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Arena y Viento Celeste

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Esta página responde a una necesidad de búsqueda, es un experimento de una persona que no sabe absolutamente nada de programación, pero que un buen día, movida por la curiosidad, decidió investigar y ponerse en acción.
En ella he incluido algunas de las cosas que más me gustan, que me hacen reconciliar con la vida de todos los días. Entre ellas, poemas de Mario Benedetti, Pablo Neruda y los escritos de Khalil Gibran.
También he incluido en la Galeria, fotos de los lugares y cosas que me divierten.
¿Te parece poca información...? Estoy trabajando constantemente en mejorar y ampliar este pequeño rincón de espacimiento y relax.



Esta semana . . .

PENSAMIENTOS Y MEDITACIONES
(1961)

EL RETORNO DEL AMADO

Al caer la noche el enemigo huyó con cortes de espada y heridas de lanza grabados en su espalda. Nuestros héroes hicieron ondear banderas de triunfo y entonaron cantos de victoria al ritmo de los cascos de sus caballos, que resonaban en las piedras del valle.

La luna ya se había levantado de atrás de Fam El Mizab. Las rocas, enormes y elevadas, parecían alzarse con el espíritu del pueblo, y el bosque de cedros semejaba una medalla de honor en el pecho del Líbano.

Continuaron su marcha, y la luna brilló por encima de sus armas. Las lejanas cavernas resonaron repitiendo sus cánticos de alabanza y victoria hasta que,(...) Más de "Pensamientos y Meditaciones"


Pensamientos y Meditaciones, Khalil Gibrán




EL PROFETA

EL TRABAJO

Entonces, dijo el labrador: Háblanos del trabajo.

Y él respondió, diciendo:

Trabajáis para seguir el ritmo de la tierra y del alma de la tierra.

Porque estar ocioso es convertirse en un extraño en medio de las estaciones -y salirse de la procesión de la vida, que marcha en amistad y sumisión orgullosa hacia el infinito.

Cuando trabajáis, sois una flauta a través de cuyo corazón el murmullo de las horas se convierte en música.

¿Cuál de vosotros querrá ser una caña silenciosa y muda cuando todo canta al unísono?

Se os ha dicho siempre que el trabajo es una maldición y la labor una desgracia.

Pero yo os digo que, cuando trabajáis, realizáis una parte del más lejano sueño de la tierra, asignada a vosotros cuando ese sueño fue nacido.

Y, trabajando, estáis, en realidad, amando a la vida.

Y amarla, a través del trabajo, es estar muy cerca del más recóndito secreto de la vida.

Pero si, en vuestro dolor, llamáis al nacer una aflicción y al soportar la carne una maldición escrita en vuestra frente, yo os responderé que nada más que el sudor de vuestra frente lavará lo que está escrito.

Se os ha dicho también que la vida es oscuridad y, en vuestra fatiga, os hacéis eco de la voz del fatigado.

Y yo os digo que la vida es, en verdad, oscuridad cuando no hay un impulso.

Y todo impulso es ciego cuando no hay conocimiento. Y todo saber es vano cuando no hay trabajo.

Y todo trabajo es vacío cuando no hay amor.

Y cuando trabajáis con amor, os unís con vosotros mismos, y con los otros, y con Dios.

¿Y qué es trabajar con amor?

Es tejer la tela con hilos extraídos de vuestro corazón como si vuestro amado fuera a usar esa tela.

Es construir una casa con afecto, como si vuestro amado fuera a habitar en ella.

Es plantar semillas con ternura y cosechar con gozo, como si vuestro amado fuera a gozar del fruto.

Es infundir en todas las cosas que hacéis el -aliento de vuestro propio espíritu.

Y saber que todos los muertos benditos se hallan ante vosotros observando.

He oído a menudo decir, como si fuera en sueños: "El que trabaja en mármol y encuentra la forma de su propia alma en la piedra es más noble que el que labra la tierra."

"Aquel que se apodera del arco iris para colocarlo en una tela transformada en la imagen de un hombre es más que el que hace las sandalias para nuestros pies."

Pero, yo digo, no en sueños, sino en la vigilia del medio­día, que el viento no habla más dulcemente a los robles gigan­tes que a la menor de las hojas de la hierba.

Y solamente es grande el que cambia la voz del viento en una canción, hecha más dulce por propio amor.

El trabajo es el amor hecho visible.

Y si no podéis trabajar con amor, sino solamente con disgusto, es mejor que dejéis vuestra tarea y os sentéis a la puerta del templo y recibáis limosna de los que trabajan gozo­samente. Porque, si horneáis el pan con indiferencia estáis hornean­do un pan amargo que no calma más que a medias el hambre del hombre. Y si refunfuñáis al apretar las uvas, vuestro murmurar destila un veneno en el vino.

Y si cantáis, aunque fuera como los ángeles, y no amáis el cantar, estáis ensordeciendo los oídos de los hombres para las voces del día y las voces de la noche.


El Profeta, Khalil Gibran

Más de "El Profeta"



ALAS ROTAS


I

CALLADA TRISTEZA

Vecinos míos, vosotros recordáis con placer la aurora de vuestra juventud, y lamentáis que haya pasado; pero yo recuerdo la mía como un prisionero recuerda los barrotes y los grilletes de su cárcel. Vosotros habláis de aquellos años entre la infancia y la juventud como de una época de oro, libre de confinamientos y de cuidados, pero aquellos años. yo los considero una época de callada tristeza que caía como una semilla en mi corazón, y crecía en él; y que no encontraba salida hacia el mundo del conocimiento y la sabiduría, hasta que llegó el amor y abrió las puertas de mi corazón, e iluminó sus recintos.

El amor me dio lengua y lágrimas. Seguramente recordáis los jardines y los huertos, las plazas públicas y las esquinas que presenciaron vuestros juegos y oyeron vuestros inocentes cuchicheos; yo también recuerdo hermosos parajes del norte del Líbano. Cada vez que cierro los ojos veo aquellos valles, llenos de magia y dignidad, cuyas montañas, cubiertas de gloria y grandeza, trataban de alcanzar el cielo. Cada vez que cierro mis oídos al clamor de la ciudad, oigo el murmullo de aquellos riachuelos y el crujido de aquellas ramas. Todas esas bellezas... Más de "Alas Rotas"





Alas Rotas, Khalil Gibran

EL VAGABUNDO


LAS GRANADAS

Había una vez un hombre poseedor de varios árboles granadinos en su huerta. Y todos los otoños colocaba las granadas en bandejas de plata fuera de su morada, y sobre las bandejas escribía un cartel de decía así: “Tomad una por una. Sois bienvenidos”.

Mas la gente pasaba sin tomar la fruta.

Entonces el hombre meditó, y en otoño no dejó granadas en las bandejas de plata fuera de su morada, sino que colocó un gran anuncio: “Tenemos las mejores granadas de la tierra, pero las vendemos por más monedas de plata que cualquier otra granada”.

Y, creedlo, todos los hombres y mujeres del vecindario llegaron corriendo a comprar.



UN DIOS Y VARIOS DIOSES

En la ciudad de Kilafis un sofista se paró sobre los escalones del Templo y predicó sobre varios dioses. Y el pueblo dijo en sus corazones: “Sabemos todo esto. ¿Acaso no viven con nosotros y nos siguen douiera que vayamos?”.

No mucho después, otro hombre parado en la plaza del mercado habló así a la gente: “Dios no existe”. Y varios de los que escuchaban se alegraron con sus relatos, pues temían a los dioses.

Y un día llegó un hombre muy elocuente y dijo: “Sólo existe un Dios”. Y entonces todo el pueblo se acongojó, pues en sus corazones temían al juicio de un Dios más que al de varios dioses.

Por aquella misma época apareció otro hombre y dijo al pueblo: “Hay tres dioses y habitan en el viento como uno solo, y tienen una grande y agraciada madre que es a la vez su compañera y hermana”.

Entonces todos se sientieron reconfortados, pues en secreto decían: “Tres dioses en uno debes desaprobr nuestras fallas, pero también su agraciada madre será seguramente la abogada de nuestras pobres debilidades”.

Aún hoy día en la ciudad de Kilafis, hay quienes pelean y discuten entre sí sobre la existencia de varios dioses y ninguno, y sobre un dios y tres dioses en uno y acerca de cierta agraciada madre de los dioses.



LA QUE ERA SORDA

Había una vez un hombre rico desposado con una joven sorda por completo.

Una mañana, mientras desayunaban, ella le dijo: “Ayer visité el mercado y exhibían vestidos de seda de Damasco, velos de la India, collares de persia y brazaletes de Yaman. Parece que las caravanas acaban de traer todo eso a nuestra ciudad. Y ahora mírame, yo en trapos, siendo la esposa de un hombre rico. Debo comprar alguno de esos hermosos objetos”.

El esposo aún ocupado con su café matinal, contestó: “Querida, no existe razón alguna por la cual tú no vayas al mercado y compres todo lo que tu corazón desee”.

Y la esposa sorda protestó: “¡No! Siempre dices: No, no. ¿Es necesario que aparezcas en trapos ante nuestros amigos avergonzandome así a tu fama y a mi gente?”

Y el esposo dijo: “No he dicho: No; puedes ir libremente a la plaza del mercado y comprar la vestimenta más hermosa y las joyas que hayan llegado a nuestra ciudad”.

Pero otra vez la esposa equivicó la lectura de sus palabras y replicó: “De todos los hombres ricos tú eres el más miserable. Me niegas toda belleza y ehrmosura mientras las otras mujeres de mi edad caminan por los jardínes de la ciudad vestidas con ricos hábitos”.

Y comenzó a llorar. Y mientras sus lágrimas caían sobre su pecho gritó otra vez: “Tú siempre me dices: No, no, cuando deseo un vestido o una joya”.

Desde ese día la joven y sorda esposa cada vez que deseaba algo aparecía ante su esposo con una perlada lágrima en los ojos, y él en silencio tomaba un puñado de oro y lo ponía sobre su faldas.

Pero ocurrió que la joven se enamoró de un joven cuyo hábito era realizar largos viajes. Y cuando él partía ella se sentaba a llorar.

Cuando el esposo la hallaba llorando decía en su corazón: “Debe haber llegado una nueva caravana con prendas de seda y joyas raras”.

Y sacaba otro puñado de oro y se lo entregaba.

El Vagabundo, Khalil Gibran

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EL LOCO

LA GUERRA

Una noche, hubo una fiesta en palacio, y un hombre llegó a arrodillarse ante el príncipe; todos los invitados se quedaron mirando al recién llegado, y vieron que era tuerto, y que la cuenca vacía sangraba. Y el príncipe le preguntó a aquel hombre: “¿Qué te ha ocurrido?” Y el hombre respondió “¡Oh príncipe! mi profesión es ser ladrón, y esta noche, como no hay luna, fui a robar la tienda del cambista, pero mientras subía y entraba por la ventana cometí un error, y entré en la tienda del tejedor, y en la oscuridad tropecé con el telar del tejedor, y perdí un ojo. Y ahora, ¡oh príncipe! suplico justicia contra el tejedor”.

El príncipe mandó traer al tejedor y, al llegar éste al palacio, el soberano decretó que le vaciaran un ojo.

“¡Oh príncipe!, dijo el tejedor, “el decreto es justo. No me quejo de que me hayan sacado un ojo. Sin embargo, ¡ay de mí!, necesitaba yo los dos ojos para ver los dos lados de la tela que hago. Pero tengo un vecino de oficio zapatero, que tiene los dos ojos sanos, y en su trabajo no necesita los dos ojos...”

El príncipe entonces, envió por el zapatero. Y éste acudió, y le sacaron un ojo.

¡Y se hizo justicia!



LA ZORRA

Al amanecer, una zorra miró su sombra, y se dijo: “Hoy me comeré un camello”. Y pasó toda la mañana en busca de camellos. Pero al mediodía volvió a mirar su sombra, y se dijo: “Bueno... me conformaré con un ratón”.



EL REY SABIO

Había una vez, en la lejana ciudad de Wirani, un rey que gobernaba a sus súbditos con tanto poder como sabiduría. Y le temían por su poder, y lo amaban por su sabiduría.

Ahora bien, había también un el corazón de esa ciudad un pozo de agua fresca y cristalina, del que bebían todos los habitantes; incluso el rey y sus cortesanos, pues era el único pozo de la ciudad.

Una noche, cuando todo estaba en calma, una bruja entró en la ciudad y vertió siete gotas de un misterioso líquido en el pozo, al tiempo que decía: “Desde este momento, quien beba de esta agua enloquecerá”.

A la mañana siguiente, todos los habitantes del reino, excepto el rey y su gran chambelán, bebieron del pozo y enloquecieron, tal como había predicho la bruja.

Y aquel día, en las callejuelas y en el mercado, la gente no hacía sino murmurar: “El rey está loco. Nuestro rey y su gran chambelán perdieron la razón. No podemos permitir que nos gobierne un rey loco; debemos destronarlo”.

Aquella noche, el rey ordenó que llenaran con agua del pozo una gran copa de oro. Y cuando se la llevaron, el soberano bebió ávidamente y pasó la copa a su gran chambelán, para que también bebiera.

Y hubo un gran regocijo en la lejana ciudad de Wirani, porque el rey y el gran chambelán habían recobrado la razón.

El Loco, Khalil Gibran

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LA TREGUA

Martes, 12 de marzo

Es bueno tener una empleada que sea inteligente. Hoy, para probar a Avellaneda, le expliqué de un tirón todo lo referente a Contralor. Mientras yo hablaba, ella fue haciendo anotaciones. Cuando concluí, dijo: "Mire, Señor entendí bastante, pero tengo dudas sobre algunos puntos... Méndez, que se ocupaba de eso antes que ella, necesitó nada menos que cuatro años para disiparlas... Después la puse a trabajar en la mesa que está a mi derecha. De vez en cuando le echaba un vistazo. Tiene lindas piernas. Todavía no trabaja automáticamente, así que se fatiga. Además es inquieta, nerviosa. Creo que mi jerarquía (pobre inexperta) la cohíbe un poco. Cuando dice: “Señor Santomé”, siempre pestañea. No es una preciosura. Bueno, sonríe pasablamente. Algo es algo.



Miércoles, 13 de marzo

Esta tarde, cuando llegué del Centro, Jaime y Esteban estaban gritando en la cocina. Alcancé a oír que Esteban decía algo sobre “los podridos de tus amigos”. En cuanto sintieron mis pasos, se callaron y trataron de hablarse con naturalidad. Pero Jaime tenía los labios apretados y a Esteban le brillaban los ojos. “¿Qué pasa?”, pregunté. Jaime se encogió de hombros, y el otro dijo: “Nada que te importe”. Qué ganas de encajarle una trompada en la boca. Eso es mi hijo, ese rostro duro, que nada ni nadie ablandará jamás. Nada que me importe. Fui hasta la heladera y saqué la botella de leche, la manteca. Me sentía indigno, abochornado. No era posible que él me dijera: “Nada que te importe” y yo me quedara tan tranquilo, sin hacerle nada, sin decirle nada. Me serví un vaso grande. No era posible que él me gritara con el mismo tono que yo debía emplear con él y que, sin embago, no empleaba. Nada que me importe. Cada trago de leche me dolía en las sienes. De pronto me di vuelta y le tomé un brazo. “Más respeto con tu padre ¿entendés?, más respeto”. Era una idiotez decirlo ahora, cuando ya había pasado el momento. El brazo estaba tenso, duro, como si repentinamente se hubiera convertido en acero. O en plomo. Me dolía la nuca cuando levanté la cabeza para mirarlo en los ojos. Era lo menos que podía hacer. No, él no estaba asustado.simplemente, sacudió el brazo hasta soltarse, se le movieron las aletas de la nariz, dijo: “¿Cuándo crecerás?” y se fue dando un portazo. Yo no debía tener una cara muy tranquila cuando me di vuelta para enfrentar a Jaime. Seguía recostado en la pared. Sonrió con espontaneidad y sólo comentó: “¡Qué mala sangre, viejo, qué mala sangre!” Es increíble, pero en ese preciso instante sentí que se me helaba la rabia. “Es que también tu hermano...” dije, sin convicción. “Déjalo -contestó él-, a estas alturas ninguno de nosotros tiene remedio”.



La Tregua, Mario Benedetti



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Veinte Poemas de amor una canción desesperada

EBRIO DE TREMENTINA

Ebrio de trementina y largos besos,
estival, el velero de las rosas dirijo,
torcido hacia la muerte del delgado día,
cimentado en el sólido frenesí marino.

Pálido y amarrado a mi agua devorante
cruzo en el agrio olor del clima descubierto,
aún vestido de gris y sonidos amargos,
y una cimera triste de abandonada espuma.

Voy, duro de pasiones, montado en mi ola única,
lunar, solar, ardiente y frío, repentino,
dormido en la garganta de las afortunadas
islas blancas y dulces como caderas frescas.

Tiembla en la noche húmeda mi vestido de besos
locamente cargado de eléctricas gestiones,
de modo heroico dividido en sueños
y embriagadoras rosas practicándose en mí.

Aguas arriba, en medio de las olas externas,
tu paralelo cuerpo se sujeta en mis brazos
como un pez infinitamente pegado a mi alma
rápido y lento en la energía subceleste.



HEMOS PERDIDO AUN ESTE CREPÚSCULO

Hemos perdido aun este crepúsculo.
Nadie nos vio esta tarde con las manos unidas
mientras la noche azul caía sobre el mundo.

He visto desde mi ventana
la fiesta del poniente en los cerros lejanos.

A veces como una moneda
se encendía un pedazo de sol entre mis manos.

Yo te recordaba con el alma apretada
de esa tristeza que tú me conoces.

Entonces, ¿dónde estabas?
¿Entre qué gentes?
¿Diciendo qué palabras?
¿Por qué se me vendrá todo el amor de golpe
cuando me siento triste, y te siento lejana?

Cayó el libro que siempre se toma en el crepúsculo,
y como un perro herido rodó a mis pies mi capa.

Siempre, siempre te alejas en las tardes
hacia donde el crepúsculo corre borrando estatuas.



CIEN SONETOS DE AMOR

Soneto III

Aspero amor, violeta coronada de espinas,
matorral entre tantas pasiones erizado,
lanza de los dolores, corola de la cólera,
por qué caminos y cómo te dirigiste a mi alma?
Por qué precipitaste tu fuego doloroso,
de pronto, entre las hojas frías de mi camino?
Quién te enseñó los pasos que hasta mí te llevaron?
Qué flor, qué piedra, qué humo mostraron mi morada?
Lo cierto es que tembló la noche pavorosa,
el alba llenó todas las copas con su vino
y el sol estableció su presencia celeste,
mientras que el cruel amor me cercaba sin tregua
hasta que lacerándome con espadas y espinas
abrió en mi corazón un camino quemante.



Soneto IV

Recordarás aquella quebrada caprichosa
a donde los aromas palpitantes treparon,
de cuando en cuando un pájaro vestido
con agua y lentitud: traje de invierno.
Recordarás los dones de la tierra:
irascible fragancia, barro de oro,
hierbas del matorral, locas raíces,
sortílegas espinas como espadas.
Recordarás el ramo que trajiste,
ramo de sombra y agua con silencio,
ramo como una piedra con espuma.
Y aquella vez fue como nunca y siempre:
vamos allí donde no espera nada
y hallamos todo lo que está esperando.





Pablo Neruda



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