Anton PANNEKOEK LENIN FILÓSOFO
Índice
MACH
En la última parte del siglo XX, el mundo burgués se alejó cada vez más del
materialismo. La burguesía reforzó su dominación sobre la sociedad al desarrollar
el capitalismo. Pero el crecimiento de la clase obrera, cuya posición social
era una manifestación permanente de la imperfección del sistema, y cuyo objetivo
declarado era la destrucción de éste, llevó a la burguesía a dudar de la perennidad
del capitalismo. A la confianza de los comienzos sucedió la inquietud, tanto
el mundo futuro como el presente ocultaban una multitud de problemas insolubles.
Y como las fuerzas materiales visibles le prometían mañanas desagradables, la
burguesía intentó apaciguar sus temores y reafirmar su confianza en sí misma
volviéndose hacia creencias en un predominio de las potencias espirituales.
Las tendencias místicas y religiosas volvieron a primer plano. Esta evolución
se reforzó más en el siglo XX tras la primera guerra mundial.
Los hombres de ciencia pertenecen al mundo burgués; están en contacto permanente
con la burguesía y son influenciados por las corrientes ideológicas que la agitan.
Pero el desarrollo de la ciencia les ha obligado a ocuparse de problemas nuevos,
a hacer frente a contradicciones que salían a la luz en sus conceptos. La crítica
de sus teorías, que se veían obligados a hacer, no se derivaba de una concepción
filosófica clara, sino de las necesidades directas, prácticas, de su estudio
de la naturaleza. Esta crítica tomó la forma y la tonalidad de las corrientes
ideológicas anti-materialistas que predominaban en el seno de la clase dirigente.
Por esta razón la filosofía moderna de la naturaleza presenta dos tendencias:
reflexión crítica sobre los conceptos fundamentales de la ciencia, y crítica
del materialismo. Estas concepciones tomaron un aspecto ideológico y místico.
Pero esto no quiere decir que carezcan de valor o sean estériles, como tampoco
lo había sido el sistema filosófico idealista de Hegel en tiempos de la Restauración.
A finales del siglo XIX y en varios países, aparecieron numerosas críticas
de las principales teorías en curso. Citemos, por ejemplo, las de Karl Pearson
en Inglaterra, Gustav Kirchhoff y Ernst Mach en Alemania, Henri Poincaré en
Francia. Todos estos críticos, aun siguiendo caminos diferentes, representaban
una misma tendencia. Pero, sin ninguna duda, son las obras de Mach las que han
ejercido la mayor influencia.
Según él, la física no debe partir de la materia, de los átomos, de las cosas,
pues éstos son conceptos derivados. Lo que conocemos directamente es
la experiencia, y los componentes de toda experiencia son las sensaciones, las
impresiones sobre los sentidos (Empfindung). Bajo la influencia de nuestro sistema
de conceptos adquirido en el curso de nuestra educación y heredados de nuestros
hábitos intuitivos, explicamos cada sensación como el efecto de un objeto sobre
nuestra persona en tanto que sujeto: por ejemplo, yo veo una piedra. Pero si
nos liberamos de este hábito, constatamos que esta sensación es un todo en sí
misma, dado directamente sin distinción de sujeto u objeto. A través de la experiencia
de un cierto número de sensaciones yo llego a distinguir los objetos y, además,
lo que yo conozco de mí mismo no lo sé más que por un conjunto análogo de tales
sensaciones. Como el sujeto y el objeto se construyen, a fin de cuentas, a partir
de sensaciones, es preferible evitar la palabra sensaciones, que se refiere
a la persona que las percibe. Por eso, continúa Mach, preferimos utilizar una
palabra más neutra, "elemento", para designar la base más elemental del conocimiento.
(Posteriormente se utilizará con frecuencia una palabra colectiva: lo dado.)
Para el pensamiento corriente ahí hay una paradoja. ¿Cómo podría una piedra,
"cosa" sólida por excelencia, dura, inmutable, componerse o "consistir en" sensaciones,
cosas tan subjetivas como efímeras? Pero si se mira más de cerca, se da uno
cuenta rápido que lo que caracteriza a una cosa es precisamente esto y nada
más. Su dureza, por ejemplo, no es nada más que la experiencia de un cierto
número de sensaciones, frecuentemente dolorosas; en cuanto a su carácter inmutable,
éste resulta de una serie de experiencias que muestran que cada vez que nos
encontramos en la misma situación, vemos repetirse las mismas sensaciones. Por
eso contamos con un orden fijo en el desarrollo de nuestras sensaciones. En
nuestra concepción de una cosa no hay nada, pues, que no tenga en definitiva
la forma o el carácter de una sensación. Un objeto no es más que la suma de
todas nuestras sensaciones experimentadas en diferentes momentos y que, porque
admitimos cierta permanencia de lugares y de lo que los rodea, son combinadas
conjuntamente y designadas con un mismo nombre. Un objeto no es nada más. No
hay ninguna razón para suponer, con Kant, la existencia de una "cosa en sí"
(Ding an sich) fuera de esta masa de sensaciones; y ni siquiera nos es posible
expresar con palabras lo que hay que entender por la existencia de una cosa
en sí. Por consiguiente, no solamente el objeto está construido sólo a partir
de sensaciones, sino que no se compone más que de sensaciones. Y Mach expresaba
así su oposición a la física tradicional de su época:
"No son los cuerpos los que producen sensaciones, sino los complejos de elementos
(complejos de sensaciones) los que forman los cuerpos. Y si el físico considera
que los cuerpos son una realidad permanente y los "elementos" una apariencia
pasajera y efímera, es porque no se da cuenta de que todos los "cuerpos" no
son más que los símbolos mentales de complejos de elementos (complejos de sensaciones)."1 Lo mismo ocurre con el sujeto. Lo que llamamos el "yo" es un complejo de recuerdos
y de sentimientos, de sensaciones y de ideas pasadas y presentes ligados entre
sí por la continuidad de la memoria y vinculados a un cuerpo particular, pero
que no son más que parcialmente permanentes.
"No es el "yo" el primario, son los elementos (...)Los elementos forman el
"yo". Los elementos de la conciencia de un individuo dado están fuertemente
ligados entre sí pero, por el contrario, ligados muy débilmente y sólo ocasionalmente
a los de otro individuo. Por esta razón cada cual cree no conocer más que a
sí mismo en tanto que unidad indivisible, independiente de todas las otras."2
"La naturaleza se compone de elementos suministrados por los sentidos. El hombre
primitivo primero aprehende entre ellos ciertos complejos de estos elementos
que se reproducen con cierta constancia y que para él son los más importantes.
Las primeras palabras, las más antiguas, son nombres de "cosa". Pero aquí se
hace abstracción del entorno, de las pequeñas modificaciones que estos complejos
sufren sin cesar y que, debido a que son menos importantes, no son recordadas.
No hay en la naturaleza cosa invariable. La cosa es una abstracción, el nombre
es un símbolo de un complejo de elementos cuyos cambios no tenemos en cuenta.
Y si designamos el complejo en su conjunto con una sola palabra, con un solo
símbolo, esto se debe a que experimentamos la necesidad de despertar de una
sola vez todas las impresiones que van ligadas a este complejo (...) Las sensaciones
no son "símbolos de las cosas". Por el contrario, la "cosa" es más bien un símbolo
mental para un complejo de sensaciones de una estabilidad relativa. No son las
cosas o los cuerpos, sino los colores, los sonidos, la presión, el espacio,
el tiempo (lo que llamamos corrientemente las sensaciones) los que son los verdaderos
elementos del mundo. Todo el proceso tiene un sentido económico. Al describir
los hechos, comenzamos por los complejos más estables, los más habituales y
corrientes, y a continuación añadimos lo que es inhabitual como corrección."3
En la obra que acabamos de citar, y en la que trata del desarrollo histórico
de los principios de la mecánica, Mach está muy próximo al método del materialismo
histórico. En efecto, para él, la historia de la ciencia se resume en la de
una serie de grandes hombres cuyo genio ha permitido los grandes descubrimientos.
Por el contrario, muestra cómo los problemas prácticos son resueltos primero
por los métodos de pensamiento de la vida cotidiana y después acaban por encontrar
su expresión teórica más simple y adecuada. Y por ahí mismo insiste en el papel
"económico" de la ciencia.
"Toda ciencia tiene como fin reemplazar o economizar experiencias, representando
y previendo los hechos mediante el pensamiento; pues estas reproducciones están
a disposición más fácilmente que las experiencias mismas y, en gran medida,
pueden reemplazarlas."4
"Cuando nos representamos hechos por medio del pensamiento, jamás los reproducimos
como son exactamente, sino que retenemos sólo los aspectos que son importantes
para nosotros. Al actuar así, perseguimos un fin surgido directa o indirectamente
de preocupaciones prácticas. Nuestras representaciones son siempre abstracciones.
Aquí también se encuentra la tendencia a la economía."5
En esta concepción, la ciencia, tanto la más especializada como el conocimiento
más común, está ligada a las necesidades de la vida, es un medio de existencia.
"La tarea biológica de la ciencia consiste en dar al hombre en plena posesión
de sus sentidos una orientación (Orientierung) tan perfecta como posible."6
Para que el hombre pueda reaccionar eficazmente en cada situación de la vida,
frente a cada impresión creada por el entorno, de ningún modo se necesita que
traiga a su memoria todos los casos anteriores en que se ha encontrado en una
situación análoga, y lo que ha resultado de ello; le basta conocer las consecuencias
en el caso general para decidir su conducta. La regla, el concepto abstracto,
son instrumentos siempre listos a ser utilizados que nos evitan tener que considerar
mentalmente todos los casos anteriores. Las leyes de la naturaleza no suministran
una previsión de lo que debe o va a ocurrir en la naturaleza, sino aquello que
esperamos; y ése es precisamente el fin mismo que deben cumplir.
La elaboración de conceptos abstractos, de reglas, de leyes de la naturaleza,
sea en la vida cotidiana o en el ejercicio de las ciencias, es un proceso que
desemboca en economizar la actividad cerebral, en economizar el pensamiento.
Mach muestra con un cierto número de ejemplos tomados de la historia de las
ciencias que los progresos científicos se reducen siempre a acrecentar esta
economía, es decir, a condensar dominios de experiencia cada vez más grandes,
de manera cada vez más concentrada, de suerte que para hacer predicciones se
pueda evitar repetir las mismas operaciones mentales.
"La vida del hombre es corta y su memoria es limitada, y no se puede adquirir
un número de conocimientos apreciable más que con la ayuda de la economía del
pensamiento más extremada (...) (Así la tarea de la ciencia consiste) en representar
los hechos tan completamente como sea posible con el mínimo esfuerzo cerebral."7
El principio de la economía de pensamiento determina, según Mach, el carácter
de la investigación científica. Lo que la ciencia presenta como propiedades
de las cosas, las leyes de los cuerpos, de los átomos, no son en realidad más
que relaciones entre sensaciones. Por ejemplo, los fenómenos entre los cuales
la ley de la gravitación establece relaciones se componen todos de un cierto
número de impresiones visuales, táctiles y auditivas. La ley nos dice que estos
fenómenos no tienen lugar al azar, y predice los que podemos esperar. Por supuesto,
las leyes no podrían enunciarse de esta manera, demasiado complicada para poder
ser apropiada y aplicable en la práctica. Pero, desde el punto de vista de los
principios, es importante constatar que todas estas leyes sólo expresan relaciones
entre fenómenos. Si en nuestra concepción del éter o de los átomos surgen contradicciones,
no son contradicciones de la naturaleza sino que provienen de la forma que hemos
elegido para expresar nuestras abstracciones y leyes, con el único fin de utilizarlas
de la manera más práctica. La contradicción desaparece cuando presentamos los
resultados de la investigación en forma de relación entre magnitudes observadas,
es decir, en última instancia, entre sensaciones.
El espíritu no comprometido en la actividad científica se turba fácilmente
por el hecho de que una concepción adaptada a un fin particular pueda ser tomada
como base de todo el sistema de la investigación científica. Es el caso, dice
Mach, de aquel que considera
"todas las experiencias (...) como efectos del mundo exterior sobre la conciencia.
De ello resulta entonces una confusión aparentemente inextricable de dificultades
metafísicas. Pero este fantasma desaparece cuando consideramos las cosas bajo
su forma matemática y nos damos cuenta de que para nosotros no tiene valor más
que el establecimiento de relaciones y funciones, y la única cosa que deseamos
conocer realmente son las relaciones mutuas entre las experiencias."8
Se podría creer que Mach manifiesta aquí dudas acerca de la existencia de
un mundo exterior independiente del hombre y que actúa sobre él. Pero en muchos
otros lugares habla de la naturaleza dentro de la cual debemos organizar nuestra
vida y que debemos explorar. Lo que quiere decir es que el mundo exterior tal
cual es comprendido por la física y por la opinión corriente, es decir, el mundo
de la materia y de las fuerzas que engendran los fenómenos, nos conduce a contradicciones.
Estas contradicciones sólo pueden ser resueltas si volvemos cada vez a los fenómenos
y en lugar de discutir sobre palabras expresamos nuestros resultados en forma
de relaciones entre nuestras observaciones. Es lo que a continuación se llamó
el "principio de Mach" [que se puede enunciar así: Cuando nos preguntamos si
una afirmación tiene sentido o no y, en caso afirmativo, cuál, debemos buscar
qué experiencia puede confirmarla o invalidarla.] Este principio ha jugado un
papel importante en nuestros días, por un lado en las controversias sobre el
tiempo y el espacio que acompañaron a la teoría de la relatividad y, de otro,
en la comprensión de los fenómenos atómicos y de la radiación. Para Mach mismo,
se trataba de encontrar un campo de interpretación más amplio de los fenómenos
físicos. En la vida cotidiana, los cuerpos sólidos son los complejos de elementos
más evidentes [y por esta razón la mecánica, es decir, la ciencia que trata
de los movimientos de estos cuerpos, ha sido el primer dominio de la física
en desarrollarse.] Pero eso no es una razón para hacer de la disposición de
los átomos y de la teoría atómica el esquema de base de todo el universo. En
lugar de querer explicar todos los fenómenos, el calor, la electricidad, la
luz, la química, la biología, por el movimiento de estas partículas microscópicas,
valdría más desarrollar conceptos apropiados a cada dominio.
Sin embargo, hay cierta ambigüedad en lo que Mach dice del mundo exterior,
ambigüedad que revela una inclinación segura hacia el subjetivismo correspondiente
a las tendencias generales del mundo burgués hacia el misticismo y que debía
ir reforzándose. Más tarde, Mach se complacerá en descubrir por todas partes
corrientes emparentadas con sus ideas, y se apresurará a aprobar en términos
aduladores las filosofías idealistas que dudan de la realidad del mundo material.
Tampoco hay que buscar en Mach un sistema filosófico homogéneo y coherente llevado
hasta sus últimas consecuencias. Lo que le parecía más importante era hacer
observaciones críticas destinadas a estimular la aparición de ideas nuevas,
que él expresaba con frecuencia en forma de paradojas, de rasgos punzantes contra
las concepciones admitidas generalmente, pero sin preocuparse demasiado de eliminar
toda contradicción en sus afirmaciones o de resolver todos los problemas. Su
intención no es la del filósofo que construye un sistema sin fallo, sino la
del sabio que presenta sus ideas como una contribución parcial al conjunto del
trabajo de la colectividad científica, seguro de que otros corregirán los errores
y completarán lo que ha quedado inacabado.
"La suprema filosofía del sabio consiste precisamente en darse por satisfecho
con una visión incompleta del mundo (Weltanschauung) y preferirla a un sistema
filosófico completo aparentemente, pero insatisfactorio."9
Mach tiene tendencia a hacer resaltar el lado subjetivo de la experiencia.
Esto se manifiesta cuando describe como sensaciones los datos inmediatos del
mundo (los fenómenos). Ciertamente, este comportamiento se basa en un análisis
más profundo de los fenómenos. El fenómeno de una piedra que cae implica toda
una serie de sensaciones visuales que se suceden y que están ligadas al recuerdo
de sensaciones visuales y espaciales anteriores. Se podría decir, pues, que
los elementos de Mach, es decir, las sensaciones, son los constituyentes más
simples de los fenómenos. Cuando Mach dice: "Es exacto que el mundo se compone
de nuestras sensaciones."10 [él quiere poner el acento en el carácter subjetivo
de los elementos del mundo, pero no dice: mis sensaciones propias] como tampoco
dice: el universo está formado por mis sensaciones. El solipsismo le es totalmente
extraño y es completamente incompatible con su sistema de pensamiento - para
Mach el "yo" es asimismo un complejo de sensaciones - y además él rechaza el
solipsismo expresamente. Detrás de la palabra "nosotros" se ocultan las relaciones
entre los hombres (pero Mach no va más allá de esta manera de expresarse). Cuando
examina la relación entre el mundo construido a partir de sus sensaciones y
los otros hombres, es muy impreciso:
"De la misma manera que yo no considero el rojo y el verde como pertenecientes
a un cuerpo particular, tampoco hago distinción esencial - desde el punto de
vista de esta orientación general - entre mis sensaciones y las de otro. Los
mismos elementos se encuentran reunidos bajo forma de puntos nodales (Verknüpfungspunkte)
en numerosos "yo". Aparecen, desaparecen y se modifican constantemente."11
Se podría objetar aquí que si el rojo y el verde pertenecen a varios cuerpos
a la vez, ya no son sensaciones, esos elementos constitutivos de la experiencia,
sino ya conceptos abstractos, "el rojo" y "el verde", extraídos de impresiones
parecidas llegadas de fenómenos diferentes. Nosotros encontramos ahí una renovación
de las bases de la ciencia, la que consiste en reemplazar conceptos, como los
de cuerpo y materia, por otros conceptos abstractos, por ejemplo, el color,
a los que llamamos propiedades de los primeros. Pero cuando Mach dice que su
sensación y la de otro son el mismo elemento (el "yo" y el otro son ambos puntos
nodales) la palabra "elemento" es tomada en un sentido diferente, y toma el
carácter de un fenómeno que va más allá del individuo.
La tesis de Mach según la cual el mundo se compone de nuestras sensaciones
contiene la verdad fundamental de que sólo conocemos el mundo a través de nuestras
sensaciones. Ellas son el único material con el que podemos construir nuestro
mundo. Sólo en este sentido, el mundo, comprendido el "yo", se "compone" únicamente
de sensaciones. Pero para Mach esta tesis contiene algo más y él pone el acento
en el carácter subjetivo de las sensaciones, revelando así la misma tendencia
ideológica burguesa que encontramos en los otros filósofos de la misma época.
Esta tendencia es todavía más manifiesta cuando señala que sus concepciones
son capaces de hacer desaparecer el dualismo, ese eterno antagonismo filosófico
entre los mundos de la materia y el espíritu. Según Mach, el mundo físico y
el mundo psíquico se componen de los mismos elementos, pero combinados de modo
diferente. La sensación de "verde" que experimento al ver una hoja, ligada con
todas las sensaciones que yo u otros hemos podido experimentar frente a las
hojas, es un elemento de la hoja "material"; esta misma sensación ligada esta
vez a mi retina, mi cuerpo y mis recuerdos se convierte en un elemento de mi
yo y, junto a otras impresiones que he tenido antes, un elemento de mi espíritu.
"Yo no veo ninguna oposición entre lo físico y lo psíquico sino, por el contrario,
una identidad profunda en lo concerniente a los elementos. En la esfera sensorial
de mi conciencia, cada objeto es a la vez físico y psíquico."12
"No es el contenido, sino la dirección de las investigaciones lo que difiere
entre los dos dominios."13
Así desaparece el dualismo; el mundo entero es una unidad y se compone de
elementos idénticos que no son los átomos, sino las sensaciones.
"No hay dificultad alguna en representar todos los elementos físicos a partir
de las sensaciones, que son al mismo tiempo elementos psíquicos pero, por el
contrario, es imposible representar un fenómeno psíquico cualquiera a partir
de los elementos en uso en la física moderna, como la masa o los movimientos
(...) Hay que darse cuenta de que nada puede convertirse en objeto de una experiencia
o de la ciencia si no puede, de una manera u otra, ser parte de la conciencia."14
Es en esta nota de una obra de 1905 donde sale a la luz el espíritu anti-materialista
del mundo burgués. El método, que sirve para caracterizar los elementos, hasta
ahí prudente, meditado y neutro, es abandonado bruscamente, y los elementos
mismos calificados de "psíquicos". Así el mundo físico se encuentra enteramente
integrado en el dominio psíquico. Pero, para nosotros, aquí no se trata de hacer
la crítica de las ideas de Mach, sino de exponer una corriente de pensamiento
y, más particularmente, en sus relaciones con la sociedad. Por eso no discutimos
la tautología de la frase final según la cual lo que es consciente no puede
ser más que lo que se encuentra en la conciencia, es decir, que el mundo no
puede ser más que espiritual.
Si admitimos difícilmente que los elementos constituyentes del universo son
las sensaciones es, dice Mach, porque en nuestra juventud hemos asimilado sin
espíritu crítico la imagen totalmente acabada del mundo que la humanidad ha
elaborado intuitivamente en el curso de los milenios de su evolución. Mach expone
entonces cómo, con ayuda de un razonamiento filosófico, se puede llegar a describir
conscientemente y con espíritu crítico todo este proceso. Partiendo otra vez
de las experiencias más simples, es decir, de las sensaciones elementales, podemos
reconstruir paso a paso el universo: nosotros mismos, el mundo exterior, los
diferentes cuerpos que forman parte del mundo exterior, pero ligados a lo que
experimentamos, a nuestras acciones, a nuestros recuerdos personales. Así, por
analogía, nos damos cuenta de que los otros hombres son nuestros semejantes,
de la misma naturaleza que nosotros y que, por consiguiente, sus sensaciones,
de las que tenemos conocimiento por sus testimonios, son materiales parecidos
a los nuestros, que podemos utilizar en nuestra construcción del mundo. Mach
se detiene aquí y antes de la etapa que le llevaría a la concepción de un mundo
objetivo. No es una laguna accidental, sino una concepción fundamental. Por
lo demás, esto se encuentra, y más acentuado aún, en Carnap, uno de los principales
portavoces de la filosofía moderna de la naturaleza. En La construcción
lógica del mundo se fija el mismo objetivo que Mach, pero lo persigue de
una manera todavía más rigurosa: si se elige como punto de partida la ignorancia
total pero la plena posesión de las facultades espirituales, ¿cómo se llega
a reconstituir el mundo con todo lo que contiene? Partiendo de "mis sensaciones"
yo establezco un sistema "de enunciados" y "de objetos" (Carnap designa con
la palabra Gegenstand todo lo que puede dar lugar a un enunciado), y así la
existencia de "objetos" físicos y psíquicos, con los cuales yo construyo el
"mundo" en forma de un sistema ordenado de mis sensaciones. La cuestión del
dualismo entre el cuerpo y el alma se resuelve de la misma manera que en Mach;
lo material y lo espiritual se componen de los mismos materiales, las sensaciones,
y no difieren más que por su combinación. Las sensaciones de los otros hombres
conducen, si se cree su testimonio, a un mundo físico que corresponde exactamente
al mío. Es el mundo "inter-subjetivo", común a todos los sujetos, el mundo del
que tratan las ciencias de la naturaleza. Y Carnap se detiene igualmente ahí,
satisfecho de haber eliminado todo dualismo y de haber mostrado que toda cuestión
sobre la realidad del mundo no tiene sentido puesto que la "realidad" no puede
ser probada más que por nuestras experiencias, nuestras sensaciones: aquí se
detiene el encadenamiento de la constitución del mundo.
Es fácil descubrir los límites de esta concepción de las estructuras del mundo.
Tanto para Mach como para Carnap, el mundo, así constituido, es un mundo instantáneo,
que se supone inmutable. Se deja de lado el hecho de que el mundo esté en evolución
perpetua. Tenemos que ir más allá del punto en que Carnap se ha detenido. Sabemos
por experiencia que la gente nace y muere. Cuando mueren los hombres, cuyas
experiencias han servido para constituir el mundo, no por eso el mundo deja
de seguir siendo el mismo. Yo sé que cuando mis sensaciones, mi "experiencia",
desaparezcan con mi muerte, el mundo continuará existiendo. Las experiencias
científicas admitidas por todos nosotros han permitido llegar a la conclusión
de que hace miles de años no había hombres en la tierra, ni siquiera seres vivos.
El hecho de la evolución, que descansa en nuestras sensaciones agrupadas en
la ciencia, demuestra que ha existido un mundo del que estaba excluida la sensación.
Así se pasa de un mundo inter-subjetivo, común a todos los hombres, a un mundo
objetivo independiente del hombre. La concepción del mundo ha cambiado totalmente.
Una vez constituido este mundo objetivo, todos los fenómenos son considerados
como independientes del observador y se convierten en relaciones entre las diversas
partes del mundo total. El mundo es el conjunto de estas innumerables partes
que actúan unas sobre otras. Cada parte consiste en la totalidad de sus acciones
y reacciones con el resto del mundo; todas estas acciones mutuas forman los
fenómenos que la ciencia estudia. El hombre también es una parte del mundo:
nosotros no somos más que la totalidad de nuestras acciones y reacciones con
el mundo exterior. Nuestras sensaciones aparecen ahora bajo una nueva luz. Representan
las acciones del mundo sobre nosotros mismos, pero no son más que una parte
ínfima de todas las interrelaciones que constituyen el universo. Por supuesto,
son la única realidad que nos es dada directamente. Cuando el hombre construye
el mundo a partir de sus experiencias personales, reconstruye en su espíritu
un mundo objetivo que ya existe. Nuevamente nos encontramos frente a una doble
imagen del mundo y de nuevo se plantean los problemas de la teoría del conocimiento.
El materialismo histórico ha mostrado cómo se las puede resolver sin recurrir
a la metafísica.
Se puede uno preguntar por qué dos filósofos de la naturaleza tan eminentes
no han dado el paso que les hubiese llevado a la constitución de un mundo objetivo,
mientras que la lógica de sus razonamientos hubiese debido llevarlos allí. No
se lo puede uno explicar más que a partir de su concepción del mundo. Su modo
instintivo de abordar los problemas es anti-materialista. Al detenerse en un
mundo subjetivo o inter-subjetivo construido a partir de la experiencia personal,
llegan a una concepción monista del mundo en la que el mundo físico se compone
de elementos psíquicos, y refutan el materialismo. Se tiene aquí un ejemplo
especialmente significativo del modo como una concepción de clase llega a determinar
la orientación de la ciencia y de la filosofía.
En resumen, podemos decir que hay que distinguir dos fases en las concepciones
de Mach. En la primera, reduce los fenómenos de la naturaleza a las sensaciones,
mostrando así su carácter subjetivo. No intenta utilizar estas sensaciones para
construir, por medio de deducciones precisas, un mundo objetivo. Este mundo
objetivo lo acepta como algo evidente, que cae de su peso, pero impulsado por
su deseo de no ver la realidad inmediata más que en las sensaciones consideradas
como elementos psíquicos, le da un vago carácter místico. Viene después la segunda
fase, el paso del mundo de los fenómenos al mundo de la física. Lo que la física,
y también el sentido común, convencido por la vulgarización científica, consideran
como la realidad del mundo (materia, átomos, energía, leyes de la naturaleza,
formas del espacio y del tiempo, el yo) no son más que abstracciones a partir
de un grupo de fenómenos. Mach reúne las dos etapas en una sola diciendo que
las cosas son complejos de sensaciones.
La segunda fase nos lleva de nuevo a Dietzgen. La similitud es aquí manifiesta.
Las diferencias entre Mach y Dietzgen provienen de sus concepciones de clase.
Dietzgen se ha basado en el materialismo dialéctico y sus concepciones eran
una consecuencia directa del marxismo. Mach, influenciado por la reacción que
surgía en la clase burguesa, consideraba que su tarea era una crítica fundamental
del materialismo naturalista bajo una forma que asegurase la supremacía sobre
la materia a cualquier principio espiritual. Además hay una diferencia en sus
actitudes personales y sus fines específicos. Dietzgen era un filósofo de amplias
miras que ha intentado explicar el funcionamiento del cerebro humano. La experiencia
práctica, tanto en el dominio de la vida cotidiana como en el de la ciencia,
le ha servido de material para conocer el conocimiento. Mach era un físico que
sobre todo ha intentado mejorar la manera como operaba hasta entonces el espíritu
humano en la investigación científica. El fin de Dietzgen era hacer aparecer
claramente el papel del conocimiento en la evolución social para que la lucha
del proletariado se aprovechase de ello. El fin de Mach era mejorar la práctica
de la investigación científica para que las ciencias de la naturaleza se aprovechasen
de ello.
Cuando habla de la aplicación práctica de sus concepciones, Mach se expresa
de diferentes maneras, a veces de manera extravagante. Aquí piensa que es inútil
emplear las abstracciones corrientes:
"Conocemos únicamente sensaciones, toda hipótesis sobre los núcleos (es decir,
sobre las partículas que componen la materia) y sobre sus acciones recíprocas
que originarían las sensaciones es enteramente vana y superflua."15
Por el contrario, allí no quiere desacreditar el sentido común, el realismo
"ingenuo" que presta los más grandes servicios al hombre en su vida cotidiana.
Este realismo es un producto de la naturaleza que se ha desarrollado poco a
poco, mientras que todo sistema filosófico no es más que un producto artificial
y efímero que pone la mira en fines temporales. Necesitamos, pues, comprender
"por qué y con qué fin adoptamos durante la mayor parte de nuestra vida tal
punto de vista y por qué, con qué fin y en qué dirección debemos abandonarlo
temporalmente. Ningún punto de vista tiene validez eterna; todo principio sólo
tiene importancia para un fin determinado."16
En la aplicación práctica de sus concepciones a la física, Mach encontró poco
eco. Dirigió sus ataques sobre todo a la materia y los átomos tal como eran
presentados en la física de su época. Sin duda, no son más que abstracciones
y deben ser considerados como tales:
"Nadie vio nunca átomos en ningún lugar ni los verá nunca; como todas las
otras sustancias, son productos del espíritu."17
Pero no es la única razón para rechazarlos. De hecho son abstracciones desprovistas
de práctica que representan un intento de explicar todos los fenómenos físicos
por la mecánica, por el movimiento de pequeñas partículas. Ahora bien, "Está
claro que las hipótesis mecánicas no permiten llegar a la verdadera economía
de pensamiento científico."18
Pero cuando desde 1873 presenta su crítica de la explicación del calor por
la agitación de los átomos y de la electricidad por la circulación de un fluido,
no encuentra ningún eco entre los físicos. Muy al contrario, éstos continuaron
desarrollando este tipo de explicaciones, cuyas consecuencias siempre han sido
confirmadas. En el caso de la electricidad, por ejemplo, el descubrimiento del
electrón y de su carga elemental condujo a una teoría de tipo corpuscular que
permitió a la teoría atómica extenderse con un éxito cada vez mayor. La generación
de físicos que ha sucedido a la de Mach, si tenía algunas simpatías por sus
concepciones filosóficas, no lo ha seguido por el camino de las aplicaciones
prácticas. Sólo en el siglo XX, cuando la teoría atómica y la del electrón hubieron
adquirido un desarrollo notable y la teoría de la relatividad hizo su aparición,
salieron a la luz graves contradicciones internas en la física. Los principios
de Mach se revelaron entonces los mejores guías para vencer estas dificultades.
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1 Mach: Análisis de las sensaciones, p. 23. Las citas de Mach están hechas
del texto alemán.
2 Id., p. 19.
3 E. Mach: El desarrollo de la mecánica, 1883, p. 454. Hay una traducción francesa
con el título: La mecánica. Hermann, 1925.
4 Id., p. 452.
5 Id., p. 454.
6 E. Mach: Análisis de las sensaciones, op. cit., p. 29.
7 E. Mach: El desarrollo de la mecánica, op. cit., p. 461.
8 E. Mach: El desarrollo de la mecánica, op. cit., p. 461.
9 E. Mach: El desarrollo de la mecánica, op. cit., p. 437.
10 E. Mach: Análisis de las sensaciones, op. cit., p. 10.
11 Id., p. 294.
12 Ibíd., p. 36.
13 Ibíd., p. 14.
14 E. Mach: Conocimiento y error, 1905, nota p. 12.
15 E. Mach: Análisis de las sensaciones, op. cit., p. 10.
16 Id., p. 30.
17 E. Mach: El desarrollo de la mecánica, op. cit., p. 463.
18 Id., p. 469.
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