Anton PANNEKOEK
LENIN FILÓSOFO
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LA REVOLUCIÓN RUSA
Que haya habido convergencia de las ideas filosóficas de base entre
Plejanov y Lenin, y divergencia común en relación con el marxismo,
he ahí lo que revela su origen tanto al uno como al otro: las condiciones
sociales de Rusia. El nombre o la presentación exterior de una doctrina
(o teoría) le viene de su filiación espiritual; nos remite al
pensador a quien se cree deber más y del que se está convencido
de ser discípulo. En cuanto al contenido real, es diferente. Este está
ligado a los orígenes materiales de la doctrina (o teoría) en
cuestión, está determinado por las condiciones sociales en el
marco de las cuales se ha desarrollado y debe aplicarse. Según el marxismo,
las ideas sociales y las grandes tendencias espirituales expresan las aspiraciones
de las clases, es decir, las necesidades de la evolución, y se transforman
bajo la influencia de las luchas de clases. Por tanto, permanecen incomprensibles
en tanto se las separe de la sociedad y de las luchas de clases. Y esto vale
para el marxismo mismo.
Marx y Engels participaron activamente en su juventud en las luchas contra
el absolutismo por parte de las clases medias alemanas, cuyas diversas tendencias
sociales estaban aún indiferenciadas. Su paso progresivo al materialismo
histórico fue reflejo, en el plano de la teoría, de la evolución
de la clase obrera, que se orientaba hacia la acción independiente contra
la burguesía. El antagonismo entre las clases, en la práctica,
se expresaba así en el ámbito de la teoría. La lucha de
la burguesía contra el predominio de los feudales encontró expresión
en una doctrina materialista, de la misma familia que la de Feuerbach, que se
apoyaba en las ciencias de la naturaleza para combatir la religión en
su calidad de consagración de los viejos poderes. La clase obrera, en
su lucha, no puede hacer uso de estas ciencias, instrumentos de la clase enemiga;
su arma teórica es la ciencia social, la ciencia de la evolución
de la sociedad. Combatir la religión con ayuda de las ciencias de la
naturaleza no tiene el menor sentido para ella; más aún, los obreros
no ignoran que las raíces de la religión serán extirpadas
por el desarrollo del sistema capitalista, y después por su propia lucha
de clase. ¿Y qué utilidad tendría para ellos el hecho patente
de que el pensamiento es un producto del cerebro? Su problema consiste en comprender
cómo la sociedad segrega las ideas. Tal es la sustancia misma del marxismo,
a medida que se afirma como una fuerza viva y motriz en el seno de la clase
obrera, como la teoría que expresa su capacidad creciente de organización
y de saber. Y cuando el capitalismo consiguió, en la segunda mitad del
siglo XIX, un poder absoluto tanto en Europa occidental y central como en América,
el materialismo burgués desapareció. En lo sucesivo, ya no subsistía
más que una concepción de clase materialista: el marxismo.
Las cosas eran muy distintas en Rusia. La lucha contra el régimen zarista
se asemejaba mucho a la lucha contra el absolutismo, tal como se había
desarrollado en otros tiempos en Europa. También en Rusia la Iglesia
y la religión eran los pilares más sólidos del régimen;
mantenían las masas campesinas, todavía en el estadio de la producción
agrícola primitiva, en el analfabetismo y la superstición más
negra. Por esta razón, la lucha contra la religión era allí,
socialmente hablando, de primera necesidad. Dado que en Rusia no había
una burguesía suficientemente fuerte para lanzarse a la lucha en calidad
de futura clase dominante, esta misión recayó en la intelectualidad;
durante décadas, sus miembros se esforzaron con ardor y tenacidad en
ilustrar a las masas y levantarlas, al actuar así, contra el régimen.
Y en esta lucha no podían contar de ningún modo con la burguesía
occidental, que se había hecho reaccionaria y anti-materialista. Por
tanto, se vieron obligados a recurrir a los obreros socialistas, únicos
en dar pruebas de simpatía hacia ellos, y, para esto, recoger su teoría
proclamada: el marxismo. De este modo, intelectuales como Piotr Struve y Tugan-Baranovski,
que se proclamaban portavoces de una burguesía aún embrionaria,
gustaban llamarse marxistas. Estos personajes no tenían nada en común
con el marxismo proletario de Occidente; todo lo que retenían de Marx
era la teoría de la evolución, según la cual, la próxima
etapa del desarrollo sería el capitalismo. En Rusia no surgió
una verdadera fuerza revolucionaria más que a partir del momento en que
los obreros entraron en liza, en primer lugar por medio de la huelga exclusivamente,
y después uniendo a ésta reivindicaciones políticas. A
partir de entonces los intelectuales se dieron cuenta de que había una
clase revolucionaria y se unieron a ella, con vistas a convertirse en sus portavoces
en el seno de un partido socialista.
Así pues, la lucha de clase proletaria en Rusia iba duplicada por una
lucha contra el absolutismo zarista, llevada bajo la bandera del socialismo.
Esa es la razón por la que el marxismo, convertido en la teoría
de los que participaban en el conflicto social, tomó un carácter
muy distinto que en Europa occidental. Ciertamente, la teoría de la clase
obrera seguía estando allí; pero esta clase debía emprender
primero y ante todo una lucha que, en Europa occidental, había sido función
y obra de la burguesía aliada a los intelectuales. Para adaptar de esta
suerte la teoría a esta misión, los intelectuales rusos debieron
ponerse a buscar una forma de marxismo en que la crítica de la religión
viniese a primer plano. La descubrieron en los textos que Marx había
redactado en la época en que, en Alemania, burgueses y obreros no combatían
aún separadamente el absolutismo.
Esta tendencia se manifiesta especialmente en Plejanov, el "padre del
marxismo ruso". Mientras que los teóricos de Europa occidental se
ocupaban de problemas políticos, él vino a interesarse por las
primeras formas del materialismo. En su libro Contribución a la historia
del materialismo, estudia a los materialistas franceses del siglo XVIII,
Helvétius, Holbach y Lamettrie, y los compara a Marx con el fin de mostrar
que en sus obras se encontraban ya numerosas ideas válidas e importantes.
Así comprendemos mejor por qué en Las cuestiones fundamentales
del marxismo subraya la concordancia entre Marx y Feuerbach y por qué
da tanta importancia a las concepciones del materialismo burgués.
Sin embargo, Plejanov fue influenciado fuertemente por el movimiento obrero
occidental y, sobre todo, por el movimiento obrero alemán. Se veía
en él una especie de profeta de la lucha de clase obrera en Rusia, que
él predecía en teoría gracias al marxismo, en una época
en que apenas había rastro de ella en la práctica. [Se le consideraba
como una de las raras personas que se interesaban por los problemas filosóficos;]
jugó un papel internacional y tomó parte activa en las discusiones
sobre el marxismo y el reformismo. Los socialistas occidentales estudiaron sus
escritos sin percatarse en aquella época de las divergencias que se ocultaban
en ellos. Plejanov ha sufrido menos que Lenin la influencia exclusiva de las
condiciones rusas.
Lenin era el jefe del movimiento revolucionario ruso en el plano práctico.
Por esto, las condiciones prácticas y los fines políticos de este
movimiento aparecían más claramente en sus ideas teóricas.
Las condiciones de la lucha contra el zarismo han determinado sus concepciones
fundamentales, que expone en Materialismo y empiriocriticismo. En efecto,
las concepciones teóricas y, sobre todo, filosóficas no son determinadas
por estudios abstractos o lecturas ocasionales en la literatura filosófica
sino por los grandes problemas vitales que, planteados por las necesidades de
la actividad práctica, condicionan la voluntad y el pensamiento humano.
Para Lenin y el partido bolchevique la tarea vital era el aplastamiento del
zarismo y la desaparición del sistema social bárbaro y atrasado
de Rusia. La Iglesia y la religión eran los fundamentos teóricos
del sistema; la ideología y la glorificación del absolutismo eran
la expresión y el símbolo de la esclavitud de las masas. Por tanto,
había que combatirlas sin tregua: la lucha contra la religión
estaba en el centro del pensamiento teórico de Lenin, toda concesión
al "fideísmo", por mínima que fuese, era un ataque directo
a la vida misma del movimiento. Combate contra el absolutismo, la gran propiedad
de la tierra y el clero, esta lucha era semejante a la llevada en otros tiempos
por la burguesía y los intelectuales de Europa occidental; y no es sorprendente
que las concepciones fundamentales de Lenin sean análogas a las ideas
propagadas por el materialismo burgués y que él haya tenido simpatías
declaradas por sus portavoces. Pero en Rusia era la clase obrera la que debía
llevar la lucha. Por consiguiente, el órgano de esta lucha tenía
que ser un partido socialista que hiciese del marxismo su credo político
y tomase de él lo que exigía la revolución rusa: la teoría
de la evolución social, del paso del feudalismo al socialismo pasando
por el capitalismo, y la de la guerra de las clases en calidad de fuerza motriz.
He ahí por qué Lenin dio a su materialismo el nombre y la presentación
exterior del marxismo y los identificó de buena fe.
Esta identificación estaba favorecida también por otro factor.
En Rusia, el capitalismo no se había desarrollado de modo gradual a partir
de pequeñas empresas en manos de las clases medias, como en Europa occidental.
Allí, la gran industria había sido importada por cuenta del capital
extranjero. Además de esta explotación directa, el capital financiero
de los países de Occidente abrumaba, a través de sus préstamos
al régimen zarista, al campesinado ruso, condenado a pagar gravosos impuestos
para satisfacer sus intereses. El capitalismo intervenía en este caso
bajo su forma de capital colonial, utilizando al Zar y sus altos funcionarios
como sus agentes. En los países sometidos a una explotación de
tipo colonial, todas las clases tienen un interés común en liberarse
del yugo impuesto por el capital usurario extranjero para echar las bases de
un libre desarrollo económico que generalmente desemboca en la formación
de un capitalismo nacional. Esta lucha apunta al capital mundial; por tanto,
con frecuencia es llevada en nombre del socialismo, y los obreros de los países
occidentales, al tener el mismo enemigo, son sus aliados naturales. En China,
por ejemplo, Sun Yat-sen era socialista; sin embargo, dado que la burguesía
china, de la que se proclamaba portavoz, era una clase numerosa y potente, su
socialismo era "nacional" y combatía los "errores"
marxistas.
Por el contrario, Lenin debía apoyarse en la clase obrera, y como necesitaba
proseguir un combate implacable y radical, adoptó la ideología
más extremista, la del proletariado occidental que combatía al
capitalismo mundial: el marxismo. No obstante, dado que la revolución
rusa presentaba un carácter doble - revolución burguesa en cuanto
a sus objetivos inmediatos, revolución proletaria en cuanto a las fuerzas
activas - la teoría bolchevique debía ser adaptada a estos dos
fines, beber, por consiguiente, sus principios filosóficos en el materialismo
burgués, y su teoría de la lucha de clases en el evolucionismo
proletario. Esta mezcolanza recibió el nombre de marxismo. Pero está
claro que el marxismo de Lenin, determinado por la situación particular
de Rusia frente al capitalismo, difería de manera fundamental del marxismo
de Europa occidental, concepción planetaria propia de una clase obrera
que se encuentra ante la tarea inmensa de convertir en sociedad comunista un
capitalismo muy altamente desarrollado, el mundo mismo en que vive, donde actúa.
Los obreros y los intelectuales rusos no se podían fijar esa meta;
primero tenían que abrir el camino al libre desarrollo de una sociedad
industrial moderna1. Para los marxistas rusos, la esencia del marxismo no se
encontraba en la tesis de Marx según la cual es la realidad social la
que determina la conciencia, sino, por el contrario, en esta frase del joven
Marx, grabada en grandes caracteres en la Casa del Pueblo de Moscú: la
religión es el opio del pueblo.
A veces sucede que una obra teórica permite entrever, no el entorno
inmediato y las aspiraciones del autor, sino influencias más amplias
e indirectas, así como objetivos más generales. Sin embargo, en
el libro de Lenin nada de esto se trasluce. Es neta y exclusivamente a imagen
de la revolución rusa, a la cual tiende con todas sus fuerzas. Esta obra
está conforme con el materialismo burgués hasta tal punto que
si hubiese sido conocida e interpretada correctamente en aquella época
en Europa occidental - pero aquí sólo llegaban vagos rumores sobre
las disensiones internas del socialismo ruso - se habría estado en condiciones
de prever que la revolución rusa debía desembocar, de una manera
u otra, en un tipo de capitalismo basado en una lucha obrera.
Según una opinión muy extendida, el partido bolchevique era
marxista, y es sólo por razones prácticas por lo que Lenin, ese
gran sabio y líder marxista, dio a la revolución rusa una orientación
que apenas correspondía a lo que los obreros de Occidente llamaban comunismo,
probando de esta suerte su realismo, su lucidez de marxista. Frente a la política
de Rusia y del Partido comunista, una corriente crítica se esfuerza mucho
en oponer al despotismo propio del Estado ruso actual - llamado estalinismo
- los "verdaderos" principios marxistas de Lenin y del viejo bolchevismo*.
Pero se equivoca. [No sólo porque Lenin fue el primero en aplicar esta
política,] sino también porque su pretendido marxismo era simplemente
una leyenda. En efecto, Lenin ha ignorado siempre lo que es el marxismo real.
Nada más comprensible. Él no conocía del capitalismo más
que su forma colonial: no concebía la revolución social más
que como la liquidación de la gran propiedad de la tierra y del despotismo
zarista. No se puede reprochar al bolchevismo ruso haber abandonado el marxismo,
por la sencilla razón de que jamás ha sido marxista. Cada página
de la obra filosófica de Lenin está ahí para probarlo.
Y el marxismo mismo, cuando dice que las ideas teóricas están
determinadas por las necesidades y las relaciones sociales, explica a la vez
por qué no podía ser de otra manera. Pero también el marxismo
pone en claro las razones por las que forzosamente debía aparecer esta
leyenda: [una revolución burguesa exige el apoyo de la clase obrera y
del campesinado;] por tanto, necesita crear ilusiones, presentarse como una
revolución de tipo diferente, más amplia, más universal.
En este caso, era la ilusión consistente en ver en la revolución
rusa la primera etapa de la revolución mundial, llamada a liberar del
capitalismo al proletariado en su conjunto; su expresión teórica
fue la leyenda del marxismo.
Ciertamente, Lenin fue un discípulo de Marx, al que debía un
principio esencial desde el punto de vista de la revolución rusa: la
lucha de clase proletaria absolutamente intransigente. Precisamente por razones
análogas, los socialdemócratas también eran discípulos
de Marx. E incontestablemente, la lucha de los obreros rusos, por medio de acciones
de masas y de soviets, ha constituido en la práctica el más importante
ejemplo de guerra proletaria moderna. Sin embargo, el hecho de que Lenin no
ha comprendido el marxismo bajo su aspecto de teoría de la revolución
proletaria, que no ha comprendido el capitalismo, la burguesía y el proletariado
llegados a su más alto grado de desarrollo contemporáneo, ese
hecho apareció con toda la nitidez deseable desde el momento en que se
decretó que la revolución mundial debía ser desencadenada
desde Rusia, por medio de la III Internacional, sin tener en cuenta las advertencias
y puestas en guardia de los marxistas occidentales. La serie ininterrumpida
de errores graves, de fracasos y de derrotas, de los cuales es consecuencia
la debilidad actual del movimiento obrero, ha hecho resaltar las inevitables
carencias del liderazgo ruso.
Volviendo a la época en que Lenin escribió su libro, debemos
preguntarnos ahora qué podía significar esta controversia en torno
al "machismo". El movimiento revolucionario ruso englobaba capas de
intelectuales mucho más importantes que el movimiento socialista occidental:
algunos de ellos fueron influenciados por las corrientes de ideas burguesas
y anti-materialistas. Era natural que Lenin combatiese violentamente tales tendencias
dentro del movimiento revolucionario. Él no las consideraba como lo habría
hecho un marxista, que habría visto en ellas un fenómeno social,
las habría explicado por su origen social, haciéndolas así
totalmente inofensivas: en ninguna parte de su libro se encuentra el menor intento
de tal comprensión. Para Lenin, el materialismo era la verdad establecida
por Feuerbach, Marx y Engels, y los materialistas burgueses. Posteriormente,
la estupidez, el conservadurismo, los intereses financieros de la burguesía
y el poder espiritual de la teología habían traído una
fuerte reacción en Europa. Ahora bien, esta reacción amenazaba
también al bolchevismo y había que oponerse a ella con el máximo
rigor.
Cae de su peso que Lenin tenía perfectamente razón para reaccionar.
A decir verdad, la cuestión no era saber si Marx o Mach detentaba la
verdad, o si de las ideas de Mach se podía sacar algo que pudiese ser
útil al marxismo; se trataba de saber si sería el materialismo
burgués o el idealismo burgués, o una mezcla de ambos, el que
suministraría la base teórica de la lucha contra el zarismo. Está
claro que la ideología de una burguesía satisfecha de sí
misma y ya en declive no puede en ningún caso estar de acuerdo con un
movimiento en desarrollo, no puede satisfacer ni siquiera a una burguesía
en ascenso. Tal ideología habría conducido a un debilitamiento,
precisamente allí donde había que dar prueba de la mayor energía.
Sólo la intransigencia del materialismo podía hacer al Partido
fuerte y darle el vigor necesario para una revolución. La tendencia "machista",
que se podría comparar con el revisionismo en Alemania, iba a romper
el radicalismo de la lucha y la sólida unidad del partido, tanto en la
teoría como en la práctica. Y es este peligro el que Lenin ha
visto muy claramente. "Cuando lo leí (el libro de Bogdanov) monté
en cólera y rabia", escribía a Gorki en febrero de 1908.
Y efectivamente, este furor estalla a todo lo largo de su libro en la vehemencia
de sus ataques contra sus adversarios: parece que Lenin lo ha escrito sin que
le haya abandonado la cólera. No es una discusión fundamental
destinada a esclarecer ciertas ideas, como por ejemplo, el libro de Engels contra
Dühring; es el panfleto incendiario de un jefe de partido que debe preservar
por todos los medios a su partido de los peligros que lo amenazan. Así
no se podía esperar que intentase realmente comprender las doctrinas
que ataca. Con sus propias concepciones no-marxistas, no podía dejar
de interpretarlas de través y presentarlas de modo inexacto, incluso
deformarlas completamente. Lo único que valía era reducirlas a
la nada, destruir su prestigio científico, y presentar a los "machistas"
rusos como loros ignorantes que repiten las palabras de cretinos reaccionarios.
Y lo consiguió. Sus ideas fundamentales eran las del partido bolchevique
en su conjunto, determinadas por sus tareas históricas. Una vez más,
Lenin había visto exactamente las necesidades prácticas del momento.
El machismo fue condenado y barrido del partido. Y el partido unido pudo reemprender
su marcha a la vanguardia de la clase obrera hacia la revolución.
Las palabras de Deborin citadas al comienzo de esta obra2 sólo son
exactas parcialmente. No se puede hablar de victoria del marxismo allí
donde sólo se trata de una pretendida refutación del idealismo
burgués por las ideas del materialismo burgués. Pero, sin ninguna
duda, el libro de Lenin dejó una huella decisiva en la historia del Partido
y determinó en gran medida el desarrollo ulterior de las ideas filosóficas
en Rusia. Después de la revolución, en el nuevo sistema de capitalismo
de Estado, el "Leninismo" (combinación de materialismo burgués
y de doctrina marxista del desarrollo social, adornado todo con una terminología
dialéctica) fue proclamado filosofía oficial del Estado. Esta
doctrina convenía perfectamente a los intelectuales rusos, ahora que
las ciencias de la naturaleza y la técnica formaban la base de un sistema
de producción que se desarrollaba rápidamente bajo su dirección
y que veían perfilarse un futuro en el que ellos serían la clase
dirigente de un inmenso imperio en el que no encontrarían más
oposición que la de los campesinos todavía engañados con
supersticiones religiosas.
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* Se refiere a lo que más tarde se denominó troskismo
(nota del webmaster)
1 Los historiadores bolcheviques, que no conocían el capitalismo más
que bajo su forma de capitalismo colonial, fueron muy hábiles en descubrir
el papel del capital colonial en el mundo, del cual hicieron excelentes estudios.
Pero al mismo tiempo no vieron la diferencia entre esta forma de capital y el
capitalismo nacional o el capitalismo de estado. Así Prokovski, en su
"Historia de Rusia", presenta el año 1917 como el final de
varios siglos de desarrollo capitalista en Rusia. (Nota de A. P.)
2 Ver supra, p. 259.
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