Alfredo Bonanno
Una crítica de los métodos sindicalistas

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El sindicalismo hoy: sus programas

[ Los sindicatos y la crisis capitalista ]

Éstos podrían resumirse en: colaboración con las estructuras del capitalismo. No hemos de ver nada extraño en eso. Dado que la función de los sindicatos es reclamar mejores condiciones, para hacerlo deben primero salvar la vida e incrementar la eficiencia de la contraparte; de otro modo, los términos concretos de las demandas estarían ausentes y, con ellos, la misma razón de existencia de los sindicatos.

"La propuesta política del octavo congreso de la C.G.I.L. se expresa en la adopción de un programa de desarrollo económico y social y de transformación política para asegurar que el país emplea plenamente sus recursos; una fase de impulso renovado en la energía productiva y moral, un entendimiento no construido ya sobre el sacrificio y la sobreexplotación de las masas". (C.G.I.L.)

Esto es algo que los capitalistas podrían, por supuesto, suscribir; su único defecto es que no es realista. No tanto porque los (malos, feos) capitalistas no lo quieran, sino porque es imposible. El desarrollo social y económico sólo puede llevarse a cabo (en un sistema capitalista de producción) a través de una explotación más intensa del obrero. Cualquier alternativa a esto está aún por ser encontrada por los economistas burgueses que, de Keynes en adelante, han estado haciendo lo más que han podido, y los sindicatos lo saben muy bien.

"Sabemos bien que dos factores actúan sobre los precios. Uno es de carácter externo, así que es reflejado desde el extranjero, sobre todo desde los países con los que tenemos relaciones financieras. El otro factor está compuesto por maniobras monetarias y precios operados en este país directamente por los patronos y el gobierno.

No hemos podido actuar de modo efectivo en lo que concierne a lo que nos afecta del exterior. Lo que nos choca es la indiferencia con que los patronos y el gobierno están operando en tres sectores: a) haciendo a los trabajadores pagar las consecuencias de la crisis, a través de las subidas de precios y la devaluación monetaria; b) recobrando fuerza, aún con la maniobra precedente, a costa de los incrementos salariales y de las pensiones que los trabajadores consiguieron ganar a través de una dura lucha; c) apuntando luego a los trabajadores y sus demandas como la causa de la crisis y el incremento del coste de la vida." (C.G.l.L.)

Incluso en esta declaración, aparentemente tan concreta, hay una sombra de algo que no se dice. El fenómeno de las subidas de precios es inherente a la economía capitalista, que deriva grandes beneficios de él en su fase de crecimiento sólo para, después, padecer todas las consecuencias. La persistencia del ahorro, la incapacidad para seleccionar las inversiones esenciales y la necesaria apertura al consumismo (en la que los sindicatos colaboraron para la inclusión de los obreros): si no fuese por todo esto, la crisis actual se habría producido mucho antes (desde el fin de los años 50).

Las subidas de los precios son un fenómeno necesario, no accidental, del capitalismo. No se deben a una mala administración o a una época desfavorable (la crisis del petróleo debe examinarse más de cerca en este sentido), ni se deben a una maniobra monetaria por el placer de la impresión de billetes. Son intrínsecos al sistema capitalista. Los sindicatos, siendo socios del capitalismo, no están afligidos por esto, sino por el hecho de que sus cómplices están culpándoles de algo en lo que colaboraron para determinar juntos.

A nivel lógico-económico, las propuestas sindicales para lograr la estabilidad monetaria son del mismo valor que las acusaciones del capital de que los sindicatos son la causa de la crisis; pura demagogia. (...)

[ El papel de los delegados sindicales ]

El dirigente sindical es el mediador que tiene que crear las condiciones para que la administración capitalista pueda proceder del mejor modo posible.

Es en este sentido que, el problema a que los sindicatos son más sensibles, es al de la reorganización. Dentro de las fábricas consejos de fábrica (dirigidos por los sindicatos, por supuesto) están tomando el lugar de las viejas comisiones internas, y fuera hay una perspectiva de estrechar lazos entre la fábrica y la sociedad. De este modo están brotando asociaciones vecinales, un experimento en estructuras fuera de la fábrica que apunta a garantizar la presencia de los sindicatos en emprendimientos que, de otra manera, podrían desarrollar una peligrosa autonomía.

Aquí la competición entre los distintos sindicatos se pone en segundo plano: lo que cuenta es tener el poder. Lo que encontramos en el centro del problema del delegado es la preparación para la gran tarea de dominación del mañana. (...)

La figura del delegado es esencial para el sindicato. Cambiando la relación, esto podría compararse a la figura del funcionario dentro de la estructura del capitalismo. Por un lado, el funcionario garantiza el control sobre la producción, por el otro garantiza los requisitos de la ciencia y del Estado. El delegado hace algo similar. Por un lado, garantiza la persistencia de la dirección sindical a nivel del centro de trabajo -una dimensión que podría muy bien, y en muchos casos lo hace, encontrarse en oposición a lo que el sindicato considera necesario-. Por el otro, él aplaca la preocupación de los capitalistas de tener que tratar con una masa tumultuosa y contradictoria que es incapaz de usar el lenguaje de los iniciados y que podría, fácilmente, pasar a los hechos consumados. (...)

Los trabajadores sospechan de los sindicatos. Se unen a ellos porque piensan que serán apoyados si son despedidos o si tienen una pelea con el encargado, y porque piensan que están genéricamente bajo protección. El modo en que los sindicatos usan la huelga demuestra el papel absurdo que ellos mismos se han reducido a jugar. (...)

Por su parte, los obreros y los campesinos tienen las ideas bastante claras sobre las limitaciones de los sindicatos:

"La indiferencia hacia el sindicato es tal que tienen dificultades para encontrar obreros que estén preparados para hacerse candidatos a la delegación. Frecuentemente, el delegado no es elegido -lo que provocaría la creencia de que tiene que haber un número dado de reivindicantes, equivalente a los puestos vacantes- porque, de hecho, un número de puestos de delegados queda vacante después de poco tiempo, ya que los elegidos entregan su dimisión tan pronto como han pasado las elecciones". (Andrieux Lignon, L'Ouvrier d'aujourd'hui -El obrero de hoy-, París, 1960).

Por otro lado, el sistema está hoy tan integrado que a veces es capaz de hacerlo mejor que los sindicatos mismos. (...)

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