Alfredo Bonanno
Una crítica de los métodos sindicalistas
Índice
Las limitaciones del anarcosindicalismo
El mismo argumento, con elementos específicos, se aplica al
anarcosindicalismo. Aquí tenemos una solución
anarquista al sindicalismo, la solución que arraigaba en la Asociación
Internacional de Trabajadores de acuerdo con los principios de Bakunin,
pero que todavía tiene defectos que son intrínsecos a
todas las organizaciones sindicales, sean sindicalistas revolucionarias,
comunistas autoritarias o las reformistas de la socialdemocracia.
El anarcosindicalismo, si no es mantenido dentro de los límites
de "medio", como apuntaba apropiadamente Malatesta, corre
el riesgo -como el sindicalismo, no el anarquismo- de evolucionar hacia
el revisionismo (ver Suecia) o el autoritarismo (ver España).
Pero permítasenos intentar clarificar este problema antes de
que caigamos en serias malas interpretaciones.
El anarcosindicalismo sabe perfectamente bien que la revolución
sólo puede ser llevada a cabo por las masas trabajadoras organizadas
en sus estructuras económicas para preparar la sociedad del futuro.
Esto puede ocurrir sólo si estas organizaciones están
separadas de los partidos políticos, de hecho "si no
son solamente aparlamentarias, sino principalmente antiparlamentarias"
(Lehning).
"Quien esté tanto contra el capitalismo privado como contra
el capitalismo de Estado, debe oponerse a estos con otro tipo de realidad
social y otro tipo de organización económica. Y esto sólo
puede hacerse por los productores agrupados juntos en sus organizaciones
en el taller, la industria, etc.. Tienen que organizarse de modo tal
que posean los medios de producción y organicen toda la vida
económica sobre una base asociativa." (Lehning)
Pero estas organizaciones de los productores deben estar en manos de
los productores mismos y organizadas de modo que sus acciones, que han
elegido y determinado ellos mismos, no puedan ser impedidas. Si observamos
atentamente, veremos que esto no puede ocurrir en el sindicalismo, incluso
en el anarcosindicalismo. No puede ocurrir en las llamadas "degeneraciones"
del tipo sueco o -dentro de ciertos límites- el español.
No puede ocurrir porque no son los obreros mismos quienes deciden cuales
son sus intereses objetivos, sino la dirección sindical, quienes,
como vemos, existen y tienen la capacidad de seleccionar objetivos e
intereses, incluso en el anarcosindicalismo.
No debemos olvidar que el sindicalismo es un organismo de los productores,
por lo tanto, de un alto índice económico; pero es también
un organismo dirigido por hombres que están altamente politizados,
incluso si sólo a un nivel personal. En el caso de una organización
anarcosindicalista, estos hombres podrían ser anarquistas, de
modo que rehusarían sus derechos como "dirigentes"
sindicales. Muy bien, en ese caso la organización se dividiría
o moriría para reaparecer en una serie de iniciativas dirigidas
por la base sin que haya necesariamente ninguna línea centralizada
a parte de sus comunes intereses económicos y revolucionarios.
Pero, en ese caso, ya no estaríamos dentro del concepto del anarcosindicalismo.
Éste último prevé la existencia de la estructura
independientemente de la perspectiva económica. Tiene su mira
en defender los intereses de los trabajadores (económicos y no
económicos), pero sobre todo existe y es más
importante cuanto más grande es y cuantos más miembros
tiene.
Lo mismo debería decirse de los hombres y mujeres que trabajan
dentro de la estructura anarcosindicalista. Sus ideas no provienen de
los intereses económicos e históricamente determinados
de los miembros, o del conjunto de la clase obrera, sino que existen
por derecho propio y son, en cierto sentido, muy extensas. Van tan lejos
como para perfilar una visión completa del mundo (un mundo anarquista
o libertario), que influenciará necesariamente la elección
del trabajo a realizar en cuestiones particulares o las alternativas
políticas o económicas en no poca medida.
Permítasenos imaginar que se está discutiendo el problema
de la ocupación de una fábrica. El interés inmediato
de los trabajadores -al menos en un marco como el que estamos viviendo
en Italia hoy- es la continuación de sus salarios, un interés
limitado que de ningún modo pone en cuestión la ética
del trabajo. Los camaradas sindicalistas podrían tener sus propias
ideas muy precisas sobre lo que significaría la autogestión
de la fábrica dentro de la perspectiva de la administración
capitalista. Es decir, podría ser que ellos quisieran "demostrar"
algo más, algo de quizás mayor valor político que
la mera continuación de los salarios para un restringido número
de personas; pero algo que todavía no va nunca "más
allá" de ciertos intereses objetivos y contingentes en nuestra
opinión. Por supuesto, esto podría contribuir a expandir
el movimiento como un todo; pero no debería convertirse en una
coartada para pasar de contrabando las decisiones de la Dirección
más allá de la trémula frontera de los intereses
de los trabajadores.
En resumen, teniendo en cuenta que sólo un restringido número
de camaradas tienen las ideas claras sobre problemas que van más
allá del área inmediata del sector económico (que
frecuentemente requiere análisis laboriosos), y teniendo en cuenta
que estos camaradas (con la mejor fe como anarquistas e individuos)
no pueden más que luchar por el triunfo de sus ideas, nosotros
encontramos cierto que cuando esto ocurre dentro de una estructura sindical
ello abre inevitablemente el camino al compromiso o al autoritarismo.
En el caso en que no existe ninguna estructura, donde los camaradas
más preparados hablan en nombre de un grupo de productores con
intereses precisos, y con medios para lograrlos mediante acciones coordinadas,
apoyadas por la intervención de camaradas del exterior, cualquier
cosa puede ocurrir. El discurso puede extenderse sin medida, hacerse
social y político y trazar una visión total del mundo
igualmente. Aquí ninguno hablará en el nombre de una organización
que tendría que vivir y defenderse como tal.
[ El caso sueco ]
Permítasenos echar un vistazo al revisionismo anarcosindicalista
sueco. Suecia, como otros países escandinavos (Noruega, Dinamarca
y Holanda), es un Estado donde existe, a un nivel superficial, una ideología
del "bienestar garantizado". Hay tutelaje social por el Estado.
Algo similar existe en una forma aún más racional en Nueva
Zelanda y Australia. La organización anarcosindicalista S.A.C.
(Sveriges Arbetaren Centralorganisation) está bastante bien extendida
y es representativa. Permítasenos ver cómo se justifica
el cambio de la táctica sindical en la dirección del revisionismo
más rancio:
"La población es consciente de haber creado una situación
particular, porque la seguridad desde el nacimiento hasta la muerte
les ha impedido escuchar a los profetas de la revolución, que
imparten la idea de luchar en las barricadas y de la destrucción
total del sistema social existente.
Los anarcosindicalistas han vivido sus experiencias, cuyas conclusiones
más o menos delineadas nosotros consideramos válidas sólo
en situaciones como la de Suecia. Si el S.A.C. ha abandonado la propaganda
insurreccional y ya no quiere conducir una agitación orientada
a la destrucción de todas las demás fuerzas sociales,
lo han hecho así porque es imposible proceder de otro modo en
este país. La población piensa de acuerdo con líneas
pacíficas y si intentásemos dirigirles a la acción
revolucionaria haríamos el ridículo y provocaríamos
la hostilidad general. Si fuésemos a proponer la acción
violenta en una sociedad pacífica nos convertiríamos en
el equivalente a toros en una tienda de loza." (E. Arvidsson)
¡Fin de la transmisión! No hay ninguna alternativa.
Mientras tanto, la base de los obreros suecos está buscando un
nuevo camino, que apunte a la destrucción del trabajo: demandando
tiempo completamente libre y la destrucción de un Estado, que
impone el bienestar colectivo obligando a la gente a continuar de un
modo dado, y que les impide elegir lo que quieren hacer. Mientras la
base de los obreros, en completa oscuridad, en una angustia aún
más terrible que la de la pobreza (no olvidemos los suicidios
y otros fenómenos) están buscando nuevos métodos,
adecuados a la estructura de poder que tienen que combatir, los obtusos
dirigentes anarcosindicalistas están todavía hablando
en términos de insurrección como de "toros en
una tienda de loza".
La situación está clara: en presencia de una estructura,
a menudo -mejor digamos, siempre- se presenta una fractura entre los
intereses económicos de los obreros (de los cuales ellos son
conscientes de formas totalmente distintas) y la visión de los
dirigentes obreros o de los representantes sindicales con sus propias
perspectivas que, a menudo, no sólo están deformadas y
son objetivamente peligrosas para los trabajadores, sino que también
van ridículamente por detrás de los tiempos.
[ El caso español ]
Permítasenos considerar el caso clásico del anarcosindicalismo
en España.
Los anarquistas en el gobierno. La C.N.T. tiene cuatro ministros, a
parte de los quince que constituyen el gobierno. Aquí está
lo que escribía "Solidaridad Obrera" en 1936:
"La entrada de la C.N.T. en el gobierno de Madrid es uno de los
hechos más importantes de la historia política de nuestro
país. La C.N.T. siempre ha sido, en sus principios y por convicción,
anti-Estado y enemiga de toda forma de gobierno. Pero las circunstancias,
casi siempre superiores a la voluntad humana, aunque determinadas por
ella, han transformado la naturaleza del gobierno y del Estado español.
En la actualidad, el gobierno, en tanto instrumento regular del Estado,
ya no es una fuerza opresiva contra la clase obrera."
Pobre Bakunin (lo cual no es nada) y pobre clase obrera (lo
cual es serio). Estos anarquistas, que intentan esconder su propia
incapacidad personal para actuar detrás del aparente "realismo"
de la bandera anarcosindicalista, no podrán nunca meditar lo
bastante en este pasaje. Con estas líneas cayeron en España
no sólo el antiestatismo anarquista, sino también el voluntarismo,
amargamente reducido a simple jerga de un gacetillero no muy brillante.
"Todos los hombres más prominentes de los grupos sindicalistas
y anarquistas están presentes... Nos hemos unido al gobierno,
pero las calles se nos han escapado..." (Federica Montseny)
"Quiero apuntar un hecho curioso: el fiasco de la cúspide,
de la minoría dirigente, de los líderes. No estoy hablando
sólo de los políticos socialistas y comunistas. También
estoy hablando de los bien conocidos militantes anarquistas, aquéllos
que, en términos cotidianos, podríamos llamar dirigentes."
(G. Leval)
"La verdad es que la base no fue consultada; sólo
unos pocos de los elementos mejor conocidos de la C.N.T. y la F.A.I.
estaban presentes en las reuniones. Eso fue una estafa más."
(Los Amigos de Durruti, en 'Le Combate Socialist', 1971.)
Los dirigentes por un lado y las masas por el otro. El resultado:
las últimas asumieron las grandes construcciones colectivistas
y comunitarias, resolvieron problemas económicos de considerable
importancia, lucharon en las calles contra los fascistas y contra los
no menos peligrosos "fascistas rojos"; los dirigentes
se mantuvieron a parte, ya previamente en el gobierno o totalmente incapaces
de hacer nada.
Ciertamente, Leval no puede ser acusado de estar contra la organización
sindical, ni en general ni en el caso particular de la C.N.T.. Con todo,
permítasenos ver lo que escribe:
"El anarquismo español tenía muchos «dirigentes»
que no asumieron ningún papel. Estaban absortos por los puestos
oficiales que habían ocupado desde el principio... Eso les impidió
continuar su tarea como dirigentes. Permanecieron fuera de esta gran
obra de reconstrucción, donde el proletariado aprendería
preciosas lecciones para el futuro... Diversos intelectuales en los
márgenes de las tareas oficiales estaban lejos de la transformación
radical de la sociedad." (Leval)
Como podemos ver, Leval no discute la presencia de un "dirigente"
sindical, y quizás lo haga incluso menos que la de un dirigente
político; pero no puede dejar de notar, como observador honesto
que es, que los acontecimientos siguieron tal camino que las masas se
dirigieron ellas mismas por un lado y los dirigentes por el otro.
Las consecuencias no esperaron mucho para hacerse sentir. Así
empezaron los conflictos, las luchas, la marginación y también
la represión. Por toda España numerosos grupos anarquistas
(y también aquellos que no eran anarquistas declarados, pero
que estaban influenciados por estos últimos) estaban por la acción
directa, el igualitarismo y la organización inmediata de la nueva
sociedad, de modo que se desarrolló una forma de lucha entre
la C.N.T. y la F.A.I. por un lado, y estos otros grupos por el otro.
En marzo de 1937 estallaron incidentes en Villena (Vilanese),
cerca de Valencia, debido a un decreto gubernamental votado por el ministro
anarquista López que era dañino para las colectividades
locales (que habían sido formadas por la C.N.T. y la U.G.T. socialista).
En mayo de 1937 un choque entre anarquistas y el Partido Comunista
en Barcelona condujo a una serie de luchas que duraron sobre una semana
y se extendieron a cierto número de pueblos vecinos. Junto a
los anarquistas de los grupos de Los Amigos de Durruti, estaban
los grupos del P.O.U.M. (comunistas disidentes) y la Juventud
Libertaria. Condenados por la C.N.T., Los Amigos de Durruti
fueron obligados a suspender la lucha. El Partido Comunista
envió inmediatamente una columna armada y empezó la represión,
matando a numerosos camaradas. El periódico "Los Amigos
de Durruti" se hizo clandestino.
Cuando la división comunista de Lister empezó la destrucción
sistemática de la colectividad de Aragón en 1937, camaradas
quisieron organizar la resistencia pero fueron impedidos por una orden
precisa de la C.N.T.. En el periódico "Espagne Nouvelle",
impreso clandestinamente en Francia a causa de que estaba prohibido
en España, se lee:
"Debimos haber defendido nuestros Consejos con las armas, a pesar
de la actitud derrotista de la C.N.T." (29 de octubre de 1937)
Los camaradas del grupo Corale escriben:
"No hace falta decir que en 1936 el anarcosindicalismo
en España se encontró enfrentado al mismo fenómeno
que ocurrió en Francia en 1906: la integración del
movimiento a causa de su aceptación de las exigencias de la sociedad
burguesa. Cuando es necesario, la burguesía republicana
acepta la colectivización de la industria pesada para controlarla
más tarde como industria de guerra. En Cataluña, donde
la jurisdicción era diferente al resto de España, la colectivización
fue promulgada para el conjunto de la industria en octubre de 1936.
Las colectividades eran sólo toleradas en el sector servicios
y en la agricultura. En lugar de tener presente las lecciones históricas
de los espartaquistas y las dos caras del poder burgués en Alemania
en 1919, y de los makhnovistas y comunistas en Ucrania en 1919, aplastaron
a los revolucionarios eliminando así las conquistas obreras:
los anarcosindicalistas, con las masas a su disposición,
tomaron el poder político para sí mismos." (Corale)
No hay muchos análisis de esto. A veces se entra en cuestiones
particulares (por ejemplo, el problema militar) y otras se olvidan.
A menudo se traza un balance sumario y se destacan los fenómenos
positivos; quizás por amor al país, los negativos se mantienen
en silencio. Pensamos que es hora, limitándonos al problema del
sindicalismo, de poner en relieve algunos de estos aspectos negativos
de la estructura.
"El fascismo, en el sentido amplio de la palabra,
no consiste en los símbolos o tipos de régimen que definimos
como tales... es la autoridad en sus diversas formas y manifestaciones
la que da lugar al fascismo. Hemos construido un ejército idéntico
al del Estado y a los clásicos órganos de represión.
Como antes, la policía está actuando contra los trabajadores
que intentan hacer algo socialmente útil. Las milicias populares
han desaparecido. En una palabra: la Revolución Social ha
sido estrangulada". (La Columna de Hierro, en «Línea
de Fuego».)
Las condiciones para la derrota militar estaban ahora firmemente establecidas.
A esto se añadió la derrota de la moral y de los principios;
esencialmente, la derrota de un cuerpo extraño que, en la forma
de una mentalidad directiva, había infiltrado la organización
sindical anarquista gracias a la composición particular de este
tipo de organizaciones.
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