Alfredo Bonanno
Una crítica de los métodos sindicalistas
Índice
Las organizaciones sindicales después de la revolución
La prueba definitiva de las limitaciones de la organización
sindicalista y de su peligro esencial puede verse en los efectos de
su presencia en la fase inmediatamente postrevolucionaria.
Si el acontecimiento revolucionario es conducido por un partido, o
realizado por la acción militar de una minoría -capaz
de atraer a la masa pero que ahoga toda su actividad espontánea-,
entonces la acción de la organización sindical no hace
más que consignar todo en manos del partido revolucionario, entregando
a los trabajadores, en consecuencia, a la clase explotadora.
Si la revolución es eminentemente un evento burocrático,
una crisis del Estado como en la Hungría de los Consejos, las
organizaciones sindicales se convierten en el Estado en primera persona.
Garantizan el pasaje seguro de la producción a manos del Estado,
cuidando de amortiguar cualquier intento original, espontáneo,
de la masa hacia su liberación definitiva.
Si los trabajadores toman la iniciativa de modo espontáneo -como
lo hicieron en Rusia, Alemania e Italia-, forman sus propias organizaciones
de base -sus consejos- y declaran la guerra a las estructuras de explotación,
entonces los cuerpos sindicales se pasan al lado del Estado e intentan
negociar (causando el menor daño posible) la transición
a la fase subsiguiente de normalización y centralización.
En la fase de centralización, como la que tuvo lugar en Rusia
en la época del debut estalinista, los sindicatos perdieron terreno
ante el partido.
Algunos dirán: pero éstos son sindicatos comunistas y
socialdemócratas, no anarquistas; sería imposible
para camaradas anarquistas comportarse de ese modo. Y estamos de acuerdo.
No es posible... pero ocurre. Es imposible para camaradas
anarquistas unirse al gobierno, para los anarcosindicalistas proponerse
convertirse en parte del gobierno, pero ocurre. Es imposible
para los periódicos anarquistas ser prohibidos por organizaciones
anarquistas, pero ocurre. No es el anarquismo el que hace los hombres,
sino los hombres quienes hacen el anarquismo.
En el caso de las organizaciones anarcosindicalistas, lo más
lógico sería para ellas disolverse para evitar caer en
una lógica sindical estrecha, y si esto fuese a ocurrir nuestro
análisis sería vano. Pero es posible que esto ocurra antes
de la revolución, no sólo después de ella. Por
otro lado, si continúan, lo más lógico que hacer
para ellas será actuar como todas las organizaciones sindicales
de este mundo, y los camaradas anarquistas que sigan en ellas serán
forzados a hacer saltos mortales ideológicos para intentar reunir
al diablo y a los santos.
Ciertamente, no es posible prever que estado de la economía
habrá después de la revolución. Se producirán
por la fuerza acontecimientos de inmensa importancia en el momento de
la crisis decisiva. Acontecimientos de menor importancia, pero sin embargo
determinantes, restarán dentro del conjunto del sistema, haciendo
imposibles otros intentos analíticos que los de gran aproximación.
No es posible trazar un programa detallado, pero unas cuantas cosas
pueden verse claramente.
La presencia del control estatal es negativa. No puede evitar determinar
las condiciones sociales porque configura la economía de un modo
planificado. La economía postrevolucionaria, por otro lado, debe
ser una economía natural, donde la producción y la distribución
sean aseguradas a través de acuerdos horizontales entre productores
que son también consumidores.
Es fácil ver cómo los cuerpos sindicales podrían
jugar un papel muy serio una vez la fase productiva de la economía
postrevolucionaria esté funcionando. Podrían continuar
siendo intermediarios con poder centralizado, y donde esto no exista
podrían inventarlo para continuar desarrollando su eterna función
de transmisión. El papel objetivamente contrarrevolucionario
que juegan bajo un régimen de economía capitalista evolucionaría
a un papel contrarrevolucionario activo en un régimen comunista.
Algunos camaradas plantean la conclusión de que el sindicato
o cuerpo sindical debería considerarse como un "servicio
público":
"Realmente sólo una pequeña parte del proletariado
se hace consciente del círculo «produce, consume, aliénate»
impuesto por el capitalismo, pero esta pequeña parte es recuperada
por el capitalismo (con la ayuda de los sindicatos). Esto ha sido reconsiderado
por cierta gente joven, marginados, comunas, etc., así como otros
estratos diversos."
"No podemos destruir el sindicato, pero no queremos trabajar dentro
de él. En lugar de intentar transformar una organización
que nunca (o dificilmente alguna vez) ha sido revolucionaria, en una
que lo sea, sólo podemos esperar que los explotados trabajen
ellos mismos para «desorganizar» los sindicatos, entonces
intentar crear un instrumento adecuado a la tarea de la revolución."
(Corale)
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