Alfredo Bonanno
Una crítica de los métodos sindicalistas

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Sindicalismo y capitalismo viejos y nuevos

La colaboración de los sindicatos en la difícil vida del capitalismo ha tomado diversas formas durante las diversas fases de su crecimiento.

Al capitalismo de la fábrica manufacturera, atado a una visión restringida del mercado y sin una clara orientación multinacional, corresponde (y todavía corresponde hoy, en las áreas menos desarrolladas) un tipo de sindicalismo corporativo al "viejo estilo", con una ideología que exalta el trabajo. Aspira a incrementos salariales, pero principalmente se preocupa de cuestiones de entorno (la situación dentro de la fábrica, la seguridad en el trabajo, las relaciones con los superiores).

Hoy, a un sindicalismo de "nuevo estilo" corresponde (en las áreas más desarrolladas) un capitalismo tecnocrático multinacional, un capitalismo que podríamos definir como de "nuevo estilo" y que está indirectamente gestionado por el Estado a través de financieros dotados de una lógica aritmética bastante peculiar (por ejemplo, en cuestiones de las tasas fiscales), capaz de urdir un espeso tejido de apoyo internacional. Están fascinados por la posibilidad de un discurso confederal a un nivel europeo e internacional, y aunque no son todavía plenamente conscientes del posible poder que tal discurso les proporcionaría, están decididos sin embargo a no dejarlo escapar cuando venga. Igual que el capitalista tecnócrata tiene un equivalente en el sindicalista tecnócrata, el gran director internacional tiene el suyo en un gran sindicalista internacional. (...)

El problema de la tecnocracia y lo multinacional fascina no sólo a los sindicalistas, sino también a muchos camaradas que acaban perdiendo la visión de la realidad capitalista que es, y siempre será, contradictoria. Tesis sobre la acumulación del capital, como las elaboradas por Hilferding, se vuelven de dudoso valor ante las revueltas que están tanteando la lógica capitalista en las fábricas, las escuelas y la tierra, haciendo imposibles las previsiones a medio y largo plazo.

En nuestra opinión, es importante ver ciertas características claramente: el nivel tecnológico de los diversos sectores industriales, la estructura interna de los países europeos, la política científica de las naciones militarmente fuertes, los nuevos desarrollos en las fuentes de energía, etc.. Otras observaciones sacan a la luz notables discrepancias entre los países más avanzados (de ahí el gran número de grados y de volumen de conocimiento), que no son sólo diferencias tecnológicas, sino también organizativas, entre las diferentes compañías; diferencias en el volumen de la investigación industrial financiado no sólo por el Estado, sino también por la industria misma u otros cuerpos (universidades, etc.); las contradicciones entre la política científica y la política financiera, y así sucesivamente.

Todo esto implica cambios importantes en el problema de la gestión; para los países que están en un momento como éste, implica una transformación de "la economía en sentido amplio" para salir de la crisis. Los sindicatos saben esto muy bien, y es en este sentido que están preparando también su transformación estructural. Los niveles salariales, las condiciones dentro de las fábricas, los convenios, la regulación del desempleo, las formas y los objetivos de la producción a una escala multinacional, son todas decisiones que serán tomadas por la dirección, o más bien por un pequeño número de burócratas móviles contra quienes no será fácil luchar. Los trabajadores, por otro lado, están -de acuerdo con los sindicatos- lo bastante maduros para dirigir su trabajo y continuar la producción (al precio de una disposición centralizada, que significaría la autogestión de su propia miseria), de modo que debemos asegurarles la continuidad del trabajo (léase explotación) y asegurarnos a nosotros mismos la supervivencia como organización (léase trabajo recompensado). (...)

A ojos de los funcionarios sindicales, la cogestión significa, en nuestra opinión, alcanzar dos objetivos esenciales. El primero refleja la concepción de todo el partido socialdemócrata (aliado a los sindicatos no a un nivel formal, sino debido a una simbiosis en el personal y en la mentalidad entre las dos organizaciones): se refiere a lograr una "regulación" de las relaciones sociales con el fin, dice un funcionario sindical, de atenuar en la medida de lo posible las injusticias sociales que resultan del proceso económico. El segundo permite la integración de toda una clase social de "funcionarios" sindicales en el proceso económico. Se están convirtiendo en parte del sistema económico y social para no dejar esta área de actividad abierta a los "directores" de la clase gestora del país.

Así: eliminación de la discordia y el conflicto en la medida de lo posible, participación en la gestión económica en primera persona y, finalmente, integración en el sistema de la estructura anteriormente antisistema. Como es evidente, sería superfluo explicar que esta integración se hace posible no a causa de la degeneración de los sindicatos, sino debido a sus características esenciales, que se han vuelto más acentuadas en tanto el capitalismo se ha desarrollado más allá de sus orígenes tradicionales. (...)

En Francia, por el contrario, uno puede todavía oír de la C.F.D.T.:

"El concepto piramidal de estructuras de poder, en la forma de los consejos obreros o del centralismo democrático, debe rechazarse. La experiencia muestra que esta modalidad de gestionar el poder basada en la concepción rígida y jerárquica del delegado da lugar rápidamente a un proceso de burocratización y tecnocratización."

Pero esto es pura retórica adaptada al momento, que será en breve reemplazada por una forma completamente distinta. ¡Sólo imaginémonos un sindicato admitiendo abiertamente la necesidad de la burocratización! No debemos hacernos ilusiones. La necesidad de colaborar es esencial para los sindicatos; cualquier ruptura debe ser controlada y programada. La huelga debe ser un arma precisa: cuando más amenaza con volverse eficiente, más debe usarse en pequeñas dosis. Por el contrario, si su eficiencia disminuye, es usada ampliamente, como en el caso de la huelga del servicio postal en Francia, que duró más de dos meses sin ningún resultado a fines de 1974.

Aquí está un pasaje que es característico de esta colaboración, publicado en la revista Sindicalismo (especial "Autogestión", nº 14-15):

"No importa qué nivel de democratización haya dentro de la compañía o de la economía como un todo, el sindicalismo continúa teniendo autonomía en su función como fuerza de impacto para proteger a los trabajadores contra la voluntad de los patronos. El sindicato continúa siendo una escuela para la formación de obreros militantes, un lugar para elaborar la crítica social y un agente de transformación para ser usado y perfeccionado. La autonomía del sindicato y el reconocimiento de sus modos de acción, incluyendo la huelga, son tanto una necesidad como una garantía fundamental de la autogestión.

El problema de la remuneración queda de último en la industria, junto con el de la jerarquía y la distribución de la producción. Es por eso que, al otro lado de la barricada, los jefes que gestionan el capital no trabajan desde un punto de vista humanitario (el trabajador está alienado, debemos liberarle) sino partiendo de cuestiones relacionadas con la producción (la degradación, la fatiga, tantos días de trabajo perdidos, tanto trabajo hecho mal, tanto despilfarro, falta de reinversión, etc..). Éstos son los elementos que los patrones usan para valorar el problema de los modos de producción. No sólo no dan ninguna tregua, también experimentan. Los primeros ejemplos tuvieron lugar en los Estados Unidos y en Suecia (Saab y Volvo). Esto es lo que resultó: trabajo inteligente (no sectorializado), menor fatiga, menor degradación, vuelta a un tipo de industria de oficio; desaparición del absentismo, menores obligaciones, trabajo de mejor calidad, eliminación de los sectores no productivos (pequeños jefes y controladores), beneficios más altos, incremento de la producción de capital."

Quizás nunca se advertirá suficientemente sobre los peligros de esta perspectiva, que es por lo que nosotros consideramos de gran importancia el estudio de los problemas de la autogestión. Quizás debamos denunciar más vehementemente a los teóricos de la ideología del trabajo, exponer su colaboración velada en la explotación capitalista, demostrando cómo incluso anarquistas caen a menudo en esta perspectiva.

Esto es suficiente para ver el proceso de transformación que los sindicatos están haciendo efectivo, concerniente a los cambios en la estructura económica en que están operando. Como cualquier transformación estructural del capitalismo, ésta es funcional a ciertos requerimientos y llega a estar condicionada por ellos. Ha sido la enfermedad específica de ciertos movimientos revolucionarios ver en esto unas perspectivas y un contenido interesantes. Y, empezando por el sindicalismo, han perdido su matriz libertaria original por diversos caminos.

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