Alfredo Bonanno
Una crítica de los métodos sindicalistas

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Conclusión

No estamos de acuerdo en todo con los camaradas de Corale. Un proyecto para desorganizar los sindicatos requeriría una lógica destructiva que es incompatible con la de la perspectiva de intereses y necesidades menores de éstos últimos. Sería dispersivo poner energía (una energía que no poseemos) en tal perspectiva, y no el modo correcto de considerar el problema de la organización obrera. Más rápido y mejores resultados se obtendrían de hacer una crítica radical de los sindicatos y de extenderla igualmente al sindicalismo revolucionario y al anarcosindicalismo. Los trabajadores se volverán más conscientes de las limitaciones de los sindicatos si se les presenta una alternativa posible: la de abandonar su servicio público a su propio destino y prepararse para crear pequeñas organizaciones autónomas de base dedicadas a la lucha radical contra las actuales estructuras de producción.

Estos grupos deben asumir la forma de núcleos de producción. No hay alternativa a esto. El trabajador es parte de la maquinaria y de la fábrica. La explotación capitalista continua a condenarle brutalmente a la alienación casi total de su personalidad, todavía hoy en la era de la tecnología avanzada. Una vez fuera de la fábrica, el obrero es un pobre hombre cansado, que sólo puede irse a la cama, hacer el amor y quedarse dormido. Su potencial de lucha es canalizado hacia fuera de él. Arrastrarle a las "incubadoras" revolucionarias sería un error, tanto psicológico como táctico. Sólo una pequeña minoría altamente sensibilizada son capaces de esto, y siempre con grandes limitaciones. Eso es por lo que cualquier organización, incluso las llamadas anarquistas, que parten de un punto fijo para determinar una línea de acción, han tirado todas sus cartas para una rápida degeneración.

[ La construcción de los núcleos autónomos de base ]

Dado que el verdadero lugar de la revolución es la fábrica, la tierra, la escuela, la urbanización, etc., las condiciones generales y particulares de explotación deben identificarse a estos niveles de experiencia. Todo esto requiere de análisis periódicos de las relaciones concernientes a las áreas de vida, las existentes entre las diferentes regiones, dentro de áreas totales (el Estado) o entre diferentes Estados, y muchos otros problemas además. Pero esto solo no llevará a los trabajadores a crear formas de organización alternativas.

El trabajador debe reconocer no que esta sea una necesidad "revolucionaria", sino que es una necesidad natural, ligada a su propia posibilidad de supervivencia, obligándole a trabajar duro e incluso a sufrir un poco más para estar mejor más tarde, no sólo él mismo sino también los demás.

El discurso revolucionario dificilmente toca alguna vez al trabajador directamente. Por eso los sindicatos tienen tanto éxito; alcanzan al trabajador en sus intereses inmediatos, y por encima de todo en lo que más le preocupa, su trabajo. El trabajador está atado a la dimensión del sindicato no tanto porque le de una cierta suma de seguridad dentro de la fábrica, como porque su sindicato unifica a todos los trabajadores de su sector: gente con problemas similares a los suyos, con los que puede hablar competentemente y entre los que puede sentirse competente. Esto no es mezquindad corporativa, sino una consecuencia directa de la división del trabajo, que no puede ser abolida en un día. Extraerlo de su entorno y forzarle a escuchar argumentos vagos, que siguen durante horas y horas, con gente que usa un lenguaje que es incomprensible, casi inevitablemente acaba haciéndole rechazar cualquier apertura a lo que sea nuevo y diferente, y a preferir el ruido de la fábrica o el alboroto de los niños en casa.

El trabajador debe vivir la revolución a través de la realidad de la economía. La diferencia entre una organización sindical y los grupos autónomos a nivel de base sólo puede entenderse en el nivel concreto de las relaciones económicas, no a través del filtro de una interpretación ideológica. En este sentido, hay un elemento de garantía en la sugerencia de arriba de que [no] se debe trabajar para separar al trabajador de su sindicato, o para desorganizarlo, sino para hacerle ver los límites de todos los sindicatos y su esencia como servicio público.

La situación económica podría organizarse sin ninguna estructura opresiva que la controlase o dirigiese y que decidiese los objetivos a ser logrados. Esto el trabajador lo entiende muy bien. Sabe exactamente cómo está estructurada la fábrica y que, superada esta barrera, será capaz de emplear la economía en su propio interés. Sabe perfectamente que el derrumbamiento de este obstáculo significaría la transformación de las relaciones, tanto dentro como fuera de la fábrica, la escuela, la tierra y el conjunto de la sociedad. Para el trabajador, el concepto de gestión proletaria es por encima de todo el de la gestión de la producción. La gestión capitalista o estatal, por el contrario, significan la explotación de la producción en nombre de algún otro, o en nombre de pequeños grupos de capitalistas, burócratas de partido o gerentes. Es, por lo tanto, el control sobre el producto lo que está ausente en esta perspectiva, y con él las decisiones sobre las líneas de producción, elecciones a realizar, etc.

La distribución también está enlazada con la producción. El trabajador sabe que sería posible establecer una relación simple entre la contribución personal de cada uno y el producto obtenido, establecer acuerdos entre sectores correlacionando las fábricas que producen las mismas cosas. También sabe que esta relación podría darle el derecho a la distribución de los productos obtenidos. Este razonamiento es técnicamente complejo, pero está vivo en la imaginación de los trabajadores. Lo que se requiere es explicarle la manera en que este mecanismo podría llevarse a cabo en una economía comunista, cómo podría llegar a poseer tantos productos como sean sus necesidades "reales" y cómo puede participar en la producción "útil" de acuerdo a su propio potencial.

En esta perspectiva, la cuestión de una forma de organización alternativa a la estructura sindical se vuelve bastante simple. De hecho, es imposible concebir un programa de lucha directa en términos de contacto entre la fábrica y los diversos sectores, incluyendo la conquista de información técnica y el intercambio y mejora de esta información, excepto desde el interior de un agrupamiento de trabajadores organizados autónomamente en la base. Filtrar todo esto a través del sindicato, no importa como de puro se haya vuelto, resultaría en que la base recibiría información deformada completamente inapropiada para los objetivos a lograr.

La necesidad primaria hoy es la lucha directa organizada por la base; pequeños grupos de trabajadores que ataquen los centros de producción. Esto sería un ejercicio de cohesión para desarrollos ulteriores en la lucha, que podrían llegar siguiendo a la obtención de información crecientemente detallada y a la decisión de pasar a la expropiación final del capital, es decir, a la revolución. Será el obrero el que establezca los términos de la relación entre trabajo y producto. Hecho esto, no tendrá otra solución que ignorar cualquier tipo de organización que afirme el poder capitalista o de cualquier otro tipo, y proceder a la construcción de núcleos de producción, posiblemente haciéndolos durar a lo largo de todo el período de la lucha, hasta la eliminación final de la explotación.

Para exponerlo de forma más simple, dado que la relación entre productor y producto es la base del proyecto revolucionario, está claro que ésta debe ser igualitaria (a cada uno según sus necesidades, de cada uno según sus capacidades), gestionada por la base, y ser simple y elemental (abolición del mecanismo del mercado que no sólo incrementa artificialmente las necesidades, sino también el aspecto financiero de la producción).

Luchar por una organización autónoma de la lucha significa luchar por la organización autónoma de la producción al mismo tiempo. No es posible hacer una diferencia cuantitativa. En cierto sentido, incluso una distinción en fases temporales es imposible. Cuando los trabajadores organizan sus propios núcleos de producción están tomando un camino que es completamente distinto del de la organización sindical o el partido. Al hacerlo están ya dando un paso decisivo hacia dirigir no sólo la lucha en el sentido de la elección de los instrumentos a usar, sino también en la elección de los objetivos a ser alcanzados -y no sólo los objetivos de la lucha, sino también los de la producción-.

[ Los elementos operativos de los núcleos autónomos ]

Durante el evento revolucionario, la presencia de una fuerte organización sindical o partido en el sentido tradicional tiene la consecuencia inmediata de que el proletariado es declarado inmaduro, y la conclusión de que alguien -los dirigentes sindicales o del partido- debe decidir por ellos. Una estructura para la intervención es impuesta a la base. Las reuniones sindicales o partidarias son siempre dirigidas por los mismos burócratas y especialistas. Todo acaba pasando sobre las cabezas de los trabajadores. Algunos camaradas anarquistas, que podrían finalmente objetar algo a esto, deben recordar lo que ocurrió en España en el período de la decisión de entrar en el gobierno, o de la lucha por las colectividades. Los principales elementos operativos de los núcleos de base deben ser, por consiguiente:

1) La lucha. Ésta es donde el espíritu de clase nace y se desarrolla. Aquí las intenciones reales de los partidos y los sindicatos también se clarifican. Los métodos de acción directa se desarrollan: el sabotaje, el absentismo, los intentos de autogestión, la destrucción del trabajo, etc..

2) La organización. Ésta crece de la necesidad de confrontación y verificación. Difiere mucho según el tiempo y el lugar, pero está unificada sustancialmente sobre la base de los intereses comunes en el proceso de producción. Los núcleos crecen, cada uno en un asentamiento social, económico y político diferente, pero todos dentro de los límites circunscritos por la realidad de la producción. Ésta es la esencia de la organización que da la posibilidad de una referencia constante a algo unitario.

3) La información. Esta debe conseguirse a través de una inversión gradual de las relaciones de producción, modificaciones en la división del trabajo y sabotaje de la producción, con análisis de los efectos y límites. La conquista de información se convierte así en el despertar de una conciencia política dentro de la dimensión concreta de la economía y la producción.

Pero estos problemas van más allá de nuestra tarea aquí y requieren análisis más profundos. (...)

Abreviaturas

C.G.I.L.: Confederazione Generale italiana del Lavoro (Confederación General Italiana del Trabajo), sindicato de izquierda dominado por el Partido Comunista, con una minoría socialista.

C.G.T: Confederation Generale du Travail (Confederación General del Trabajo), sindicato francés con adherentes de un espectro amplio y en algunos casos no político, pero en manos de una dirección estalinista.

S.A.C.: Sveriges Arbetares Centralorganisation (Organización central de los Trabajadores Suecos), sindicato anarquista sueco formado en 1910.

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