Alfredo Bonanno
Una crítica de los métodos sindicalistas
Índice
Las críticas tradicionales del sindicalismo
Éstas pueden resumirse en mostrar las limitaciones en el desarrollo
de los sindicatos. Éstos últimos han nacido, de hecho,
para oponerse a la explotación de los obreros por los capitalistas,
es decir, han nacido en una situación histórica objetiva
que ha evolucionado en el tiempo, de modo que ha habido también
allí una evolución en la estructura de sus tareas.
Una concentración monopolista de capital y una concentración
sindical del trabajo se oponen finalmente entre sí sin tener
ninguna la superioridad. El conflicto nunca se ha resuelto, y todo retraso
es para el beneficio de la clase explotadora, que es así capaz
de continuar su explotación incluso después de que las
razones objetivas para hacerlo ya no existan.
En sí misma, esta crítica no es equivocada. Pero generalmente
se usa equivocadamente, de acuerdo con los intereses políticos
que motivan al analista. Poniendo en relieve la crítica de los
sindicatos tocamos, quizás involuntariamente, las diferencias
objetivas que existen entre las diversas confederaciones en Italia hoy.
Sin embargo, entrar en estas diferencias en profundidad nos llevaría
lejos de nuestro problema. (...)
[ Los límites de esta crítica y las falsas soluciones
al problema ]
Tal como podemos ver, existen diferencias considerables en las perspectivas
y los niveles de intervención dentro de las filas sindicales;
pero, a la luz de los acontecimientos, todos comparten la misma lógica:
el pecado de la colaboración. Sea en la niebla del autoritarismo
marxista o del posibilismo cristiano, los sindicatos no pueden escapar
de su verdadera vocación, la de un papel crecientemente activo
en el funcionamiento del Estado y en la explotación de los trabajadores.
Déjesenos tomar a Gramsci como ejemplo. (...)
La conclusión de la crítica de Gramsci es el partido
obrero, es decir, el Partido Comunista. (...) Lo que importa es que
esta crítica del sindicalismo es una crítica autoritaria,
que apoya la ideología del partido-guía. Una crítica
de las estructuras sindicales actuales es la realizada por los sindicalistas
revolucionarios. El sindicato es acusado de volverse burocrático
y hambriento de poder.
"En la Internacional no puede haber problema alguno de corrupción
venal, porque la Asociación es demasiado pobre. Pero hay otro
tipo de corrupción al que desgraciadamente no puede escapar la
Asociación Internacional: el de la vanidad y la ambición."
(Bakunin)
De hecho, el crecimiento cuantitativo de la estructura sindical abre
horizontes de poder (o de vanidad, como mencionaba Bakunin) que eran
inconcebibles en la aurora de las luchas sindicales; pero que, como
veremos más adelante, eran quizás creíbles incluso
entonces. La teoría que toma el lugar del mito de Sorel es la
expresada por Maurice Jouhaux (Federación Anarquista Francesa):
"La acción revolucionaria consiste en realizar el máximo
número de conquistas; no en la reforma, sino en la transformación
social... No sólo porque esto significa una mejora inmediata
en las condiciones de los trabajadores, sino también porque tales
conquistas contienen la posibilidad del progreso social, la educación
y la elevación intelectual, porque son un paso hacia la revolución,
una victoria sobre las fuerzas del pasado."
Si la crítica gramsciana conducía al Partido como solución,
la crítica sindicalista revolucionaria, heredera de Pelloutier
y Delesalle, acaba en el sindicalismo mismo. La presunción de
eficiencia cae, y sólo queda la ideología sindicalista:
el embrión de un Estado dentro del Estado burgués.
No entenderían que la organización sindicalista, como
el partido político, no puede conducir a la revolución
social, aunque pueda determinar condiciones revolucionarias paralelamente
al desarrollo de otras condiciones, justo como lo hace el capitalismo
(a través de su mismo proceso de explotación). Al día
siguiente de la revolución, si realmente queremos que sea tal,
no puede haber tal cosa como una organización partidaria o sindicalista,
igual que no puede haber capitalismo. Las estructuras del futuro serán
simplemente económicas, no políticas, federaciones de
organizaciones de base; de otro modo el trabajo tendrá que empezar
de nuevo por completo.
Aquí cae otra crítica, contenida indirectamente en la
de la burocratización: la crítica de la eficacia del
sindicato. Los burócratas son acusados de oponerse a la
presión proveniente de la base, porque ésta última
se mueve en una cierta dirección, generalmente la de usar formas
más duras de lucha (como la huelga salvaje) y la acción
directa. Este hecho puede explicarse fácilmente. El presente
autor ha tenido personalmente choques con la "policía sindical",
y ha observado otros durante demostraciones-enfrentamientos, de tal
brutalidad (y estupidez) como para dar envidia a la más belicosa
policía antidisturbios. En cualquier caso, lo que debe notarse
es que la ineficacia de la Dirección sindical no es debida simplemente
a una perspectiva equivocada por su parte, sino que es uno de sus rasgos
esenciales. Cualquier acción directa, si se realiza dentro de
los límites del sindicato -imaginémoslo como caso extremo-,
perdería su significación y acabaría siendo presa
fácil de la ineficacia típica de la estructura en cuestión.
(...)
"El desarrollo, o más bien la degeneración de las
estructuras sindicales modernas en todo el mundo, tiene un aspecto en
común: su reconciliación y fusión con el Estado."
"Este proceso es característico de todos los sindicatos,
sean neutrales, socialdemócratas, comunistas o anarquistas. Esto
solo muestra que la tendencia a amalgamarse con el Estado no es inherente
a una doctrina particular, sino un resultado de las condiciones sociales
comunes a todos los sindicatos y organizaciones sindicales." (L.
Trotsky)
Esta afirmación es correcta, incluso aunque vea al partido como
solución. No es una cuestión de ineficacia, sino de
colaboración. El sindicato no es más que un servicio
público y, como tal, puede diferir en eficacia de acuerdo a cómo
funciona su burocracia, pero no puede desarrollar ninguna otra perspectiva,
quedando al margen las revolucionarias. Es interesante ver cómo
funcionan los mecanismos para poner freno a la base de los trabajadores.
Aquí está lo que, por ejemplo, escribe Daniel Mothe en
Socialisme ou Barbarie (nº 13) a respecto de la huelga
en la fábrica de Renault en agosto de 1953.
"Cuatro meses antes, la táctica del sindicato era la de
huelgas sucesivas. Esto alcanzó su punto más alto en el
período de la huelga en la Sección 74, causando el cierre
de toda la industria. Los obreros estaban preparados para actuar, pero
a condición de que su acción no se confinase a una o dos
secciones. Querían una huelga general o nada. Tomaron la iniciativa,
creyendo que las otras secciones les seguirían. Fue sólo
cuando comprendieron que, no sólo no había seguimiento,
sino que los sindicatos estaban haciendo todo lo que podían para
aislarles, que rechazaron la huelga. Durante años los métodos
de lucha usados por los sindicatos fueron las suspensiones del trabajo
limitadas a la mitad de la jornada, una hora, media hora o incluso un
cuarto de hora, peticiones masivas, o una delegación de un puñado
de hombres para ir ante el director de la sección. El mes de
agosto los trabajadores comprendieron que tendrían que parar
todo si querían que se reconsiderasen sus salarios."
Pero aún así los sindicatos se les opusieron, e intentaron
mantener la huelga dentro de un marco legal.
"En una asamblea general los obreros votaron a favor de una propuesta
para enviar una delegación al Ministerio. Una vez más,
los sindicatos asumieron la tarea de formar la delegación, limitándola
a unos cuantos obreros. Ninguna demostración de masas podía
permitirse por parte de una burocracia con ningún interés
en absoluto en ver a un movimiento ir más allá de los
límites de sus propios objetivos."
Este tipo de ineficacia operativa podría definirse como un dejar
para mañana. Radicalizar la lucha no es uno de los fines del
sindicato: las consecuencias positivas o negativas serían pagadas
por los burócratas sindicales en primera persona. Su ineficacia
es un reflejo, que contiene un colaboracionismo innato, una elefantiasis
congénita.
Pero existe otro tipo de ineficacia, la del "silencio", de
la restricción de la información. Manteniendo a las bases
lejos de cualquier control de la información, el mecanismo es
bastante simple. Volvamos al análisis de Mothe:
"El primer medio para oponerse a la acción espontánea
de los obreros es el de no dar instrucciones: permaneciendo en silencio.
Este silencio es lo más fácil cuando las publicaciones
de la fábrica están en manos de los burócratas
sindicales. Los obreros no tienen control alguno sobre ellas.
Ocurre a menudo que los obreros que están preparados para seguir
en huelga cambian de mentalidad, porque comprenden que no serán
apoyados por los sindicatos. Si esta forma de pasividad no es suficiente
para amortiguar la voluntad de los trabajadores, entonces extienden
el derrotismo o desmoralizan a los combativos. Los métodos de
la burocracia sindical no son muy diferentes a los de los jefes.
Por encima de todo, esto significa dividir. La sospecha y la desconfianza
se extienden entre los trabajadores. «Tu irás a la huelga,
pero los otros no te seguirán incluso si dicen que quieren. Te
abandonarán en mitad de la huelga». Arrojan sospechas sobre
los más combativos de entre ellos: «Tu, tu estás
por la huelga porque no tienes niños que alimentar." Acusan
a aquellos que quieren ir a la huelga de no haber hecho nada en el pasado.
Intentan disuadir a los que están a favor de la huelga con argumentos
políticos. Dan información falsa sobre la situación
en otros sectores y hacen creer que los trabajadores no están
de acuerdo." (...)
El problema no es tanto cómo hacer entender a los obreros los
defectos de los sindicatos, como el de estudiar los medios para oponerse
a esos defectos con las miras puestas en crear una ofensiva. Ahora el
problema es el de construir una estructura obrera eficiente, basada
en la acción directa y con una orientación completamente
diferente, desde una base saludable lejos de los sindicatos y organizada
horizontalmente.
¿Qué pueden hacer realmente los trabajadores dentro de
los sindicatos? No sólo son organizaciones centralizadas, sino
que sólo los delegados del taller tienen derecho a moverse por
ellos e informarse. Y sabemos que los delegados representan a la estructura
sindical, no a la base.
Es una maniobra característica del sindicato proclamar su fuerza
a los vientos cuando están intentando persuadir a los trabajadores
de que se afilien; pero esta misma fuerza se evapora, siendo incapaz
de cohesión y combate, cuando la Dirección se vuelve contra
la base de los trabajadores.
[ La mistificación del problema por el sindicalismo revolucionario
]
Otra crítica tradicional de los sindicatos es la que algunos
anarquistas usan contra la tendencia anarcosindicalista, que apoya incondicionalmente
el sindicalismo revolucionario sin intentar ver las limitaciones y peligrosas
contradicciones del sindicalismo en general.
Quizás uno de los debates más claros sobre este problema
es el que tuvo lugar entre Monatte y Malatesta en el Congreso de Amsterdam
de 1907. Monatte apoya un programa donde el sindicalismo y el anarquismo
se complementarían:
"en la tarea diaria de exigir mejores condiciones, el sindicalismo
coordina la fuerza de los obreros y el crecimiento en su bienestar,
consiguiendo mejoras inmediatas..., preparando la completa emancipación
que es imposible sin la expropiación del capital." (Monatte)
Malatesta, observando una claridad fundamental sobre el problema, dice:
"El sindicalismo puede aceptarse como un medio, pero no como
un fin. Incluso la huelga general, que para el sindicalismo es sinónimo
de revolución, no puede ser considerada más que como un
medio."
El mismo año escribía en Les Temps Nouveau:
"A pesar de las declaraciones de sus partidarios más ardientes,
el sindicalismo contiene, por su misma naturaleza, todos los elementos
de degeneración que han corrompido el movimiento obrero en el
pasado. De hecho, siendo un movimiento que se propone defender los intereses
de los obreros, tiene necesariamente que adaptarse a las condiciones
del día presente."
Como veremos más adelante, la posición de Malatesta es
radical; pero nosotros no estamos totalmente de acuerdo con él.
No hay duda de que el sindicalismo no es un fin en sí mismo;
pero el hecho de que pueda ser considerado como un medio debe implicar
que es un medio para preparar la revolución, no para continuar
la explotación -o peor aún, para preparar la contrarrevolución-.
Este es el problema. El problema del sindicalismo es un problema político
del poder, lo mismo que el concerniente a cualquier otra organización
que compita con el Estado. La dinámica de esta organización
asume, a veces, características particulares tales que hacen
difícil ver las contradicciones a nivel de la superficie, pero
esto no cambia su esencia real.
"Es esencial para el trabajador, por lo tanto, hacer conquistas
en la sociedad, lo mismo que en la fábrica, para llevar a cabo
la transformación social que se necesita. En cambio, el sindicato
está obligado a aceptar la carga de esta necesidad no sólo
para los trabajadores, sino también para las masas populares,
así como para la mayor parte de las reivindicaciones del desarrollo
económico, civil y democrático de todo el país."
(C.G.I.L.) (...)
Aquí el programa es claro: el sindicato va a cuidar del funcionamiento
del Estado. Frente a la incapacidad manifiesta (de acuerdo con la burocracia
sindical) de los operadores políticos del gobierno, ellos consideran
indispensable -en interés de los obreros- tomar a su cargo y
gestionar la explotación ellos mismos.
La relación entre el sindicato y el poder político aparece
en su manifestación más espantosa: sindicato y capitalismo.
El poder económico mantiene a la Dirección sindical condicionada
dentro de los parámetros del reformismo y, al hacerlo, dirige
su fuerza hacia esa "cogestión" del poder
que es un futuro al alcance de la mano.
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