Herman Gorter Carta abierta al camarada Lenin
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IV – EL OPORTUNISMO EN EL SENO DE LA IIIª INTERNACIONAL
La cuestión del oportunismo es de una importancia tal que me es necesario volver
sobre él largamente aquí.
Camarada, la fundación de la Tercera Internacional no ha hecho desaparecer
de ningún modo el oportunismo de nuestras propias filas. Lo constatamos desde
ahora en todos los partidos comunistas, en todos los países. Por lo demás, ¡habría
sido milagroso y contrario a todas las leyes del desarrollo que el mal del cual
ha muerto la Segunda Internacional no le sobreviviese en el seno de la Tercera!
Lejos de eso, al igual que la existencia de la Segunda Internacional estuvo
regida por el duelo entre socialdemocracia y anarquismo, la de la Tercera lo
estará por el duelo entre el oportunismo y el marxismo revolucionario.
Así, desde hoy, los comunistas entran en el parlamento para convertirse en
jefes. Se apoya a sindicatos y partidos “obreros” con miras a obtener provecho
electoral. El comunismo se encuentra puesto al servicio de los partidos, no
los partidos al servicio del comunismo. La revolución de Europa occidental,
al tener que ser una revolución lenta, se va a volver a hacer compromisos parlamentarios
podridos con los social-patriotas y los burgueses. Se reprimirá la libertad
de expresión; se expulsará a los buenos militantes. En pocas palabras, será
el regreso a las prácticas de la Segunda Internacional.
La Izquierda tiene el deber de oponerse a esto, de luchar contra esto como
lo hizo en el seno de la Segunda Internacional. Debe ser apoyada en esta tarea
por todos los marxistas y revolucionarios, incluso si éstos consideran que se
equivoca en tal o cual punto. Pues el oportunismo es nuestro enemigo más peligroso.
No sólo fuera, como usted dice (página 17), sino también dentro de
nuestras propias filas.
Que el oportunismo reaparezca entre nosotros por la banda, con sus efectos
desastrosos sobre el espíritu y la energía del proletariado, he ahí un peligro
mil veces más grave que ver a la Izquierda lanzarse a empresas demasiado radicales.
Aun cuando le ocurra ir demasiado lejos, no por eso deja de continuar siendo
revolucionaria. Y cambia de táctica desde el momento en que se da cuenta de
que no funciona. Pero la derecha está destinada a hacerse cada vez más
oportunista, a enfangarse cada vez más en el cenagal y a desmoralizar
cada vez más a los obreros. No en vano veinticinco años de lucha nos han inculcado
esto por la experiencia. El oportunismo es la peste del movimiento obrero,
la muerte de la revolución. Es la fuente de todos los males, el reformismo,
la guerra, la derrota, el fin de la revolución en Hungría y en Alemania. El
oportunismo ha causado nuestra perdición. ¡Y helo aquí a la obra, en el seno
de la Tercera Internacional!
¿Para qué largos discursos? ¡Mirad a vuestro alrededor, camarada! ¡Y antes
que nada, en usted mismo, desgraciadamente! ¡Mirad el Ejecutivo! ¡Mirad en todos
los países de Europa!
Leed el periódico del British Socialist Party, convertido hoy en el órgano
del Partido comunista inglés. Leed diez, veinte números de él; comparad esas
pálidas críticas de los sindicatos, del Labour Party, de los diputados laboristas,
con las del órgano de la Izquierda. Comparad la prensa de una organización miembro
del Labour Party con la que combate a este mismo partido laborista y constataréis
que el oportunismo invade en masa la Tercera Internacional. ¡Una vez más y siempre
con miras a tener peso en el Parlamento (gracias al apoyo de los trabajadores
contrarrevolucionarios)... a la manera de la Segunda Internacional! ¡Pensad
también que los Independientes van a ser acogidos pronto en el seno de la IIIª
Internacional, y pronto también otros partidos centristas igualmente fuertes
numéricamente! ¿Cree usted que si usted fuerza a estos partidos a que expulsen
a los Kautsky, Thomas y demás, no se encontrará para reemplazarlos una masa
enorme, miles y miles de otros oportunistas? Todas esas medidas de exclusión
no vienen a cuento. Los oportunistas acuden en tropel bullicioso a pedir su
afiliación30. Sobre todo, después de la publicación de su folleto.
Ved los oportunistas de ese partido comunista holandés al que en otros tiempos
se le llamaba el partido de los bolcheviques de Europa occidental. A justo título,
habida cuenta de las diferencias de situación. Leed el folleto31 que muestra
hasta qué punto está ya corrompido este partido por el oportunismo del estilo
Segunda Internacional. Después de haber tomado posición a favor de la Entente
durante la guerra y después, ¿no continúa haciéndolo ahora? Este partido, de
virtudes tan brillantes no hace mucho tiempo, se ha convertido en un maestro
en materia de equívoco y de duplicidad.
¡Pero mirad en Alemania, camarada, en el país donde ha estallado la revolución!
Es ahí donde el oportunismo encuentra su terreno preferido. ¡Que estupefacción
fue la nuestra al enterarnos de que usted estaba de acuerdo con la actitud adoptada
por el KPD durante las jornadas de marzo! Pero su folleto nos permite, afortunadamente,
comprender que usted no estaba al corriente del curso de los acontecimientos.
Ciertamente, usted ha aprobado la actitud del Comité central del KPD, su oferta
de oposición leal a los Ebert, Scheidemann, Hilferding, Crispien; usted ignoraba
aún, es evidente, que en el momento mismo en que usted redactaba su folleto,
Ebert reunía tropas contra el proletariado, que en ese momento proseguía la
huelga general en numerosas regiones del país, y que, en su gran mayoría, las
masas comunistas procuraban llevar la revolución, si no a la victoria (quizá
todavía imposible en lo inmediato), al menos a un nivel más elevado. Pero mientras
las masas proseguían la revolución con huelgas y con el levantamiento armado
(nada ha sido nunca más formidable y más cargado de esperanza que la insurrección
del Ruhr y la huelga general), los jefes hacían ofertas de compromiso parlamentario32. Eso era sostener a Ebert contra la revolución del Ruhr. Y si hay un ejemplo
que muestre hasta qué punto el empleo del parlamentarismo en tiempos de revolución
puede ser execrable, en Europa occidental, sin duda es ése.
Comprenda, camarada: el oportunismo parlamentario, el compromiso con los social-patriotas
y los Independientes, ¡he ahí de lo que nosotros no queremos oír hablar, y he
ahí a lo que usted abre la puerta!
Y, camarada, ¿cuál es ya, en Alemania, la suerte de los comités
de empresa? Usted mismo, el Ejecutivo y la Internacional han exhortado a los
comunistas a que participen en ellos, al lado de todas las otras tendencias,
a fin de conseguir la dirección de los sindicatos. ¿Y qué ha sucedido? Exactamente
lo contrario. El Consejo central de los comités de empresa se ha convertido
ya, poco más o menos, en un instrumento de los sindicatos. El sindicato es un
pulpo que ahoga toda criatura viviente que pasa a su alcance.
Camarada, lea, infórmese por usted mismo sobre todo lo que ocurre en Alemania
y en Europa occidental, y tengo muchas esperanzas de que usted se pasará a nuestro
lado. Igualmente me plazco en creer que la experiencia conducirá a la Tercera
Internacional a adoptar nuestra táctica.
Pero, si esto ocurre con el oportunismo en Alemania, ¿qué ocurrirá en Francia
y en Inglaterra?
Comprenda, camarada, ése es el género de jefes que no queremos. Ésa es la clase
de unidad masas-jefes que no queremos. Y ése es el género de disciplina de hierro,
el género de obediencia ciega, de militarización que no queremos.
Permítaseme decir aquí una palabra al Comité ejecutivo y, entre sus miembros,
a Radek en particular. El Ejecutivo de la Internacional ha tenido el descaro
de apremiar al KAPD para que expulse a Wolffheim y Laufenberg, en lugar de dejar
que él mismo juzgue la cuestión. Después de haber admitido al KAPD colmándolo
de amenazas, ha multiplicado las ofertas a los partidos centristas del tipo
USP. Pero nunca ha apremiado al partido italiano para que expulse a sus social-patriotas.
Ni al KPD para que excluya a su Comité central que, por sus ofertas de oposición
leal, se ha hecho cómplice de los ametrallamientos de comunistas en el Ruhr.
Ni al partido holandés para que excluya a Wijnkoop y van Ravensteyn que, durante
la guerra, han ofrecido barcos a la Entente. Esto no significa que yo esté personalmente
por la exclusión de estos camaradas. No, yo los considero a todos como a buenos
camaradas cuyos graves errores tienen como única causa las terribles dificultades
inherentes al desarrollo, al arranque de la revolución europea occidental. También
nosotros, como todo el mundo, cometeremos todavía grandes faltas. Y además,
en el punto en que está la Internacional, estas exclusiones no servirían para
nada.
Si digo esto es simplemente para dar un nuevo ejemplo de los estragos que ya
ha provocado el oportunismo en nuestras propias filas. Si el Ejecutivo de Moscú
se ha mostrado tan inicuo hacia el KAPD es porque su táctica mundial le llevaba
a dispensar buena acogida no a los revolucionarios auténticos, sino a los Independientes
y demás oportunistas. Mientras sabía perfectamente a qué atenerse, ha fingido
ignorar que el KAPD reprobaba categóricamente la táctica de Wolffheim y Laufenberg.
Únicamente por miserables razones de oportunismo. Porque procediendo a la manera
de los sindicatos, así como de los partidos políticos, apunta a atraerse a las
masas a cualquier precio, sean éstas comunistas o no.
Otros dos hechos muestran lo mismo de claro adónde va la Internacional. El
primero es la liquidación del Buró de Ámsterdam, el único grupo
de marxistas y teóricos revolucionarios de Europa occidental que nunca ha vacilado.
El segundo, peor todavía si es posible, es el trato reservado al KAPD, el único
partido de Europa occidental que, en tanto que organización, que totalidad coherente,
desde el día de su fundación hasta el presente, ha llevado la revolución allí
donde debe ser llevada. Mientras se intentaba por todos los medios engatusar
a los partidos centristas de Alemania, de Francia y de Inglaterra, que siempre
han traicionado la revolución, se trataba como a enemigo al KAPD, el partido
verdaderamente revolucionario. Inquietantes síntomas, camarada.
En resumen: la Segunda Internacional vive todavía, o de nuevo, entre
nosotros. Y el oportunismo arrastra al movimiento obrero a su perdición.
Porque es un factor de desastre, porque es tan fuerte entre nosotros, más fuerte
de lo que yo jamás hubiese imaginado, nos es necesaria la Izquierda. Aunque
no tuviese otras razones para estar, nos haría falta para oponerse, para hacer
contrapeso al oportunismo.
¡Ah, camarada! ¡Si únicamente hubiese seguido usted en la Tercera Internacional
la táctica de los “izquierdistas”, que no es ninguna otra cosa más que la táctica
“pura” de los bolcheviques en Rusia, pero adaptada a las condiciones europeo-occidentales
(y norteamericanas)!
¡Si solamente hubiese dado por objetivo a la Tercera Internacional, e inscrito
en sus estatutos, la creación y la extensión de la organización económica -
bajo la forma de organizaciones de fábrica y de uniones obreras (a las que habrían
podido venir a integrarse, llegado el caso, asociaciones industriales con base
de fábrica) - y de la organización política en partidos que rechazasen el parlamentarismo!
De esa suerte usted habría dispuesto en todos los países de núcleos, de partidos
compactos, absolutamente compactos, realmente capaces de realizar la revolución.
Capaces de incorporar progresivamente a las masas, no por presiones desde fuera,
sino por su propio ejemplo. Así habría dispuesto usted de organizaciones económicas
que habrían hecho saltar por los aires a los sindicatos contrarrevolucionarios
(tanto las formaciones oficiales como las anarcosindicalistas).
Así habría cortado usted de un solo golpe el camino a los
oportunistas de todo pelaje. Pues éstos no tienen nada que llevarse a la boca
más que allí donde hay posibilidades de pactar en la sombra con la contrarrevolución.
Pero además, y esto es con mucho lo principal, usted habría puesto así a los
obreros, en sus amplias masas, en cuanto es posible hacerlo en el estadio actual,
en condiciones de actuar como militantes autónomos.
Si usted, Lenin, y ustedes, Zinoviev, Bujarin y Radek hubiesen hecho esto,
si ustedes hubiesen adoptado esta táctica, con su autoridad y su experiencia,
con su energía y su genio, y nos hubiesen ayudado a corregir los errores que
cometemos todavía y que son inherentes a nuestra táctica, entonces dispondríamos
de una Tercera Internacional perfectamente compacta en el interior, inconmovible
frente al exterior, y que con su ejemplo se habría incorporado progresivamente
al conjunto del proletariado mundial y habría echado los fundamentos del comunismo.
Ninguna táctica es infalible, eso es evidente. Pero ésta al menos habría permitido
afrontar las derrotas y superarlas más fácilmente, tomar la vía más corta y
conseguir la victoria más rápida, mejor asegurada.
Pero usted no ha querido esto. Desde el primer día, usted ha preferido masas
inconscientes total o parcialmente a militantes conscientes y resueltos. Su
táctica conduce al proletariado a una larga serie de derrotas.
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30 Una sola jornada (cuando el congreso de Halle) permitió recoger 500.000 nuevos
militantes, conducidos por jefes que usted decía todavía recientemente que eran
peores que los Scheidemann.
31 Ver H. Gorter: “El oportunismo en el PC holandés” (1919), en D. Authier
y J. Barrot: La Izquierda comunista en Alemania, p. 286-312.
32 El camarada Pannekoek, que conoce a fondo Alemania, lo había previsto con
claridad: cuando los jefes de la liga Espartaco tengan que elegir entre el parlamento
y la revolución, elegirán el parlamento. (Ver la antología ya citada, p. 178
y 185, especialmente.)
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