Paul Mattick
Humanismo y socialismo

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IV - [Perspectivas para un renacimiento del humanismo socialista]

Esto parece ser contradicho por la existencia de la llamada parte socialista del mundo. De hecho, la búsqueda de un humanismo socialista está directamente relacionada con la existencia de países socialistas. Estas naciones, como se desprende, no despliegan más humanismo que los estados capitalistas y, consecuentemente, son acusadas de violar sus propios principios e ignorar sus propias potencialidades. Parece como si los mismos medios para alcanzar el socialismo pervirtiesen el fin socialista y que deban encontrarse nuevas maneras de evitar este dilema. Sin embargo, los fines inmediatos de estas naciones no eran, y no podían ser, la consecución del socialismo, sino más bien la acumulación de capital, aunque fuese acumulación bajo los auspicios del Estado en lugar del capital privado. El socialismo existe en estos Estados únicamente en la forma ideológica, como la falsa conciencia de una práctica no socialista. Se ha aceptado, no obstante, como realidad por la burguesía de la libre empresa porque, desde su punto de vista particular, el capitalismo de Estado equivale al socialismo, simplemente porque prescinde de la propiedad privada de los medios de producción.

La formación de capital, como la apropiación de plustrabajo en las naciones capitalistas aliadas menos desarrolladas, presupone la existencia de al menos dos clases sociales --los productores y los apropiadores--, y la relación entre ellas será una relación de mercado entre capital y trabajo. Aún cuando la planificación y no la competición determina la tasa de acumulación, la planificación es realizada por los apropiadores, no por los productores, del plustrabajo. Como previamente bajo las relaciones de la propiedad privada, los productores están 'alienados' de sus productos. Es la tasa de acumulación, decidida por el Estado, esto es, por un grupo especial de personas, lo que determina las condiciones de vida inmediatas de la población trabajadora. Las decisiones del Estado no pueden ser arbitrarias, pues su misma existencia depende, internamente, en una tasa suficiente de acumulación y, externamente, en una tasa suficientemente competitiva para asegurar la existencia nacional. La acumulación de capital domina todavía a los productores del capital. Bajo tales condiciones, sin embargo, la tasa de explotación creciente no puede ser inmunizada a través de mejores niveles de vida que hagan la vida suficientemente tolerable para un libre consentimiento de las relaciones sociales prevalecientes. La explotación será asegurada mediante métodos autoritarios de control. No hay ninguna oportunidad para que el humanismo levante cabeza.

El mundo capitalista, incapaz de transformarse en una sociedad socialista, pero todavía capaz de neutralizar o subyugar las fuerzas sociales potencialmente dadas que podrían conmover una transformación tal, tiende hacia su propia autodestrucción. Su destrucción parcial durante dos guerras mundiales meramente preparaba el camino para su destrucción total en un altamente probable holocausto nuclear. El reconocimiento de que la guerra ya no puede resolver los problemas que asediaban al mundo capitalista no afecta a la tendencia hacia la guerra, pues el impulso implacable a la dominación política y económica, a conquistarla o a mantenerla, es el resultado y la suma total de todo el comportamiento asocial que comprende la vida social en el capitalismo. Los elaboradores de las decisiones políticas no están menos atrapados en este cul-de-sac [callejón sin salida] que las castradas e indiferentes masas. Simplemente tomando las decisiones 'correctas', de acuerdo con las necesidades específicas de sus naciones y la seguridad de su estructura social, pueden destruirse a sí mismos y a la mayor parte del mundo.

Mientras se admite generalmente que la guerra, aunque improbable, puede declararse 'accidentalmente', un interés en el humanismo debe asumir que, mientras la guerra sea probable, la paz puede mantenerse 'accidentalmente'. En ese caso, aquí surge la posibilidad de un nuevo alzamiento de sentimientos y actividades anticapitalistas. La capacidad del capitalismo privado, en sus diversas formas diluídas, para mejorar las condiciones de explotación es claramente limitada. Esto se hace presente en la división de la población trabajadora en un sector decrecientemente favorecido y un sector crecientemente desdeñado. La eliminación de trabajo humano que acompaña a la expansión ulterior del capital ni destruye al proletariado numéricamente, ni mata su deseo de vivir decentemente. La misma expansión del sistema capitalista de reciente desarrollo, por otro lado, trae consigo el crecimiento de un proletariado industrial y, así, las condiciones objetivas de la conciencia de clase. La reasunción de la lucha por el socialismo sería también el renacimiento del humanismo socialista.

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