Paul Mattick
Espontaneidad y organización
Índice
[ 2. La deriva oportunista del viejo movimiento obrero y el status
quo ]
No obstante, todas las organizaciones se ajustaban a la estructura
social general. No tenían ninguna "independencia" absoluta.
De un modo u otro, todas son determinadas por la sociedad y ayudan,
a su vez, a determinar la sociedad. En el capitalismo, ninguna organización
puede ser coherentemente anticapitalista. La "coherencia"
se refiere meramente a una actividad ideológica limitada y es
el privilegio de sectas e individuos. Para obtener importancia social,
las organizaciones deben ser oportunistas con el propósito de
afectar a los procesos sociales y de servir a sus propios fines simultáneamente.
De forma manifiesta, el oportunismo y el "realismo" son la
misma cosa. El primero no puede ser derrotado por una ideología
radical que se oponga a la totalidad de las relaciones sociales existentes.
No es posible agrupar lentamente las fuerzas revolucionarias en organizaciones
poderosas, listas para actuar en los momentos favorables. Todos los
intentos a este respecto han fallado. Sólo aquellas organizaciones
que no perturbaban las relaciones sociales básicas prevalecientes
crecieron en alguna importancia. Si empezaban con una ideología
revolucionaria, su crecimiento implicaba una subsiguiente discrepancia
entre su ideología y sus funciones. Opuestas al capitalismo,
pero también organizadas dentro de él, no podían
evitar apoyar a sus oponentes. Aquellas organizaciones que no eran destruidas
por adversarios competitivos, sucumbían finalmente a las fuerzas
del capitalismo en virtud de su propia actividad exitosa.
En materia de organización éste es, entonces, el dilema
del radical: para hacer algo de importancia social, las acciones deben
ser organizadas. Las acciones organizadas, sin embargo, se convierten
en canales capitalistas. Parece que, para hacer algo ahora, sólo
se puede hacer lo equivocado, y que, para evitar dar pasos en falso,
no se debería dar ninguno en absoluto. La mente política
del radical está destinada a ser miserable; es consciente de
su utopismo y no experimenta nada más que fracasos. En mera autodefensa,
el radical enfatiza siempre la espontaneidad, a menos que sea un místico,
sosteniendo en secreto el pensamiento de que está diciendo un
sin sentido. Pero su propia persistencia parece demostrar que nunca
deja de ver algún sentido en el sin sentido.
Tomar refugio en la idea de la espontaneidad es indicativo de una incapacidad,
real o imaginaria, para formar organizaciones eficaces, y de una negativa
de combatir a las organizaciones existentes de una manera "realista".
Para combatirlas con éxito sería necesaria la formación
de contra-organizaciones, que, por sí mismas, anularían
la razón de su existencia. La "espontaneidad" es, de
este modo, una aproximación negativa al problema del cambio social
y sólo en un sentido puramente ideológico puede considerarse
también positiva, en tanto implica un divorcio mental de aquellas
actividades que favorecen la sociedad prevaleciente. Agudiza la capacidad
crítica y lleva a la desvinculación de las actividades
inútiles y de las organizaciones desesperadas. Busca indicativos
de desintegración social y limitaciones en la dominación
de clase. Produce una distinción más clara entre la apariencia
y la realidad y es, en resumen, el distintivo de la actitud revolucionaria.
Dado que está claro que ciertas fuerzas, relaciones y organizaciones
sociales tienden a desaparecer y otras tienden a adquirir poder, aquéllos
interesados en el futuro, en las nuevas fuerzas en construcción,
enfatizarán la espontaneidad; aquéllos más íntimamente
conectados con las viejas enfatizarán la necesidad de la organización.
Incluso un estudio superficial de la actividad organizada revela que
todas las organizaciones importantes, no importa cual sea su ideología,
apoyan el status quo, o, en el mejor de los casos, fomentan
un desarrollo limitado dentro de las condiciones generales, características
de una sociedad particular en un período histórico particular.
El término status quo es útil para clarificar el concepto
de reposo dentro del concepto de cambio. Debe considerarse como lo es
cualquier teoría o herramienta práctica, y tiene sus usos
completamente aparte de todas sus implicaciones filosóficas.
Está claro, por supuesto, que las condiciones precapitalistas,
aunque transformadas, están incorporadas a las condiciones capitalistas
y que, igualmente, las condiciones postcapitalistas, de una forma u
otra, están apareciendo dentro de las condiciones capitalistas.
Pero esto se refiere al desarrollo general y, aunque el desarrollo específico
no puede realmente divorciarse del general, es separado continuamente
por las actividades prácticas de los hombres.
El status quo, tal y como aquí se aplica al capitalismo, significa
un período de la historia social en el que los trabajadores,
dentro de las condiciones de una interdependencia social compleja, están
divorciados de los medios de producción y están, en consecuencia,
bajo el control de una clase dominante. Los detalles particulares del
control político están basados en los del control económico.
Mientras tanto la relación capital-trabajo determina la vida
social, encontraremos a la sociedad básicamente "inalterada",
no importa cuánto pueda parecer que ha cambiado en otros aspectos.
El capitalismo del laissez faire, el capitalismo de monopolios
o el capitalismo de Estado, son fases de desarrollo dentro del status
quo. Sin negar las diferencias entre estas fases, nosotros debemos
enfatizar su identidad básica y, oponiéndonos a lo que
tienen en común, oponernos no sólo a una u otra fase,
sino a todas simultáneamente.
El desarrollo o el mero cambio dentro del status quo pueden
ser "buenos" o "malos", desde el punto de vista
de los dominados condicionado por el tiempo. Un ejemplo de lo primero
sería la lucha exitosa de los trabajadores por mejores condiciones
de vida y mayor libertad política; de lo segundo, la pérdida
de ambas con el ascenso del fascismo -aparte por completo de la cuestión
de si lo primero es una causa parcial de lo segundo-. La participación
en las organizaciones que fomentan el desarrollo dentro del status quo
es, a menudo, una necesidad ineludible. No es, por consiguiente, de
ningún provecho oponerse a tales organizaciones con un programa
máximo solamente realizable fuera del status quo. Sin
embargo, antes de entrar o permanecer en las organizaciones "realistas",
es necesario averiguar en que dirección pueden proseguir los
cambios dentro del status quo y cómo pueden afectar
a la población trabajadora.
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