivos de la lucha. Lejos de ser un resultado de los caprichos de la teoría, sólo pueden ser creadas por la clase obrera que actua espontáneamente en función de sus propias necesidades inmediatas.

Los obreros crearon los sindicatos en la época en que el capitalismo iniciava su expansión. El obrero aislado se veia reducido a la impotencia: por ello tenía que unirse con sus compañeros si quería luchar y discutir con el capitalista la duración de la jornada laboral y el precio de su propia fuerza-trabajo. En el seno del modo de producción capitalista, patronos y obreros tienen intereses antagónicos: su lucha de clase tiene por objeto la repartición del producto social globall. Normalmente, los obreros reciben el valor de su propia fuerza-trabajo, es decir, la suma necesaria para mantener su capacidad de trabajo. La parte restante de la producción constituye la plusvalia, la parte que va a la clase capitalista. Para acrecentar sus propios beneficios, los capitalistas tratan de rebajar los salarios y de aumentar la duración de la jornada laboral. Por ello, en la época en que los obreros eran incapaces de defenderse, los salarios descendían por debajo del mínimo vital, los jornadas laborales se hacían más largas y la salud física y nerviosa del trabajador se deterioraba hasta tal punto que ponía en peligro el propio futuro de la sociedad. La formación de los sindicatos y la promulgación de leyes que regulasen las condiciones de trabajo -fruto de una dura lucha de la clase obrera por las condiciones de su propia existencia- eran indispensables para que es restableciesen las condiciones de trabajo normales en el interior del sistema capitalista. La propia clase explotadora acabaría admitiendo que los sindicatos son necesarios para canalizar las revueltas obreras e impedir los riesgos de una explosión imprevista y brutal.

Se produjo así el desarrollo de organízaciones políticas, cuyas formas -es cierto- variaban a menudo de un país a otro en función de las situaciones políticas locales. En América, donde toda una población de labradores, artesanos y comerciantes, ignorantes de la sumisión feudal, podía expandirse libremente explotando los recursos naturales de un continente cuyas posibilidades parecían infinitas, los obreros no tenían la sensación de formar una clase aparte. Como todos los demás, estaban imbuidos del espíritu pequeñoburgués de la lucha individual y colectiva por el bienestar personal, y podían esperar, por lo menos en cierta medida, que sus aspiraciones se verían satisfechas. Con escasas excepciones, sobre todo entre grupos de emigrantes recientes, nunca se sintió la necesidad de un partido de clase distinto.

En Europa, por otro lado, los obreros se vieron arrastrados en la lucha de la burguesía ascendente contra el orden feudal. Pronto tendrían que crear partidos de clase y, tras aliarse con una fracción de las clases medias, combatir por la obtención de derechos políticos y sindicales, libertad de expresión y de reunión, sufragio universal e instituciones democráticas. Para su propaganda, un partido político necesita unos principios generales: para rivalizar con los demás, necesita una teoría que contenga ideas precisas y definidas sobre el futuro. La clase obrera, en la que ya habían germinado los ideales comunistas, descubrió su propia teoría en la obra de Marx y Engels que exponía de qué modo la evolución social haría pasar al mundo del capitalismo al socialismo por medio de la lucha de clases. Esta teoría figura en los programas de la mayor porte de los partidos socialdemócratas europeos, en Inglaterra, el partido laborista, creado por los sindicatos, profesaba opiniones análogas, aunque más vagas: una especie de comunidad socialista era -a sus ojos- el objetivo final de la lucha de clases.

Los programas y la propaganda de todos estos partidos presentaban la revolución proletaria como el resultado final de la lucha de clases; la victoria de los obreros sobre sus opresores significaría, además, la creación de un sistema de producción comunista o socialista. Sin embargo, mientras durase el capitalismo, la lucha práctica no tenía que trascender el marco de las necesidades inmediatas y de la defensa del nivel de vida. En un régimen democrático, el Parlamento era el lugar en el que se enfrentaban como en un campo cerrado los intereses de las diferentes clases sociales: capitalistas grandes y pequeños, terratenientes, campesinos, artesanos, comerciantes, industriales, obreros, todos tienen intereses específicos, que sus respectivos diputados defienden en el Parlamento, todos participan en la lucha por el poder y por su parte del producto social. Los obreros, por consiguiente, deben tomar posiciones, y la misión de los partidos socialistas consiste en luchar en el plano político de modo que sean satisfechos sus intereses inmediatos. Estos partidos obtienen de éste modo los sufragios datos obreros y ven acrecentada su influencia.

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