Paul Mattick
Humanismo y socialismo

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III - [La mercantilización de las relaciones humanas y el humanismo hoy]

De acuerdo con Marx, el capitalismo representa la fase actual de un largo proceso de desarrollo de la transformación de los modos y relaciones de la producción social. Este proceso estaba basado en la división social del trabajo, que era, desde el comienzo, una división de las condiciones de trabajo, esto es, de las herramientas y materiales, o, en el lenguaje moderno, del fraccionamiento del capital acumulado entre diferentes propietarios, y así también, la división entre trabajo y capital, y las diferentes formas de propiedad. Con el crecimiento de la producción social vino la extensión del intercambio y el uso creciente del dinero. Considerado al principio como un mero medio de cambio para llevar más allá la producción social, el dinero, y el intercambio que facilitaba, pronto tomaron un carácter aparentemente independiente. Las fortunas de los productores individuales se volvieron dependientes de las relaciones de mercado, pues era únicamente por medio del intercambio que las realidades sociales podrían afirmarse a sí mismas y, de este modo, controlar a los productores en lugar de ser controladas por ellos.

La teoría económica burguesa racionalizó la discrepancia entre la producción privada y el intercambio de mercado con el concepto del equilibrio del mercado. Se suponía que el precio competitivo y el mecanismo del mercado llevarían a la asignación más económica del trabajo social, y asegurarían a cada uno y a todos el equivalente de sus contribuciones particulares al proceso de la producción. Fue precisamente mediante la maximización del interés egoísta privado dentro de las relaciones de mercado que el último, como una 'mano invisible', proporcionaría el nivel óptimo de bienestar social. Todo esto se contradice por la realidad de las crisis y las depresiones, y fue refutado teóricamente por la teoría marxiana. Pero lo que nos interesa aquí es meramente el hecho, reconocido orgullosamente, de que la producción y la distribución capitalistas no son consciente y directamente determinadas por los hombres, sino sólo indirectamente --mediante las vicisitudes de las ocurrencias incontrolables del mercado--.

Ésta es sólo la mitad de la historia, sin embargo, aunque sea su totalidad para la economía burguesa, que se niega a reconocer la explotación del trabajo por el capital. La producción capitalista es la producción de trabajo impago como capital --expresable en términos de dinero--. El intercambio entre trabajo y capital deja plustrabajo, materializado en mercancías, en manos de los capitalistas. Este plustrabajo tiene que ser realizado fuera del intercambio capital-trabajo, y de este modo es realizado a través del consumo de la población no productora y de la formación de capital. La creciente productividad del trabajo devalúa el capital existente y reduce el montante de plustrabajo extraíble por la mediación de un capital dado, lo que compele constantemente a los capitalistas a aumentar su capital. Éste no es lugar para entrar en el asunto sumamente complejo de la dinámica capitalista. Es suficiente afirmar, simplemente, lo que cualquiera puede reconocer por sí mismo, a saber, que la competición del capital implica el agrandamiento constante del capital. El control de los productores por el mercado es, simultáneamente, el control de los productores y del mercado por la compulsión a la acumulación del capital.

La conducta en el capitalismo está subordinada al proceso de la expansión del capital. Este proceso es el resultado directo del desarrollo de las fuerzas sociales de producción bajo las relaciones de la propiedad privada, que, a su vez, están determinadas por la estructura de clases de la sociedad y su mecanismo de explotación. La expansión de la producción es, de este modo, prácticamente la 'autoexpansión' del capital, pues ningún capitalista puede abstenerse de consagrarse como a su único propósito (single-mindedly) a la expansión de su capital. Es más, sólo en tanto el capital se expande como capital puede ser llevada a cabo la producción material; la satisfacción de las necesidades humanas depende de la formación de capital. En lugar de usar los medios de producción para satisfacer estas necesidades, estos medios, como capital, determinan las condiciones de existencia social tanto del trabajo como del capital.

Las diversas manifestaciones de la 'alienación' del hombre moderno, de las que se ocupa la crítica social corriente, se siguen del hecho fundamental de la fetichista producción de capital, que aparece en el mercado como el fetichismo de la mercancía. Porque la producción de capital debe realizarse a través del proceso de circulación, el impulso a un capital más grande en términos de los valores del dinero --y con completa desconsideración de los requerimientos sociales reales en términos de valores humanos-- convierte todas las relaciones sociales en relaciones económicas; esto es, las relaciones humanas sólo pueden consumarse por la vía de las relaciones económicas y efectivamente tienen, o asumen, un carácter de mercancía. Todo está en venta y todo puede comprarse. La compulsión social para acumular capital compele a los individuos a depositar su confianza en el dinero en lugar de en los hombres. Y como sólo la posesión de dinero permite la interrelación social (social intercourse), la misma interrelación social es sólo un medio para ganar dinero. Cada hombre es un medio para otro hombre, para afianzar y mejorar su propia posición económica, no importa lo que sus intereses pueden ser en términos extraeconómicos. Aunque un ser social, él es sólo tal fuera de la sociedad. Puede encontrar su comportamiento social tanto agradable como defendible, pero realmente no tiene ningún control sobre el y sigue siendo una víctima desvalida de las circunstancias.

Excluído por las condiciones objetivamente dadas de la producción de capital, el humanismo, como actitud y conducta, se restringe a las disposiciones subjetivas de individuos socialmente más bien insignificantes, y puede tener o no efectos beneficiosos. En tanto exista, es un asunto privado sin ningún efecto de cualquier tipo sobre la naturaleza caníbal del capitalismo. Adolf Eichmann es, quizás, la mejor ejemplificación del grado en que el 'humanismo' dejó a los individuos de esta sociedad. Sintiéndose incapaz de matar un solo ser humano, estaba lo bastante dispuesto a ayudar a hacer arreglos para la matanza de millones de personas por otros hombres. Con todo, su caso es sólo un caso más dramático de una actitud predominante. El individuo se ve sólo a sí mismo como real; a los otros hombres él los considera como abstracciones prescindibles o manipulables. Los diversos inventores, diseñadores, productores y usuarios de las armas de guerra modernas pueden estar compartiendo todos la 'debilidad' de Eichmann, pero hacer exactamente, efectiva o potencialmente, lo que Eichmann estaba haciendo. Y así lo hacen los capitalistas, financieros, comerciantes, estadistas, políticos, científicos, educadores, ideólogos, poetas, dirigentes obreros y los obreros mismos en nombre de uno u otro de los fetiches que ayudan a mantener y perpetuar las condiciones existentes.

Ésta no es una nueva característica del capitalismo, sino que en su enormidad corresponde a su fase actual de desarrollo. Referirse a la creciente deshumanización es meramente tomar nota de la expansión y extensión del capitalismo, y la simultánea pérdida de la única fuerza humanizadora que operaba dentro de él, esto es, la destrucción del movimiento socialista. Marx ciertamente exageró la capacidad de los obreros para desarrollar una conciencia socialista, así como subestimó la resiliencia** del capitalismo, esto es, su habilidad para aumentar la explotación del trabajo y al mismo tiempo mejorar los niveles de vida de los obreros. En resumen, Marx no previó la entera extensión del incremento de la productividad del trabajo bajo los auspicios capitalistas, que, en las naciones capitalistas avanzadas, alteró las condiciones que se había esperado que generasen una conciencia revolucionaria.

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** Índice de resistencia de un material a los choques. Nota del traductor.


Círculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques

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